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Capítulo 12: "Un mar de recuerdos"

Otro día que pasa, igual que el de ayer, igual que el de mañana. Nuestro icónico trío iba caminando en medio del éxodo de estudiantes, pero el camino de Lupe no seguiría más allá del portón principal.

—Ah, claro...tu práctica con Gabriel —recordó Loretta con una facción neutral.

—¿No te vas a ir con él? —preguntó Ale.

—Pues claro, pero quise despedirme de ustedes por mientras él se aparece.

—Nos vemos hasta mañana, entonces. Y recuerda, si te quiere mostrar una habitación especial, sácale el gas pimienta que te di y rocíalo en toda la jeta.

—Tú no me diste un gas pimienta —cuestionó encorvada.

—Revisa tu bolsillo de atrás.

—¿Cómo...¡Wow! ...Espera, ¿yo no tenía unas monedas guardadas aquí?

—¡Chao, Lupe! —se despidió la peliceleste de inmediato, levantando su pelo y dando una agraciada media vuelta.

—Nos vemos después —Le sonrió la rubia, ladeando un poco la cabeza.

—¡Chao, nena! —reflejó la despedida.

Las muchachas salieron, viendo a Lupe agitando la mano en alto desde adentro. Una vez las perdió de vistas, la morena joven se dijo a sí misma:

—No me gusta mentirles a las chicas, pero tampoco quiero traicionar a Gabriel, así que, por ahora, tendré que mantener el secreto por el momento. Espero que no pase nada.

Fuera del instituto, Lore y Ale circulaban juntas un poco del trayecto antes de tomar caminos distintos, mas hoy, lo hacían bajo el influjo de un sepulcral silencio. Por su altura, Ale era como un panóptico móvil, vigilando y notando todo lo que pasaba por debajo de ella y desde ahí, veía la cara de la muchachita extranjera: Un rostro sin emoción, con el cuello erecto, pero con las cejas un poco más debajo de lo normal, rayando el borde de lo perceptible. Al notar esta inusitada concentración, Ale no pudo evitar que se le escapara una mueca divertida. Llegaron a la cuadra; ya debían tomar caminos distintos:

—¿No vas a esperar el bus? —preguntó Lore.

—Debo hacer unos mandados primero.

La despidió de beso, pero antes de avanzar el primer metro, devolvió el cuello, mirándola con la misma expresión de antes y le dijo:

—Además, trata de no arrugar tanto la cara cuando sientes celos, que le hace daño a tu piel —Y se marchó.

Loretta quedó boquiabierta y pálida. Sacó inmediatamente su celular y revisó su rostro con la cámara, pero lo guardó no mucho después, dándose cuenta de lo absurdo que era. Suspiró por un prolongado momento, y cuando terminó, pequeños balbuceos se filtraron entre sus labios como burbujas:

—Nada va a pasar, solo soy yo, nada va a pasar, solo soy yo... ¿en verdad la hará daño a mi piel?

Mientras tanto, Lupe ya llevaba un rato de haber llegado con Ghost Town y sin tiempo que perder, empezó el entrenamiento, y este estaba yendo, pues...

—¡Esquiva!

—¡Dile a Granada que gritarle a alguien que "esquive" distrae más de lo que ayuda! ¡ouch! —se quejó la doctora, justo antes de recibir un gancho en el juego.

—¡Oye, Gabriel-!

—¡Esquiva!

—¡Ah!

—Y...perdiste —dijo sin sorpresa alguna.

—¡¿Cómo?! ¡¿tan rápido?!

—¿Cuántas victorias llevas, Mateo? —preguntó el joven, mirándose las uñas.

—¡Llevo nueve ya, Gabo! —aclaró el amigo enérgicamente.

—¿Algo que decir en tu defensa, Lupe?

—¡No es mi culpa! ¡el mae que utiliza él pega muy duro! —se quejó de forma berrinchuda.

—Y si pega tan duro, ¿para qué se le mete, su eminencia?

La fleco de tubo gruño y lo retó:

—¡Si es tan fácil, hazlo tú!

—De acuerdo —dijo con los brazos cruzados—. Hazme espacio.

Lupe le cedió la silla con frustración y él se sentó plácidamente, y desde ahí, volvió a dirigirse a la muchacha:

—Lupe, tu estrategia de agarrarte a cabezazos con una pared hasta que esta se rompa o te dé una contusión puede funcionar contra la carne de cañón de los primeros rounds-.

—O contra ti —sonrió con malicia. Gabriel hizo como que no la escuchó.

—...Pero el infierno se congelará primero antes de que funcione con Jurel, y te lo demostraré.

Jurel Rodaballo es el personaje más corpulento de todo Cosmos, y en cuestión de poder por golpe, él es el número uno. El retirado practicante de Halterofilia, ahora pescador, es, en promedio, el personaje más lento del juego, pero si te llega a agarrar, explotará la médula de tus huesos como papel de burbujas:

—Lo que quiere Jurel es que me le acerque. En el mejor de los casos, me comí cuarenta por ciento de daño solo por eso. En el peor—.

—¡Tómela! —gritó Mateo al momento de hacerle una tumba rompecuellos.

—Oooh... ¡Pregunta!

—Esto no es una clase, Lupe, no levantes la mano...

—Si acercarme a él es lo que quiero, ¿cómo se supone que le haga daño?

Gabriel rio con seguridad y respondió:

—Hazlo que sufra por ello. Si tú no te acercas a él, él tendrá que acercarse a ti. Explota ese deseo y consigue tus combos a costa suya —le explicaba, viéndola a la cara, sin voltearse a la pantalla—. Exprime cada golpe al máximo, porque podría ser el último. Para eso, tus combos te deben salir naturales y-.

—Gabo, ya ganaste —dijo la chica, señalando la pantalla.

—Oh...b-bueno, eso solo comprueba que sí funciona —mencionó con fingida seguridad.

—¡Esa fue solo porque me agarró por sorpresa! ¡La siguiente no va a ser tan fácil! —exclamó Mateo, acomodándose en su asiento.

Al final, las siguientes sí fueron algo fáciles.

—¡Listo, ya capté! ¡Me toca! —espetó la fleco de tubo, saltando de su asiento.

—Nop, le toca a Alicia —afirmó Gabriel, señalando a la niña poeta con el pulgar.

—O-oh, se me había olvidado de que ella estaba aquí —se rio brevemente mientras se rascaba la cabeza con vergüenza.

—Suele pasarnos. ¡Alicia, ya puedes jugar!

—Entiendo —respondió la poetisa con su "emotiva" voz de siempre.

—...¿Sí vas a venir?

—Ya estoy lista para jugar.

—¿Y cómo vas a jugar si no estás...aquí?

La chica a veces parecía ser el mismo aire de una habitación, siendo capaz de moverse sin llamar la atención, y sin levantar el más mínimo ruido. Era siempre en el menor de los instantes donde su imagen se perdía del radar, igual que la silueta de un león difuminándose entre las hebras de pasto seco de la sabana, y para cuando reaparecía, siempre lo hacía con una nueva idea para sacar inspiración. Esta vez, había puesto varios espejos en ángulos específicos, que llevaban la imagen de la pantalla hasta donde se encontraba sentada; un lugar donde le daba la espalda a la pantalla. Antes de que la confusión aturdiera al resto, la niña se explicó:

—Todo lo que vemos es un reflejo propio de la realidad, una pequeña parte del bucle infinito de imágenes que existen, cada vez perdiendo más información de la pintura original paulatinamente. Cuando me di cuenta de esto, pensé que podía alcanzar dimensiones de una abstracción superior si veía el juego en un reflejo de un reflejo de un reflejo, y así, ver una realidad más simple, abstracta y ambigua, alcanzando una cantera virgen de inspiración para mis poemas.

—...¿Ah? —Eso fue todo lo que sacó Lupe en limpio.

—Ni me mires, no es como si entendiera todo lo que a Alicia se le ocurre —desvió Gabriel la mirada.

—¿Esto pasa a menudo?

—La última vez, volví del baño, y la encontré pegada al techo con cinta adhesiva. Ni siquiera había nadie más que la hubiera podido ayudar a hacer eso...

—Viéndola tan callada, no pensarías que se mete en tantos problemas —contribuyó Mateo.

—¿Siquiera de dónde sacaste los espejos? —cuestionó el líder del grupo, y al mismo tiempo, un conserje pasó gritando afuera del laboratorio de cómputo:

—¡Director, los piedreros se volvieron a robar los espejos de los baños!

—Misterio resuelto...

Ahora que había empezado el duelo a larga distancia, el muchacho pelinegro se fue a sentar a una de las mesas posteriores de la biblioteca, y Lupe aprovechó para seguirlo. Desde ahí, los sonidos electrónicos se hacían roncos, y los ronquidos de la bibliotecaria sonaban por encima. Botonazos que sonaban como granizo cayendo sobre madera, y rumores de pajaritos chismosos se colaban entre los espacios de la puerta. Lupe veía a Gabriel, y él, la pelea. La chica reafirmaba notas musicales cada vez que sus uñas chocaban con la mesa, buscando hasta la más displicente mirada de vuelta. Cuando esto no funcionó, cambió de táctica:

—...Mateo se mueve bastante cuando juega —notó la chica.

—Es casi su costumbre. Al pobre pecador una vez le prohibieron la entrada a los torneos por accidentalmente pegarle un codazo a un rival.

—Wow, y yo que pensaba que parte de la razón para jugar Cosmos era pelear sin tener que lastimarse —bromeó, sacándole una risilla al otro jugador.

—No es tan raro como crees. Barracuda más de una vez ha querido irse a los puños. Es muy gracioso cuando pasa.

—Me dio esa impresión cuando jugamos aquel partido. Pero, ¡no me da miedo! Yo sola me las puedo apañar —aseguró, confiada y guiñándole a Gabriel.

—Claro... —contestó, girando sus ojos apáticamente.

—¿No me cree? ¡vea, mae! —y se arremangó la camisa y sacó músculo para que viera.

Y ahí estaba, una cordillera fibrosa y dorada que recorría la longitud de su brazo, como médanos de arena arcillosa, con líneas definidas con paleta atravesando los montes de piel. El contraste entre la cara ñoña y la disposición cursi de Lupe con su tonificada musculatura era como si le hubieran arrancado la cabeza a una muñeca de Rosita Fresita y la hubieran cosido al cuerpo de un Max Steel. Con los ojos bien abiertos, la expresión convertida en piedra y tragando saliva de manera sonora, Gabriel dijo:

—N-n-no esperaba eso...

—Nadie, en realidad —dijo, con una sonrisa radiante—. Agarré fuerza desde pequeña porque tenía que ayudar a mami a cargar los tanques de gas, y como he estado metida en un montón de deportes, me mantengo en condición.

—¿Cargabas tanques de gas de niña?

—Lo hacía junto con mami. Fabi, mi hermano, aún estaba muy chiquito para ayudar, así que no había opción. Tocó —mencionó, juntando los hombros.

—¿Y qué hay de tú...? —Gabriel se detuvo, al mismo tiempo que la cara le agarraba color.

—...¿De mi papá? Tranqui, no me importa hablar de él. Fue hace mucho tiempo, pero...aún me pongo un toque triste pensando al respecto, ¿sabes? —aclaró, sacando sonrisa de manera forzada.

Gabriel asintió en silencio, sin perder de viste a la muchacha frente a él. Lupe inhaló por un segundo toda onda de sonido contenida entre los polvorientos estantes, y al suspirar, devolvió el audio a la habitación:

—En realidad, no era mi papá "papá", sino mi padrastro. El de verdad dejó a mi mamá tan pronto la embarazó, y no hemos sabido de ese malparido desde entonces —gruñó.

—Un padre que brilla por su ausencia. Sí, conozco de esos... —compartió, rozando su barbilla con la mano.

—¿El tuyo también? —preguntó con interés

—Ah, n-no, pero mi abuelo fue esa clase de hombre para mi padre.

—¡Ahh, claro, claro! ¡qué lástima! Hubiéramos tenido algo en común... —replicó, haciendo pucheros.

—La gente prefiere tener en común los gustos musicales o el signo del horóscopo, Lupe, no el abandono familiar —mencionó con una sonrisilla.

—¡Peor es nada! —carcajeó la fleco de tubo, y Gabriel se le unió también. Cuando acabaron las risas, volvieron al silencio, al principio de todo, pero esta vez, Gabriel fue quién se animó a dar el primer paso:

—Entonces...¿cuál fue la historia?

—...Él se llamaba Andrés, Andrés Salvador Castro, y creo que tendría como treinta y pico de años si siguiera vivo. Yo tenía como cuatro o cinco, y Fabi aún estaba bebé. Él era el chef en un restaurante por aquí en San José, pero no recuerdo en dónde. Creo que cerró poco después, o algo por el estilo. Muchos de los detalles los conozco por mami, así que tal vez haigan, digo, haya unas cosas no tan claras.

El chico asintió con serenidad.

—¿En qué estaba? ¡Ah, sí! Un día, él nos llevó a una playa cerca de Herradura. Las fotos del lugar son preciosas, pero, cuando empezó a atardecer, el tiempo se puso horrible, el mar se puso muy picado y violento, y pues decidimos empacar las cosas y jalar de ahí. Ya estábamos a punto de irnos, pero entonces...

Lupe paró unos segundos, y en ese pequeño lapso, burbujas de ideas hacían un vacío cerca de su oído, y olas de emociones estancadas chocaban fuertes contra el espaldón de sus párpados, buscando romper la barrera. La terca muchacha aspiró todo eso con una fuerte inhalación, y sacudió su cabeza para sacar esa agua atorada, y continuar con la historia:

—Justo antes de meternos al carro, vimos a un montón de gente agrupada en la costa, hablando y gritando. Papi y mami fueron a ver qué pasaba, y era que, a una familia se le habían perdido dos chiquitos en el mar y como ya dije, el lugar estaba bien escondido y no había un guardacostas cerca, así que la familia ya se estaba desesperando, entonces...pasa y resulta que mi papá era un buen nadador.

—Oh, no...

—Mi mamá le pidió, LE ROGÓ que no interfiriera; que no se fuera a meter al agua, pero nada funcionó. Él se lanzó, y como media hora después, lo vieron viniendo con los chiquitos en ambos brazos. Todo parecía como que iba a terminar bien... la siguiente parte sí la recuerdo, porque el mar hizo un ruido espantoso. No sé si fue porque estaba chiquita o porque en verdad sonó así, pero el resultado fue el mismo: Una gran ola salió de la nada... —finalmente, la marea atravesó la represa, inundando la cuenca de sus ojos y derramándose sobre su cara.

Nada pudo haber preparado al joven para eso. No sabía ni para dónde mirar o cómo reaccionar. La miró con angustia, mientras las lágrimas empapaban la madera barnizada, y la deprimente imagen comenzaba a obligar su mano a moverse hacia Lupe. Sin embargo, antes de siquiera rozarle un cabello, la mano se detuvo, y la otra mano tomó el antebrazo de la primera, bajándola hacia la inmovilidad. Lupe volvió a abrir los ojos, rojos ahora, y habló:

—Qué ridícula soy. Te cuento mi vida y me pongo a llorar en pleno cole. Discúlpame, Gabo, no quería ponerte incómodo...

Entonces, este se cruzó de brazos y recitó lo siguiente:

—Ridícula...una chica ridícula, con un peinado ridículo, que usa a un personaje ridículo de una manera ridícula. Sí, eso puede tener sentido...

—¿Qué clase de consuelo es ese? —preguntó triste y confundida en partes iguales.

—¡Lo estoy intentando, maldita sea! —explotó, sonrojándose al instante— ...Lo que quiero decir es que, hay muchas cosas ridículas sobre ti, Lupe...pero tu pasado no es una de ellas, y tus lágrimas tampoco.

La última gota cayó de los ojos cafés de Lupe directo a su boca, que estaba abierta de par en par, mientras veía cómo el insensible Gabriel, no satisfecho con haber dicho eso, le cedió un trapito limpio que andaba con él. La pena había pasado a sorpresa, y ahora, a felicidad, la cual ella reflejó mientras tomaba el pedazo de tela, y limpiaba los estragos que habían dejado las altas mareas. La fleco de tubo devolvió el pañuelo, pero el chico se negó. Ahora que la playa se había calmado de nuevo, Gabriel tomó la iniciativa:

—Yo no tengo nada que decir acerca de mí que sea así de interesante...

—Solo el hecho de que me quieras decir algo sin que Ale esté aquí para amenazarte con doblarte las piernas como pretzels ya lo hace interesante para mí.

—Créeme, no es nada. Cuando lo escuches, te empezarás a reír.

—¡Tú te ríes de mí todo el tiempo!

—Obvio. Regla número uno de la comedia: Las cosas malas no son graciosas cuando me pasan a mí —afirmó con desfachatez.

Lupe lo siguió teniendo entre ojos hasta que este finalmente se rompió:

—Argh, tú ganas. Desde que entre a Cosmos, el juego ha sido mi principal interés. En mi primer año de colegio, éramos una comunidad muy, muy pequeña, y más desenfrenada. Todo el mundo solía hablar basura del resto, tanto online como de frente, y los torneos los hacíamos donde nos dejaran: En convenciones geek, en tiendas de videojuegos, en la casa de alguien, en baños públicos. Realmente no nos importaba mucho el lugar mientras pudiéramos jugar.

»En mi caso, yo no resaltaba particularmente dentro del juego. Aún no tenía la habilidad suficiente para ser "Granada", pero cada vez mejoraba más rápido, y entendía más del juego. Todo iba bien...

—¡Qué bien! —dijo Lupe, sonriente.

—Hasta que...

—¡Qué mal! —se apenó.

—Varias situaciones ocasionaron un declive en la comunidad. Los torneos se hicieron todavía más pequeños, los habituales venían cada vez menos, la gente nueva se contaba con una mano, y los que quedábamos, sentíamos como nuestro propio interés al juego se apagaba. La comunidad estaba mal, y yo también, como resultado... —confesó, juntando las manos.

»Pero, llegó "Assault", y ahora el juego está experimentando un boom de popularidad como no se había visto antes. Tus amigas y tú forman parte de él, de hecho, y si bien, tengo mis reservas con la clase de personas que ha traído, y antes de que lo preguntes, sí, me refiero a ti.

—Ya entendí, no soy bruta —contestó la trigueña con molestia.

—Aun así, no me quejo de que haya nuevas caras por aquí.

—¡Pues claro! ¿quién se quejaría cuando las caras nuevas son tan bonitas? —respondió la chica, acostando su cara sobre sus palmas, y poniendo una expresión tierna.

El chico vio por detrás de ella con confusión, y acto seguido, dijo:

—Oh, ¿te refieres a ti?

—¡Qué cretino que sos! Eres un concho con las mujeres, ¿sabías? —se quejó después de marcar sus nudillos en el brazo del chico.

Sobándose el punto de contacto, Gabo dijo con voz sardónica:

—Cuánto lo siento...como sea, ya es hora de entrenar, para ver si puedes pegar tan duro en el juego como aquí, The Cure.

Con motivación y espíritu, la novata se dispuso a aprender cuanto pudiera del experto, aunque eso significara un bucle infinito de morder el polvo, mas, la fuerza imparable que era su terquedad no le importaba estrellarse contra el objeto inamovible una y otra vez, Cuando el maestro se aburrió, empacó todo y dio por terminada la sesión.

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