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Capítulo 11-III

Del otro lado del salón, la muchachita trigueña caminaba sola, con el ceño fruncido, y farfullando como un viejito enojado, lidiando con su guerra interna.

Toda mi práctica no sirvió para nada. Ella era demasiado rápida, y no sabía por dónde iban a venir sus ataques...

—Te criticas demasiado, chica. La razón por la que nos encontramos con ella fue porque había llegado tarde. Es claro que está más cerca de alguien como Granada que de nosotras.

—¡Sí, sí! ¡lo sé, lo sé! Pero eso solo me hizo darme cuenta de lo lejos que estoy de él...y de Lore.

—¿De Lore?

—Ella tiene tanto talento para todo. Apenas es su segundo torneo y ya fue de tú a tú con Gabo. En cambio, yo sigo sin entender cómo alguien como ella siquiera es mi amiga....

—Solo debemos pensar en mejorar, niña. Tal vez hoy, no estemos a su altura, pero ¡en el futuro, eso va a cambiar!

—Creo lo mismo...pero, ¿y si no? ¡argh! ¡qué inmadura que soy! Ni siquiera sé por qué me importa perder en este estúpido juego, cuando lo que quiero es acercarme a-.

De repente, la cabeza la tembló como gelatina al chocar contra algo duro y liso. Lupe reaccionó al instante:

—¿Ti...?

—Eeh...¿querrás decir "tú"? —respondió Granada.

—Perdón, Gabo, digo, Granuja, ¡digo! Gra...gra...¡Ay! —soltó con frustración, acercando el puño a su sien— Disculpa, andaba en otras, no quise chocarte.

Una línea roja apareció y desapareció sobre las mejillas de Granada como un semáforo intermitente mientras la veía. Resopló fuertemente, y respondió con su conocido sarcasmo:

—¿Andando sola? ¿es que hasta tus amigas se cansaron de ti?

Lupe solo permaneció cabizbaja, provocando una reacción en el muchacho bien vestido nunca antes documentada por la ciencia; remordimiento:

—Perdón, eso no vino al caso...

La estática y los ruidos de fondo del televisor se apoderaron del aire entre ellos. Tuvo que ser la fleco de tubo la que cortó esa red de silencio:

—¿Qué haces?

—Veo una pelea. Me tocaré contra quien gane, así que me preparo de esa forma.

—...Oye, ¿cómo era para ti cuando aún eras, ya sabes, malo en el juego?

—¿Por qué el interés? —le arqueó una ceja el varón.

—Es que, me di cuenta de que soy malísima en este juego, y nada de lo que he practicado me ha hecho mejorar. Pensé que sabrías algo al respecto, ya que llevas mucho tiempo aquí.

Granada cruzó los brazos y con los ojos cerrados, habló:

—Es algo común entre jugadores primerizos. Tus expectativas y tus aptitudes están en dos lugares completamente distintos. Una jugadora mala debe esperar ser menos mala que el torneo anterior, no ganar un torneo.

—...¿Eso es todo? ¿es todo lo que me espera? —reclamó con ojos cristalinos.

Granada sacudió su cabeza con lentitud y le contestó:

—Mira a tu alrededor, Lupe: La gran mayoría de los que ves aquí son, fueron y serán perdedores. Seguirán compitiendo y no lograrán jamás nada de relevancia en algún torneo. En el momento en que dejen de jugar, sus nombres se perderán poco a poco de la memoria de los que sigan compitiendo.

—¡Eso es horrible!

—Es lo que es. Así de crueles son los juegos de pelea. O aceptas eso, o no duraras mucho aquí.

—Pero, ¿cómo alguien aceptaría semejante cosa? —preguntó Lupe con obvia incomodidad— Hacer algo por tanto tiempo, y no tener nada de valor para presentar...

Entonces, el joven bien vestido se volteó al instante, y con una mirada fulminante, dijo:

—¿Que no hay valor en eso, dices?

—Pero dijiste que la gran mayoría no haría nada de relevancia jamás.

—¿Y qué? La relevancia de algo ataña a los demás; el valor solo le concierne a la persona. Si la gente sigue viniendo a los torneos a pesar de nunca ganar es porque han encontrado valor en algo más: Valor en la pelea, valor en la comunidad, valor en el juego, y valor en la derrota.

—¿En la derrota?

—Esa es la única constante de los torneos, que tarde o temprano, vas a perder. Vivimos a sabiendas de eso, pero cuando entendemos que solo es un paso más en el camino a la victoria, nuestra motivación se hace eterna, ya que el fracaso también lo es.

Esas palabras fueron una epifanía para Lupe, una especie de consuelo para todas las derrotas que había sufrido hasta entonces. Con voz quisquillosa, cuestionó algo:

—¿Sabes? Dices cosas muy bonitas acerca de perder para ser alguien que a cada rato se burla de los perdedores...

—N-naturalmente, debo tratar con ellos por mera cuestión de proximidad, mas, ha pasado mucho tiempo y ni recuerdo lo que se siente ser un donnadie —esclareció, un poco ruborizado.

—Ajá... —contestó la chica, con una mirada pícara— y, ¿qué harás tú cuando también empiecen a olvidar tu nombre?

Granada resopló con orgullo y dijo:

—¿Olvidarlo? Para cuando yo salga de aquí, todo jugador tendrá quemado mi nombre el glúteo izquierdo. Como decía cristo, "pon la otra mejilla".

—¡Vaya fetiche! No dabas pinta de sadomasoquista —se burló la Lupe.

—¿Masoquista yo? Eso es lindo viniendo de alguien que solo se la pasa aquí como saco de boxeo...eso sonó mejor en mi mente.

—¡No sé de qué hablas, abusador doméstico! —dijo la chica, enpayasada. Gabriel quedó avergonzado un momento, pero ni él pudo resistirse a la contagiosa risa.

En pleno goce del momento, los otros dos tercios del trío entraron a escena. Lupe, ya más tranquila que al principio, volvió con ellas. Las chicas venían a buscarla para ver si quería a almorzar con ellas y reposar un poco de tanta presión competitiva. En fin, la apertura de su mente de hace un rato también le había abierto la boca del estómago, y los gruñidos de esta eran más fuertes que los murmuros en Comala. Fue aquí cuando Duce llamó a otra pelea:

—¡D.O.A contra Barracuda, al stream!

De repente, una ola de jugadores fluyó hacia el salón principal, rodeando el televisor como polillas a una fogata. Hasta el mismo Granada se veía especialmente interesado en ese duelo, hasta el punto de buscarse una silla para ver la contienda con comodidad. El muchacho bien vestido mencionó algo en voz alta:

—La guerra de las rosas...

—¿Qué dices? —reaccionó Loretta.

—Debe haber una explicación heterosexual para ese nombre —opinó Ale.

—De hecho, sí —interrumpió Granada—. ¿Acaso pensaban que eran las primeras mujeres que habían llegado aquí?

Ellas solo se quedaron mirándolo con su mejor expresión inexpresiva.

—...Ok, es una suposición razonable. La respuesta es "no", de todas maneras.

—Jamás me hubiera imaginado que había más chicas aquí. Fue una sorpresa encontrarme con Elena aquí —comentó la chica trigueña.

—¿Conoces a Barracuda?

—Desde que jugamos una mejenga de fútbol en el cole hace unos días. Y hoy, me eliminó del torneo... —contestó, rascándose la cabeza.

—¡¿Ella te eliminó?! —Entonces, Granada estalló en risas, sosteniendo su estómago como si le fuera a estallar el apéndice, mientras Lupe lo observaba con fastidio.

Loretta, ignorando las carcajadas, habló:

—Si Barracuda es una de "las rosas", entonces, "D.O.A"...

—Solamente LA top 2 del país —contestó el muchacho bien vestido—. ¿Quieren ser buenas? Apunten a ser ella. ¡Oh! Ahí está.

[29]

Desde uno de los pasillos de la casa, salió una dama de piel canela, frondoso pelo negro y ojos oscuros. A parte de su nada solapada belleza natural, su gran estilo no pasó desapercibido con la exigente Ale, que se encontraba con la mandíbula desencajada al ver que la segunda mejor en un juego para niños llevaba una camisa roja a tirantes, con un estampado de rosas cubiertas de brillantina al costado en el costado derecho, separado de sus llamativos pantalones campana de mezclilla por un cinturón rosa bastante chic.

Es muy linda... —pensó Lore; su mente, de forma automática, metió a Lupe en ese outfit

—¡Tiene un aura demasiado fuerte! Hasta el nombre suena todo poderoso —opinó la fleco de tubo

—Es un acrónimo: "Dead or alive" —iluminó Granada—. Y si se lo preguntan, sí, fue Mint Jams.

—Llegará el punto en que llamen a ese tipo para nombrar a sus hijos recién nacidos... —vaticinó la peliceleste.

—No lo dudo, igual como no dudo que DOA tiene esta pelea en la bolsa. Saquen notas y vean cómo juega un talento de verdad.

Para dar contexto, D.O.A era la jugadora más técnica del país, incluso superando a Pipe. Su elasticidad y coordinación en las manos no conocían rival, y se le daba por ejecutar los combos más complicados, usando a uno de los personajes más difíciles del juego: Manfred von Gravity, un pintoresco piloto alemán, rápido en el suelo y letal en el aire. Por eso, sus peleas eran un deleite de ver, y Granada también estaba capturado por el ambiente, explicando con emoción (Y en términos bastante específicos) todo lo que ella hacía, desorientando a las novatas.

Del otro lado, estaba Barracuda, que también tenía una elección curiosa de personaje: La patinadora rusa, Irina Yarotski. Irónicamente, ella era un personaje explosivo lejos de la gracia de una bailarina sobre hielo, siendo el personaje más rápido de todo el juego, con varios combos letales en su haber. Con ella, las vidas de sus oponentes se derretían como algodón de azúcar en la boca, pero igual que un auto de fórmula 1, con la más mínima brisa, acabaría revolcada en mil pedazos; era un cañón de cristal.

La pelea era entretenida, no había duda de eso, no obstante, había algo más cautivador en ese momento, y era el ambiente del momento. Por encima de las rivalidades y las convicciones, al final, todos seguían siendo montón de muchachos bobos disfrutando de algo que amaban, compartiendo los más absurdos rituales, como gritar "¡Hey!" cada vez que lanzaban a alguien hacia arriba y lo volvían a agarrar inmediatamente, dar palmadas al ritmo de la canción de uno de los escenarios, y otorgarles los nombres más estrambóticos a cada uno de los combos: "El raspa y gana", "La gratis", "La rompecolchones", "El blip blip", "El combo camboyano de la muerte", entre otros.

Era fácil entender lo que dijo Granada. El valor de esa experiencia iba por encima de ganar, y entre las risas por chistes que solo ahí se podían entender, por las conversaciones que nada tenían que ver con lo que estaba pasando en el mundo real, y por lo espontaneidad que viene al estar en un sitio donde no te debes explicar con nadie. Las chicas, y en especial, Lupe, vieron a través de los unos y los ceros de ese programa interactivo, y encontraron un alma viva.

El experimentado peleador continuaba su explicación sobre la partida:

—Barracuda solo le gana a jugadores de media casta para abajo. Es un carrito chocón de feria que solo sabe estrellarse contra los demás, o contra la pared. Tan pronto como vea que no puede matarte con tan simple estrategia, es una cuenta regresiva para que haga algo estúpido.

—Párela ahí, Abuelito. No voy a dejar que hable mierda de mi gente a mis espaldas —cortó CrizpySnax de sorpresa, acompañado por un chico rubio con una bandana amarrada a la frente, y otro tipo de huesos anchos, con un afro muy bien cuidado.

—No era mi intención. Puedo empezar desde el principio para que escuches todo —se ofreció, con una sonrisa pedante.

—Mirá, mae, vos te crees la máxima autoridad de Cosmos; que si no jugamos como maes que llevan retirados diez mil años, no estamos jugando bien. A todos esos viejos y rocos yo los retiré, y Barra puede hacer lo mismo —respondió el joven negro, encogiéndose de hombros.

—Lo dices con tanto orgullo, como si no usaran personajes Fisher-Price que ganan juegos por si solos.

—Ya lo quiero ver cuando Barra-.

—¡Y D.O.A se lo lleva, con un sólido 2 a 0!

—...¿Decías? —preguntó Granada, levantando un ceja. Erick tan solo entrecerró un poco los ojos y gruño.

Saliendo del cuarto de transmisión, venía Barracuda, picando con coraje los botones en su control, y llegó sin desviarse ni un paso con el grupo de Crizpy. Ya entre ellos, habló:

—¡Este estúpido control volvió a comerse mis ataques! ¡fallé un montón de combos por su culpa!

—Respire, mae. Jugó bien —dijo el donjuán, dándole una palmadita en la espalda. La energúmena desvió la mirada nada más.

—Ahora, consideramos que empezar un torneo en round uno de perdedores es "jugar bien" —habló Granada.

—¡No se meta en lo que no le importa, mae! —levantó la voz Elena al instante— Si el idiota de Erick no sé hubiera quedado hablando con unas gemelas, hubiera llegado a tiempo.

—Nunca te sales de tu personaje, ¿no? —exclamó Ale, con una mirada fría.

—Descuida, linda, que a ti tampoco te he olvidado —le guiño Erick.

—Ese es el problema.

Con el rostro rojo, y el seño fruncido, Elena habló con fuerza:

—Como sea, no es mi culpa que me haya tocado desbaratar a su novia primero.

A Loretta se le abrieron los ojos de par en par apenas las ondas de aire de la palabra "novia" conectaron con su tímpano, pero el jugador apenas se dignó a chasquear la lengua. Con los brazos cruzados, le contestó:

—Créeme cuando te digo que todo acercamiento que he tenido con esta ha sido en contra de mi voluntad ¡OUCH! —gimió al recibir un buen puñetazo de la "esta".

—Es que están hechos el uno para el otro —sonrió Erick, reluciendo ironía—. No sea tan grosero, abuelo, que voy a llegar yo a viejo antes de que consigas otra chica a la que le caigas bien. Y por cierto, chicas: Si quieren ganar, hagan todo lo contrario a lo que él les diga.

Con esto, dio por concluida su conversación, y se fue de ahí con sus amigos. Ya lejos de su rango, el jugador con saco y sombrero dijo con cizaña en su voz:

—Todo es un chiste para ellos. Son una vergüenza para el juego.

Tras un segundo de silencio, un bombillo iluminó la amplia oscuridad en la cabeza de Lupe, y el súbito destello escapó por medio de su boca:

—¡Enséñame a jugar bien, Gabo!

—Disculpa, ¿qué?

—¡¿Q-quieres que él te entrene?! —cuestionó Lore.

—Si me enseñas, me hago buena y le ganó a esa chica, ¡significaría que tu estilo es mejor que el de él! —dijo— Además, ahora que estoy en Ghost Town, sería una excusa para acercarme más a él —pensó.

El mismo Granada, para sorpresa de todos, sostuvo su barbilla con la mano, y se puso a meditar seriamente la decisión:

Sí, eso no va a pasar. Por más buena que se haga, la doctora le pondrá un límite. Pero, ella está en Ghost Town, y más importante aún, es la mejor amiga de Loretta, e imagino que juegan a menudo. Si practico con Lupe, podría sacar un poco de información del estilo de Robinson que, por más que me duela admitirlo, podría ser peligrosa con el tiempo. Es mejor prepararnos desde ahora.

Entonces, abrió la boca y dio su respuesta:

—Comenzamos el Lunes, después de clases.

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