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Capítulo 1: "Un común amanecer"

En algún lugar por las cercanías de calle Fallas, los primeros rayos de luz pegan sobre los techos de los vecinos; La gran mayoría, aún acurrucados bajo sus cobijas, excepto por una cierta persona, producto de una angustia que le había generado insomnio durante los últimos días y para entenderlo bien, es mejor que ella misma lo explique:

—Hmmm, tal vez abogada no sea una mala idea, la gente dice que se me da convencer a los demás, aunque también opinan que decir "por favor" muchas veces rápido y tocarles el hombro no es lo más profesional. ¡Oh! ¡Ya sé! Si se me da bien tocar hombros, ser enfermera es casi lo mismo, poniendo inyecciones y esas cosas...No, ¿Cómo se me ocurre? Si me dan pavor las vacunas, no puedo ver una sin ponerme a gritar. Ugh...parece que ya amaneció, debería ir a bañarme ya...pero, no me voy a morir por tomarme unos minutitos más.

Así que se relajó un poco, hasta que escuchó golpes del otro lado de la puerta, seguido por unos gritos familiares; su respuesta no se hizo esperar

—¡Qué necedad, mami! Apenas son la seis, deme un rato más.

—¡Espabílese, mamita! ¡son las seis y cuarenta!

-¿Y? Me quedan como... —frenó y comenzó a estirar sus dedos— setecientos menos cuarenta, llevo el uno, menos seis... ¡VEINTE MINUTOS!

La muchacha de pocas habilidades matemáticas se impulsó con sus brazos y espalda y saltó de su cama, lanzando sus sábanas al piso y poniéndose firme en el suelo. Sin demora, abrió la llave de su ducha al máximo, y sin demora, se arrepintió, cuando la frialdad acumulada de todas las ex-novias del mundo cayó sobre ella. Después de sobrevivir a una hipotermia tempranera, fue a peinarse, igual que su madre, con una cola de caballo y un fleco de tubo de lo más anticuado. Con mochila en mano, se fue a tragar su desayuno y tratar de no morir atragantada en el intento.

—¡Buenos días, Fabi!

—Mae, casi no se levanta, ¿verdad? —rio el chico de cabello rubio.

—¡Ya lo sé, mae! ¡No me lo recuerde!

—Sóquele para que no llegue tarde el primer día...de nuevo.

—Apúrele, Lupe, para que no me agarre tarde —presionó su madre desde el marco del portón.

La niña llenó sus mejillas con su desayuno cual ardilla, y semejante bolo alimenticio bajó por su garganta igual como un conejo por la longitud de una boa. Con un mondadientes, intentó quitar tanta suciedad de sus Brackets como pudiera, pero nada de lavarse los dientes; se iría así, a riesgo de dejar en coma a la primera persona que se encontrara. Madre e hija marcharon juntas al colegio, y antes de tomar caminos distintos, la mamá la persignó:

—Bueno, mi amor, que Dios me la bendiga, y me la proteja, y me la cuide, y me la defienda, y-.

—¡Gracias, mami! ¡chao, mami! —cortó con apuro

Y después de otra persignada y beso en la frente, la muchacha entró al edificio, tomando un respiro, preparándose para un nuevo año lectivo, y sin saberlo, para la siguiente fase de su vida.

[1]

En las pizarras que había en una de las paredes estaban las listas de los grupos, donde todos rastreaban su nombre y la sección en que les tocó:

—Veamos, Espinoza Solano...Guadalupe...¡Ajá! ¡Ahí toy yo! ¡Sección 9-8! Y me tocó con... —mencionó, entrecerrando los ojos.

—Conmigo —interrumpió una muchacha que era la antítesis del arquetipo femenino costarricense; Rubia, de ojos azules y caucásica.

—¡Ah! ¡Lore! ¿en serio? ¿al chile nos tocó juntas de nuevo?

—Impresionante, ¿no? Ya van tres años seguidos —comentó la joven, sonriente.

—Tus papás le pagaron al director, fijo —teorizó Lupe, con picardía.

—¿Qué cosas dices? —se rio ante la idea— Y no solo repetimos tú y yo.

—¿Quién más?

Justo aquí, sintió un toque en su hombro, pero cuando se volteó, no vio a nadie, mas, una voz la llamó desde el extremo contrario:

—Usa tu imaginación —exclamó una figura alta, con un pelo de uno de los colores de los M&Ms, y con un aura de estilo y fineza.

—¡Ale! ¿Cómo es-?

—Espera —La muchacha la calló con un dedo en los labios, se acercó un poco a ver la camisa con detenimiento y luego, comentó—. Muchos rastros de comida y mal aliento, amiga. ¿Te volvió a agarrar tarde, Lupe?

—¡Le atinaste!

—La que vive más cerca, y la que más tarde llega... —dijo Lore, con un poco de decepción en su cara.

—¡Cosas que pasan! -carcajeó Lupe, rascándose la nuca.

—Los eructos también solo pasan, pero la gente se disculpa en esos casos —añadió Ale bruscamente.

—Entonces...¿crees que me quiten las tardías si me disculpo?

—M-mejor no probarlo hoy —respondió Lore—. Como sea, vayamos al gimnasio, que el acto ya casi empieza.

Este evento era meramente de rutina; una formalidad del primer día de clases que a nadie le importaba, ni siquiera a los profesores. Las muchachas se sentaron en las escaleras del fondo para ponerse a hablar con tranquilidad, fuera del campo de visión de los profesores delatores, o como Ale los llamaba, "el ojo de Sauron".

—¿Por qué te agarró tarde? —preguntó Lore.

—Lo mismo de siempre, chicas... —suspiró la muchacha con el peinado anticuado.

—Tu futuro después del colegio, huh...

—Quedan tres años para eso; puedes relajarte por mientras y tomar una decisión terrible entonces —comentó Ale, con sarcasmo.

—Ignorando la última parte, Ale tiene razón cuando dice que todavía falta mucho tiempo para decidir sobre eso -opinó Lore

—¡Lo sé, lo sé! ¡Pero ya estamos en noveno, güilas! Y el próximo año, las notas ya empiezan a contar para las universidades —indicó, con preocupación—. Además, ¡ustedes ya lo tienen super claro! —reclamó entre pucheros— Tú quieres estudiar Química y Ale, diseño de modas.

—Querer algo no es igual a tenerlo asegurado —contestó Ale de forma tosca—. Si fuera así, mi abuelo ya hubiera pegado la lotería o la Liga ya sería campeón.

La rubia asintió y retomó la palabra.

—Que tengas que tomarte más tiempo para decidir no es nada malo, y mientras piensas en eso, puedes contar con nosotras como apoyo —enfatizó con una sonrisa comprensiva.

—Muchas gracias, Lore —Le pagó con la misma moneda.

—Hablando de otros temas, ¡me gusta cómo te teñiste el cabello, Ale!

—Gracias, mae. El verde ya quedó en el año anterior; el celeste es el color de este nuevo ciclo, y ya realicé suficiente meditación para predecir que varas me van a decir, desde Marge Simpson hasta Hatsune Miku —dedujo, con el índice reposando sobre la sien.

—Pasando por el super sayayin azul y el algodón de azúcar —añadió Lupe, entre risas—. ¿Y qué hiciste en tus vacaciones, Lore?

—En invierno, me fui unas semanas de vuelta a Améri-.

Antes de que el resto del sonido saliera de sus cuerdas vocales, Ale clavó su mirada fija encima de ella.

—...A-a Estados Unidos —La chica de pelo celeste cambió su expresión a una tierna sonrisa. Lore prosiguió—. Así que también estuve mucho tiempo con mi Familia de allá, disfrutando la comida, yendo a esquiar, etcétera.

—¡Oiga, usted! ¡deje de hablar y ponga atención! —regañó una profesora, haciéndolas saltar de la sorpresa.

—Nos alcanzó el ojo de Sauron... —dijo Ale, con voz lánguida.

[2]

Después de esto, pusieron el cuello rígido y trataron de concentrarse en el mundano evento, solo para ser distraídas por un papel flotando y un perro que invadió el gimnasio; situaciones más entretenidas que cualquiera de las siete trillones y medio de palabras que salieron del director. Pasó el tiempo y estaban ya en el Aula y, mientras el profesor pasaba asistencia, las amigas seguían conversando, aprovechando que era el primer día y no se veía materia. El profesor comenzó a pasar lista:

—¿Loretta Robinson?

—Presente —contestó, con seriedad y levantando su mano con suavidad.

—¿Alejandra Chavarría?

—Aquí —respondió apática, mientras estiraba la tela de los nuevos uniformes, la cual, dejaba mucho que desear.

—¡Oh! Casi no la reconocí con el nuevo color de pelo, señorita.

—Tranquilo, profe, mi mamá tampoco.

—Claro —carcajeó el maestro—. Continuemos. ¿Gabriel Salazar?

—Presente —respondió un pálido muchacho de pelo negro, en el extremo más alejado de la puerta con un tono de voz ubicado entre Luciano Pavarotti y una posesión demoníaca.

—Conque Gabriel Salazar va a estar con nosotros, huh —exclamó Loretta con moderado asombro.

—¿Lo conoces? —pregunto la chica del fleco de tubo.

—Fue el segundo promedio el año pasado. Hasta donde sé, se pasó de colegio ese mismo año.

—Entonces, él quedó justo detrás de ti —concluyó Alejandra.

—S-supongo que sí... —explicó, tomándose del codo con pena.

—Ahora que lo miro con atención, sí me parece conocido, pero creo que solo lo he visto...pues, solo. Me recuerda un poco a ti en el pasado, Lore —dijo Lupe, sonriéndole.

La referida limpió su garganta con cierta vergüenza, y prosiguió:

—Enfocándolos en él, es comprensible su situación: Hacer amigos en el colegio es difícil, más cuando entras un año después.

—Y si eres un introvertido, la única forma de llamar la atención de alguien es rezar para que un extrovertido no tenga nada mejor que hacer ese día o desarrollar telepatía; ambas igual de improbables —explicó la peliceleste, haciéndose el cabello a un lado.

—Una descripción trágicamente certera... —confesó la rubia con pena.

—Y...¿por qué no le hacemos el milagrito?

—¿Quieres hablarle, Lupe?

—¿Por qué no? Si termina dando muy mala vibra, simplemente nos reímos mientras nos vamos al baño disimuladamente y nunca le volvemos a hablar —propuso, con ambas manos en la cintura.

—Un plan con contenciones; algo bastante raro viniendo de ti -aludió Ale.

—¿Qué me quieres decir con eso? —refunfuñó.

—A mí tampoco me suena mal —compartió la rubia, colocando su mano bajo su pómulo—. Bueno, si piensas que puedes ayudarlo, estoy contigo.

—¡Ok! ¡Manos a la obra! —declaró, chocando el puño contra su palma.

El profesor salió del aula; no había moros en la costa y cuando el gato no está, Lupe (Sin ninguna relación con las ratas ni con el Islám) se escabulló con sus dos amigas escoltándola por detrás, hacia el pupitre del joven, el cual se encontraba como en trance, moviendo sus dedos en el espacio frente a él, el síntoma clásico de aquellos perdidos en su imaginación.

—¡Hola! ¿todo bien? —saludó Lupe efusivamente.

—¡Ah! ¡¿q-qué?! ¿h-hola? —replicó con confusión.

—Tú eres Gabriel ¿verdad?

—Eeh, sí, ajá, claro... —farfulló el joven, con el porte tan rígido que parecía un trabajo de taxidermista— espera... ¿Loretta Robinson?

—Un placer volverte a ver, Gabriel —complementó con una risa cortés.

—Aah, claro, sí, el placer es mío.

—Creo que no nos habíamos visto desde diciembre pasado.

—Así es.

—Eeh...Es bastante curioso que ambos hayamos terminado en la misma aula esta vez.

—Sí, es curioso... —Entonces, silencio, sin grillos ni aullidos para llenar el vacío.

—...Oye ¿no vas a seguir hablando? —Le susurró Lupe a Lore.

—Perdón, pero se me acabaron los temas. Por favor, continúa tú.

—Ok. ¡Eso está muy bien! Sí tenemos a la primer y al segundo promedio, ¡eso nos hace la sección más inteligente!

—¿Supongo...? —accedió Loretta dubitativamente.

—¡Y como también tenemos a Ale que es una sino la más popular del cole, eso también nos haría la sección más popular!

—Primero, para mí, ser popular es un fastidio, y segundo, las cualidades del individuo no son transferibles a toda la manada.

El muchacho respiró hondo, se recompuso un poco y volvió a hablar.

—Entonces, ¿Necesitaban decirme algo?

—Aah, eso, pues...

El cerebro de Lupe entró en paro técnico: ¿Cómo le sacas conversación a alguien callado? Un tema general sirve, pero no lleva a nada, así que se puede tratar con algo más específico, pero si no se tiene cuidado, se puede pisar una mina que termine separando a los interlocutores más que a las Coreas; es difícil y a Lupe se la acabó el tiempo, porque volvió el profesor, así que tuvo que hacer su retirada táctica.

—No pudimos hablar mucho. No sé ni siquiera de qué hablarle —comentó Lupe, decepcionada.

—Al menos sabemos que habla, eso es un avance —dijo Ale, con un poco de condescendencia.

—Tampoco parece que hablar es una de sus actividades favoritas —añadió Lore—, pero, era de esperar, apenas si nos conoce.

—Si no hablamos con él, no sabremos de qué hablar con él. ¡Ay, qué enredo! Pero diay, supongo que habrá que esperar a que se empiece a sincerar ¡Igual que tú, Lore!

—¿P-por qué sigo siendo yo el ejemplo? —cuestionó la foránea, algo agobiada.

—Parece que Lupe te asignó como nuestra "introvertida de referencia" —Le aseguró Ale con una sonrisa odiosa; La rubia gruñó insatisfecha.

Llegó el recreo, la camada salió y empezó a deambular por los pasillos, mientras hablaban de mil y un nimiedades, como lo que comerían en el almuerzo, la música que habían estado escuchando y los profesores que les había tocado, pero mientras iban sumidas en ese tema, Lupe seguía pensando en aquel muchacho de pelo negro, y en la clase de persona que sería en su interior. Sabía que entrar en confianza con alguien no era algo que podía suceder de golpe, que necesitaría de que alguno diera el primer empujón, pero no podía esperar un golpe de suerte, era imposible que la respuesta le fuera a pegar en la car—.

—¡Aaaay! —exclamó el peatón al que acababa de arrollar.

—¡Perdón, perdón, perdón! ¡Es que no te vi! —dijo Lupe, con nerviosismo. Su víctima, como deducirá cualquier persona con una compresión de lectura mayor a la de una suricata, fue Gabriel. Mientras esperaban a que se le quitara el rigor mortis, vieron que las cosas del chico estaban tiradas por todo el suelo. Había cuadernos, libros, y...

—¿Eso qué es? Parece un dvd de una película, con un montón de personajes que no conozco al frente —pensó Lupe.

No bastó ni un segundo para que el pasivo Gabriel se abalanzara al piso y metiera lo que fuera que Lupe había visto dentro de su bolsa a una velocidad insólita.

—Y... ¿Eso qué era, Gabriel? —preguntó extrañada y con curiosidad ante semejante reacción.

—¡NADA! Digo, nada, nada, no era nada —respondió con la cara entumecida, el sudor brotando de su frente y sus ojos escaneando rápidamente a su alrededor para asegurar que nadie más lo había visto—. Era solo, eem, un...aah.

—Un videojuego —respondió Loretta calmadamente.

—...¿Qué? —Gabriel volteó su cuello a un ritmo exorbitante, como si hubiera recibido el masaje de un Boina verde.

— Se llama "Cosmos Assault" ¿no? Una amiga mía me lo regalo recientemente. Es muy divertido.

—¿Por qué no querías que lo viéramos? —preguntó la fleco de tubo.

—Lo hubiera entendido si hubiera sido porno o drogas, aunque claro, dependiendo del juego, puede contar como uno, u el otro, o ambas —opinó la peliceleste.

—Es...es que...¡Sorpresa! —vociferó Gabriel, nervioso hasta la médula— ¡Ajá! Es una sorpresa para un amigo, él es muy aficionado a esos juegos, así que quería regalárselo y por eso, no quisiera que se arruinara la sorpresa. ¿Pueden entenderlo? —explicó, tomando pausas, de palabra en palabra.

—¡Ah, un regalo sorpresa! ¡Ya capto! —confirmó la fleco de tubo, con ahínco.

—Ajá, así que, les agradecería que fueran discretas con esto y no lo hablen con nadie; No vaya a ser que el rumor llegué a él antes de que se lo entregué. ¿Puedo confiarles eso a ustedes? —suplicó con una sonrisa tan natural como el bótox.

—¡Por su pollo, no hay problema! —accedió, con el pulgar arriba.

—Gracias. Adiós —Se fue sin más, con un marchar rápido, pero sutil.

—...¿Opiniones, chicas?

—Que necesita comprar un bolso nuevo, el que tiene ahorita obviamente no sirve —infirió Ale, mirando hacia el techo con desinterés.

—¡Eso también! Pero más importante aún: ¡Aprendimos algo sobre él!

—Otra cosa es que si lo que nos dijo él es cierto, es un amigo bastante especial, porque los videojuegos suelen estar a treinta mil colones o más —analizó con la billetera.

—¿Crees que mienta? —preguntó la fleco de tubo.

—Si no es así, debe ser una relación bastante personal, y quién sabe, tal vez el tal Gabriel podría tener un crush con este amigo.

—¡Oh! ¡¿Chisme?! —respondió, agitando las manos de la emoción— Ay, pero bueno, un amor que surge entre dos mejores amigos me suena como lo más tierno del mundo —compartió, juntando sus manos como una magdalena.

—Y más frecuente en la vida real de lo que crees.

—En fin, después nos ponemos a investigar eso más a fondo, pero ahora lo importante es ir acercándonos más Gabriel. ¡Oye, Lore!

—¡AAAAH! —La joven gritó aún más fuerte que Gabriel.

—¡Ay! ¡¿Qué pasa?!

—¡N-nada, nada! ¡solo fue que tú...pues...acerca de... Solo olvídalo, soy una tonta, ¿Qué ibas a decirme? —recitó mientras tenía ambas manos en la cara, ocultando sus mejillas carmesíes.

—Quisiera probar ese jueguillo. ¿Crees que pueda ir a tu casa a ver qué tal?

—Oh, c-claro, no hay problema.

Este era el primer paso en llegar a conocer al enigmático muchacho de pelo negro, el primer paso en un mundo completamente nuevo y el primer paso en la senda del destino.

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