9. Canciones y segundas citas
Cómo te explico que te necesito para encontrarme vivo y sentirme protegido. Cómo te explico que te necesito. No importan las palabras, sabes lo que siento por ti...
("Cómo te explico", Kabah)
Era mi primer amor, tal vez mi único.
Nunca sabré si odiar la tecnología o agradecerle que me permitiera un primer acercamiento... Algunas veces, aun ocho años después, extraño hablar con él. Quisiera retomar la conversación que archivé porque no fui capaz de borrar, bastaría un simple "Hola" para activar la conversación. Pero esas simples cuatro letras y ese clic para enviar me cuestan demasiado...
Éramos tan iguales y tan diferentes. Él era un libro abierto, tenía facilidad de palabra. A mí, en cambio, un simple "Te quiero", una caricia, un beso, un abrazo, me costaban como si en ello se me fuera la vida. Necesito que mi corazón y mi cuerpo se acostumbren a la cercanía del otro, que me tengan paciencia...mucha paciencia.
Él era fuego ardiente, y yo era hielo. Él era pasión y yo...yo me contenía. Éramos tan diferentes, en aspectos tan absurdos como que yo amo el yogurt de coco y él sólo toleraba el de fresa... Un día del año pasado, en 2016, escribí un estado en Facebook precisamente, que él ya no pudo leer, mientras comía yogurt de coco y lo recordaba...
Pero éramos iguales en algo y fue lo que nos permitió regresar siempre a buscarnos: la literatura. Los dos llevábamos letras corriendo por las venas. Ambos amábamos leer y escribir, soñábamos con ser escritores famosos. El último mensaje que recibí de él fue: ‹‹Lograrás cumplir tu sueño››. Tal vez lo logre, tal vez no; él seguramente lo hará, de eso no tengo duda, él siempre fue más talentoso. Pero mi sueño siempre estará incompleto porque él siempre será una parte de...
"2012, septiembre:
Después de esa primera cita me dio miedo pedirle otra, él lo insinuaba pero nunca directamente –según Arturo más obvio no podía ser, pero Arturo está loco–:
‹‹Tengo que pagar la luz y el teléfono... ¿Me harías el favor?››
Me sentí totalmente usado, aunque ahora que lo escribo me da risa: ‹‹¿En serio me estás pidiendo que pague tus cuentas?››
‹‹No con tu dinero, yo te daría obvio››
‹‹¿Es en serio?›› Me negaba a creerlo, pero sonaba –se leía– tan convincente.
‹‹Podemos después ir a comer o algo››
Oficialmente estaba confundido: ‹‹¿Quieres que lo haga yo entonces o que te acompañe?››
Pasaron los minutos y, al final, contestó: ‹‹Era broma››
Suspiré pesadamente. No sé si de alivio o de frustración. ¿Qué tan difícil era decirme directamente "Quiero volver a verte"?
Un día me "no" dedico una canción y creo que fue por mi estupidez: era una canción de un grupo pop mexicano llamado Kabah. "Cómo te explico" se llamaba.
‹‹¡Hey! Mira, escucha esta canción›› Y adjuntó el link.
‹‹Ok. Ya vuelvo.››
El link me llevó a YouTube. Honestamente me esperaba metal o algo en inglés. Pero nunca, ni en mis más locos sueños me imagine escuchar:
Te encuentro.
Cuando llegaste a mi vida cambió mi destino,
Y sentí que juntos hemos crecido
Y creído en un mismo mundo tú y yo.
Es tu voz, sin razón,
Lo que me enloquece es tu olor,
Tu calor me mantiene fuerte.
Cómo te explico que te necesito
Para encontrarme vivo y sentirme protegido.
Cómo te explico que te necesito.
No importan las palabras,
Sabes lo que siento por ti...
No necesité escuchar más. Solté un: ‹‹Ja, ja, ja››
¡Gran error! ¡Nunca lo hagan! Estaba escribiendo "No sabía que te gustaba esa música", cuando él contestó ‹‹No te la estoy dedicando, sólo quería que la escucharas››
Bien hecho, Alexander. ‹‹Yo sé. No cualquier cosa que me enseñes significa que me la dedicas››.
Alexander-Arruina Momentos-Lightwood. ¿Ya lo he dicho? Porque no fue la única ocasión...
Según Arturo, esta era otra invitación:
‹‹¡Hoy terminé mi curso de inglés! La ceremonia de graduación es el jueves››
Yo soy experto en sonar cortante cuando no es mi intención: ‹‹¡Wow! ¡Qué bien! ¿Te felicito?›› Yo realmente preguntaba si eso merecía una felicitación. Fue tonto, lo sé.
‹‹Eres... Bastante frío, ¿lo sabes?››
Sí lo era, pero con él intentaba no serlo. ‹‹Ay, ya, no te quejes››. De verdad no quería arruinarlo. ‹‹Te mando un abrazo virtual, ¿mejor?››
‹‹Dámelo en persona››
Creo que sufrí un pre infarto. Seguro estaba todo rojo mientras escribía con manos nerviosas: ‹‹¿Cuándo?››
Y el día se llegó. Segunda cita. Quería pasar por mí en auto, pero no sabía mi dirección, así que quedamos de vernos a las 4:00 pm en un centro comercial cerca.
3:30:
‹‹¿Ya estás listo? ¿Qué estás haciendo?››
‹‹Estoy acostado. Pero ya estoy listo. ¿Y tú?››
‹‹Estoy arreglándome... Para ti››
Creo que me atragante con algo que estaba comiendo. ‹‹Eemm... Sí, creo que eres el vanidoso de esta historia››
Justo cuando iba a salir, empezó una tormenta horrible. Únicamente me cambié por un suéter más abrigador, unas botas y unos guantes negros con blanco de esos que dejan libres los dedos porque los completos no te dejan hacer nada.
Llegué tarde. Con lo que lo odio. Respirando agitadamente.
—Perdón... H-hola...
—Pensé que me plantabas —dijo Magnus, dándome un beso y un abrazo.
Él se veía muy guapo con su abrigo morado y yo...con un suéter viejo y tal vez roto.
—Perdón, es que...
Subimos a su auto mientras le explicaba el motivo de su retraso.
—¿A dónde quieres ir? —preguntó después de un momento de silencio.
—Donde tú quieras —respondí, sinceramente, con una sonrisa.
—Tengo ganas de un café...
—¡Pues vamos! —yo amo el café y todos lo saben.
—...de Pátzcuaro.
—¿Es en serio? —Pátzcuaro estaba a una hora de la ciudad. No avisé a nadie que saldría de la ciudad. No es que desconfiara de Magnus, pero...
—Sí, ¿no quieres?
—Uumm... Está bien —respondí todavía creyendo que era una broma. No fue hasta que vi que tomamos la carretera y, efectivamente, anunciaba Pátzcuaro que me di cuenta que iba en serio. Paramos en una gasolina. Bajó a comprar una botella de agua y yo aproveché para enviar un mensaje a Jace, nunca está de más: ‹‹Voy a Pátzcuaro...con Magnus›› escribí rápido viendo que no volviera.
‹‹¡¿QUÉ?!›› contestó Jace al instante. ‹‹¿Estás seguro? No tienes que aceptar obligado››
Magnus entró en ese momento, ofreciéndome agua. —No, gracias —dije mientras escribía un rápido ‹‹Sí›› y guardaba el celular.
Tomamos la carretera a Pátzcuaro. Eran sólo curvas. Sentía que nos alejábamos lentamente de todo y sólo quedábamos él y yo en el mundo.
Pasamos por un puente llamado Gideon.
—¿Sabes que mi segundo nombre es Gideon? —no sé por qué dije eso, mi segundo nombre no me gusta.
—Ahora lo sé —me dijo, sonriendo.
En algún momento su mano se acercó a la mía y yo las miré extrañado cuando entrelazó nuestros dedos. —¿Te molesta? —preguntó al notarlo.
Tardé en responder. No me molestaba, era...nuevo. Una sensación nueva sentir su calor en mi piel traspasando la tela del guante, darme cuenta que encajaban perfecto, como si estuvieran hechas para estar juntas. Creo que eso, su mano entrelazada a la mía, es de los gestos que más amé en nuestra relación.
—No. No te molesta —dijo, riendo un poco. Y esa tarde, y parte de la noche, no me soltó más que lo necesario...
Para aligerar el viaje le hablé de la novela que estaba leyendo en mi taller de Literatura Universal Contemporánea: El lector de Bernhard Schlink. Una novela alemana que hablaba del Holocausto y el juicio hacia los culpables. Pero, a la vez, contaba la relación de un adolescente llamado Michael que se enamora de Hanna, una mujer mayor que él. Viven un tórrido romance, después de bañarse y hacer el amor, él le leía...lo que se convirtió en su ritual. Ella era culpable, en cierto modo, pues fue guardia en una iglesia donde murieron trescientas mujeres judías en un incendio. Digo en cierto modo porque ella era analfabeta, así que firmo sin saber... Pero la vergüenza le impide confesar y es declarada culpable. Michael se graba leyendo libros y le manda las grabaciones a la cárcel, ella consigue los libros a la vez que los escucha y así aprende a leer...
—No me cuentes el final...lo quiero leer. Me gustó su ritual... Y no me molesta salir con alguien menor...
Desvié la mirada sonrojado, yo era menor que él, y una canción empezó a sonar en la radio. Él la fue cantando todo el camino. Ahora que lo pienso, era una señal para nosotros: "Don't you worry child" de Swedish House Mafia.
Upon a hill across a blue lake
That's where I had my first heartbreak
I still remember how It all change
My father said
Don't you worry, don't you worry, child
See heaven's got a plane for you...
"Sobre una colina, a través de un lago azul, ahí es donde tuve mi primer desamor. Aún recuerdo cómo todo cambió. Mi padre dijo, no te preocupes, no te preocupes, niño. ¿Ves? El cielo tiene un plan para ti."
Llegamos a una cadena de cafés frente a la plaza principal. Entramos a uno, honestamente no recuerdo el nombre. Pidió un capuchino y yo un moka. Me vio raro porque no usé azúcar –nunca lo hago–.
Hablamos durante horas, sin que realmente sintiera el tiempo pasar.
—El otro día me habló Ragnor... Preguntó por ti —soltó nervioso. Y eso era nuevo. ¿Magnus nervioso?
—¿Y cómo está? —pregunté realmente interesado—. ¿Qué te dijo?
—Preguntó qué éramos tú y yo...
Solté su mano para tomarle a mi moka y contestar sin verlo: —¿Qué le dijiste?
—La verdad —lo miré ante esto último—. Que no lo sé...
Terminamos nuestros cafés después de un raro silencio. Él me arrastró de la mano a una tienda de artesanías que tenía por tradición visitar con su familia. Mi corazón se hinchó de orgullo por el hecho de que se abriera un poco conmigo y me mostrara una pequeña parte de su vida. Lo vi con una sonrisa tonta un muy buen rato.
De repente, nos detuvo a media calle y me dijo: —¿Y mi abrazo? —mientras ponía sus manos en mis brazos
—Ya te lo di —susurré nervioso, evadiendo su mirada—. Te lo mandé...
—Uno real... —dijo, abrazándome él a mí. Apretándome fuerte contra su pecho, envolviéndome en la calidez de sus brazos y su abrigo morado. Y, tal vez por primera vez en mi vida, sentí de un modo muy intenso que un enjambre de mariposas poseídas me quería devorar por dentro.
—Felicidades —susurré, sonriendo contra su cuello.
Él tomó un mechón de mi cabello, mientras decía: —Me gusta cómo hueles. ¿Es ámbar?
Sonreí, separándome un poco, y me perdí en sus ojos. Era una lucha de miradas. El ambiente había cambiado, lo noté.
Puso sus manos en mi cintura y me jaló hacia él. Yo puse las mías en sus hombros. Sabía lo que venía. Y yo definitivamente lo quería. Se acercó a mí con extrema lentitud, dándome tiempo de huir. No lo hice y nuestros labios, inevitablemente, se unieron en un primer mágico beso. Hubo magia, estoy seguro. Si antes había mariposas, ahora eran fuegos artificiales explotando en mi interior."
Tengo que cortar aquí, porque esta cita se alargó demasiado. Sólo diré que en el camino de regreso me hizo...la pregunta.
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