26. Guanajuato
¿Qué es poesía, me dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía...eres tú.
(XXI, Gustavo Adolfo Bécquer)
A veces me arrepiento, creo que ya lo he dicho, de haber aceptado hacer esta autobiografía. Hay cosas que quisiera no recordar y otras que quisiera no olvidar, pero tampoco compartir con nadie que no fuera él. ¿Qué diría Magnus si supiera que estoy escribiendo nuestra historia, si pudiera leerla alguna vez?
Pero tampoco podría escribir mi vida y no incluirlo. No centrar la historia en nuestro tiempo, ya sea juntos o separados. Porque él fue, es, y será Mi suceso, El momento que le dio sentido a mi vida. Aquel por el que vine a este mundo.
Y ese es un privilegio que muy pocos tenemos en la vida. Quedarte toda la vida con esa persona es un plus que tienen incluso menos. Pero lo importante es haberlo encontrado, sentido. Que si te desagarran el corazón, haya valido la pena.
Y Magnus lo vale y lo valió. Por cada momento mágico que compartimos.
"2013, mayo/junio:
‹‹Para toda la vida››, había dicho Magnus. Durante todo el viaje no pude dejar de darle vueltas a esas cuatro palabras. Si hay alguien con quien, sin dudar, compartiría toda mi vida ese era Magnus Bane. Hasta mi último latido.
No habíamos dejado de sonreír como idiotas durante todo el camino, e intentar reír en silencio mientras todos dormían y nosotros hablábamos de tonterías que sólo él y yo entendíamos. Era perfecto, ir a su lado, queriendo que ese par de horas que nos separaba de nuestro destino fuera infinito. Disfrutar su olor, su calor, saberlo a centímetros, recargar mi cabeza en su hombro, entrelazar nuestras manos. Besarlo. Perderme en el color de sus ojos tan cerca de los míos.
No dormí ni un minuto. No quería perderme esto. No quería perderlo a él.
—¿No odiabas la poesía? —le pregunté en algún momento mientras él jugueteaba con mis dedos.
—No. Y desde el momento en que me permite estar contigo, ya la amo.
Ahí sí no pude evitar reír estruendosamente, hasta que el chofer me dio una mala mirada. —Eres un cursi.
—Sólo contigo, Alexander.
Nos miramos un momento en silencio, hasta que nuestras sonrisas se unieron en un beso. Había un "Te amo" implícito ahí.
Hubo tantos que no dijimos, pero los sentimos. Y ahora me arrepiento.
Llegamos a Guanajuato. El maestro, que aunque obsesionado con la Poesía Mística, era un liberal de lo peor, nos llevó a una Universidad, donde nos reunimos con otro curso de poesía. Hicimos parejas, pero no me dejaron estar con Magnus, teníamos que "Convivir con los demás", así que tuve que aguantar verlo con un desconocido.
Después fuimos a dos Museos. No me quejo, ahí sí pudimos estar juntos. Y no había nada más bello que ir por los pasillos de la mano, sin importarnos las malas miradas, en silencio, un silencio obligado en el que nos decíamos todo con una simple mirada o un apretón de manos.
Yo amaba a Magnus Bane, lo amé profundamente durante ese día. En una Universidad, en los Museos, en aquella heladería que visitamos, en las callejuelas que recorrimos juntos, en aquel bar que fue nuestro último destino, con aquella banda en vivo, y aquella canción. "Labios rotos" de Zoé. Con aquel maldito beso con música de fondo y sabor a cerveza, que sólo con él pudo ser perfecto:
Regálame tu corazón y déjame entrar a ese lugar, donde nacen las flores,
Donde nace el amor. Regálame tus labios rotos los quiero besar,
Los quiero curar, los voy a cuidar con todo mi amor.
Es raro el amor... Oh, oh... Y se aparece cuando menos piensas...
Entonces el maestro nos dejó libres después del segundo museo. Podíamos ir a donde quisiéramos, siempre que volviéramos a las nueve al autobús para regresar a nuestra ciudad.
En ese momento no teníamos nada planeado, tal vez sólo ir a comer, caminar un rato juntos, romancear en una pequeña ciudad a la que tal vez nunca volveríamos, al menos no en esas circunstancias.
No habíamos pensado en terminar en una heladería viviendo una de las escenas más cursis de nuestra vida.
No habíamos pensado que teníamos el Callejón del beso tan cerca.
Y, por supuesto, no habíamos pensado que terminaríamos medios borrachos en un bar, gritando, tal vez literalmente, nuestro amor. Besándonos como si no hubiera un mañana, olvidándonos del tiempo... Prometiéndonos un “Para siempre”."
Si me pidieran cerrar los ojos, pensar en Magnus y decir tres palabras, dos de ellas serían Pátzcuaro –nuestro primer beso– y Guanajuato –con aquella promesa–.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro