13. Amor a destiempo
Y el amor llegó a destiempo para mí y no puedo retenerme a ser feliz, se me escapa como agua entre las manos, como un sueño tan lejano que no me deja vivir. Y el amor llegó a destiempo para mí y no puedo aceptar dejar(lo) ir. Pero (él) se ha cruzado en mi camino y maldigo a mi destino por querer(lo) tanto así.
("A destiempo", Verano del 98)
Dicen que en el amor no es bueno llegar ni muy temprano ni muy tarde, probablemente ese fue nuestro problema, aquella primera vez no era nuestro tiempo... O eso quiero creer.
No estábamos preparados para una relación formal, para ser NOVIOS con todas sus letras. O, mejor dicho, no estaba listo yo y él no me presionó. Como aquello de "Si amas algo, déjalo ir...", él no intentó romper mis alas, me dejó volar lejos, tal vez confiando en la continuación del refrán "...si regresa, es tuyo, si no, nunca lo fue".
"2012, noviembre:
Magnus era perfecto. Es perfecto. No sé por qué en ese tiempo no quise ver todo lo que hizo por mí. Pero él tampoco vio todo lo que yo cambié por él. Ese mes –sí, sólo duramos un mes– de noviazgo fue el cielo y el infierno. ¿Han visto la película "500 días con Summer"? Pues algo así.
Una noche, llegó con un saludo extraño, una pregunta más bien: ‹‹Dime qué te gusta de mí››
¿Por qué me preguntaba eso? Empecé a entrar en pánico y agradecí que me hubiera hecho la pregunta por Facebook y no en persona. ‹‹¿Por qué me preguntas eso?››
‹‹¿Y por qué no? ¿O es que no te gusta nada?››
Definitivamente agradecía no tener frente a mí más que la pantalla, aunque esa pequeña foto suya en el chat me hacía sentir observado. Intentaría no arruinar este momento, de verdad lo intenté. ‹‹¿A ti qué te gusta de mí?››
Por algunos minutos no ocurrió nada. ¿Por qué le pregunté eso? Seguro no le gustaba nada. Y entonces una casi carta apareció:
‹‹Me gustan tus ojos, tan tan azules, como dos cielos iluminando mis días, aunque sea sólo viendo alguna foto tuya. Me gusta tu cabello, el tono de tu piel, la piel de tu cadera erizándose cuando mi mano se posa ahí en medio de un beso. Me enloquecen tus besos, podría irme a una isla desierta y sólo necesitaría de tus besos para vivir. Tu sonrisa es hermosa, tus manos, tu mano cuando está en la mía me hace sentir que sólo estamos tú y yo, que el mundo puede acabarse y no lo notaría››
Sus palabras me dejaron en blanco, no sabía qué decir, era hermoso, pero: ‹‹Esas son sólo cosas de mi físico. ¿Te gusto sólo por eso?››
Su respuesta fue instantánea: ‹‹Me gustas todo tú, por todo. Me gusta que no cambias para agradar a nadie, una vez me lo dijiste "Si alguien no te acepta como eres, es que no vale la pena. Si tienes que cambiar por alguien, es que no le gustas tú". Y yo no quiero que cambies, me gustas con tus sonrojos, tus tartamudeos, tus inseguridades, tu instinto sobreprotector, tu amor a los libros, tus letras...››
Sonreí como idiota al leer eso y no pude evitar notar que yo, en cambio, no mencioné nada físico: ‹‹A mí me gusta que puedo hablar horas contigo y el tema de conversación nunca se acaba. Me gusta esperarte cada noche. Me gusta sentir que me entiendes y contigo tengo a alguien que siempre estará ahí, que no quiere cambiarme, que me acepta exactamente como soy››
Así pasaron los días en Letras, las tardes igual, las noches frente a la pantalla, los fines de semana juntos. Uno de esos días, él me invitó a salir pero no tenía mucho tiempo. Fuimos a un Club deportivo cerca de mi casa, nos sentamos en una banca a platicar, mientras la gente a nuestro alrededor corría y hacía ejercicio.
Él me reprochó que yo nunca lo dejara ir del lado exterior de la acera. Me explicó que durante la época de la Revolución los hombres iban de ese lado y las mujeres por el lado interior, ya que los soldados que iban en los ferrocarriles podían llevárselas fácilmente y así, al ir de ese lado, los hombres las protegían.
—Pero yo no soy mujer y ya no estamos en la Revolución, dudo que un hombre de un auto quiera o pueda robarme.
—No importa, eres mi pareja y quiero protegerte de cualquier peligro real o irreal.
Yo me sonrojé y cambié de tema. Eran demasiado abrumadoras sus palabras.
Demasiado...intensas.
Y ahí empezó mi inseguridad, de nuevo. Creo que nuestras palabras ese día fueron las incorrectas. Desde ese día empecé a analizarlo todo demasiado.
Un día me dijo que leería mi mano, cuando le ofrecí la izquierda, él me pidió la derecha porque era la de las "personas vírgenes". No lo dijo con segundas intenciones, pero yo me puse a la defensiva y terminó saliendo a colación su mucha experiencia en relaciones y la nula mía.
Y terminé huyendo, tanto ese día de la conversación, como de la relación y de su vida. Una noche, había tenido una jornada estresante en Letras y seguramente él igual porque seguíamos en semanas de evaluaciones, discutimos por alguna tontería y terminé soltando un ‹‹¿Sabes qué? No te vuelvo a molestar ni a hablar››
Y si pensaba que me iba a rogar, estaba equivocado. Él sólo dijo ‹‹¿Ah sí? Pues yo tampoco›› y se desconectó.
Y desapareció días.
¿Y por qué digo que parecíamos esa película? Porque ese día que discutimos, él me dijo: ‹‹No puedo con tu forma tan fría de ser. Intenté aceptar tu forma de querer o cambiarte, pero no pude››, justo cuando al inicio me dijo que le gustaba que no quisiera cambiar por nadie. Años después se retractó, pero esa es otra historia...
2012, diciembre:
Afortunadamente, llegó diciembre, y con él las vacaciones, ya no teníamos que evadirnos en Letras. En Facebook bastaba con aparecer "desconectados", aunque eso no evitaba ver publicaciones o comentarios del otro, y dar uno que otro "Me gusta" como diciendo "Hey, sigo vivo y no te voy a dejar olvidarme".
Pero la estupidez, el orgullo y la inmadurez nos duraron meses. No fue sino hasta el año siguiente que él me buscó para mi cumpleaños, en abril."
Pero, como decía, existe el hilo rojo complicando todo. ¿Ya les conté que ese diciembre fui a ver El Hobbit y, como si sólo hubiera un cine, un horario, una sala, nos tocó en la misma?
Fue horriblemente incómodo...
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