CAPITULO 7
Desde ese día que todos se conocieron y que las amigas se reencontraron se habían convertido todos en una gran familia.
Arturo cada vez se enamoraba más de su ángel moreno, no podía creer que existiera una mujer tan única, él estaba acostumbrado que las mujeres cayeran a su pies y hacer con ellas lo que quería y luego deshacerse, pero Sara no era así, aparte de ese beso que le había dado el primer día no la había vuelto a tocar, quería que ella pudiera sentirse segura y cómoda con el, algo que de apoco se daba ya que con ella podía sentarse y tener una conversación sobre todos los temas, desde cosas como literatura hasta deportes y eso a él lo cautivaba por que no era simplemente belleza física.
Sara por su parte estaba rendida, sabía que no podía luchar por sus sentimientos y aunque se negara ese hombre estaba entrando muy dentro de su corazón y cada momento se ganaba más su confianza.
Juan era el hermano que cuidaba que los "pequeños" no hicieran estupideces y siempre estaba pendiente de sus nuevas amigas a las cuales les había tomado demasiado cariño.
Los días hasta la noche de Navidad habían pasado tranquilos, como hacía muy buen tiempo se iban a la piscina y disfrutaban todos juntos era fácil compartir entre ellos era como si se conocieran de toda la vida.
Todos se encontraban en la casa de la familia Frías, los hermanos Coelho todos vestidos con sus trajes a medidas de un color azul marino Arturo y Juan y de color gris oscuro el de Stefano y Paulo, Mirian llevaba un vestido rojo que dejaba un hombro al aire se ajustaba hasta su cintura y de ahí se dejaba caer en una falda ancha.
Para Arturo la única mujer que existía y que le había robado todos sus pensamientos era Sara quien esa noche llevaba puesto un vestido dorado, que dejaba sus hombros desnudos, haciéndole un escote en V que se ajustaba hasta la cintura y desde ahí caía ancho hasta un poco más arriba de sus rodillas haciéndola parecer un ángel caído del cielo.
La cena transcurrió tranquila pero bastante animada por parte de los jóvenes que no dejaban de burlarse el uno con el otro entre los hermanos, Sara no podía borrar la sonrisa que llevaba dibujada en sus labios le encantaba verlos de esa manera y que las hicieran a ella y a su hermana cómplice de todo.
Ya habían pasado bastantes horas desde el comienzo de esa cena y era hora de ir por los regalos ya que eran pasadas las doce, se sentaron todos alrededor del árbol el cual era demasiado grande y llenaba todo el rincón del salón que era bastante amplio. Todos tenías regalos para todos solo Arturo dejo el de Sara para el último, los regalos consistían en ropas, perfumes hasta joyas pero entres los hermanos también habían regalos que consistían en cosas solamente para burlarse; Juan se había animado mucho en hacerles a los jóvenes Coelho un regalo que de seguro le harían pagar en algún momento pero con solo de ver sus caras todo valía la pena.
Juan le pidió ayuda a Sara y Karla y los tres juntos fueron en busca de los regalos los cuales eran tres cajas bien grande y las chicas dejaban ver que eran bastante pesadas, Sara sostenía la de Arturo, Karla la de Paulo y Juan traía la de Stefano; los tres jóvenes las dejaron exactamente delante de los afortunados.
Los chicos se miraron sorprendidos ya que no esperaban que su hermano les hiciera algo tan grande a cada uno por separado y después de un momento al mismo tiempo comenzaron los tres a romper el papel de regalo, quien los viera pensaría que no tenían más de diez años por el entusiasmo que demostraban al abrir la primera caja se quedaron de piedra por que encontraron una caja un poco más pequeña que la primera pero envuelta con el mismo papel, por un momento dudaron en seguir pero la curiosidad de lo que podía esconder la próxima les ganó, así que tirando todo a un lado volvieron a realizar lo que habían hecho hace unos minutos atrás y el resultado fue exactamente el mismo pero en una más pequeña, sus padres no pudieron evitar romper en carcajadas al ver las caras de los tres joven, pero no, ellos no se rendirían tan fácilmente así que realizaron seis veces la misma acción hasta llegar a una cajita que caía en la palma de la mano y con cara de mala leche, miraron una vez hacia donde estaba Juan tratando de mantenerse serio, cosa que de verdad le era bastante difícil.
El primero en abrirla fue Arturo quien muy despacio le quito la cinta y rompió el papel que lo envolvía y a paso de tortuga la destapo pero al ver lo que tenía dentro la tapo como relámpago para que no pudiera ver nadie que era lo que su hermano mayor le había regalado, quería matarlo.
-¡Serás...! -
-¡Hijo! - lo regaño su madre porque conocía como reaccionaban sus hijos y aunque era algo habitual ahora estando delante de sus amigos no quería pasar una tal vergüenza.
Por su parte Juan no pudo aguantar más y rompió a reírse, cuando ya estuvo más tranquilo le dijo.
-¡Lee la cartita que te tengo!
Arturo con sumo cuidado para que no viera nadie su regalo saco la carta y leyó:
"Para que cuando por fin te llegue el momento.
Estés preparado."
Con cariño Juan.
Arturo no pudo evitar reír al ver la nota que tenía en su poder y negando con la cabeza miro directo a su hermano y dijo.
-¡Serás tarado! - se levantó desde donde se encontraba y fue a darle un gran abrazo a su hermano el cual aprovecho el momento solo para que lo escuchara Arturo.
-Te lo ruego si llegas hacer algo con ella, cuídala o te arranco las pelotas - y le dio un cariñoso golpecito en la cabeza.
-Estate tranquilo hermano, que de verdad me importa ella y la cuidaré, te lo prometo.
Su conversación fue interrumpida por una risa femenina y al girarse pudieron apreciar la cara de terror que había puesto Stefano y como Mirian lo disfrutaba. Juan no pudo evitar contagiarse junto a su hermano disfrutaba cada momento.
En el interior de la pequeña cajita llevaba un delantal con el dibujo de un hombre haciendo deber y escrito tenía "Sr. Guerra"
No alcanzó a esconder la tarjetita antes de que la levantara Mirian y la leyera en voz alta.
"Nunca dejes de consentir a tu mujer.
Acuérdate del carácter que tiene."
Con cariño Juan.
-¡Chistosito! - Alegó Mirian - ¿Qué quieres decir con carácter? - dijo colocando sus brazos en forma de jarra y levantando una de sus bien cuidadas cejas.
-¡Pues eso! - dijo señalándola con un dedo sin poder dejar de reír. A todos ya les dolía bastante la guata por tantas risas.
Juan había logrado que todos pasaran un buen momento hasta que se dio cuenta que Paulo se había quedado solamente mirando la cajita sin siquiera abrirla, temía que podía ser lo que su hermano le había regalado.
-Yo la abriré después.
-No seas cobarde - lo reto Arturo - ábrelo y así sales de las dudas.
Al abrir la cajita pudo apreciar un babero que decía:
"Para que no se te ensucie la ropa con la baba que te corren por la rubia"
Paulo miro con cara de mala leche a su hermano y con temor saco la tarjetita que lo acompañaba:
"Espero que pronto llegue el momento en que no la necesites y ya madures de una vez por todo.
Quien se preocupa siempre por ti.
Tu hermano Juan."
Paulo sostuvo por un momento la tarjeta en sus manos, aunque estaba seguro que su hermano lo había hecho todo esto con mucho cariño, pero sus palabras le habían llegado hasta el corazón, porque sabía muy bien que tenía razón, le dedico una débil sonrisa tratando de no demostrarse muy afectado.
Juan al ver la reacción de su hermano supo que el joven había entendido lo que él le había querido decir, así que se sentía muy contento con todos los regalos.
Entre los hermanos se quedaron haciendo bromas sobre sus presentes y los tres estaban de acuerdo que en algún momento su hermano mayor se las pagaría.
Ya estaba casi madrugando así que dieron por finalizada su noche y quedaron que cuando se despertaran irían a la piscina a darse un baño. Todos se comenzaron a ir pero Arturo todavía quería tener un momento con Sara todavía no le había entregado el regalo que le tenía y tampoco la había podido besar en toda la velada, así que en el momento que se empezaban a despedir, dando un beso en la mejilla a Diana, Karla, dándole la mano a Samuel y en el momento que tocaba despedirse de Sara le habló cerca del oído y le dijo
-Después sal a tu patio, necesito hablarte.
Sara un poco sorprendida y a la vez agitada por sentir en su oído el aliento y la voz del chico que le ha robado la cabeza.
-Está bien - dijo en un hilo de voz.
Terminaron de despedirse y se fueron, las chicas se pusieron ayudar a su madre a ordenar y limpiar el patio, para que la pobre al día siguiente no tuviera muchas cosas que hacer.
Al pasar una hora más o menos y al estar todos acostados Arturo fue al encuentro de Sara, quien ya lo esperaba sentada en el lugar más bajo de las rejas que separaban los patios, se quedó contemplándola por un momento, se había cambiado de ropa, ahora llevaba unas medias de color negro que se ajustaban a sus preciosas piernas y una playera de color rosa con unos tirante bien delgado que no dejaba mucho a la imaginación del joven y su pelo estaba totalmente suelto, en sus manos sostenía un vaso con líquido, no podía distinguir que era, lo que si podía ver era que Sara estaba muy nerviosa y no quería verla así, pero antes de empezar a caminar Sara levanto la cabeza y su mirada se clavó en Arturo dándole una dulce sonrisa, el joven se tranquilizó en el momento, ya que pensaba que ella se había arrepentido de lo que había sucedió y si hubiera sido así la hubiera dejado tranquila y seria solo su amigo, ¡claro que con mucha dificultad! Pero ahora nada podía hacer para tirarse para tras, estaba decidido que el seria el hombre para ella y Sara seria su mujer, solo suya.
-Hola palomita - le dijo en el momento que llegaba a su lado.
-Hola - le respondió ella bien avergonzada y bajando su mirada. Arturo le sostuvo el mentón con su dedo para que volviera a mirarlo.
- Mírame por favor, quiero que tus preciosos ojos siempre me miren, ya que son tan trasparente como tu alma y así puedo ver cómo te sientes - los ojos de Sara brillaban por las palabras del chico que le llegaban hasta lo más profundo de su corazón y al tenerlo tan cerca de ella así como lo tenía, de repente todos esos sentimientos que habían comenzado a crecer en su interior los últimos días, todos sus muros que había tratado de mantener alrededor de su corazón para no ser lastimada habían sido derrumbados haciéndola sentir perdida y así comenzaron a brotar algunas lágrimas, Arturo de inmediato se las limpió y le beso dulcemente sus ojos que estaban cerrados.
-No quiero que llores mi paloma, por favor - le dijo él un poco triste por la reacción de su Ángel - yo quiero hacerte feliz y verte sonreír - la atrajo más hacías su cuerpo para poder abrazarla y acariciarle su melena - Juan ya conoce lo que siento por ti y le dije que haría todo lo posible por hacerte feliz - dijo tomando aire y siguió - claro que me advirtió de que si llego a lastimarte me cortará las pelotas. - termino diciendo con una mueca.
Sara no podía creer todo lo que había escuchado.
-¿De verdad que te dijo eso? - le preguntó ella sorprendida.
-¡Claro que sí! Te lo había prometido ¿te acuerdas?
-¡Cómo olvidarlo!
- Pues te digo de que cuando mi hermano da una promesa siempre la cumple aunque sea enfrentándose a su misma familia - Sara escuchaba todo esto sin poder darle crédito a las palabras de Arturo - y lo único que no quiero es hacerte daño, me importas demasiado.
- No quiero que te enfrentes con tu hermano - le dijo Sara mirándolo a los ojos y acariciándole su cara - nos acabamos de conocer y sería injusto para ustedes.
- Para nada mi palomita, mi hermano es así, no te preocupes - dijo dándole un beso en la cabeza - siempre nos enseñaron que nuestras promesas siempre teníamos que cumplirlas y Juan siempre lo ha hecho, así que deja de preocuparte. - Le sostuvo la cara con una mano mientras con la otra la tenía todavía abrazada - toda la noche he querido volver a besarte no sé cómo he podido aguantar tantas horas, no sé qué me has hecho, es primera vez que siento algo así por una mujer, algo tan fuerte en tan poco tiempo y no quiero dejar pasar más para dar y tomar lo que quiero - se fue acercando hacia ella hasta que respiraba el aliento de él que olía a menta y pasaba el pulgar por los labios de ella, hasta que sus labios se juntaron en un dulce y húmedo beso al principio, el tiraba un poco con sus diente el labio inferior haciéndola estremecerse y abrió paso a su legua para que pudieran seguir danzando y conociéndose más, el beso que había empezado dulce ahora se convertía en un beso de pasión exigente, la temperatura empezaba a subir demasiado, ya les costaba hasta respirar; Sara paró el beso por un momento y se recostó en su pecho buscando de su calor, mientras él, la abrazaba por la cintura y le acariciaba la espalda.
- Arturo, quiero que sepas algo - dijo levantando su cabeza para poder mirarlo a los ojos, este joven le daba seguridad, confianza y tranquilidad, no podía explicarlo- con el único hombre con el que he estado a sido con Julio - Arturo se tensó al escuchar ese nombre, pero quería dejar que hablara y que dijera todo lo que ella quisiera- te lo digo porque no quiero que pienses que hago lo mismo con cada chico que conozco, has sido el único hombre que me ha hecho sentir cosas que no he sentido nunca - le dio una pequeña sonrisa y puso la mano en su corazón - de verdad quiero que todo resulte entre nosotros pero debemos ir despacio y que me tengas paciencia.
- Mi Ángel quédate tranquila por favor, sé que no eres de esas chicas, te preguntaras ¿cómo lo sé? Pues veo cómo responde tu cuerpo y como te sonrojas, alguien que está acostumbrado a esto nunca le daría vergüenza, como te pasa a ti, así que no me des explicaciones, lo único que quiero decirte es que no quiero ver a ese tal Julio desgraciado cerca de ti, porque no saldrá bien parado, no quiero que te haga daño - sus manos acariciaban el lugar de la cintura que quedaba al aire, Sara sentía que los dedos de él le traspasaba la piel. Ella por primera vez tomo la iniciativa y lo beso, estaban muy apegados, entre ellos no cabia ni un alfiler; él deseaba tocarla por todas partes y cada vez que se estremecía hacia más profundo su toque, los pechos de ellas que no eran ni muy grandes ni muy pequeños quedaban casi aplastados por como la tenía abrazada, pero cada vez eso la hacía gemir más, Arturo empezó a descender con sus besos por del cuello que tanto deseaba besar y lamer desde un principio - eres preciosa, que buen sabor tienes - le decía él y Sara ya estaba desecha, no podía controlar sus manos las cuales tenían vida propia, tiraban de apoco el pelo del joven que ya se estaba volviendo loco, el siguió bajando el beso hacia el principio del escote donde empezaban a aparecer sus senos, subió la mano y con los pulgares acaricio los pezones que ya estaban endurecidos y se notaban por debajo de la playera, al ver que la joven no lo paró siguió con sus caricias pero sabiendo que tendrían que detenerse en algún momento, ya que podía que estuvieran a un lugar apartado del patio, pero no deseaba que fuera así la primera vez que harían el amor, esa vez tenía que ser especial pero ahora la haría alcanzar el clímax solo con sus caricia y sus besos.
- Por favor Arturo para, no voy a poder aguantar más - le decía entre susurros y leves gemidos - alguien puede vernos.
-Tranquila mi Ángel, primero, nunca dejaría que nadie te viera en este estado, segundo, déjate llevar, me encanta ver cómo te derrites en mis manos - todo esto le decía sin dejar de besarla, le acariciaba los pezones y en el momento que le dio un leve pellizco, ella se dejó ir - Así desde hoy tus gemidos y todos tus deseos son míos - el trataba que ella se calmara acariciándole su espalda y dándole pequeños besos, él tendría que solucionar solo su problema, pero estaba satisfecho por lograr que Sara se corriera así.
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