CAPITULO 3
Apenas salieron del mini Marquet al encuentro de sus hermanos que ya los esperaban. Sara se dio la vuelta y abrazo a Juan quién quedo congelado con la reacción de la chica, pero de inmediato le devolvió el abrazo y empezó a acariciarle el pelo, dándose cuenta cuánto le afectaba a ella todo esto.
-Sara, cariño quiero que esté tranquila, ese desgraciado no volverá a molestarla y si lo intenta nosotros estaremos acá para usted, quiero que me veas como un hermano mayor, estaré siempre que me necesite, pero por favor tranquilícese que ese imbécil no se lo merece, te mereces a alguien que te quiera y te cuide como una reina, que te adore porque eres una mujer increíble – la apartó un poco para poder mirarla a los ojos y con sus pulgares limpiarle las lágrimas que corrían por sus mejillas; en ese momento ella lo miró y se dio cuenta que lo tenía abrazado y se sintió muy avergonzada, empezó a alejarse y a disculparse.
-Por favor, perdóneme, no tenía que haber hecho eso y abrazarle. ¡Por Dios! ¿Qué estará pensando de mí?- repetía ella muy nerviosa, no sabía dónde meterse.
-Tranquila, que no ha pasado nada y como le dije antes yo siempre estaré a su lado, siempre y cuando me necesite – la volvió a abrazar, haciéndola sentir tranquila y más segura, ese hombre que había conocido hace pocas horas la hacía sentirse tan bien, era una conexión entre los dos mucho más allá, no se sentía atraída por el físicamente, no es que no fuera un hombre atractivo; porque lo era y demasiado y hacía suspirar a cada mujer pero no podía explicar ese sentimiento hacia él.
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Arturo llevaba mirando todo lo que sucedía sin poder hacer nada.
En el momento que hablaban los tres Karla, Juan y él, veían lo que estaba sucediendo entre Julio y Sara, y de repente a su hermano se le vino una idea.
-Bueno, me haré pasar por su "amigo" – dijo haciendo con sus manos las comillas en la palabra amigos – le daré a entender a ese desgraciado que está conmigo y que la deje tranquila – ya estaba decidido en ayudar a la chica que volvía loco a su hermano y que en este momento se veía en tan incómoda situación.
Los ojos de Arturo casi se salieron de su cara al escuchar lo que dijo su hermano, lo miro directo a los de él para que se diera cuenta que no estaba de acuerdo con todo esto, pero su hermano de inmediato le respondió dirigiéndose a Karla para no quemarlo.
- Y mejor que vaya yo que soy mayor y puedo darle tranquilidad y como puedo controlar mis reacciones, aguantarme y no golpearlo, así no armaremos alguna pelea, porque si va el peque – dice señalando a su hermano – que su sangre hierve, tendremos de seguro muchos problemas – dice esto último mirando a su hermano para darle a entender que por la simple razón que él moría por Sara, no podría estar tranquilo y hacer las cosas como correspondían, así que lo único que le quedo por hacer fue aceptar la situación y quedarse observando con Karla todo lo que sucedía.
Vio a su hermano acercarse por la espalda a la joven y tomarla por la cintura, sus manos se hicieron dos puños con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron totalmente blancos, no sabía con quién estaba más furioso: con el desgraciado de Julio que la había tratado tan mal y en este momento la tenía en una situación tan incómoda o con el imbécil de su hermano que le ponía las manos encima de la mujer que lo volvía loco, como se iba aguantar toda esta situación de ver a su hermano besar el cuello de Sara y al mismo tiempo pasar sus manos por la piel tan bella de ella, ya lo estaba volviendo loco todo esto.
Se dio cuenta que sí cerraba los ojos podría imaginarse que era él quien la tenía pegada a su cuerpo y acariciaba su piel, quien la besaba en el cuello y le daba la tranquilidad que necesitaba era él; ya sentía su erección crecer solo con imaginársela de esa manera, se sintió peor cuando entendió que no era el hombre que necesitaba Sara, ella debía tener a alguien que le diera seguridad, que la amará y la protegiera, ¿y él que hacia? Pensaba en ella; en como tenerla y no como podría ella sentirse ahora, se propuso a que sería el hombre que la joven merecía, haría todo lo que pasará por su mano y se la ganaría, la haría suya, ya se la imaginaba gritando su nombre.
Cuando no aguantó ver a Juan y a Sara que parecían una pareja que de verdad demostraba una complicidad que se adquiría solamente cuando están totalmente enamorados o llevan mucho tiempo juntos, decidió que era el momento de irse de ahí así que se dirigió a Karla y le dijo.
-Vamos a terminar con las compras para que ese – dice señalando a Julio – no nos vea que los estamos vigilando y se dé cuenta de que todo esto es mentira.
-Si tienes razón, mejor terminamos – le respondió ella entregándole el carrito a él para que empujara, y con una sonrisa en su rostro siguió diciendo – vamos que ustedes dijeron que iban a cargar las cosas – se miraron unos segundos y se pusieron a reír.
Así que terminaron con las compras y salieron de la tienda a esperar por sus hermanos, cuando los vieron salir Arturo se quedó sin palabras al ver la reacción de Sara y como se abrazaba a Juan y veía el dolor que sentía ella, miro de reojo a Karla para verla también muy afectada con toda esta situación, así que para aliviar la atmósfera decidió interrumpirlos.
-Vamos ustedes dos déjense de abrazos y vamos a tomar algo que me muero de calor – dijo esto haciendo pucheritos como niño de cinco años, Karla lo miro asombrada y en ese momento Juan y Sara se separaron para verlo, no podían creer la cara que tenía y se pusieron a reír todos, al fin él se sintió que había logrado ayudar a su ángel y haberla hecho sonreír; se propuso que desde ese momento su razón de existir sería hacerla sentir segura y convertirse en un hombre maduro para estar a su lado como corresponde y hacerla cada día más feliz; esa sería su misión desde ahora en adelante primera vez en su vida que tenía estos sentimientos por alguna mujer, llevaba apenas unas horas que la había conocido pero ya se había convertido en algo muy importante para él y eso de verdad que lo asustaba tenía que aprender a ser un hombre que la mereciera.
Se pusieron a caminar los cuatros, los chicos cargaban con las bolsas y las chicas iban tomadas del brazo pasando por una calle en la que habían pequeños kioscos que vendían artesanía, Sara pasó por unos de esos puestos y se quedó pegada admirando unas pequeñas cajitas para las joyas, Karla al ver que tendrían para rato decidió seguir caminando conocía muy bien a su hermana y sabía que podía pasar horas ahí mirando esas cosas y sin comprar nada.
Sara por su parte había quedado ilusionada con esa cajita, era pequeña de un color café claro, no era nada del otro mundo pero el dibujo de una paloma que sostenía una cinta en color rojo y en forma de corazón, era como le decía su padre; pura y sincera sin importarle sí a alguien no le guste como piensa.
Se había perdido en sus pensamientos acariciando la cajita; Arturo miraba sus reacciones y vio como la cogía y la admiraba aunque no fuera algo muy valioso se notaba que a ella le gustaba, así que no se lo pensó y decidió regalársela, pago el precio a la anciana que estaba a cargo del puesto sin que se diera cuenta Sara y en el momento que ella fue a dejarlo en su sitio escucho a la señora hablarle.
-Cariño esto es suyo- dijo ella muy amablemente.
-Pero si yo no lo he pagado- le respondió Sara sorprendida.
-Se lo compro su chico- anunció la señora señalando a Arturo.
-¿Qué? – Sara se dio la vuelta para ver a quién se refería, tenía miedo a que fuera Julio pero al ver a quien indicaba la anciana se quedó sin habla, él estaba parado con las manos en los bolsillos y mirando hacia ella, se notaba avergonzado pero muy entusiasmado.
Sara se dio la vuelta para poder ver a su hermana pero ella con Juan ya iban muy delante y muy animados en su conversación, así que volvió sus ojos hacia Arturo que de inmediato se perdió en su mirada y con un hilo de voz le dijo.
-¿Pero por qué?- preguntó ella señalando la cajita.
-Por qué le gusto- respondió sonriendo avergonzadamente.
-Arturo no puedo aceptarlo.
-¿Por qué? es un simple regalo y somos amigos ¿no?
-Claro que somos amigos ¡pero...!-le cortó él.
-Pero nada ya se terminó el asunto y vamos que si no seguimos caminando ese par de ahí – señaló a sus hermanos – nos dejaran botados y se irán.
-Bueno mmm... muchas gracias por el regalo, aunque no debería- respondió ella un avergonzada.
-Lo que sea para hacerla sentir mejor- le dijo en el momento que llegaba a su lado y le acariciaba la mejilla, a la vez que ella con ese gesto cerraba los ojos y se estremecía, una sensación tan hermosa, nunca alguien la había hecho sentirse tan bien y tan excitada, con un gesto tan pequeño.
¿Excitada? -pensó ella- este hombre va a tumbar mi mundo, pero no sé si estoy preparada para algo así, después de todo no quiero una relación, espero algún momento lograr olvidarme de Julio, pero no estoy segura de que Arturo sea una buena idea.
Se apartó de su toque y abriendo los ojos vio un Arturo que la miraba con cara de ¿admiración, excitación, amor? Él también se dio cuenta que su toque le había dado muchas reacciones a Sara, vio que no le era indiferente, así que iría poco a poco porque no quería asustarla después de todo lo que le había pasado, y para romper el momento que se habían quedado los dos sin decir nada él se dispuso a hablar para hacerla sentir bien y tranquila.
-Vamos palomita que me muero de hambre- dijo él con una sonrisa que mostraba toda su dentadura. Al escuchar ella que la llamaba palomita quedo sin poder responder.
«Como sabe lo de la palomita, habrá visto el dibujo en la cajita» - se sentía muchas veces como una paloma que quería volar y ser libre.
-¿Por qué me has llamado Palomita?- le preguntó antes de empezar a caminar.
-No lo sé, me salió simplemente así – le respondió un poco sorprendido - ¿te molesta que te llame así?
-No; para nada al contrario, solo que una persona muy importante para mí me llama así –le dijo mirándolo a los ojos.
-¿Quieres que no te vuelva a llamar así? Porque si no, no lo hago, pero te queda muy bien – dijo el más seguro.
-Como quieras, a mí me gusta- respondió ella tranquila y sosteniendo entre sus manos como un tesoro la cajita que le había regalado Arturo.
«Me encanta, Dios mío que bien se escucha cuando me llama así». Pensó ella.
-Me alegro por qué a mí también me gustar llamarte así – se miraron y se dieron una sonrisa cómplice.
Así que por fin comenzaron a andar hacia sus hermanos y un poco antes de alcanzarlos escuchan a Juan decirles.
-¡Vamos que me muero de calor, sed y de hambre! ¿Dónde se habían metido, que han tardado tanto? - dijo esto levantando los brazos y demostrando su desesperación, Arturo lo miraba y se reía moviendo la cabeza, "Mi hermano definitivamente está loco" pensó él.
-Perdona Juan por favor- dijo Sara sus manos juntitas frente a su cara en forma de súplica – fue toda mi culpa, me encanta la artesanía y me quede babeando por unas cositas y si no fuera por tu hermano todavía estaría pegada ahí – dijo señalando los puestos –pero por fa perdóname ¿sí?
-Bueno ya –dijo haciéndose el enojado, mirando a Sara y Arturo de vez en cuando – pero vamos por favor, que ya es medio día y no he comido nada, porque en la mañana no me dejaron desayunar - dijo de modo travieso – tal persona estaba de un humor para que les digo, y no me dejo comer nada – los tres miraron a Arturo y se pusieron a reír, él por su parte ya bastante molesto con todo lo que había sucedido desde la mañana, se puso a caminar más de prisa y pasando al lado de Juan le dio un codazo en la costilla que hizo que su hermano se quejará pero no del dolor si no por la sorpresa.
Se pusieron a caminar hacia un pequeño restaurant para poder comer algo rápido; era un lugar muy acogedor, no muy grande, todo de madera y adornado por todas las paredes con cosas artesanales, pequeñas mesas redondas de madera y sillas haciéndole juego con almohadillas para ser más cómodas; allí hacían comidas exquisitas.
Decidieron por una mesa que tenía vista a un pequeño lago que estaba exactamente detrás del restaurant. Pusieron las cosas en una silla y ellos por fin se sentaron, decidieron pedir unas empanadas de carne y todos tomaron cervezas, apenas llegaron sus bebidas los cuatros dieron un gran trago para calmar su sed, aunque era fines de Noviembre hacía demasiada calor.
Pasaron un momento hablando de diferentes cosas, en el lugar no había mucha gente, así que se escuchaba cuando abrían la puerta del negocio; los chicos quedaban al frente de la entrada así que Juan vio de inmediato cuando una chica entro, él se atraganto con su bebida en ese momento e hizo señal a su hermano para que viera, Arturo levanto su cabeza para ver y se quedó congelado.
"Okey este día cada vez va mejor" – pensó.
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