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Capítulo 27. La Misión Fallida

Me quedé un rato más remojando en la bañera, con la minúscula esperanza de que Denisse volviera, pero luego de un buen rato, la escuché regresar, revolver los cajones, supongo que buscando algo de ropa y luego volver a salir. Entonces, decidí que era tiempo de dejar de fantasear y volver a la cruel realidad.

Me vestí y busqué a Denisse por todos lados, hasta que escuché ruidos desde la zona del dojo de entrenamiento. Seguro Denisse y Claudia estarían practicando. Sería entretenido ver cómo Denisse le pateaba el trasero a esa... (no se me ocurrió ningún nuevo apodo gracioso) zancuda, luego de que nos interrumpiera de esa forma tan cruel.

Iba pensando en eso mientras me acercaba, y alcancé a ver a Denisse y a Cesil cerca de la puerta del dojo conversando.

—¡Ah! ¡Aquí están! —grité entrando al dojo para unir me a la conversación.

Entonces vi de reojo algo que me puso la piel de gallina, y todos mis temores se volvieron realidad cuando escuché mi nombre.

—¡¡Helena!! —gritó Will abalanzándose salvajemente hacia mí.

—¡Noooooo! —exclamé con una expresión entre horror, intentando escapar para evitar el momento de bochorno que ya veía en mi futuro cercano, pero el mocoso fue más rápido y para no dejarme escapar me abrazó y me hizo caer al suelo.

Adiós a la vampira misteriosa.

—¡Suéltame, niño, me avergüenzas! —dije en el suelo, forcejeando para que me soltara de su abrazo fraternal.

Logré liberarme y me puse de pie lo más rápido que pude.

—¡No me dijiste que vendrías! —dijo emocionado, sonriendo de oreja a oreja mientras se ponía de pie también.

—¿Por qué será? —dije con ironía poniendo una mano frente a mí para que no se me volviera a acercar.

—¿Qué significa ésto? —preguntó preocupada Denisse.

—No te estés imaginando cosas raras, Denisse, porque lo veo en tu cara —dije algo molesta.

Estaba claro como el agua, que estaba pensando que yo usaría a Will como comida, como muchos otros vampiros lo hacen, engañando a sus víctimas para que los consideren amigos o amantes. Yo lo hice un tiempo en algún momento, pero era tremendamente incómodo y trabajoso. Era más simple el "seduzco, como y me largo".

—¿Entonces no le has hecho daño? —preguntó Denisse aún con tono preocupado.

—¡No! ¡Por supuesto que no!, es un mocoso chico... —dije despectivamente.

—¡¡Oye!! ¡Soy más alto que tú!

—Pero igual tienes así... — hice un gesto como si tuviera algo pequeño en mi mano— un poquito de sangre.

—¡¡Oye!! —gritó poniéndose rojo por el doble sentido con que había hecho el gesto.

—Pero entonces... ¿no ha pasado nada entre ustedes?

—¡Qué! — exclamamos Will y yo al unísono.

—¡No! —dije enojada, pensando en lo que se podría haber estado imaginando Denisse.

—¡Qué asco! —exclamó Will, haciendo una arcada como si fuera a vomitar.

Ya no tenía sentido que siguiera intentando ocultarlo, tendría que contarle los detalles de lo que había ocurrido a Denisse, a pesar de que no era algo de lo que me sintiera especialmente orgullosa. Suspiré y bajé los hombros rendida.

—Bueno, recuerdas que te dije que había fallado una misión.

Denisse asintió con la cabeza.

—Bueno... él era mi misión... —indiqué a Will con ambas manos—. Para el penúltimo encuentro de la Cofradía Blanca, me pidieron que llevara un "cargamento" a la fiesta de cierre... Pero Will —me giré hacia el chico y le agarré las mejillas imitando las parodias de las tías con sus sobrinos— era tan bonito... —le zamarré un poco la cara a modo de venganza por dejarme en ridículo—, que no pude entregarlo y me lo quedé.

Había sido una debilidad, de mi parte y a veces me preguntaba si no hubiera sido mejor haberlo entregado simplemente.

—No puedes decir "me lo quedé" como si yo fuera un perrito —reclamó William con indignación sobándose las mejillas doloridas por mi apretón.

—Desde aquel 'funesto' día en que  conservé al pequeño —continué explicando con teatralidad—, lo traje aquí, y ahora vive con Dalia y Tom que lo cuidan, y a cambio yo les financio su dojo de karate, que estuvieron a punto de perder hace algunos años.

—¡¿Tú les financias?! —preguntó como si no creyera que yo podría pagar algo así.

—Por supuesto —dije sonriendo con sencillez—. Llevo treinta años como vampiro, casi no tengo gastos, la comida es gratis, no tengo necesidades biológicas y por supuesto mi "comida" también me provee de dinero extra —sonreí más, moviendo las cejas dando a entender que los robaba—. Estas son las pequeñas ventajas de ser vampiro que no te mencioné antes.

Estuvimos un momento en un silencio incómodo. Y notaba que Denisse estaba pensando intensamente, como tratando de obtener una lógica de todo esto.

—Entonces, aquí entrenas... —expresó de pronto Denisse, mirando el dojo con respeto.

—¡¿Entrenar?! Naaaaaaa —dije con vulgaridad, en un último intento por salvaguardar mi dignidad—. Los vampiros no necesitamos entrenar. Tenemos poder o no tenemos poder, así de simple.

—Por favor —agregó Denisse con suspicacia con las manos en la cintura—. ¿Quieres que te crea que pagas un dojo completo para no utilizarlo?

William hizo un gesto detrás de mí, diciéndole a Denisse que yo sí entrenaba.

—¡Oye! Te ví. No me estés jugando sucio mocoso malcriado. Ya bastante haces dejándome en ridículo frente a todo el mundo.

De pronto, Denisse descubrió a Cesil con una pequeña sonrisa al ver mi pelea infantil con Will y noté su sorpresa.

—¡Ya! ¡vete, ahora! —le grité a William haciéndole unos gestos para que se fuera—. Haz tus tareas.

William hizo un gesto de saludo militar, se despidió de nosotras con un "chao" y se fue.

—No me miren así —dije ofendida cuando vi a Denisse y a Cesil que sonreían.

En ese momento la pequeñita de Cesil, lanzó una declaración devastadora.

—Si lo vestimos de mujer, en unos años podría ser tu mujer barbuda —me dijo Cesil haciendo referencia a la broma que había hecho yo misma cuando Claudia se nos unió. Pero aunque sonreía, no pareció entender porqué Denisse lanzó una carcajada explosiva, que dejó boquiabierta a Claudia.

Gruñí fastidiada y murmuré entre dientes "Te odio, Will", mientras Denisse seguía riendo y riendo, contagiándonos a los demás con su risa.

—Bueno... Tenemos que hablar de cosas más importantes —Denisse dio por terminado el momento de alegría, secándose las lágrimas de risa—. ¿Es seguro que hablemos aquí? —me preguntó.

—Sí, pero supongo que es más cómodo en la mesa.

Fuimos hasta el comedor y Denisse comenzó a hablar una vez que consiguió papel y lápices y que todas estuvimos sentadas.

—Éste es el panorama actual. El rey tiene en su poder cuatro artefactos que no sabemos qué poderes poseen. Él está planeando algo, y según nos ha explicado Cesil, los quiere para el ritual que terminará destruyendo la Tierra. Detenerlo será nuestro objetivo principal. Cesil también nos ha informado que nos están siguiendo aún, y nos encontrarán en algunos días más. ¿Cuánto exactamente, sabes? —preguntó mirando a la voyerista de los ojos grises.

—Según mi última visión, cuatro días, pero como ya he mencionado, no es exacto.

—¿Cuatro días, a partir de anoche?

Cesil asintió con la cabeza.

—Nos quedan tres días. Luego explícame los detalles de lo que viste. Tal vez podríamos intentar evitar ese evento.

—Por otro lado, Claudia, tal vez no es tan mala la idea que diste.

—Lo estuve pensando —dijo con timidez—, y tenías razón... en la Organización jamás te creerán.

—Lo sé, es por eso que necesito que vuelvas y busques pruebas de que los hombres de la Organización están trabajando con vampiros.

—¡Cazadores con vampiros! —exclamó en voz baja—. Oh, bueno... nosotras estamos trabajando con una vampira —me miró de reojo y le devolví un desprecio.

—Aunque no lo parezca, Claudia, será una misión peligrosa, por lo mismo tengo pensado una estrategia para ponerte en el menor riesgo posible. Por el momento, quiero que te prepares para volver y piensa en alguna forma en la que podamos mantener la comunicación de la manera menos sospechosa posible.

—Sí —dijo Claudia, con los ojos brillantes de admiración, que hizo que se me hinchara la vena de la cien.

—Un dato que te puedo aportar por el momento, es que Sebastián, y posiblemente su grupo, está trabajando con ellos. Lo sé porque lo escuché la noche siguiente de la muerte de Cristopher. Me estaba buscando ayudado por un vampiro que nos atacó poco antes.

Claudia hizo unas anotaciones, mientras Helena se giraba en mi dirección.

—Helena, tienes esos tres días para averiguar con exactitud cómo funcionan tus poderes. Deberás dominarlos y entender exactamente porqué has obtenido tantos sin darte cuenta. Por ello, antes de que Claudia se vaya, nos turnaremos para llevarte al límite y encontrar algún patrón coherente.

Sonreí con maldad pensando que podría luchar con esa estúpida que miraba a MI cazadora como si fuera una diosa, incluso la descubrí mirando sus labios mientras Denisse hablaba, y alargaba los labios como si quisiera hacer sus mismos gestos.

—Para ello diseñaré un régimen de entrenamiento con pasos claros que nos permitan observar tu avance.

Cuando dijo "régimen de entrenamiento" noté que la esqueleto parlante se sorprendió, dándome una lánguida mirada de lástima, y supe, con claridad, que debía tener miedo.

—Cesil, tú...

—Creo que descubrí la clave para dominar mi habilidad.

—Wow, ¡esas son muy buenas noticias! ¿Necesitas algo? ¿Alguna ayuda?

Se quedó pensativa un momento y misteriosamente paseó la mirada entre todas nosotras, hasta fijarla en Claudia.

—Necesito que ella me haga enojar.

Aunque todas nos sorprendimos, la tren parado casi se desmaya de la impresión.

—¿Estás segura? —preguntó Denisse con incredulidad y la chiquilina asintió con la cabeza.

Denisse abrió la boca para seguir hablando, pero se quedó en silencio cuando entraron Tom y Dalia con un carrito con bandejas llenas de comida.

Mientras Tom descargaba los platos de comida en la mesa, Dalia se me acercó y me habló en susurros.

—Pregunta Will si puede comer con usted —susurró Dalia a mi lado.

—Está bien —dije exhalando con derrotismo, no quería tener que pasar vergüenzas con él otra vez—. ¡Ya, coman! —les indiqué después al resto, cuando Denisse ya casi parecía una leona esperando el momento para arrojarse sobre su presa.

Todo olía delicioso, carne asada, papas fritas, ensaladas varias, pan recién tostado, entre otros platos que se veían maravillosos. Lástima que ninguna de esas exquisiteces me lo parecían a mí. Mi verdadero manjar estaba sacando la comida que le apetecía de los recipientes, con tantas ganas, que parecía que no hubiera comido en meses. Denisse realmente perdía toda seriedad y compostura cuando se trataba de comida.

Entonces miré a la chiquilina de Cesil que estaba ensimismada pensando en algo, mientras la flacucha parecía imitar la glotonería de Denisse agarrando la comida, incluso con las manos. La depravada era todo un misterio, parecía cándida y sencilla, pero era obvio que ella escondía mucho más tras esos enigmáticos ojos grises.

De pronto me miró.

—William te quiere mucho —anunció seria.

—Me quiere... dejar en ridículo frente a todo el mundo —le respondí irónicamente.

—Pero en el fondo tú también lo quieres a él.

—Naaaa...—solté con indecencia, acomodándome en la silla como si me hundiera en ella— sólo me siento responsable por el mocoso —estaba atenta que no fuera a llegar y me fuera a escuchar diciendo eso—. Es como mi castigo divino por haber sido débil y fallar mi misión de entregarlo de bebé.

Entonces escuché que se acercaba y le hice un gesto a Cesil, que esperaba entendiera, para que se callara.

El chiquillo entró y se fue a sentar a mi lado.

—No, no, allá —le indiqué una silla del otro lado, pero no me hizo caso.

Sonriente, se sentó junto a mí y agarró un plato.

—¿No me vas a preguntar cómo me ha ido en el colegio?

—No —respondí con sequedad.

—Te cuento igual —dijo él con sencillez, sonriendo.

Bufé molesta dejando el codo en la mesa y afirmando la cabeza en la mano con cara de aburrimiento.

Comenzó a hablar de lo bien que le iba, que se había sacado las mejores notas del curso en varios ramos y tenía una presentación con su banda de música. Habló y habló mientras comía. De pronto, cuando vi a Cesil sonreirme, me di cuenta que lo estaba mirando con orgullo. Me eché para atrás con los brazos cruzados con fastidio.

Denisse y Claudia hablaron con él acerca de karate y de su grupo de música. Will parecía encantado de tener a tanta gente en casa con la que conversar.

Después llegaron Tom y Dalia con los postres y les dije que se quedaran y seguimos conversando un par de horas más, de cosas sin importancia, del clima, de la comida, de pasatiempos, de artes marciales. Incluso Cesil contó una extraña anécdota del piso mojado en el castillo, que hizo que diez guardias se cayeran al suelo, y cuando hizo un gesto con los dedos como si fueran las patitas levantadas de los guardias al caer, a Dalia se le salió de la boca la placa de los dientes al reírse, haciendo que me cayera de la silla a carcajadas, y todos terminaron riéndose de mí.

De alguna extraña, muy extraña manera, ese momento se sintió muy bien.

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