
Capítulo 23. En el Ojo del Observador
Claudia, la chica de los ojos azules, aún estaba demasiado confundida para haber asimilado todo lo que le había ocurrido en las últimas pocas horas. De hecho, le parecía que habían pasado días desde que salió de la Organización buscando la cabaña de Denisse. Jamás pensó que la encontraría con tanta facilidad, ni mucho menos pensó que terminaría traicionando a la Organización quedándose con una fugitiva, que no tenía ninguna prueba real de que lo que decía era verdad.
Todo el camino que recorrieron, mientras Denisse la ponía al tanto de todo lo que había sucedido, fue pensando y observando a la vampira, a la propia Denisse y la extraña chica morena llamada Cesil. Aunque se sentía mal por haber intentado hacerles daño, no dejó que eso le impidiera poner atención en cada detalle, en cada gesto y en cada palabra dicha.
No le importara mucho que su ídola tuviera una relación lésbica, Incluso dejó de darle vueltas a que estuviera con una vampira, por muy inapropiado que eso le parecía. Aunque siempre imaginó que terminaría con alguno de los grandes y músculos cazadores de la Organización, que siempre le hacían insinuaciones, pero que ella ignoraba deliberadamente. Incluso parecía más atraída por el desgarbado y arrastrado de Cristopher, que todos sabían estaba loco por ella.
Sin embargo, había algo que no terminaba de calzar. Algo en los gestos de Denisse, o tal vez en su forma de hablarle a Helena. Trataba de pensar que tenía todos los signos que había observado en los enamorados, pero no estaba segura, si lo que le molestaba era algo real de lo que debía preocuparse, o era sólo el hecho de que ella no quería ver, a quien por tanto tiempo tuvo en un pedestal de oro, en esa situación tan extraña.
Cuando llegaron a la enorme casona, observó con cuidado todo el lugar. Miró los muebles viejos y derruidos, el sutil olor a moho y las muchas marcas, algo recientes, de pisadas entrando y saliendo de allí. Ese lugar era mucho más transitado de lo que parecía a simple vista, y se estremeció pensando que podría ser un lugar donde vampiros y humanos se encontraban para hacer cosas peligrosas o indecentes. Pero a pesar de su aprehensión, no vio nada extraño que le indicara que, por lo menos en las habitaciones que alcanzaron a ver, se realizara alguna actividad de las que imaginaba.
Después de que Dalia, la amable esposa de Tom, les arreglara unas camas en una habitación cómoda y más moderna que el resto de la casa, para que descansaran, finalmente quedaron a solas ella y la joven desconocida de cabello azul. Con algo de nerviosismo, Claudia Intentó iniciar una conversación, aprovechando que ella parecía inofensiva, para obtener algo más de información.
Sentada en la cama de cubierta blanca, comenzó con precaución su interrogatorio.
—Entonces, ¿tú vivías con el rey vampiro?
—Así es —respondió Cesil, con su voz seria y contradictoriamente infantil que ponía algo nerviosa a Claudia.
—¿Qué se sentía? Es decir, ¿cómo era vivir con vampiros?
—No lo sé, porque al siempre haber vivido con ellos, no tengo un parámetro de comparación.
—Pero, ¿qué hacían? viste que llevaran gente y las mataran y cosas así.
—Llevaban humanos muy seguido, pero generalmente no para matarlos. Más bien, para divertirse.
Claudia se espantó al imaginar lo que ocurriría en ese lugar lleno de monstruosos vampiros.
—Los... torturaban... —balbuceó pensando que no quería escuchar la respuesta.
—Mmm... gritaban sí, pero de placer.
Claudia la miró extrañada, no comprendió o tal vez no quiso entender a qué se refería.
—Bueno, se supone que las mordidas de los vampiros generan placer —razonó en voz alta rascándose la frente.
Claudia observó las manos morenas de la chica, cuando tomaron el pijama que Dalia les había dejado. Eran manos lisas, sin imperfecciones y a penas se le marcaban los pliegues de las articulaciones.
—Sí, también —respondió seria Cesil, colocándose el pijama sobre su ropa.
Claudia se quedó en silencio un momento, sorprendida por el extraño gesto. "¿Querrá ocultar algo?" se preguntó imaginando que tal vez los vampiros le habrían marcado el cuerpo y se avergonzaba de ello.
—¿Y... tú puedes... ver el futuro...? —balbuceó cambiando de tema.
—Sí —respondió lacónica sentándose en la cama muy rígida.
—¿Y qué has visto? —preguntó haciendo un esfuerzo por no parecer tan entusiasmada—. ¿Cómo es el futuro?
—Depende de qué futuro.
—¿Qué quieres decir? —preguntó algo confundida.
—El futuro cambia constantemente, depende de las decisiones que tomemos o a veces de eventos aleatorios fuera de nuestro control. Por lo que he visto muchos futuros, y el último no significa el definitivo. Además, únicamente soy capaz de ver imágenes sueltas que llegan en forma aleatoria a mi mente sin ningún control.
Claudia se quedó un rato pensativa. Lo que la niña le decía parecía algo mágico e irreal y sin embargo, el hecho de que Cesil fuera el informante que había estado indicando la localización de Denisse y Cristopher, que ella misma había predicho que podía existir un componente sobrenatural, lo hacía aún más real. Entonces, la predicción del futuro sería algo auténtico, no tangible, pero demostrable.
Y siguiendo los pasos de su ídola, en que siempre intentaba encontrarle el lado lógico a todo, esperaría con ansias poder observar por sí misma ese fenómeno.
—Y esos artefactos de los que habló Denisse, ¿qué son?
—Como le informé a la cazadora, yo no sé lo que son, sin embargo he escuchado que existen varios mitos acerca de los dispositivos, y aunque ninguno calza perfectamente con la forma en la que se han encontrado o la forma en la que funcionan, permiten hacerse una idea de lo que pueden ser —se detuvo un instante y continuó—. Algunos creen que son artilugios enviados, por algún motivo, desde el futuro, o que podrían pertenecer a alguna antigua civilización perdida que llevó su tecnología a algún punto más allá del conocimiento que actualmente poseemos. Otros, que serían objetos dejados por entidades alienígenas e incluso que pueden haber aparecido desde otras dimensiones en nuestra realidad gracias a su enorme poder.
—¡Wow, qué cosas tan raras! ¿Cómo funcionan?
—También lo ignoro, y aunque por mis visiones creo tener una idea de sus usos, el rey jamás me permitió ver cómo se utilizan o cuáles son sus prop...
De pronto, Cesil se quedó en silencio, con la mirada perdida en algún punto en el infinito, haciendo que Claudia se pusiera nerviosa pensando que algo malo le había ocurrido, y se puso de pie preocupada acercándose a ella.
Cesil se conectó con el ojo de su mente, abrumada por la incesante insistencia de la vorágine de sentimientos que de pronto se hizo visible para ella desde la habitación de Denisse y Helena.
"Vio a Denisse salir del baño, cubierta por una camisa ancha, larga y poco atractiva, pero que de alguna manera la hacía ver muy sexy. Sintió claramente las ondas del deseo que se dispararon en Helena, y que notó, afectaban también a Denisse."
—¿Cesil...? —preguntó Claudia tratando de despertarla.
"La chica de los ojos grises, vió a Denisse temblar por el deseo que estaba sintiendo también, pero que intentaba evitar con todo su autocontrol."
—¡Hey! ¿estás bien? —la removió y Cesil pestañeó como volviéndo en sí, pero inmediatamente volvió a quedar en blanco.
"Presa de su lujuria, usando un diminuto atuendo negro de una tela un poco brillante, Helena se puso de pie y se le acercó, mientras Denisse intentaba retroceder, pero sus piernas le fallaron..."
—Oye, no me asustes —dijo la chica de ojos azules, desconectándola completamente de la visión.
Cuando Cesil se dio cuenta de lo que había ocurrido, y fue consciente de esa horrible sensación de insatisfacción por haber sido interrumpida, la chica del cabello azul miró a Claudia y experimentó algo que nunca había percibido antes, algo que venía de ella, algo que debería ser natural y que había sentido muchas veces en otros a través de sus visiones, pero no en ella... estaba sintiendo ira.
Cesil había tenido varios tipos de sentimientos a lo largo de sus escasos cinco años de existencia. Miedo con el rey, muchos tipos de deseos y sentimientos como el de querer ser libre, desear la paz o respeto con Denisse, incluso rabia y frustración cuando descubrió que el rey mataría al guardia porque ella le había coqueteado, pero ¿ira?, ¿por qué sentía ira?, y sentía ira ¡hacia Claudia!
—¡Cállate! —habló con calma, pero en un tono que nunca antes había usado.
—Lo siento —se disculpó Claudia alejándose, sin entender qué había ocurrido—. Estaba preocupada. ¿Qué pasó?
—Tenía una visión.
—¡En serio! —dijo emocionada—. ¿Qué viste?
Cesil dudó un instante. No le importaba que los demás supieran que ella deseaba poder tener sexo, pero esta vez, tal vez no sería tan bueno que Denisse y Helena, supieran que era capaz de verlas. Sobre todo en esas acciones tan íntimas, ya que posiblemente dejarían de confiar en ella o peor aún, ya no tendrían sexo libremente. Sin embargo, su impulso de negarse a responderle a Claudia con la verdad, venía de esa ira que le quemaba por dentro.
—¡Nada! —respondió molesta— ¡no ví nada, porque me despertaste!
—Oh, lo lamento.
Claudia se dejó caer en la cama con aire derrotado, y luego de que sus ojos azules se aguaran en pena, se acomodó el cabello teñido de castaño a un lado y se acostó con aspecto miserable.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro