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Capítulo 8

  Abrí los ojos con dificultad, mi cabeza pesaba y mi cuerpo estaba agotado seguro por la larga caminata de ayer, pero a la vez me sentía relajada, no había dormido bien desde hacía meses, era sorprendente decir eso después de haber perdido mi casa por segunda vez, vi a mi alrededor, estaba en un cuarto grande, bien amueblado, pintado, con un tocador, closet, mesa de noche, era lindo y confortable, las sábanas eran muy suaves, me sentía cómoda en esa cama, traté de incorporarme pero sentí un fuerte dolor en el tobillo y recordé que se torció ayer, no podría caminar por unos días.

—Despertaste

Miré hacia la puerta, había una mujer parada ahí, intenté levantarme a pesar de mi tobillo lastimado pero ella lo impidió haciendo que volviera a recostarme

—No puedes caminar, tu tobillo está inflamado, no podrás apoyarlo por un tiempo, ¿cómo te sientes?

—Cansada y débil, ¿quién es usted? ¿dónde estoy?

—Tranquila, todo está bien, mi nombre es Victoria Cavalcante y estás en mi residencia, mi hijo te encontró en la puerta de la residencia

—¿Él es su hijo? –dije recordando a ese hombre que me ayudó dos veces en un día y no pudo ser más oportuno en la segunda vez porque sino habría tenido que dormir en la calle

—Sí, se llama Aurelio, seguro lo recuerdas cuando lo viste en la cafetería de Brandao, Marianne Café

—¿Se los dijo?

—Sí, nos contó que te dio dos reales para que pudieras comprar un café y un rollo de canela

—Fue muy atento al ayudarme y se lo agradezco

—Así es él, ¿cómo te llamas? ¿Puedes decirme?

—Julieta Sampaio

—Es un nombre hermoso, mucho gusto Julieta

—El gusto es mío, ¿qué sucedió conmigo?

—Te desmayaste, pero no te preocupes, a parte del tobillo lastimado estás bien solo dijo que estás embarazada y no es bueno que estés tan delgada

—Es que no he comido bien en estos días, es que no he podido

—Pues en este momento bajo a la cocina y te preparo el desayuno –dijo levantándose

—No es necesario

—Sí lo es, quédate aquí y enseguida regreso –diciendo esto se fue

Era una señora muy agradable, seguro Aurelio lo había heredado de ella, era extraño para mí que alguien fuera amable conmigo, a esas alturas estaba acostumbrada a los malos tratos, humillación y miradas de lástima.

Doña Victoria regresó con una bandeja con café, panes, mermelada y frutas, la puso frente a mí y la boca se me hizo agua.

—Aquí está tu desayuno Julieta, espero que les guste a ti y al bebé

—¿Todo esto es para mí?

—Sí claro, ¿por qué?

—Hace mucho que no veía tanta comida frente a mí –dijo tocando la bandeja

—Pues ahí la tienes, come lo que quieras

No necesitó decirlo de nuevo, ya que de inmediato tomé un pan con mermelada, estaba delicioso, probé el café, las frutas, cuando me di cuenta había terminado

—¿Te gustó? –preguntó ella

—Sí –dije recostándome en el respaldar mientras cerraba los ojos –todo estaba exquisito, gracias

—De nada, ¿quieres algo más?

—No gracias ya es suficiente

—Muy bien .dijo retirando la bandeja y poniéndola sobre la mesa –espero que la cama haya estado cómoda

—Sí, lo fue

—¿Quieres contarme que te pasó? ¿Alguien te atacó?

—No, solo me cansé, es que venía caminando desde Vila magini

—¿Tan lejos?

—Sí

—No es bueno que una mujer embarazada camine tanto

—No tuve opción doña Victoria, últimamente no la he tenido para muchas cosas

—Pues mientras estés aquí no tendrás que recorrer largas distancias sino quieres

—Gracias doña Victoria, le prometo que en cuanto esté bien me voy

—Nadie va a correrte Julieta, puedes quedarte todo el tiempo que quieras, considera la residencia Cavalcante tu hogar

—Se lo agradezco

Seguimos conversando un rato más hasta que ella se fue porque debía encargarse de la residencia y yo me quedé ahí conversando con mi bebé

—Ay mi amor, sé que te gusta este lugar tanto como a mí, pero no podemos quedarnos, estoy segura de que doña Victoria es buena pero nos echará cuando sepa que no tenemos dinero y no quiero pasar por esa humillación de nuevo así que cuando me mejore nos iremos, ¿sí? –dije acariciando mi vientre

Aurelio narrando:

—Encantarte por una mujer que viste en una cafetería, pensar el resto de la tarde en ella y que llegue a tu casa ese mismo día, tienes suerte amigo

Me fui a la universidad temprano ese día, no sin antes hacerle prometer a mi madre que cuidaría a la chica, mi día fue normal, di mis clases aunque mi mente estuviera en esa mujer que con solo un día de conocerla ya la tenía clavada en mi corazón, a la hora del almuerzo me reuní con mi amigo y colega Jorge y le conté toda la historia, él se mostró sorprendido y contento ante lo que él decía mi buena suerte.

—Es soltera, casada, divorciada

—Ni siquiera sé cómo se llama, no he podido hablar con ella, te conté que se desmayó en mis brazos y cuando me fui esta mañana de mi casa, todavía estaba dormida, si la hubieras visto, parecía que cargara un gran peso, vi dolor en su mirada, quisiera saber lo que le sucedió, pero seguramente tiene que ver con el padre de su hijo, seguro el cobarde la abandonó al saber que estaba embarazada y su familia también

—Es lo más probable mi amigo, muchos no quieren responsabilizarse de sus actos

—Debe estar destrozada

En ese momento sonó mi celular, era mi madre quien a veces acostumbraba llamarme en el almuerzo.

—Hola mamá, ¿cómo estás?

—Hola hijo, bien gracias, te llamo porque quiero ponerte al tanto de cómo sigue Julieta, la chica que trajiste ayer

—¿Se llama Julieta?

—Sí, hablé un rato con ella, parece una buena persona, amable, pobrecita, le llevé el desayuno a la cama y dijo que hace tiempo no veía tanta comida, ¿quién sabe cuánto tiempo llevaba comiendo mal?

—Bueno pues gracias a Dios llegó a nuestra puerta

—Sí, ¿estás ocupado?

—No, estoy almorzando con Jorge

—Ah bueno, pues te dejo para que sigas hablando con él, nos vemos en la noche

—Sí, adiós

—Se llama Julieta –dijo Jorge cuando terminé de hablar con mi madre

—Eso parece

—Bueno, pues te aconsejo que seas su Romeo y la salves del peligro

—Pues haré lo que pueda, porque en serio está linda –dije mientras recordaba sus ojos café

Seguimos hablando hasta que llegó la hora de volver a clases a él le faltaban dos más, a mí me faltaba una gracias a Dios porque quería llegar a mi casa y hablar con ella.

Julieta narrando:

Estuve casi todo el día en la cama, solo me levanté un momento, con ayuda de doña Victoria y Mercedes, la cocinera, para ducharme ya que lo necesitaba, todos eran muy buenos conmigo ahí, eran como mi tabla de salvación, comenzando por Aurelio que me encontró en medio de la noche, en verdad quería hablar con él y como si lo hubiera llamado con el pensamiento, en ese momento apareció en mi cuarto.

—Hola, ¿cómo te sientes? -dijo

—Ya mejor gracias

—Te ves más repuesta y me alegro, quedé preocupado cuando te desmayaste en mis brazos ayer, pero Rómulo, el doctor, dijo que todo estaba bien

—Sí, así es, soy Julieta Sampaio –dije extendiendo mi mano

—Aurelio Cavalcante –dijo estrechándola, era tan firme y no sé por qué me sentí a salvo

—Aurelio, quisiera de verdad, agradecerte por lo que hiciste por mí ayer, en la cafetería y al socorrerme cuando estaba sentada en la calle

—No tienes nada que agradecerme, lo hice de todo corazón –dijo sonriendo

—Claro que sí, estaba a un paso de convertirme en una indigente Aurelio, temía por mi hijo

—Pues mientras estés en la residencia no tendrás que tener miedo y quiero que sepas que no importa por lo que estés pasando, tarde o temprano pasará, ¿no has escuchado ese dicho que cuando la noche es más oscura es porque ya casi sale el sol?

—Me parece que mi sol ya está a punto de salir –dije sonriendo -¿qué pasa? –dije al ver que me veía deslumbrado?

—Es que te ves muy linda sonriendo, es todo

—Gracias, es que no he tenido motivos para sonreír, aparte de mi bebé

—Pues si quieres, yo puedo darte muchos motivos, junto con todos de la residencia, si aceptas

—Sí –dije mientras pensaba –al menos hasta que me recupere

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