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Capítulo 6

Salí de la universidad a las tres de la tarde después de una larga jornada que comenzó a las siete, 2 grupos de 3 horas y media, era cansado pero me gustaba mi trabajo, llevaba siendo profesor de matemáticas desde hace 8 años y parecía como si fuera el primer día, en algunas ocasiones cuando digo mi ocupación muchos dicen, ¿matemáticas? Pero no los culpo, a muchas personas no les gusta esa materia y lo más irónico es que cuando estaba en primaria, era la materia que más se me dificultaba, en secundaria creí que sería igual pero en mi primer año les tomé cariño y deseé convertirme en profesor y aquí estaba 8 años después, en el mundo de números, logaritmos y signos.

Como enseñar tantos cálculos da hambre, antes de ir a mi casa fui a Marianne Café, propiedad de mi amigo Victor Brandao y su esposa Mariana, me gustaba visitarlos a menudo y por supuesto probar su comida.

—Vaya, esto es una novedad –dijo Brandao al verme –Aurelio Cavalcante

—Hola Victor, ¿cómo estás amigo? –dije estrechando su mano

—Bien gracias a Dios, ¿y tú?

—Bien gracias

—¿Qué vas a querer?

—Un capuchino y un pedazo de pastel de naranja

—A la orden –dijo dirigiéndose a preparar mi pedido -¿cómo están doña Victoria y el señor Afránio?

—Muy bien, administrando la residencia con ayuda de Mercedes, por cierto te manda saludos ¿y Mariana y el bebé? –dije sentándome en una mesa junto al mostrador

—Bien, mi pequeño Joao, crece cada día y Mariana está encantada con él

—Qué bueno mi amigo

—¿Y tú Aurelio? ¿Cuándo piensas casarte? –dijo cortando el pastel

—Ya pareces mi madre, quiere tener nietos, está preocupada por mí

—No lo hace para molestarte, todos queremos verte casado con la mujer de tus sueños y no es por presionarte pero ya casi cumples 30

—Lo sé y quiero casarme pero aún no la encuentro

—¿Si solo estás enfocado en el trabajo cómo lo harás? –dijo llevándole el café y el pastel

—Talvez deba abrir una cafetería y coquetear con una cliente como hiciste con Mariana

—Mejor toma tu café y no me molestes –dijo mientras yo me reía

En realidad nunca he sido noviero, solo tuve una novia en la secundaria pero no duró más del tercer año y en la universidad no tuve y no me hizo falta, estaba bien así no apresuraría los acontecimientos.

Eso creía hasta la semana pasada, estaba en una de mis clases y entonces un alumno pidió un momento porque necesitaba hablar, llamó a su novia y le pidió matrimonio en frente de toda la clase, fue hermoso, me alegré por ellos, pero también pensé que me gustaría hacerlo, quizás ya era hora de buscar una mujer para mí, alguien con quien pudiera pasar el resto de mi vida, pero no sabía dónde buscar.

El sonido de la campanilla de la puerta me sacó de mis pensamientos y miré al frente y quedé boquiabierto.

Vi a la mujer más linda que había visto en mi vida, cabello castaño, largo y liso, ojos cafés intensos y una figura bonita, olvidé completamente mi café y la seguí con la mirada hasta que llegó al mostrador donde se encontraba Brandao

—Buenas tardes señorita, ¿en qué puedo ayudarla? –le preguntó

—Hola, me gustaría un café y un rollo de canela

—7,20

—Está bien –dijo buscando en el monedero mientras Brandao hacía su pedido, sacó las monedas una por una, pero por alguna razón su rostro se puso triste

—Aquí tiene

—Disculpe es que, me faltan dos reales

—En ese caso no puedo venderle el rollo y el café

—Por favor, no como nada desde el almuerzo

—Lo lamento, pero no damos crédito por los productos, cuando tenga la cantidad completa con mucho gusto le doy su pedido

—Estoy embarazada necesito comer por mi bebé

—Disculpe pero de verdad no puedo

—Por favor

No podía permitir que se fuera sin su comida, así que busqué dinero en mi billetera y fui al mostrador

—Hola Brandao, perdón por interrumpir, aquí están los dos reales de la señorita se le cayeron cuando entró a la cafetería –dije dándoselo a Victor

—Muy bien

Ella volvió a verme pero no dijo nada, solo me mostró una sonrisa tímida y volvió su mirada hacia Brandao que volvía con el café y el rollo de canela, cuando le dio su factura se fue, yo seguí observándola con una sonrisa hasta que se perdió de vista

—Sabes que esos dos reales no eran de ella, ¿verdad? –dijo Victor llamando mi atención

—Sí, son mías

—¿Pero por qué lo hiciste si apenas la conoces?

—Ibas a dejar con hambre a una mujer embarazada

—¿Quién garantiza que lo está?, muchas mujeres fingen estarlo para generar lástima y recibir ayuda

—¿Si Mariana hubiera pedido comida en una cafetería y dijera que no ha comido y que está embarazada, habrías dicho que hacía teatro?

—Sabes que es diferente, Mariana nunca lo haría, esa chica por otro lado

—Tampoco lo haría

—¿Cómo lo sabes?

—Lo siento, en un momento nuestras miradas se cruzaron y pude ver un poco de abatimiento

—Lo que pasa es que te gustó, cuando a los hombres nos gusta una mujer la vemos como la más buena del mundo, pero no quiere decir que lo sea

—Talvez, pero quisiera encontrarla otra vez

—Pues regresa mañana, si comió ese rollo de canela volverá muy seguido por aquí

—Si acaso sucede apunta su número –dije pagándole mi pedido –salúdame a Mariana y a Joao

—Lo haré

Salí de la cafetería y me dirigí a mi casa, aún con la imagen de esa mujer en mi cabeza, ¿cómo se llamará? ¿Dónde vive? Eran las preguntas que me hacía

—Aurelio –dijo mi padre

—Hijo al fin llegas, ¿dónde estabas? –dijo mi madre al verme

—Hola mamá, papá, fui a la cafetería de Victor, quería probar el pastel de Mariana

—Ay sí, es delicioso, es difícil no sentir envidia

—Puede que me guste, pero jamás cambiaría el tuyo mamá –dije abrazándola

—Ni yo –dijo mi padre –la repostería de mi Victoria no la cambio por nada

—Yo sé, ve a dejar tus cosas y diles a los demás que bajen, Mercedes y yo ya terminamos de preparar la comida de tarde, me imagino que tú no vas a comer

—No, quedé satisfecho con el café y el pastel, además quiero acostarme

Le di un beso a mi madre, abracé a mi padre y subí las escaleras, vivía ahí desde que tenía memoria, la residencia Cavalcante, una pensión que mis padres crearon antes de que yo naciera, muchas personas habían pasado por ahí y muchas más llegarían, le tenía mucho cariño a ese edificio, había sido mi hogar y lo sería siempre, entré a mi cuarto y me quedé mirando el techo y no pude evitar recordar a esa mujer que conocí en la cafetería y con su imagen me quedé dormido

Horas después

Eran las nueve de la noche y bajé al vestíbulo, los habitantes de la residencia estaban reunidos en el comedor, Rómulo, un doctor, Ernesto un empresario de café, Cecilia, una dependiente de una librería, Olegario, un cajero de un banco, Jane y Emma unas maestras de piano, Mercedes, la chef y mis padres, pero primero tenía que bajar primero para comprar unos pilots para la universidad en la tienda de enfrente, fui hacia la puerta y salí, crucé la calle, entré a la tienda compré los pilots y volví, cuando volví al extremo donde estaba la residencia me detuve, había una mujer recostada contra la pared del edificio, descalza, de inmediato fui a socorrerla.

—Señorita, ¿está bien?

Levantó la mirada y me sorprendí, era ella, la chica que vi en la cafetería.

—Por favor ayúdeme –y se desmayó en mis brazos

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