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Capítulo 29

Julieta narrando:

Dicen que no hay amor más grande que una madre por sus hijos y lo confirmé cuando vi a Camilo por primera vez. Era tan chiquito, delicado y lindo, su piel suave, lo abracé fuerte mientras lo besaba, en ese momento supe que no amaría a nadie más que él, mi vida comenzaba a partir de ese momento.

Aurelio no salió de mi lado y noté su emoción cuando veía mi hijo y finalmente acepté que Camilo llevara su apellido y lo puso muy feliz.

Cuando me suturaron, me llevaron a mi cuarto mientras vestían a Camilo, estaba muy cansada, en las reuniones prenatales nunca mencionaron el dolor insoportable y la fatiga, pero doña Victoria tenía razón, se olvidaba cuando el niño nacía y esa agonía no la recordaba.

—¿Cómo te sientes linda? –preguntó doña Victoria cuando llegó a mi cuarto

—Cansada, pero feliz, siento que volví a nacer –di un gran suspiro

—Lo sé –acarició mi cabello –hablé con tu mamá, dice que vendrá mañana, se escuchaba feliz por su primer nieto

—Qué bien, ¿y dónde está Aurelio?

—En la cafetería del hospital, no come nada desde que te trajimos pero volverá más tarde

En ese momento la puerta se abrió y una enfermera entró con una cunita donde se encontraba Camilo envuelto en una manta azul pastel y con la ropita que le compramos.

—Señora, tiene un hermoso visitante -Sonreí de inmediato –necesita que lo alimente

—¿Alimentarlo? –me puse nerviosa

—No se preocupe yo la orientaré -extendí mis brazos y ella lo colocó en mi regazo costó un poco pero finalmente Camilo comenzó a tomar leche mientras apoyaba una de sus manitas en mi pecho, era una sensación gratificante saber que alimentaba a mi hijo

—Toma toda la lechita que quieras mi amor para que crezcas sano y fuerte –dije mientras acariciaba su pelito rubio, mi niño era hermoso y sus ojitos azules

—¿Cómo lo llamarás Julieta? –doña Victoria se acercó en cuanto la enfermera se fue

—Camilo, como mi papá, un ángel en mi vida –no quise comentarle sobre el apellido de mi hijo, pero ignoraba qué tanto sabía sobre mis sentimientos por su hijo. Observé a mi pequeño y dulce Camilo alimentándose de mí, ajeno a esta conversación, supe que Dios sabía lo que hacía: me envió a Camilo en el momento más duro de mi vida, sin ese embarazo quizás no habría tenido fuerza para seguir adelante, solo me habría gustado que la situación fuera distinta, por ejemplo que su padre no se hubiera ido y me acompañara en el embarazo, pero había ganado uno mejor. Ahora necesitaba divorciarme, pero no sabía cómo.

Aurelio narrando:

Decidí quedarme con Julieta y Camilo en el hospital, pedí unos días libres en la universidad, pues necesitaba encargarme de un asunto familiar, no mentía pues sentía a Julieta y a Camilo parte de mí familia. Cuando volví a la habitación mi madre se había ido y Julieta se encontraba con Camilo en brazos.

—¿Cómo te sientes?

—Feliz –suspiró –me siento tan completa y un poco asustada

—¿Por qué?

—No sé si seré una buena madre, no quiero ser muy estricta pero tampoco blanda

—Lo harás bien, decidirás lo mejor para Camilo

—Gracias Aurelio

—No tienes nada que agradecerme

—Por supuesto que tengo, si no fuera por ti, habría tenido que darlo en adopción. Cuando tenía dos meses de embarazo pasé por una casa hogar, vi a los niños corriendo por el patio y pensé en dejarlo ahí si mi situación no cambiaba y el corazón se me partió de solo pensar que debía abandonarlo después de soñar con él durante años –lo veía con tanto amor mientras sus ojos se llenaban de lágrimas

—Jamás Julieta, Camilo no estará mejor con nadie más que contigo: su madre, como te dije entre todos los de la residencia te ayudaremos a cuidarlo, ¿todavía quieres registrarlo con mi apellido?

—Sí, no tengo dudas, quiero que mi hijo te tenga como figura paterna, alguien a quien admire

—¿Piensas contarle lo que pasó?

—Sí, cuando sea el momento lo haré, la verdad siempre se sabe y no quiero sus reproches, mis padres me enseñaron la honestidad

—Por cierto, ¿cuándo viene tu madre?

—Mañana Dios mediante, está ansiosa por conocer a su nieto

Seguimos hablando durante un rato hasta que Julieta dio muestras de somnolencia, entonces tomé a Camilo y lo puse de nuevo en la cuna hospitalaria que llevaron al cuarto pues Julieta no quería separarse de su hijo. Besé al bebé mientras le decía:

—Ay Camilo, fue hermoso conocerte, aunque no seas mi hijo de sangre te amo como tal y prometo que los protegeré a ti y a tu mamá de quién sea. Te amo.

Al día siguiente llamé a Jorge para contarle la novedad mientras almorzaba

—¿Ya nació?

—Sí, todo salió bien gracias a Dios, Julieta y él se encuentran en perfectas condiciones, yo estuve en el parto

—No me digas

—Fue la experiencia más hermosa de mi vida –sonreí mientras recordaba el momento que tuve a Camilo en brazos –fui afortunado, no comprendo cómo hay hombres que no quieren ser padres

—Te sentirías orgulloso de ser su papá, ¿verdad?

—En cierta forma lo seré, voy a registrarlo como mi hijo, Julieta estuvo de acuerdo, se lo propuse hace tiempo y hasta ahora aceptó

—Wow –exclamó Jorge –realmente te convertiste en el padre de un niño que no es tuyo, ¿y tus padres qué piensan al respecto?

—Mi papá no tengo idea, mi mamá sabe que Julieta y yo nos queremos, nos vio besándonos la noche después del babyshower

—¿Y cómo lo tomó? –preguntó expectante

—No se opone, solo que me aconsejó pensarlo muy bien y averiguar que Julieta esté sin compromisos

—¿Y lo está?

—Me ama, eso es lo que importa, lo que me preocupa más es la reacción de su madre, doña Regina es una buena persona pero, no sé su opinión respecto de que su hija se enamore de un hombre al que apenas conoce

—Suerte con eso mi amigo, ¿y dónde está tu suegra?

—Está con Julieta en este instante –suspiré

Julieta narrando

Mi mamá llegó al día siguiente con Elisa a vernos a Camilo y a mí. Nunca la había visto tan emocionada y feliz, veía a Camilo con los ojos brillantes y una sonrisa en el rostro.

—Ay mi amor, es precioso, un angelito –lo tenía en brazos –felicidades mi amor

—Gracias mamá

—Sí amiga, es una hermosura –exclamó Elisabetta -¿siempre le pusiste Camilo?

—Sí Camilo Sampaio Cavalcante

—¿Cavalcante? –preguntó confundida mi mamá -¿por qué ese apellido?

—Es el apellido de Aurelio, el hombre que fue a buscarte a Recife, él se ofreció a darle su apellido a mi hijo

—Qué dulce –Elisabetta se conmovió pero mi madre no pensaba igual

—Me parece extraño que haya querido darle su apellido a mi nieto, así nada más

—No le pondré Bittencourt, Osorio perdió ese derecho cuando nos abandonó y Aurelio quiso, nos ha tomado mucho cariño

—Y tú también, me imagino

—Mamá, ¿quieres ser más clara?

—¿Cuál es tu relación con ese hombre? ¿Son amantes?

—No mamá, Aurelio y yo jamás nos hemos acostado, pero lo amo y él a mí

—Ya me lo suponía, Julieta por más miserable que Osorio sea, sigues siendo una mujer casada, ¿qué pasa si quiere casarse contigo?

—Aurelio lo sabe todo, se lo conté una noche y no le importa, solo necesito encontrar la manera de divorciarme

—Más le vale que lo haga porque sería demasiado descarado después de lo que hizo

—¿Le hablarás del bebé? –preguntó Elisa

—Si se entera no lo negaré, pero no quiero saber de él, ¿podríamos cambiar de tema? Es muy incómodo para mí

—De acuerdo, ¿ahora qué piensas hacer?

—Volveré a la universidad, abriré un restaurante para mantener a mi hijo

—Me gustaría que volvieras conmigo a Recife

—Mamá, ya tengo mi vida aquí, pero en cuanto mi situación se aclare te visitaremos

Me miró con amor, pero yo sabía que el tema de Aurelio no había terminado y estaría pendiente.

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