Capítulo 28
Dos meses después
La gestación de Julieta había llegado a sus nueve meses, Mariana la disculpó del negocio de la panadería mientras se recuperaba del parto pues en ese momento pasaba cansada la mayor parte del tiempo, soñolienta y por esto Mercedes y Victoria se encargaban del horneo de panes bajo la supervisión de Julieta, tampoco podía subir al jardín y lo extrañaba mucho, por el momento pasaba del cuarto a la cocina y viceversa. Y ahí se encontraba una mañana cerca del medio día mientras Victoria horneaba unos cupcakes y Jane daba clases en la sala.
—Ay, este aroma le abre el apetito a cualquiera –suspiró la señora Cavalcante mientras se sentaba frente a Julieta –se venderán muy rápido
—En Recife se vendían muy bien, por eso mi mamá siempre decía que podía abrir mi propia pastelería, en cuanto nazca Camilo y me recupere entraré a la universidad, sacaré a mi hijo adelante –se frotó el vientre
—En unos días Camilo estará con nosotros
—Sí, estoy un poco nerviosa, pero ya quiero que suceda
—Todo saldrá bien Julieta, ya verás y no sé pero tengo el presentimiento de que será esta semana
—Ay ojalá
—Hola –saludó Aurelio, había vuelto para almorzar pues tendría que dar clases hasta en la noche y le daba tiempo –¿qué delicia están horneando? Huele delicioso
—En realidad es tu mamá, yo solo estoy sentada
—Las recetas son tuyas, cuando nazca Camilo regresarás al trabajo después de que te recuperes –insistió Victoria -¿ya quieres comer Aurelio?
—Sí por favor, me muero de hambre, ¿qué hiciste para almorzar?
—Un arroz con pequi que me quedó delicioso, como cuando eras pequeño
—Dios mío –exclamó Julieta
—¿No te gusta el arroz con pequí?
—No Aurelio, se me rompió la fuente
—¿Qué? ¿Es en serio? –preguntó algo alarmado
—Sentí que un líquido salía de mi cuerpo
Victoria se acercó y revisó a Julieta, quien en efecto tenía el vestido mojado
—Parece que soy buena con los presentimientos, se le rompió la fuente
—Dios mío mamá –exclamó Aurelio - ¿qué debemos hacer?
— Con alterarnos no ganaremos nada, debemos llevarla al hospital ahora ve y prepara el auto, tenlo listo en menos de cinco minutos –el profesor salió para hacer lo que su madre le pedía –tranquila Julieta respira
—Duele –contestó mientras sentía una contracción
—Lo sé, pero piensa que en unas horas tendrás a tu bebé en tus brazos –dijo sacándole una sonrisa
—Es que tengo miedo
—Todas las madres lo tenemos, pero lo olvidamos en cuanto vemos a nuestros bebés y contigo ocurrirá lo mismo –la abrazó fuerte –calma todo saldrá bien
Cuando Aurelio tuvo listo el auto regresó y cargó a Julieta mientras Victoria iba por la maleta que prepararon
—Aurelio, necesito que me hagas una promesa –le pidió
—Claro
—Si no sobrevivo al parto prométeme que aquí cuidarán a mi niño y le dirán cuánto lo amaba –una lágrima rodó por su mejilla
—No Julieta, yo no te prometeré eso porque nada ocurrirá, estarás bien, darás a luz, cuando te den el alta volverás a la residencia y criarás a tu hijo y entre todos te ayudaremos con él, has esperado nueve meses para este momento, no hay espacio para el temor
Aurelio la colocó en el asiento del acompañante y en cuanto Victoria volvió partieron al hospital, Julieta rabiaba de dolor, era una mezcla de agonía y emoción estaba ansiosa por tener a su bebé en brazos.
Llegaron al hospital y después de una revisión, el obstetra determinó que en efecto, tendría a su bebé en unos instantes y de inmediato la llevaron a la sala de labor, pero antes de comenzar le preguntó a Julieta
—¿Quiere que alguien entre con usted a la sala de labor?
—Sí –preguntó al borde de la agonía –el hombre que me trajo, Aurelio
—Enfermera, vaya y busque a Aurelio y dígale
La enfermera hizo lo que el doctor y pidió y se dirigió a la sala de espera y buscó a Aurelio, él sin pensarlo, fue con la enfermera y después de los protocolos entró en la sala de labor, donde Julieta lo esperaba y al verlo extendió su mano para que la estrechara.
—Bien señora, llegó el momento, respire hondo y cuando sienta dolor empuje –indicó el doctor
Julieta hizo lo que el doctor pidió con todas sus fuerzas mientras Aurelio le daba ánimos de que podía hacerlo, ese dolor duró media hora y finalmente un lloro anunció que una nueva vida había llegado, el corazón de Julieta se llenó de felicidad y suspirando, cerró los ojos mientras esperaba que trajeran a su bebé
Aurelio sin contener la curiosidad se acercó a donde examinaban a Camilo y se quedó sin palabras, era un niño hermoso, pequeño y delicado, su corazón se llenó de amor al verlo, le fascinaba cómo todos comenzamos así de pequeños, estaba tan absorto que casi no escuchó cuando la enfermera le habló
—Llévelo con su madre
—Oh no, nunca he cargado a un recién nacido –contestó extendiendo sus manos hacia adelante
—Tranquilo papá, algún día deberá hacerlo
Sintió una alegría cuando la enfermera colocó a Camilo en sus brazos, en ese momento entendió lo que era el amor paternal, nada se le comparaba. Bueno una cosa sí, la felicidad de Julieta cuando tuvo a Camilo en sus brazos.
Con una sonrisa tierna, Julieta lo tomó y lo besó muchas veces mientras le decía cuánto lo amaba y esperaba
—Es un niño fuerte y sano, felicidades señora –dijo el doctor
—Gracias
—Felicidades Julieta por tu hijo, es hermoso y gracias por permitirme participar de este momento –dijo Aurelio
—Nadie más podía estar aquí y sí estoy de acuerdo con que le des tu apellido a mi hijo, no debí pensarlo ni un momento, él se llamará Camilo Sampaio Cavalcante.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro