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Capítulo 13

Esa noche me fui a dormir tranquila después de un día tan agitado como ese, ahora reflexionando, me di cuenta del riesgo que corrí al irme sin saber a donde ir, no solo a mí, sino a mi hijo, pero el miedo a otra humillación me ganó y actué sin pensar en las consecuencias, fui impulsiva, cuando doña Victoria me dijo que podía quedarme si pagar, sentí que por fin mi vida estaba volviendo a ser normal sin tantos sufrimientos, estaba agradecida con Dios y con esas personas que sin conocerme decidieron ayudarme sin pedir, ni preguntar nada.

Al día siguiente bajé a desayunar, ya todos se habían ido, solo estaba Jane frente al piano, preparando una clase y doña Victoria y Mercedes tomando café

—Buen día –dije

—Buen día Julieta –dijo Mercedes

—Buen día a los dos –dijo doña Victoria

—¿A los dos? –dije sentándome en un banco

—Sí, a ti y a tu bebé, yo acostumbro saludar tanto a la madre como al niño

—Es una linda costumbre, yo desde el primer día comencé a hablarle para que cuando nazca sepa quién soy, no veo la hora en que comience a moverse –dije acariciando mi vientre

—En cualquier momento sucederá y te aseguro que es una sensación hermosa –dijo sonriendo -¿qué vas a querer para desayunar?

—Ah, no importa, lo que hay está bien doña Victoria

—Bueno, hay café, pan frutas, mantequilla y ayer horneé pan, la alacena está llena, puedes pedir lo que quieras

—Entonces, me gustaría, si se puede, un jugo de naranja, pan cuadrado, con mermelada, queso crema y quizás, una tortilla con queso y huevos revueltos, espero que se pueda y no creen que soy golosa

—Por supuesto y no te apenes, yo comía el triple cuando estuve embarazada de Aurelio, Mercedes y Afranio son testigos –decía Victoria mientras preparaba el refresco de naranja y Mercedes los huevos revueltos

—Mientras tanto yo pondré el pan en la tostadora

—Julieta no es necesario

—Por favor, ayer dije que quería contribuir, no quedarme sentada esperando que me sirvan todo doña Victoria, ¿dónde está el pan?

—Ya te lo alcanzo –dijo yendo hacia una alacena de donde sacó una bolsa con el pan cuadrado, de reojo, pude ver todo lo que había en dentro, frutas, mantequilla panes y por un momento, me remonté a mis días viviendo en Pinheiros en el apartamento donde fui feliz con mi marido y del que por su culpa me vi obligada a salir, siempre teníamos la alacena y la refrigeradora llenas, nunca sufríamos hambre y sobraba el dinero, dinero que no quería imaginar de donde lo había sacado pues recordaba todo lo sucedido después, el juicio, cuando llegaron a llevarse los muebles y solo quedé con mi ropa y unos adornos que había comprado y una profunda desilusión, rabia y miedo de lo que pasaría conmigo y mi hijo a partir de ese momento.

—Jane toca muy bien el piano –dije escuchando la música mientras desayunaba

—Sí –dijo Mercedes –tiene 5 alumnos a la semana al principio no suenan bien pero conforme avanzan las clases se vuelven unos grandes intérpretes

—Tienes razón, talvez en estos días me inscriba en sus clases para probar

—Debería hacerlo doña Victoria, trabaja todo el día, una distracción sería bueno para usted –dijo Julieta –hablando del tema, ¿no hay alguna persona que necesite alguien que limpie su casa?

—No, la mayoría de personas que conozco o son amas de casa o trabajan fuera y limpian en sus días libres

—Ah entiendo –dije suspirando

—No te preocupes Julieta, encontrarás algo, además ya te dije que me pagarás cuando puedas

—No es solo los gastos de la residencia también necesito mantener a mi hijo, darle un futuro estable, comprarle lo que necesita –dije colocando mi mano sobre mi rostro –antes de llegar aquí, pensé que tendría que darlo en adopción, pero Dios los puso en mi camino y no lo haré

—Ese angelito debe quedarse contigo Julieta, el lugar de un bebé es con su madre, ya verás que encontrarás trabajo, pero debes estar tranquila por tu hijo

—Aurelio me dijo lo mismo, su hijo en un gran hombre doña Victoria

—Nadie lo sabe mejor que nosotros, mi hijo es un buen hombre, la mujer que se case con él será afortunada

—¿Aurelio es soltero?

—Sí, ha tenido novias, pero no ha encontrado a la mujer adecuada para él, pero yo siempre oro para que la encuentre

Escuchaba a doña Victoria atentamente, no pude evitarlo pero al escuchar que Aurelio era soltero sentí una extraña alegría y alivio, pero lo atribuí a las hormonas del embarazo, yo soy una mujer casada y embarazada, Aurelio no se fijaría en mí, solo me ayudó como un acto de calidad, así como su familia, haría lo mismo con cualquier otra, respiré hondo, tratando de despejar esos pensamientos porque tenía otros asuntos en los que pensar, como conseguir trabajo y distraerme, no solo por mí sino por mi hijo y seguí desayunando.

El timbre de la residencia sonó y doña Victoria abrió y unos minutos después escuché pasos y una voz detrás de mí

—Buenos días

—Mariana buenos días –dijo doña Victoria acercándose para saludarla –hola Joao

Ese nombre me pareció familiar, que me volteé y me sorprendí con lo que vi, era la misma mujer que vi ayer en el parque con su hijo

—Discúlpeme por no venir antes pero entre el caterin y João no tengo tiempo

—Ay no te preocupes, solo tráelo más seguido –dijo Mercedes

—Trataré

—Ven quiero presentarte a alguien, Mariana, ella es Julieta, nuestra nueva inquilina, Julieta, ella es Mariana, esposa de un amigo de Aurelio

—Tú

—Me alegra volver a verla

—¿Se conocen? –dijo doña Victoria sorprendida

—Sí, ayer en el parque mientras paseaba a João, me pidió que le recomendara un lugar donde quedarse y al parecer siguió mi consejo

—No, yo soy inquilina de la residencia desde hace días

—¿Significa que tú eres la mujer de la que Aurelio habló hace unos días que llegó a la residencia?

—Sí

—Bueno, me alegra conocerte oficialmente –dijo extendiendo su mano

—Igualmente –dije apretándola

—Mariana tiene un cáterin y además trabaja en conjunto con Brandao en la cafetería

—Bueno, no es exactamente un trabajo, solo hago los pasteles, mi trabajo de verdad es el cáterin –dijo sentándose a mi lado -¿y tú? ¿A qué te dedicas Julieta?

—Por el momento no estoy trabajando Mariana, estoy buscando empleo, pero nadie me lo da por mi embarazo

—Sí, es muy difícil, por las licencias y porque no rinden lo mismo

—¿A ti te sucedió?

—No, yo tenía el servicio de Cáterin desde antes y pude trabajar e ir a los eventos hasta el sexto mes, pero por el cansancio y los dolores de espalda debí dejarlo a cargo de mi equipo pero si no también estaba la cafetería y no debía preocuparme por el dinero y también a Víctor, él ha sido un esposo y padre dedicado, me compraba las medicinas, me llevaba a las consultas y cumplía mis antojos

Mientras escuchaba a Mariana, sentía dolor y un poco de envidia, pues yo creí que Osorio haría por mí y nuestro bebé, lo que Brandao hizo por Mariana y el angelito que tenía en sus brazos, varias veces al día me preguntaba dónde estaría, si pensaba en mí, por qué lo hizo y si se comunicaría conmigo o si volvería

—Es un niño muy bonito felicidades –dije viendo al bebé que me encaraba –hola João

—Gracias, ¿quieres cargarlo?

—Ay no lo sé, no quisiera botarlo, nunca he cargado a un bebé

—No te preocupes, además debes ensayar para cuando tu hijo nazca

—Está bien, pero solo un momento

Extendí mis manos y recibí al bebé, era tan pequeño, delicado, tierno movía sus bracitos y piernitas y no pude evitar darle un beso en la mejilla

—Te ves muy bien con un bebé en tus brazos –dijo Mariana

—Sí, la maternidad te queda, serás una gran mamá Julieta –dijo doña Victoria

—Gracias Mariana, doña Victoria, pero eso lo sabré con el tiempo, ahora solo puedo esperar a que pasen los meses y nazca mi niño o niña

—Pues sí, en estos meses solo queda esperar y prepararnos para la llegada de esos angelitos –dijo Mariana tomando la manita de João que la encaraba -¿y has tenido antojos?

—Sí claro, de cosas dulces

—Yo tuve ganas de comer comida picante, a todo le ponía chile, tomaba jalapeños y me los comía enteros

—¿Cómo podías? –pregunté asombrada

—Víctor me preguntaba lo mismo pero siempre me los daba –dijo sonriendo –es un crimen dejar a una embarazada con antojos

—Tienes razón Mariana –dijo doña Victoria –a mí me dio por comer salado y Afranio me traía lo que le pedía, una siente una satisfacción cuando lo prueba

—Sí –dije refiriéndome a otras veces que he comido algo que se me ha antojado pues lo cierto era que no había podido satisfacer esos antojos de embarazada y me partía el corazón

Aurelio narrando:

—Bueno si no hay más preguntas, damos por concluida la clase de hoy

—Gracias profesor –dijeron todos

Era la última clase del día y estaba exhausto y mis alumnos también, llevábamos dos horas en clase, viendo las figuras trigonométricas, sen, cos, tan, cot y resulta muy tedioso para ellos, los últimos minutos de clase puedo verlo en sus caras, contando los segundos para que la clase termine y como buen profesor los dejo descansar

Terminaba de hablar con un estudiante, cuando entró Cassandra, una de mis colegas, rubia, inteligente, llevaba trabajando en la universidad un poco más que yo, daba las clases de cálculo

—Hola Aurelio

—Hola Cassandra, ¿cómo estás? ¿Qué se te ofrece?

—Vine a invitarte a tomar un café, antes de que comience mi otra clase ¿puedes?

—Perdón Cassandra, estoy muy cansado y quisiera ir a mi casa, talvez en otra ocasión

—Eso me has dicho todas las ocasiones que te he invitado, parece como si no disfrutaras mi compañía

—Pero si en otras ocasiones hemos salido juntos

—Con nuestros colegas, yo estoy hablando salir solos tú y yo, ¿qué tiene de malo?

—Nada, solo que no quiero ilusionarte en caso de que albergues una esperanza de tener una relación más allá de la laboral y de amistad

—Yo nunca he dicho eso

—Pero en caso de que lo pienses y quisiera dejar claro ese punto

—Con permiso –dijo fulminándome con la mirada, marchándose en el mismo momento en que Jorge entraba

—¿Qué sucedió con Cassandra? ¿Por qué salió tan furiosa?

—Vino a proponerme que saliéramos a tomar un café y le dije que no, además, aproveché para decirle que solo podríamos ser amigos

—Por la cara tan furiosa que tenía, le cortaste las alas

—Yo nunca le he dado esperanzas a Cassandra ni a ninguna de nuestras colegas

—Sí, pero eso no impide que se enamoren de nosotros amigo –dijo dándome una palmada en la espalda

—Ni nosotros de ellas

—¿Lo dices por cierta mujer que llegó a la residencia hace unos días?

Con esas palabras, mi mente evocó la imagen de Julieta, su sonrisa, sus ojos, su pelo y no pude evitar un suspiro y me perdí en esa ilusión, hasta que con un chasquido, Jorge me trajo de vuelta a la realidad

—Ya veo que no me equivoqué y hablando del tema, ¿cómo está? –dijo mientras salíamos del aula

—Bien, ya más repuesta, ayer se fue de la residencia porque no quería que mi madre la echara, pero gracias a Dios pude regresarla

—Doña Victoria sería incapaz de echar a alguien, pero, ¿por qué lo pensaría?

—Solo puedo decir que habló con mi madre y el asunto quedó resuelto, me alegro por ella

—Y tú también te alegras de que no se haya ido, dime la verdad

—Sí, ay Jorge, creo que ya encontré a la mujer de mi vida y no me importan sus condiciones –dije refiriéndome a su embarazo

—Pues entonces ve conquistador y gana a tu doncella y cuando puedas me la presentas

Me reí ante la actitud de Jorge pues tenía razón me sentía atraído por Julieta, nunca había sentido algo así por nadie y tenía una nueva motivación para llegar a mi casa y verla, esperaba no tener otra sorpresa como la de ayer y tener que salir a buscarla, pero lo haría, porque sin ella mi vida ya no tenía sentido,

Llegué a la residencia y un delicioso olor invadió mis narices, provocando que mi estómago rugiera, mi madre o Mercedes estaban cocinando y yo quería saber que era, fui a dejar mis pertenencias a mi cuarto y bajé, en la cocina estaban mis padres, Mercedes, Cecilia, Ernesto, Jane y para mi sorpresa, Julieta frente a la cocina

—Hola hijo –saludó mi padre -¿cómo te fue?

—Bien gracias a Dios, estoy exhausto, ¿qué están haciendo?

—Esperando que Julieta termine de preparar un... ¿cómo dices que se llama? –preguntó Cecilia

—Cordon Bleu, una receta francesa de pollo

—El olor llega hasta la puerta –dije sentándome –debe estar muy sabroso

—Eso espero, hace meses que no cocino, ojalá no haya perdido la sazón

—No lo creo, estoy ansioso por probar ese Cordon Bleu

—También yo –dijo mi madre

Julieta colocó la salsa sobre el pollo en unos platos y los fue pasando a cada uno de nosotros por último se sirvió ella

—Esta es una comida para agradecer lo que han hecho por mí en estos días espero les guste

—Gracias –dijimos todos

Cuando probé el primer bocado, quedé atónito, ese pollo estaba delicioso, no quería parar de comerlo y por la cara de los demás tampoco

—Me parece que estoy en riesgo de perder mi empleo –dijo Mercedes –porque esto está buenísimo

—Estoy de acuerdo, no en que tu empleo está en riesgo –dijo mi madre –cocinas muy bien Julieta

—Ayer cuando veníamos dijo que cocinaba pero no me contó que tan bien –dije encantado

—Gracias a todos –dijo con una sonrisa tímida

—Julieta, ¿has tratado de montar un negocio de comida? –preguntó Cecilia –como el cáterin de Mariana

—No, la verdad no

—Pues deberías, tendrías mucho éxito

—Completamente de acuerdo con Cecilia

—En realidad solo lo veo como un pasatiempo

—Un pasatiempo que te puede dar ingresos –dijo mi padre –porque yo te contrataría para un evento

—Se los agradezco mucho

Se veía la felicidad en su rostro con los elogios que todos le dimos y sentí que consideró la idea del cáterin o un restaurante, no parecía la mujer que ayer con lágrimas en los ojos y abrazó a mi madre cuando le dijo que podía quedarse, aliviada de que ella y su hijo tendrían un techo, cuando los demás llegaron de sus trabajos, recibieron su parte del Cordon Bleu pues Julieta hizo suficiente y como nosotros, la elogiaron, después de que Jane y Emma dieron su acostumbrado recital, nos sentamos en la sala a ver la televisión y en el noticiero dieron un reportaje sobre un empresario llamado Osorio Bettancourt que hace meses había escapado, sus colegas estaban en prisión, pero hasta ahora seguían sin pistas sobre su paradero, escuché que allanaron su compañía y esta quebró, me parecía increíble que para volverse más ricos estafaran a los demás.

—Ojalá lo atrapen pronto –dijo Jane

—Sí, no entiendo cómo hay gente que por ambición le hace daño a los demás, es indignante –dijo mi madre

—¿Qué pasaría si lo atrapan? –preguntó Emma

—Pues lo encarcelan y lo condenan como a sus cómplices y será una condena muy alta, 30 o 40 años máximo –dijo Ernesto

—Pobre de su familia, debe ser triste tener un pariente delincuente, ¿creen que tenga esposa?

—Una vez leí en internet que llevaba casado 8 años, pero no decía el nombre de la mujer, al parecer siempre la mantuvo en el anonimato

—¿Creen que esté pasando carencias? –preguntó Olegario

—No lo sé, pero ya conocen el dicho, "dime con quién andas y te diré quién eres", seguro ya estaba enterada de todo y disfrutaba cada centavo del dinero, pero jamás imaginó que se acabaría, solo lo lamento por los hijos si es que tienen porque seguro no sabían la clase de delincuente que es el padre –dijo Cecilia

De pronto, Julieta se levantó y se marchó, la escuchamos subiendo las escaleras con paso firme

—¿Por qué se fue así? ¿Qué le pasa? –preguntó mi madre preocupada –estaba tan bien hace unos instantes

—Seguro se sintió mal por el embarazo y fue a acostarse –opinó Emma

—Es lo más probable, no veo otra razón –dijo Cecilia

Yo no podía quedar con la duda, necesitaba ver si Julieta estaba bien, entonces fui a buscarla, primero al baño y después a su cuarto, pero no estaba en ninguno de esos lugares, comencé a preocuparme y pensé que se había ido de nuevo.

Estaba a punto de salir a buscarla cuando sentí la necesidad de subir a la azotea donde teníamos un jardín, pensé en ignorar ese presentimiento pero no quise quedarme con la duda, así que subí.

Para mi alivio ahí estaba Julieta, sentada en una banca, pero ese alivio se desvaneció cuando la vi llorando amargamente, así como cuando la conocí, necesitaba saber qué le sucedía y encontrar la forma de ayudarla, respirando hondo, me acerqué a ella

—Julieta

Ella levantó la mirada y pude ver las lágrimas que caían por sus mejillas, parecía tan desolada, indefensa, como si cargara un gran dolor, no podía verla así, me arrodillé frente a ella y tomando sus manos le pregunté:

—¿Qué te pasa Julieta, por qué lloras?

—Nada

—¿Cómo que nada? Te fuiste de repente de la sala y estás aquí llorando, cuéntame, solo quiero ayudarte

—Nadie puede ayudarme Aurelio

—Claro que sí, yo lo he hecho en estos días, ¿no te acuerdas?

—Sí, pero en lo demás no puedes

—Yo decido eso, Julieta desde que te conocí estoy consciente de que te ocurrió algo muy serio para que acabaras en esa condición económica tan difícil, ¿por qué no, lo compartes conmigo?

—Es que me afectó lo que dijeron en la televisión sobre Osorio Bittencourt y sobre su esposa, ella es una buena mujer y jamás participaría de un negocio sucio como ese, debes creerme –dijo mirándome con ojos suplicantes

—¿Tú conoces a ese hombre y a su esposa?

—Sí, lo conozco demasiado bien, él es mi esposo y el padre de mi hijo

—¿Qué?

—Mi nombre es Julieta Sampaio Bittencourt, el hijo que espero es de él

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