Capítulo 11
—Ella me dijo que volvería en cuanto hiciera el encargo que le pediste
—¿De qué estás hablando Aurelio? ¿Cuál encargo?
—Ella me dijo que salió a caminar y de paso realizar un encargo tuyo
—Yo no le encargué nada, ella solo me dijo que saldría a caminar y me dijo que agradecía lo que hacíamos por ella
—También me dijo eso, fue como si... se estuviera despidiendo
En ese momento corrí arriba hacia su habitación, desesperado, con un presentimiento que deseaba solo fuera eso, un presentimiento.
Abrí la puerta y vi todo acomodado, confirmando mis sospechas, Julieta se había ido y con ella un pedazo de mi corazón.
—Pero, por qué se fue y más sin despedirse, creí que estaba cómoda y le gustaba la residencia –dijo mi madre cuando bajé y le conté
—Yo tampoco lo entiendo mamá, cuando la llevaba a la mesa, se veía feliz
—Ella me dijo que en cuanto se mejorara del pie se iría pero yo le dije que podía quedarse todo el tiempo que quisiera, ¿qué pasó?
—No lo sé, pero no pretendo quedarme aquí tratando de adivinarlo –dije levantándome
—¿A dónde vas Aurelio? A buscar a Julieta mamá y no me esperes porque no volveré sin ella.
Julieta narrando:
Era el momento de partir, ya me sentía mejor del pie y podía caminar, además cuando prometía una cosa la cumplía, así que después de almorzar, subí a la que había sido mi habitación durante tres días, empaqué mis cosas, las pocas que tenía, dejé acomodado todo y bajé, convencida de que era lo mejor, antes de salir di una última mirada a ese edificio donde fui tan bien recibida, por un momento pensé en quedarme, sentía que mi bebé lo pedía pero no, era imposible, así que sacudí mi cabeza en un intento de librarme de esos pensamientos y salí.
Salí en dirección a la cafetería de Brandão, mientras caminaba, pensaba en dónde iría, si no tenía dinero, dormir en la calle no era una opción, en mi estado era muy peligroso, quizás podría ir a casa de Elisabetta y quedarme ahí unos días hasta que pudiera rentar otro apartamento o un cuarto, seguramente a Darcy no le importaría o quizás podría pedirle ayuda a Paulo, ya que sui empleo no se había visto comprometido con lo ocurrido.
—¿Julieta?
Me volteé y vi a Aurelio, él estaba guapo como siempre, con esos ojos azules que recuerdan al cielo y al mar y esa sonrisa que llena mi corazón de ternura
—Hola Aurelio
—Julieta qué sorpresa verte por aquí, me alegra que ya te sientas mejor para salir
—Sí a mí también, ¿qué estás haciendo por aquí?
—Las clases continúan hasta la una y vine a almorzar, ¿y tú?
—Yo vine a caminar y a realizar un encargo de tu madre
—Puedo acompañarte si quieres
—No gracias, no quiero interrumpirte, además voy de regreso de inmediato a la residencia
—Tú no me interrumpes Julieta, al contrario, disfruto mucho de tu compañía
—También yo y quiero agradecerte por lo que has hecho por mí, tú y los demás de la residencia, nunca lo olvidaré, estos tres días han sido maravillosos
—Ha sido un placer desde el principio, cuando te di el dinero para que compraras el rollo y el café
—Siempre que compre un café y un rollo de canela me acordaré de ti –dije esforzándome para no llorar porque esa era una despedida
—¿Qué te pasa Julieta?
—Nada, debe ser las hormonas del embarazo, no te preocupes estoy bien
—¿Segura?
—Sí
Para mi sorpresa me abrazó y yo le retribuí el abrazo, era lo último que tendría de él porque nunca más volvería a verlo y quería conservar bien cada momento vivido con él
—¿Ya estás mejor?
—Sí
—¿Ya almorzaste?
—Sí, antes de salir, no te preocupes
—¿Entonces nos vemos más tarde en la residencia?
—Sí claro –dije mientras pensaba –adiós Aurelio, adiós para siempre
Seguí caminando un rato, decidiendo qué hacer y entonces vi un parque muy lindo y fui a sentarme porque ya estaba muy cansada, había muchas personas entre ellas, un hombre paseando a su perro, dos señoras haciendo ejercicio y en la banca ubicada, frente a mí, una mujer con un bebé en sus brazos, jugando con él, inconscientemente puse mi mano en mi vientre pensando que en unos meses yo estaría igual que ella, consintiendo a mi niño, sin poder evitarlo me acerqué a ellos.
—Hola –dije
—Hola –dijo mirándome
—¿Es su hijo? .dije viendo al bebé
—Sí, se llama João
—Se parece a usted
—Sí eso me han dicho
—Parece que usted también tendrá un bebé
—Sí, yo también en unos meses estaré así
—¿Cuántos meses tiene?
—3, ya casi entro al 4 mes
—¿Y ha tenido náuseas?
—No
—Qué afortunada, yo hasta después de los tres meses pude descansar de los mareos y vómitos, este chiquitín no soportaba que comiera nada
No tenía tiempo de pensar en náuseas ni antojos en mi situación, estaba tan enfocada en mejorar mi situación y la de mi hijo que no tenía tiempo para experimentar las mínimas sensaciones del embarazo, ella me caía bien, seguramente si no estuviera en una situación difícil seríamos amigas
—¿Puedes decirme dónde hay un hotel por aquí cerca?
—No que yo sepa, aunque sí hay una residencia, conozco a los dueños son muy agradables, te la recomiendo
—Está bien –dije sabiendo el lugar al que se refería –gracias –luego me fui porque no quería que pensara que era una roba niños y fui a sentarme a una banca lejos de ahí y me concentré en pensar en cómo resolvería mi situación.
Aurelio narrando:
Recorrí todo Sao Paulo en busca de Julieta y el bebé, preguntando en cada local si alguien la había visto, pero nadie me daba razones de ella, yo estaba quedando cada vez más preocupado porque ya casi era de noche y tenía mucho miedo de que le sucediera algo a Julieta y a su hijo, ya estaba cansado, pero, no me rendiría pasaría la madrugada entera buscando si era necesario pero la encontraría y nunca la dejaría ir de nuevo porque la verdad ya no conseguía la vida sin ella.
—Vamos Julieta dame una señal por favor, Dios mío ayúdame a encontrarla –imploré al cielo estrellado
Y como si el Cielo estuviera de mi parte, la vi en la acera del frente, me sentí muy aliviado, se veía desorientada como si no supiera a donde ir exactamente como cuando la encontré y decidí seguirla y qué bueno que lo hice, pues en la siguiente esquina, un hombre empezó a molestarla, ella no le contestó y comenzó a seguirla, ella lo encaró, mientras tanto él la veía como si quisiera besarla, en un momento, la tomó por el brazo, no lo soporté más y decidí intervenir pero con cautela, me posicioné junto a ella y dije rodeándola con mi brazo:
—Mi amor aquí estás, te estaba buscando, ¿todo está bien? –dije y miré al tipo que me veía desconfiado –gracias por hacerle compañía a mi novia, ya puedes irte
Él me miró con desconfianza, pero no dijo nada y decidió irse, seguro se dio cuenta de que era más alto que él por una cabeza y que no le convenía iniciar una pelea pues saldría perdiendo.
—¿Estás bien? –le dije en cuanto se fue
—Sí, gracias por salvarme de ese hombre
—De nada y disculpa por decir que era tu novio pero fue lo que se me ocurrió para que se alejara más rápido
—No te preocupes Aurelio, está bien
—¿Cómo no voy a preocuparme? Te fuiste sin despedirte, todos están muy preocupados por ti sobre todo mi madre, quedó muy afligida cuando supo que te habías ido
—No quería que nadie se preocupara discúlpame
—Calma, todo está bien, ella no está molesta contigo y le dará mucho gusto saber que estás a salvo, ahora volvamos a la residencia
—Yo no voy a regresar
—¿Qué?
—Yo dejé la residencia Aurelio y nunca regresaré
—Pero, ¿por qué?
—Tengo mis razones
—¿Alguien te trató mal?
—No, todos han sido muy buenos conmigo, empezando por ti
—¿Entonces? El padre de tu hijo...
—Él no tiene nada que ver en esto, simplemente no puedo volver Aurelio
—Ya lo sé, la pregunta es por qué, Julieta, confía en mí
—No quiero que vuelvan a humillarme –dijo después de un momento
—¿De qué hablas? ¿Quién va a humillarte?
—Tu madre
—¿De qué hablas? Mi madre no ha hecho más que portarse bien contigo
—Aurelio, ¿qué hace tu madre cuando un inquilino no puede pagar un cuarto?
—Le da dos avisos y si no paga lo echa
—¿Ves? Esa fue la razón por la que me fui,
—¿Qué quieres decir?
—Que no tengo ni un centavo Aurelio es la verdad, no puedo pagar el cuarto ni la comida que tu madre me ha dado y sé que le caigo bien pero no iba a tardar en preguntarme cómo le voy a pagar, ni siquiera sé cómo voy a mantener a mi hijo –dijo comenzando a llorar –el día en que nos conocimos llegué a mi casa, la dueña me estaba esperando con mis pertenencias afuera y dijo que debía irme porque debía dos meses de alquiler, fue tan humillante que no quiero volver a pasar por lo mismo de nuevo Aurelio
—Habla con mi madre, estoy seguro de que llegarán a un acuerdo
—Lo mismo me dijo la dueña del departamento
—Cómo se ve que no conoces a mi madre –dije tomando su rostro en mis manos y mientras limpiaba sus lágrimas dije –calma, todo estará bien, volvamos a la residencia y hablemos con mi madre, ya es tarde y debes descansar estás embarazada
—Gracias Aurelio y otra vez perdón –dijo abrazándome fuerte
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