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Capítulo 5


Su voz chillona se alza sobre la habitación, regocijando nuestros oídos.

—Max, ¿Porqué mamá no despierta? —preguntó Valentina, frunciendo sus cejas.

Max llega hasta donde se encuentra y se arrodilla para quedar a su altura.

—¿De qué hablas pequeña? —cuestiona.

—Es qué... —Valentina toma aire.— estábamos jugando y luego se quedó dormida, pero ya no ha vuelto a despertar. Creo que está bastante cansada.

Max gira violentamente su cabeza hacia mi e intercambiamos miradas, en ellos hay incertidumbre. Mi pecho se aprieta y automáticamente siento comezón en mis ojos. Después todo sucede muy rápido. Max sale corriendo de mi cuarto espantado a la pequeña quien se a quedado plantada en el mismo sitio mirándomeestupefacta. La observo con pena, agarro su manita y la arrastro conmigo a la habitación cintigua, detrás de Max. Al llegar al cuarto nos topamos con una escena realmente desgarradora.

Max está tratando de reanimar el cuerpo sin vida de la señora Margaret mientras le pide abrir los ojos.

Oh Max, ya no queda ni un solo rastro de calidez en aquél cuerpo.

La habitación se inunda de fuertes sollozos, Max ya cansado, abraza fuerte el frío cuerpo de su madre mientras llora desconsolado.

Bajo la cabeza removiendome incómodo mientras trato de no llorar, aprieto los puños. Las lágrimas salen de mis ojos, el dolor en mi pecho se intensifica, entonces el cuadro presente cambia y es reemplazado por una habitación de hospital. En ella, yacen los cuerpos sin vida de mis padres, y mi yo de hace doce años, desconsolado por su partida. Ese día me sentí tan solo y no me imaginé que años más tarde iba a volver a perder a alguien seguramente importante. Mi cuerpo se estremece al sentir las pequeñas y frías manos de Valentina envolver mis puños e inmediatamente la miro, volviendo a la realidad. Sus lindos ojos se mantienen inocentes y expectantes mientras sus cejas se fruncen.

—¿Jack? —me dice la pequeña—, mi mamá, ella... ¿Está bien?.

Un nudo se formo en mi garganta. No sé qué responderte.

La llovizna términa por dispersar la cantidad de personas que asistieron al funeral. La neblina se hizo presente contrastando la frialdad de él día. A mi izquierda quedan las verdaderas personas que amaban a la difunta, su familia. Hoy hace tres días que la señora Moritz murió y ya todo en la casa cambio, al menos, no se siente la misma calidez de antes. Vuelvo a mirar la tumba ya taponado, mis pulmones se llenan del espantoso olor a tierra húmeda y a flores recién cortadas. Un fuerte mareo me invade y tengo que usar toda mi fuerza de voluntad para no correr y vomitar. Olor a muerte, como detesto ese aroma.

Hace frío y estoy empapado por la lluvia, ahora me arrepiento de no haberle hecho caso a la señora Lola y traer un paraguas para refugiarme de la lluvia. Las últimas en retirarse fueron la señora Lola y su hija ; Max, su padre y hermana de quedaron un rato más bajo el sereno pero protegidos por un paraguas que era cuidado con recelo por Max.

Valentina deja ver una pequeña rosa blanca que traía escondida en su abrigo y saltándose del agarre de su padre, se acerca a la tumba, ignorando el rose permanente de las gotas de lluvia con su cuerpo, se agacha y con delicadeza dejó la rosa en la arena. Sin poder aguantar las lágrimas corre hacía su padre y lo abraza, escondiendo su cabeza en el abrigo de esté mientras llora desconsolada. El señor John con lágrimas en sus ojos, acarició el mojado cabello de su hija casi con delicadeza, como si temiera de romper lo más preciado para el.

Ese mismo día, en la noche la pequeña Moritz se enfermó.

Su carita roja y bañada en sudor con su temperatura corporal elevada mientras su cuerpo temblaba ligeramente aún no sale de mi cabeza. Se veía tan frágil en aquella cama qué me causó malestar. Ella estaría bien, contaba con el amor de todos en esta casa, incluyendo el mío.

La señora Lola término de cubrir a Valentina con la gruesa cómoda mientras verifica su temperatura, desde qué la pequeña se había desmayado en los brazos de su hermano en el sementerio, no se ha despegado de ella en ningún momento a igual que su padre que solo se aparto de su lado para despedir al médico y Max qué ahora se encontraba descansado en su habitación, el pobre fue el que más le ha tocado el asunto de la muerte de su madre. Casi le da un infarto al presenciar aquella escena, pero fue el señor John que le tuvo que dar un calmante para que dejase de gritar.

Si la muerte de su esposa y madre les afectó, seguramente perder a Tina los destrozaría.

Mi piel se eriza ante aquel espantoso pensamiento. No, no, Tina es muy fuerte para morir. Es mejor no pensar en eso.

Antes de salir de la habitación, le hecho una última mirada a la enferma y al comprobar que ya no está tan roja, camino con sigilo y abro y cierro la puerta saliendo de la habitación. Suelto un suspiro cansado ya en el pasillo pero no logro seguir avanzando la escena que acontece a unos pasos de mí, el dilema en el que está Kate.

La morena está de pie enfrente de la puerta de Max, seguramente sumergida en sus propios pensamientos, aún lleva puesto la ropa que traía está mañana, aprieta con fuerza la bandeja que contiene comida, su cabeza la mantiene gacha y si no estoy mal se está debatiendo en sí entrar o largarse.

Con pena camino hacia mi habitación y con convulsiones por todo mi cuerpo, me encierro. Ya sólo, dejó escapar el aire que he retenido a lo largo del día, me quito el saco, desencajo mi corbata y me siento en los pieseros de la cama, tiro los molestos zapatos y dejó caer mi cuerpo al suave colchón. Suspiro una vez más y recorro la cama hasta llegar al cabecera en donde descanso la cabeza en la almohada.

Pese a que siento mucho sueño y mi cabeza pica como condenado, mis ojos no se cierran y se mueven en la oscuridad tratando de hallar alguna distracción hasta que me duermo.

Ya mañana será un nuevo día, solo espero que sea más esperanzador para la familia Moritz.

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