
Capítulo 3
Dentro de la habitación no logró escuchar nada más que murmullos, unas dulces y gruesas risas, de nuevo murmullos, y luego un débil pero sonoro chillido.
Mi pecho se aprieta y duele, no comprendo la necesidad de la vida de ponernos a sufrir si al final nos quita todo lo que nos hace feliz.
Momentos más tarde, mi amigo vuelve, tiene los ojos inyectados de sangre, prueba irrevocable de que había estado llorado aunque no había rastro de lágrimas en su rostro.
—Adelante, mamá quiere conocerte.
Asiento ante sus palabras y me adentró a la habitación. El olor a canela es suave y agradable para el olfato, sus paredes están pintadas de un beige crema que hacen juego con las relucientes y blancas alfombras, estás permanecen perfectamente colocada en el suelo de la inmensa habitación, la luminosidad coloreaba de acuarela las cortinas abiertas de par en par sobre el gran ventanal. Al llegar a la gran cama matrimonial me sorprendo ante la imágen tan dulce e impactante que yacía en aquella cama.
Una delgada y pálida mujer nos aguardaba debajo de las gruesas sábanas de seda. La mujer nos sonríe con debilidad, es impresionante el parecido de ésta con sus hijos aunque más con Valentina, su hija. Pero con ciertos atributos que las diferencias.
La madre de Máxi está extremadamente delgada, de piel pálida, nariz larga y de punta con un ligero color rosado que alcanza sus cachetes, unos labios muy finos, ojos enormes e iris es de color café oscuro, debajo de estos unas pronunciadas ojeras opacadas por unas largas y gruesas pestañas. Su sonrisa es muy cálida y maternal. Como aquellas que me dedicaba mi madre. Max se acerca hacía su madre, agarra su mano y la envuelve con la suyos.
—Madre, éste es Jack Wagnen, mi mejor y único amigo en la universidad.
La mujer vuelve a mirarme y su sonrisa se amplia, mostrando unos pequeños dientes de conejo que daba juego con su lindo aspecto.
Sonreí nervioso.
—Un gusto Jack, Margaret De Moritz —se presenta, alzando un poco sus manos, rápidamente me acerco también a ella y en un rápido movimiento tomo su mano y las agito con delicadeza.
Me aclaro la garganta pretendiendo alejar el nudo que se a formado de repente en mi garganta.
—Un gusto señora Margaret.
La madre de Max me inspecciona con la mirada como las madres que sospechan que sus hijos están haciendo algo por lo que deberían preocuparse, aquello me hace estremecer y cuando sus ojos volvieron a conectarse con los míos, me sonrió.
—¡Eres un papucho! No crezcas, espera a a mi hija —me alago, soltando una risilla por lo bajo que al final se le convierte en tos. Mis mejillas arden y bajó la cabeza avergonzado.
—¡Mamá! —la regaño su hijo, después su cuello se tuerce, mirándome, automáticamente me coloco recto pero Max me regala una pequeña sonrisa sufrida.
La señora Margaret se hecha a reír inundando la habitación de alegría. Poco a poco Max se le fue uniendo y pronto hasta yo acabé contagiado.
—¿Celoso? —le pregunta Margaret.
Mi amigo no responde de inmediato, se cruzó de brazos caprichoso y desvío la mirada hacía el gran ventanal mientras hace muecas.
—¡Que va! —exclama, infantil.
Suelto un pequeño chillido de burla que amenazaba con salir pero me disimuladamente tapó la boca con mi brazo para no avergonzar aún más a mi amigo.
—¡Ja! Muy bien que te conozco muchachito, recuerda que yo fuí quién te tuvo en la barriga por nueve meses y también te crie —le recrimina, picándome el ojo a modo de juego —... Pequeño Airon-man.
Mi carcajada no se hizo esperar, ante el nuevo descubrimiento sobre la secreta infancia de mi amigo, y está vez, Airon-man.
Max chilla de frustración.
—¡Mamá!, habíamos quedado que eso se iba a olvidar.
—Nunca podré olvidar a mi pequeño héroe —dijo, de pronto melancólica y con la mirada pérdida, la madre de Max aprieta la mano de su hijo. A Max también se le pierde la mirada.
Callo e hice una mueca sin emitir sonido alguno. Todo esto me hace recordar de cierta forma los momentos que pasé junto a mis padres, una ruleta rusa de emociones que el ser humano se tiene que enfrentar ante la partida de un ser querido. Me invadieron unas tremendas ganas de descansar, como si mi cuerpo por si solo no pudiera seguir andando.
Después de aquellas palabras nos despedimos bajo un fuerte ambiente pesado. Margaret se excusó en que tenía sueño y debía descansar y Max hizo lo mismo. En silencios mi amigo me mostró lo que será mi habitación, aunque no medimos más palabras y se fué. Su madres se había empeñado con que yo ocupará esta habitación.
Suelto un suspiro al verme solo.
Muchas emociones fuertes en sólo un día.
Al caer la tarde, ya estaba acomodado en una de las habitaciones principales. Termino de desempacar mi maleta y me tumbo a la cama cerrando mis ojos tratando de relajarme, pero unos suaves golpes en la puerta logran despertarme, me reincorporo pesadamente en la cama y me froto con suavidad mis ojos, los abro y cierro varias veces para adaptarlos a la oscuridad. Al parecer me e quedado dormido.
—Adelante —Digo, ronco.
El pestillo de la puerta se gira provocando un pequeño chillido al momento de abrirse. Una mujer aparece ante mí, da dos pasos a la izquierda y enciende el interruptor dándole luz a la habitación y revelando una mujer alta, debe de rondar los dieciocho u diecinueve años, de tez morena, cabello negro rizado recogido con una trenza, ojos pequeños y oscuros, de grandes labios y nariz redonda, grandes pestañas y muy delgada. Lleva puesto un uniforme de enfermera.
—Buenas noches, joven —me saluda cordialmente—, la cena ya esta lista.
Bostezo y me levantó de la cama.
—¡Ah, si! Claro -murmuró, desorientado—. Disculpa, ¿tu eres...?.
—Kate, Kate Calvo, a su servicio —se presenta mientras inclina un poco su cabeza. Me pareció estar en frente de una mujer medieval aunque su solo nombre se me hace extremadamente conocido.
—¿Kate Calvo? ¿Nos conocemos? —le pregunto extrañado. Pero ¿a donde lo he escuchado? ¿donde...?.
Kate frunce su ceño viéndome confundida.
—No señor, apenas nos conocemos —sentencia.
—Juro que yo...
Iba agregar algo más pero soy interrumpido por mi amigo que apenas puso un pie dentro de la habitación, literalmente su cuerpo se tenso, entumiendo su rostro.
—Kate... —pronuncia mi amigo en un susurró.
Kate también se tenso su cuerpo mientras su cara se convirtió en una piedra. Nuevamente el ambiente se vuelve denso haciéndome sentir fuera de lugar, pero luego lo comprendí.
Kate suspiró entrecortada y se giro sobre sus talones.
—Señor Máximo, que gusto volver a verlo —le dijo la mujer sería.
El silencio reinó en la habitación mientras las mirabas sería de una y arrepentimiento de otro invadían el lugar y me asfixiaba.
Max se aclara la garganta y termina de entrar a la habitación, Kate ni se inmutó. Vaya chica...
—¿Co-còmo estas? —le preguntó Max a Kate.
—Muy bien, joven, estudiando —dijo, educada—. Bueno con permiso, yo me retiro.
Max, la perdiste...
Kate sale disparada del cuarto. En un intento por consolar a mi amigo, le palmée el hombro suavemente y le guíe hacía fuera, siguiendo a Kate pero en una distancia prudente. Al bajar las escaleras y adentrarnos al comedor ya estaban todos posicionados en su puesto e inevitablemente a la primera que miré es a una muy sonriente y charlatan Valentina.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro