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Estaba escrito en tinta roja sobre un lienzo rocoso que aquel encuentro llegaría tarde o temprano, la profecía comenzaba a cobrar vida y el bosque más que un testigo, era cómplice de esa amarga verdad.
Sí, el bosque era algo extraordinario que ostentaba muchas maravillas y sempiternos secretos; estaba lleno de lianas que iban de unos árboles a otros y en su aire abundaban las mariposas, caballitos del diablo y otros insectos. Durante las ardientes y sombrías noches, la luna llena reinaba en hermoso cielo cubierto de estrellas; pero aquel bosque era más negro que la propia oscuridad, sin embargo, ese día, durante el inesperado encuentro: sucedió lo nunca visto.
Lo que aconteció aquella noche se extendió por todo ese ilustre sitio poblado de árboles y tupido de plantas. El barrunte se extendió como pólvora y de ello se encargaron las hijas de la noche.
Contaban las lechuzas que cuando aquellas miradas chocaron, unas brillantes luciérnagas salieron detrás de la cascada y danzaron a su alrededor, iluminando aquel bosque como si fueran estrellas en el cielo.
Ese fue el comienzo de una historia, el inicio del fin y fue cuando ellos entendieron que su destino ya estaba escrito, que el uno al otro se correspondían; ese fue el momento para comprender que se habían enamorado, que en el preciso instante que aquellos ojos tiernos se reflejaron en unos feroces: sus caminos se habían cruzado. El hilo rojo del destino los había unido, pero ese hado estaba lleno de oscuridad.
—Yoongi, siempre nos vemos durante la noche, ¿alguna vez podemos hacerlo durante el día? —preguntó el pelirrojo observando como las luciérnagas danzaban sobre ellos como si fueran a astros de luz sobre el firmamento.
—Yo amo la oscuridad Tae y el día que nos conocimos el bosque comenzó a billar por las noches —respondió alzando una mano como queriendo atrapar una estrella, o en este caso una luciérnaga—, y ahora amo la noche todavía más.
—¿Más que a mí? —preguntó en un tono triste, mientras que su cuerpo descansaba al lado de su chico, sobre una pequeña montaña cubierta de yerbas y flores dormidas.
El de cabellera negra quedó en silencio después de la pregunta. ¿Era difícil la respuesta? No. ¿Pero entonces por qué no respondía?
—¿Sabes algo?, la luna llena siempre va a ser la reina de la noche, se llegaras a salir a salir hasta la orilla de este bosque podrás observar un torrente iluminado por esta, donde su cristalina agua corre sin cesar y donde... —dejó la narrativa a medias y quedó en silencio, era lo mejor, no podía empeorar más las cosas; pero, ya era demasiado tarde.
—¿Dónde qué? —se sentó y miró al pelinegro—. Vamos dilo, no te quedes en silencio. Por favor Yoongi, ya deja de evitar lo inevitable, además el día es tan maravilloso como la noche: al sentir el leve viento acariciarte el rostro, al escuchar la hermosa melodía del ruiseñor y al contemplar el encanto de las mariposas; eso es algo que me gusta mucho pero por ti, por solo verte y estar contigo, vengo todas las noches y no me gusta la oscuridad Yoongi, lo sabes muy bien.
—Taehyung no puedo darte la respuesta que quieres. No puedo —dijo sentándose a su lado.
—¿Por qué, por qué no? ¡Dilo!
—¡Porque no quiero perderte! No lo soportaría.
El de cabellos rojos se quedó en silencio, sabía lo que su compañero guardaba en su interior; pero tarde o temprano la profecía tendría que cumplirse. Ambos escondían un secreto, uno tal vez mayor que el que guardaría aquel bosque en un futuro próximo, porque el preciso día que sus miradas conectaron el sentimiento más profundo que habitaba en sus corazones, supieron que estaban destinados más que amarte, a destruirse el uno al otro.
—Eres descendiente de «Ella» Taehyung y yo lo soy de «Él», somos enemigos jurados y estamos concientes de eso. Rompimos la reglas y por eso debemos pagar el precio más alto; pero no es lo que quiero, porque... —suspiró hondo— te amo, incluso más que lo que piensas.
El pelinegro finalmente dijo lo que el contrario quería escuchar, por eso este último se levantó, abrió los brazos, miró hacia arriba y rió por unos instantes a carcajadas, mientras el chico de mirada feroz lo observaba incrédulo.
—¿Me amas más de lo que pienso? Deja decir chorradas Yoongi —se giró para verlo—. ¿Acaso crees que aquel día cuando nos vimos cara a cara fue porque me descubriste espiándote? Para nada, yo me dejé ver. Siempre he observado cada uno de tus movimientos; pero hasta hoy ha sido el maldito día que no me has dejado bañarme en la cascada. ¿Crees que no sé la razón? La cueva que queda detrás marca nuestro destino, está escrito en sus paredes con la sangre de nuestros antepasados.
»Sí, soy descendiente de «Caperucita Roja» y tú del «Lobo Feroz». Termina la frase Yoongi: "en aquel torrente iluminado por la luz de la luna, los lobos le aullan sin cesar", no soy estúpido. Así que, dentro de unas horas, cuando salga el sol y escuches el canto de los pájaros, nos vemos aquí mismo, frente a la cascada, ante nuestro destino. Nos enfrentaremos como acordamos desde el día en que nos conocimos.
El chico que aun continuaba sentado se levantó, quedando frente a su oponente.
—Respóndeme solo una cosa Taehyung, solo una, antes de que vayamos por caminos distintos —le decía mirándole a los ojos.
—¿Qué quieres saber? —preguntó indiferente.
—¿Alguna vez me amaste?
El joven al escuchar la pregunta se volteó y dio tres pasos para alejarse.
—La profecía debe cumplirse Yoongi, nos vemos al amanecer —dijo y se marchó.
—Entiendo, así será.
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