"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas..."

Cuentan las leyendas que en un espeso y tupido bosque, donde la escasa luz que penetraba en él parecía provenir de un pusilánime sol, se escondía el más oscuro y sangriento secreto.

Cuentan además que antes de que aquel encuentro lo cambiase todo, en el bosque se sentía solo un tímido viento que se lamentaba al no poder jugar en las copas de los arboles más grandes.

Relatan también que está escrito en rojo lo que en negro pudo haber sido, que en los troncos y en las ramas de los árboles de ese bosque, echaban raíces la orquídea, la vainilla y plantas parásitas; que además en aquellos troncos vivían bichitos de todas clases y en las ramas habitaban ardillas, cotorras e incluso habían nidos de pájaros adornados con hojas y ramitas pequeñas.

—Esta es la primera vez que vienes a espiarme cuando me baño en la cascada. ¿Quieres morir pelirrojo?

Preguntó el chico a la persona que se escondía tras una roca, un joven que  desde hacía dos días había visto ocultarse en el mismo sitio para observarlo minuciosamente cuando chapoteaba, se hundía y jugaba en el agua. Al joven aquellos gestos más que un baño le parecían pura diversión.

—Si debo morir con el único propósito de que me dejes entrar al agua, entonces mátame; pero luego de que me haya divertido tanto como lo haces tú.

Respondió seguro y decidido el joven, aún y cuando el otro chico, con el cuerpo mojado y desnudo, lo presionaba contra aquella roca tras la que se escondía para ver la función, día tras día. Lo que el chico de la cascada no sabía, era que el pelirrojo ya lo observaba desde hacía una semana antes y que hace dos días, por voluntad  propia se había dejado ver.

—Conque eres más atrevido de lo que pensé. Bien, al menos hazme saber tu nombre, antes de mancharme las manos.

Dijo por cortesía antes de la batalla más que por curiosidad, sin pensar en el peso que en un futuro próximo: guardaban sus palabras.

—Taehyung.

Respondió el observador dispuesto una contienda justa y equilibrada, pero no tenía idea cuál de diferentes y distantes eran, que estaban predestinados a vivir en el letargo que los llevaría aquel encuentro; que aquella profecía antigua, contada sobre las paredes de una cueva oscura y con tinta roja, estampada en dibujos y figuras, sería la leyenda  que un día corriera por ese bosque como agua por la cascada.

—¿Y el tuyo?

—Yoongi —dijo separando su cuerpo del contrincante.

En ese momento ambos se comprenetraron con las miradas cuando un medroso viento, que escuchaba atentamente el desafío, pasó entre ellos como si fuera el árbitro y les heló el cuerpo, mientras el bosque se preparaba para servirles de ring y sus otros inclinos serían los espectadores de aquella contienda.