1. Nature girl.
✩ Notas del autor: ¡Hola mis bonitos lectores! Si son muy antiguos en este perfil esta trama les va a sonar porque fue de los primeros fics en morir vilmente y ser borrados de su existencia, gracias a que he estado hablando mucho con cierta personita que me da cuerda a quien no etiquetaré porque ya le haré spam de dedicatorias en febrero (pobrecita), me pegaron demasiado fuertes las ganas de organizar de verdad esta trama de Gender Bender con tintes de mafia. Es más que nada un capítulo de prueba para sacarme las ganas, el GL no es muy popular no tengo expectativas en la vida, pero vamos.
✩ Género: Stranger to lovers/ Enemies to lovers/ Drama/ Slow Burn/ Canon Reverse/ Gender Bender.
✩ Ship: AshEiji y WongLung en segundo plano.
✩ Advertencias: No muchas, más que nada lo intrinseco al mundo de la mafia. En este AU Eiko es quien estaría atrapada en las garras de Dino mientras Ashley está del lado de la ley, no todos los personajes tienen gender bender, más que nada los protagonistas. Pero ya saben, puede haber referencia a violencia, abusos implicitos, todo lo del canon de banana fish.
¡Espero que les guste!
—Te vas a casar. —Las palabras flotan por el invernadero en la brisa fantasma, acarician con ternura las orquídeas blancas que Dino está regando, aunque siempre ha tenido una fascinación enfermiza con las flores, este tiempo Eiko cree que ha empeorado.
—¿Matrimonio? —La chica deja brotar la incredulidad de su garganta, intenta mantener la presunta calma tal como su entrenamiento la ha guiado para que sobreviva. Respira, respira, respira.
—Así es. —Dino ni siquiera le presta atención, continúa regando sus preciadas orquídeas, pasando desde las blancas hacia las azules, las delicadas gotas caen de la regadera para deslizarse por esos pétalos coloridos hasta los tallos, ella se pregunta si serán conscientes acerca de su prisión, si sabrán que las han plantado con la única finalidad de adornar una mesa de centro, muertas—. Te casarás.
—Yo no he accedido a matrimonio. —Uno de los guardaespaldas de Dino la mira con desdén, es una advertencia silenciosa para que se mantenga respetuosa—. Papa... —Así que lo hace.
—Yo lo he decidido por ti.
La sonrisa astuta de Dino le hiela la sangre, el gesto es lo suficientemente cínico para retorcerle las tripas y obligarla a apretarse sutilmente el vientre, sus manos se pasean por la seda del vestido, Eiko odia lo degradante que es reducirse a esto, a ser una muñeca en la colección de Papa, no posee más opciones siendo honesta (y aunque las tuviera ¿cómo diablos se va?). Es una chica con suerte, repite una y otra vez en un mantra mental, a pesar de ser un proxeneta Dino se ha mostrado especialmente benevolente y obsesionado con ella, el consenso silencioso la confunde, incluso los hace familia.
A veces, le da la impresión de tratarla como a una especie de nieta, le muestra una mirada suave y cansada, le permite comer con él, no la fuerza a prostituirse ni la vende, la trata como un diamante, se lo hace saber. Pero otras veces, existen ciertos toques incómodos, caricias que se propasan de la raya y le recuerdan que hay un precio a pagar por la bondad, que si se la ha llevado barata es porque Dino lo ha querido y puede aumentar el interés cuando lo desee.
Masako.
Es por Masako, su hermanita la necesita.
—Todas las chicas son vendidas en este lugar al mejor postor, pensé que lo sabías. —Finalmente lo suelta, ha dejado las orquídeas de lado para regar el rosal, una imponente y brillante mata es lo que capta la atención en el invernadero, de joven recuerda clavarse al tratarlas de tocar, aprendió de las heridas y se resignó a contemplarlas antes de su propio florecimiento—. Conoces las reglas.
—Lo hago. —Eiko suspira, bajando la cabeza, aguantando la impotencia.
—Dime, mi niña... —Odia que canturree ese apodo meloso, eso convierte los límites de su relación aún más difusos, cuando Blanca la educó recuerda que entablaron una conversación después de las lecciones de baile, él le preguntó su relación con el monsieur y ella estaba convencida de que era su abuelo, Papa Dino, era bueno y la protegía, el abuelito la amaba—. ¿Cuáles son tus flores favoritas?
Hasta que no lo hizo.
Hasta que la rompió.
Hasta que lo siguió al invernadero por primera vez y...
—Los girasoles.
—¿Girasoles? —La respuesta lo ha decepcionado sin duda, Eiko se aprieta los bordes del vestido, es de satín rojo, la tela y el color preferido de Dino, debería resultarle obvio, un abuelo no trataría a su nieta así—. Son demasiado corrientes. —Pero otra vez, los límites están difusos.
Límites, ha estado pensando en esto mucho últimamente, desde el límite que quebró en su cuerpo con una lesión que le impidió bailar hasta el límite que constantemente empuja en esta relación, no entiende por qué Dino la trata tan especial si estaba destinada a ser otra prostituta, la compró desde muy joven y aun así, se aseguró de brindarle una educación que con sus propios medios no habría podido costear ni siquiera soñando, le obsequió algo parecido al amor y la cuidó. Si Eiko ignora una serie de incidentes violentos es casi una relación normal, es casi el abuelito que tanto se esmeró en hacerle creer que era.
Quizás, Dino perdió a su nieta y la usa de reemplazo.
No lo sabe.
Pero de nuevo, ¿por qué?
¿Por qué ella?
—Las rosas te quedan mucho mejor. —Dino no duda en cortar una de las rosas, ni siquiera ha usado las grandes tijeras que penden en la mesa, él le hace un gesto, ordenándole sin una palabra que se incline, Eiko obedece, el verde pétreo de esos ojos colisiona con su cobrizo iridiscente—. Son bellas y elegantes, dignas de nuestro apellido.
—No soy bella ni elegante. —Entonces, él sonríe, acariciándole el mentón como si fuese una especie de mascota más en su colección, tocándola a su gusto porque es de su propiedad y no vacilará en recordárselo las veces que sean necesarias.
—Lo eres. —La contradice, su voz resuena por los muros amarillentos del invernadero, Eiko observa a las primeras gotas invernales chocar contra el vidrio, a Golzine no parece importarle lo suficiente para detenerse en la jardinería o regresar a la casa—. Eres mi rosa, Eiko. Por eso te he adoptado.
—Yo...
—No. —Se corrige—. Eres mi diamante. —Musita, presionando un beso en su mejilla, dejándola con una sensación que si bien, es incapaz de nombrar, le escalda entre las tripas y la hace contener una arcada, no le gustan estos toques tan íntimos con Papa—. Eres mi diamante y si te estoy cediendo es porque el trato nos conviene a ambos.
Eiko lo sabe, está siendo vilmente usada por este hombre y si fuera más sumisa, más recatada, más ¿japonesa? como se espera de ella, acataría con la cabeza gacha. Pero ella no es así, es terca y aguda, esa apariencia de ciervo perdido en el bosque la ayuda a esconder su voluntad inquebrantable, igual que los cacharros que solía encubrir en el invernadero de Dino, solo debe cavar un agujero profundo, echar algunas hojas y pétalos encima y ¡voilà!, nadie sospechará que la verdad se encuentra a simple vista.
Masako está viva, se repite.
Está a salvo lejos.
Mientras esa sea la situación y exista una posibilidad de huir a su lado, ella será paciente y bailará el baile de Golzine.
Dino la hizo buena bailarina, nunca se ha tratado de la manera en que se mueve, sino de cómo se siente, tenía apenas diez años cuando fue lanzada a las garras de su doble vida, mientras ella iba a fiestas de ensueño algunos días, otros tenía que acompañar a Papa a las subastas o a sus burdeles, viendo como niñas incluso más jóvenes que ella pasaban por horrores que le era imposible nombrar, esa fue la forma en que le hacía saber: «Esta podrías ser tú». También añadía: «Esta serás tú si eres una niña mala».
¿Acaso se portó mal para que la casara?
¿Es algún castigo merecido por desobedecerlo?
Niega, sacude su larga cabellera negra y lacia, regresando a la mirada divertida de Dino, debe danzar sus pasos sino quiere caerse y que la abucheen, el público está esperando.
—Son los Callenreese quienes piden tu mano. —Finalmente le explica—. Mis grandiosos amigos.
—Pensé que no te agradaban.
—No lo hacen, la cabeza de la familia murió hace poco, para poder seguir con el estatus, el liderazgo y el renombre están buscando a una mujer digna para alguno de los herederos. —Eiko se encuentra familiarizada con ese apellido, Dino los odia y no es un secreto, solía quejarse de Jim todo el tiempo borracho y francamente no se ve muy deprimido por su muerte, aunque claro, ante los medios eran los mejores amigos—. Es cuestión de poder.
—¿Por qué a mí? ¿Por qué no les ofreces a otra persona?
—Porque eres mi posesión más valiosa, eres mía. —Posesión, claro que no debía esperar otra cosa—. No pongas esa cara. —Dino finalmente acomoda aquella rosa en su oreja, las espinas le clavan, se le enredan sobre el cabello y ella asegura que tendrá problemas para desinfectar las heridas luego—. Quiero que los sabotees por dentro.
—¿Sabotearlos? —No es la primera vez que recibe esta clase de trabajos.
—Algo traman esos hermanos y tengo la sospecha de que es en mi contra. Con Jim entablamos un consenso para preservar la paz, ellos no impresionan querer lo mismo.
—¿Por qué lo piensas? —Dino frunce la boca, rozándole los bordes del mentón.
—Es demasiado conveniente el compromiso tras la muerte de Jim, escuché que estaban ayudando a las autoridades antes de que falleciera, probablemente creen que pueden encontrar una debilidad en mí y quiero que les des la sorpresa opuesta.
—¿Qué debo hacer?
—Te daré las instrucciones más adelante, por ahora solo codicio que aceptes el compromiso con el más joven de los Callenreese. Será bueno para nuestra imagen, últimamente sospechan de nosotros y asociarnos a un apellido confiable bajará los rumores, será bueno. —Esa orden camuflada le deja un sabor agridulce entre los labios, dicha pregunta no es más que sadismo maquillado, ella suspira, atreviéndose a soltar una consulta más—. Es una gran oportunidad.
—¿Interfieren con tu negocio? —Los roces de Dino se tornan mucho más bruscos, bajan a su cuello, lo aprieta levemente y ella jura que cruje, que se corta igual que la raíz de la rosa, por más que trata de clavar sus espinas para defenderse es inútil y teme.
—Veo que te has vuelto un poco arrogante. —Él se burla, dejando escapar un gruñido gutural de desaprobación—. Solías llorar como un bebé cada vez que te daba un trabajo. —Eiko olvida que por mucho que intente cubrir el pasado existen ciertas cicatrices que salen a luz, que se convierten en fantasmas arrepentidos en una pena eterna o pétalos marchitos bajo su cama.
—Lo siento. —Musita—. Lo olvidé.
—Ya veo. —Dino se aparta—. Pero hay algo que no debes olvidar. Yo fui el que te sacó de la calle. —Fríos y rasposos dedos descienden hacia su mentón, deteniéndose justo donde deberían palpitar sus venas rebosantes de vida—. Sé una niña buena, obedéceme sin cuestionarme y Masako estará a salvo.
—Sí, Papa. —Se rinde.
—Te quiero, sweetheart.
Y regresa a su jaula.
¿Por qué Dino la adoptó? Es un misterio permanente que ni siquiera Blanca es capaz de precisar, él le ha dicho que el monsieur quedó embelesado tras encontrarla, eso le genera un asco garrafal. Ella presiente que hay algo más, algo que queda incompleto en un rompecabezas en blanco, algo acerca de Masako escondida a simple vista, del fallecimiento de sus padres y de este compromiso. Lo único que sabe de los Callenreese es su reputación, al moverse en el mismo círculo de élite ha escuchado más de una vez el nombre de Jim ser vociferado, su muerte le parece repentina, un compromiso en luto es más que desatinado.
Ella suspira, se arrastra silenciosa hasta su habitación, los gritos de las prostitutas se escuchan desde la planta baja y le hielan la sangre, más de alguna vez ha tratado de ayudar y el precio que tuvo que pagar por ese acto de estupidez, prefiere no recordarlo.
—Vaya, es la puta de Papa. —Marvin no duda en usar sus encantos—. Escuché que finalmente se va a deshacer de ti. —Eiko intenta no rodar los ojos, no obstante, es difícil con este pederasta, varías veces quiso propasarse con ella y engañarla con juegos, sino fuese por Dino...Es confuso.
—No te incumbe. —Chista, poniéndose a la defensiva, un gran espejo plateado pende al fondo de la pared, tiene gastados los focos que lo enmarcan y hay una rosa marchita siendo reflejada.
—Los Callenreese son una familia bastante cruel, sabrán ponerte en tu lugar.
—No sabes de lo que hablas. —Se defiende.
—Conocí personalmente a Jim y puedo asegurarte que no era un buen hombre. —Marvin presiona su muñeca, impidiéndole seguir avanzando por aquel lúgubre y decadente pasillo de lujo—. Pidieron tu mano como una venganza por su padre, para destruir al diamante preferido de Papa.
—Él no me arriesgaría a eso.
—Eres una simple posesión, claro que lo haría.
Eiko tira de su muñeca con fuerza, la ira hierve en su sangre igual que una olla a presión, calentando cada fibra de su ser en un destructivo y desagradable fuego que ha aprendido a apagar por su propio bienestar, pero ¿cuánto más? Le lanza una mirada filosa a Marvin y decide bajar hacia la cocina para poder tomar agua fría. No le agrada recorrer la mansión, suele evitarla a menos que Dino le dé orden de salir, es medio burdel en el subterráneo y eso, vivir ignorando lo que pasa en la puerta de abajo, es duro, las prostitutas la odian ante su favoritismo cuando ella no lo ha pedido, es supervivencia.
Le da pena.
Le da bastante pena la situación.
Eiko enreda sus dedos alrededor de su collar mientras baja, es la única posesión que le ha quedado de su madre, es un diseño bastante sencillo que Dino le ha tratado de arrebatar en vano, sus zapatos crujen por las relucientes baldosas hasta que llega a una llave oxidada. Cuando esta ruleta rusa inició ella juró que tendría fuerza suficiente para volverse a arreglar, es pesado, ni siquiera conoce su lugar en ese matrimonio, ¿la vende como nieta o como prostituta? Le da la impresión de que ninguna y a la vez, ambas.
Masako, ¿qué estará haciendo su pequeña hermana ahora?
Pronto será su cumpleaños.
—¿Puedes servirme un poco de agua? —Eiko se atraganta con su vaso, no es raro que algún cliente se cuele a la mansión o husmee luego de las reuniones, sin embargo, es una chica—. Estoy sedienta. —Una chica rubia, realmente bonita y joven.
—Claro. —Lo primero en captar su atención son unos ojos muy verdes contrastando contra piel de porcelana, dándole una apariencia exótica y salvaje, si es una nueva trabajadora no la ha visto—. Acá tienes. —Sus dedos se rozan al borde del vidrio y Eiko puede jurar que acaba de electrocutarse en la estática.
—Eres bastante amable, onee-chan. —Musita, su cabello dorado se balancea en una corta melena, es salvaje, desordenado y aun así cree que le queda perfecto—. ¿Eres la nieta de Dino? —Hasta el agua pierde el buen sabor con ese sobrenombre, en teoría lo es, en teoría no tiene razón mayor para odiarlo si pudo llevársela mucho peor en esta contienda, pero lo hace y es injusta.
—S-Supongo. —Musita, decaída—. ¿Eres nueva por acá? No te había visto. —De hecho, es llamativa, viste una chaqueta de mezclilla acompañada de unos jeans rasgados que captan su atención, aquello no es el porte que Dino adora en sus trabajadoras.
—Vine a buscar a alguien y me perdí. —Una sonrisa juguetona y encantadora chispea en sus labios, aunque ninguna especie de maquillaje los acompaña Eiko no cree que ella lo necesite, es preciosa, simplemente preciosa y se ha quedado embobada contemplándola.
—Ya veo. —Musita, sirviéndole finalmente el agua de la jarra, viendo cómo ella presiona un sorbo largo pero descuidado en sus labios de pétalos, las gotas doradas se escurren hacia su mentón.
—No te ves muy contenta acá.
—¿Eh? No es eso. —No es tonta, no debe hablarle a extraños porque nunca sabe quién entra a casa de Dino, debe ser precavida o la castigarán en el invernadero, igual que a las rosas—. Ha sido un día un poco duro.
—Así parece. —La desconocida frunce la boca, impresiona querer decirle algo aunque no lo puede asegurar—. Golzine no tiene aires de ser benevolente. —Niega por mero instinto, actúa acorde a su condicionamiento y es imposible desaprender esas defensas.
—Es un grandioso abuelo. —Miente, miente descaradamente—. Lo quiero bastante. —Pero la chica se ve tan triste por su respuesta, sus ojos verdes, brillantes como jades genuinos se enfocan en Eiko para ser alumbrados por un rápido fulgor de resignación ante esas palabras, no lo desglosa, aunque sabe que no a todos los comensales les agrada Papa Dino, esto es extraño, mucho más personal.
—Es una pena que pienses eso. —Murmura con una voz tan nostálgica que la hace temblar, es más dura que una bomba de destrucción masiva pero suave, igual que el canto de un avecilla lastimada—. Pensé que tú... —Niega—. Gracias por el agua.
—Espera. —Eiko no sabe por qué la detiene. Mantener la calma, ser una profesional y no arrojar los estribos de su cordura lucen como una meta bastante lejana en este desesperado agarre—. ¿Quién eres? —La chica le lanza una triste sonrisa antes de soltarse, entabla distancia, igual a un depredador en busca de su presa, usa de sus elegantes reflejos e instinto para pararse enfrente, Eiko se percata de que ella no es normal, está adiestrada (¿por quién?, ¿qué hace acá?).
—Déjame devolverte la pregunta. —Hay un tono burlón enlazado a esas palabras, eso la clava hacia el suelo, como si de sus pies hubiesen brotado raíces que la ataran a la casa, puff, de pronto es parte del invernadero o siempre lo ha sido, a estas alturas es imposible desglosar la realidad—. ¿Por qué tú no sabes quién eres?
—¿Eh? —No comprende qué estupidez teatral es esta, no obstante, está cansada.
—Sé quién soy.
—Entonces, dime. —Esa sonrisa galante y traviesa esconde un presentimiento que asfixia el aire, se cuela por sus pulmones, pasa a través de su tejido blando hasta crear una capa de telarañas entre cada latido de corazón, su mamá le decía que no confiara en los extraños, que cuidara a su hermana menor en un mundo destinado a la crueldad, esas imágenes difusas se expanden, queman su cabeza y saltan en esos ojos jade, sabe la respuesta—. Déjame claro quién eres.
—Soy la nieta de Dino. —Pero no la dice de todas maneras.
—Es una pena. —La chica niega—. Es la respuesta incorrecta.
Entonces, ella no duda en sacar del elástico de sus jeans un revólver, el gélido metálico del cañón se hunde en su entrecejo, despertando un pánico familiar, haciendo que le lata el corazón igual que un avecilla indefensa antes de ser cazada o una niña ingenua entrando a un invernadero de falsedades, ella cava en la mugre, hunde sus uñas a pesar de lastimarse, busca un espacio seguro para juguetes y tesoros aunque sean solo trapos o ramitas, son suyos a fin de cuentas y si Papa se entera...
Pero Dino la descubrió.
—¿Quién eres? —Eiko vuelve a preguntar, ha endurecido su expresión, ha mostrado aquel fuego que tanto obsesionó a Dino, sus llamas no son mera destrucción, no quemará ciudades ni devorará los planetas en la autocombustión, este es un fuego fatuo y mítico que solo se puede admirar lejos, atraparlo es imposible, y quien lo hace.
—Ashley Callenreese. —Jamás se puede liberar del hechizo de sus llamaradas—. Tu prometida.
Prometida.
Es la heredera de los Callenreese, su futura esposa.
Ja.
Eiko no piensa en Masako cuando el cañón se hunde un poco más entre sus finas cejas, tampoco se lamenta por Dino y lo que han pasado o el trágico desenlace que de alguna manera estaba aspirando o incluso, llamando. Ella piensa en la rosa que ha caído desde su oreja, en las heridas que las espinas han besado en su piel, en las raíces que ha cortado y las nuevas que la atañen, memora las flores de su invernadero y se pregunta si algo habría cambiado esa tarde, si hubiese obedecido la advertencia de Blanca y hubiese regresado a la cama en lugar de abrir la puerta.
No debió husmear entre las flores.
Nunca debió ver el rojo y lo hizo.
Mira esos ojos verdes, no muestra temor ni rencor ni nada más que un sentimiento que altera a esa desconocida y la hace vacilar alrededor del gatillo, pero no le importa, no le importa nada además de la florecilla en el piso.
—Gracias. —Musita, sabiendo exactamente por qué pese al velo de mentiras—. Gracias.
Y un disparo resuena.
El piso se mancha de rojo y la rosa se hunde en sangre.
Nunca he escrito un strangers to lovers tan cargado con la química que estas dos tienen, pero más que nada es para tantear qué onda con el género, no tengo idea si alguien lo lea o le guste, es para sacarme esto, Dios, me estaba consumiendo.
Don't know si subire su continuación, me siento tan insegura con estos géneros, más que hay un matrimonio de por medio, si me tienen fe, posiblemente pase.
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