II. Medusa
Siente calor en todo el cuerpo y no porque haya activado su quirk precisamente.
Ella está de pie frente a él, con esa sonrisa que lo hechiza y esos enormes ojos marrones que lo convierten en piedra cada vez que lo miran, como sí que de Medusa se tratara.
─Entonces, ¿qué dices, Bakugou-kun?─ pregunta, suavemente, mientras coloca uno de los mechones, que enmarcan su rostro, detrás de su oreja.
Sale de su trance.
¿Qué fue lo que preguntó?
Se esfuerza en recordar. Su mente se distrae con facilidad cada vez que la tiene cerca.
«Mierda... ¿Qué era? ¿Qué era?»─ se devana los sesos tratando de acordarse.
Ella lo observa expectante.
Da con la respuesta.
─Te ayudaré─ responde, con más rudeza de la que quiere expresar─, pero sólo a ti, ¿de acuerdo?─ espeta─. No creas que ayudaré a Deku o al Mitad y mitad, ¿entiendes?
Ella asiente como señal de estar de acuerdo con el trato.
─¡Muchas gracias, Bakugou-kun!─ exclama, con esa voz tierna y ronca que la caracteriza─ ¡No vemos en el gimnasio mañana a las 7!─ se despide, dejando tras de sí un aroma dulce que produce una rara y cálida emoción en el chico.
Cada vez actúa más y más extraño cuando la tiene cerca. Su voz tiembla, las palabras se traban en su garganta y tardan en salir de ella, su cuerpo deja de reaccionar y, cuando ella se va, un sentimiento de vacío se instala en su pecho durante un largo rato.
No encuentra una explicación lógica por más vueltas que le da al asunto. Así que, como de costumbre, relega estos pensamientos a un rincón de su mente, volviendo a traerlos de vuelta la próxima vez que aquella Medusa se presente ante él para convertirlo en piedra con su cercanía.
#KacChako
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