Capítulo 12
A medida que el tiempo pasaba, el embarazo de Hermes se hacía más evidente. Su vientre comenzaba a crecer gradualmente, y con ello, también aumentaban las sensaciones y malestares propios de la gestación divina.
Un día, mientras jugaba con Cerbero en el Inframundo, Hermes comenzó a sentirse mareado de repente, las náuseas lo invadieron, haciendo que su visión se nublara y su equilibrio se tambaleara y se aferró al suelo, tratando de mantenerse en pie mientras luchaba contra la sensación de mareo que lo abrumaba.
Cerbero, alertado por el cambio en el estado de ánimo de Hermes, se acercó rápidamente a él con preocupación en sus ojos y sus tres cabezas olfatearon el aire, detectando el malestar que emanaba de su amigo divino.
"Hermes, ¿estás bien?" preguntó Cerbero con voz preocupada, sus colas moviéndose inquietas detrás de él.
Hermes asintió débilmente, tratando de controlar las náuseas que lo invadían. "Solo un mareo repentino, nada de qué preocuparse", respondió con voz entrecortada.
Pero Cerbero no se convenció tan fácilmente, con su instinto protector en pleno funcionamiento, se mantuvo a su lado, ofreciendo su apoyo y compañía mientras Hermes se recuperaba del malestar.
Mientras tanto, en el fondo del Inframundo, Hades observaba la escena con preocupación desde lejos, sabía que el embarazo de Hermes traería consigo una serie de desafíos y complicaciones, y estaba determinado a asegurarse de que su amigo divino recibiera el cuidado y la atención que necesitaba en este momento crucial. A medida que Hades observaba a Hermes luchar contra el malestar, una mezcla de emociones lo invadía, a pesar de su preocupación genuina por la salud de su amigo, no podía evitar que su corazón latiera con fuerza cada vez que lo veía y sus sentimientos románticos hacia Hermes se volvían cada vez más evidentes, aunque intentaba ocultarlos detrás de una máscara de preocupación y amistad.
Mientras Hermes luchaba por recuperarse del mareo, Hades se acercó a él con cautela, tratando de ocultar los sentimientos que bullían en su interior. "¿Necesitas ayuda, Hermes?", preguntó con voz suave, tratando de ocultar el temblor en sus manos.
Hermes asintió débilmente, agradecido por la preocupación genuina de Hades y a pesar de sus propios malestares, encontró consuelo en la presencia reconfortante del dios del Inframundo.
A medida que el día avanzaba, Hades se dio cuenta de que ya no podía ocultar sus sentimientos hacia Hermes, aunque sabía que el momento no era el adecuado para expresarlos, estaba decidido a encontrar una manera de hacerle saber a Hermes lo mucho que significaba para él.
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