Capítulo 2
Frotó mi cabeza, sintiendo una punzada. Abro los ojos y me doy cuenta de que estoy en mi habitación. ¿Qué pasó?
―Cariño― Mi madre se acerca y su rostro luce pálido y ojeroso, como si hubiera llorado.
― ¿Qué pasó, madre? ¿Por qué esa cara?― Mi madre baja su rostro y en ese momento escucho unos gritos.
―No, hija, ven― Mi madre aferra mi mano, pero me suelto. Camino despacio hasta llegar a la puerta. Al abrirla, los gritos se escuchan más fuertes. ¿Qué está pasando? Mi corazón late a mil por hora, mis piernas se sienten gelatinas, pero aun así no me detengo.
Despacio bajo las escaleras y lo primero que me encuentro es a Sonia, la madre de Ricardo, llorando, y a su esposo, a unos metros discutiendo con alguien. Bajé unos escalones más para ver al hombre con quien discutía y me paralizó al encontrar a Ricardo. Mi esposo, mi gran amor.
―¿Ricardo?― Su padre se voltea a verme y Sonia Solloza ― ¡Ricardo!― Gritó y terminó de bajar las escaleras para lanzarme en sus brazos ― Mi amor, estás vivo ― Tomo su rostro y beso toda su cara hasta llegar a sus labios. Me detengo dando un paso hacia atrás al ver que ni siquiera me corresponde ni me ha tomado entre sus brazos como tantas veces lo hacía ―¿Qué pasa?―
―Cariño, ven aquí― El padre de Ricardo me aleja de mi esposo como si temiera que me hiciera daño.
Observo a mi esposo. Luce diferente, más maduro. Su rostro luce con una espesa barba, su mandíbula se aprieta como si se fuera a desencajar y al bajar mi mirada hacia sus manos, me doy cuenta de que aprieta sus manos hasta que sus nudillos se vuelven blancos. Pero hay algo que me perturba aún más: es su mirada, es diferente.
―¿Qué está pasando?― Mi esposo tiene la mirada perdida en el cuadro que está en medio de la sala, es de nuestro matrimonio. Ambos sonreímos hacia la cámara, él me abraza desde atrás y ambos lucimos felices.
―Cariño, es mejor que te vayas a descansar. Acabas de sufrir un desmayo ― Mi suegra se acerca.
―Hablen de una vez― Ricardo deja de mirar el cuadro y su mirada se posa en mí.
―Lamento todo esto...― Dice mi esposo.
―Hijo no...― Su madre interrumpe.
―¿Díganme qué está pasando?― Digo un poco alterada, ya me está cansando este suspenso.
―Ricardo perdió la memoria y no recuerda nada ―Dice su padre ― No recuerda nada, no recuerda a su familia y ni siquiera...
―Me recuerda― Término por él sintiendo un gran dolor en mi corazón ― Pero no importa si no me recuerdas, haré todo lo posible para que todo vuelva a ser lo de antes― Doy unos pasos hacia él, pero me detengo al verlo retroceder.
―Lo siento, como dice... ― Mira hacia su padre ― No recuerdo nada y tampoco me interesa hacerlo ― Abro los ojos ― No pretendo recuperar mi vida, al contrario, yo ya tengo mi vida en Rusia― Ahora que lo noto, tiene un acento extraño.
―¿Rusia?― Pregunto.
―Así es, tengo una nueva vida y no pretendo dejarla ― Su mirada es fría ― Tengo a mi mujer y ella está embarazada y he venido para recuperar lo que es mío y que me des el divorcio para poder casarme con ella ― Pongo mi mano en mi pecho, siento como si mi corazón se rompiera en mil pedazos.
―No puedo creer que seas tan cruel― Dice su padre ―Definitivamente no eres mi hijo―
―No lo soy, señor, le recuerdo que no sé nada de ustedes y no siento nada por ustedes― Me siento en uno de los muebles.
―Hijo, por favor― Dice su madre ―Deberías...―
―Sonia. Richard ― Digo ― Por favor déjenos a solas ― Me levanto del mueble y me acerco a ellos ―Gracias por todo lo que han hecho, pero esto lo resolverá con mi esposo― Miro sobre mi hombro ―Digo con este señor, está claro que mi marido murió hace unos años y este definitivamente no es él ― Sus padres me abrazan.
―¿Estás segura?― Pregunta Sonia.
―No te preocupes―
Mi madre baja las escaleras y se va junto con los padres de Ricardo. Mi esposo y yo no hemos apartado la mirada en ningún momento; la puerta se cierra.
―Siéntate, estás en tu casa ― Le señaló el sofá. Aunque me siento destrozada, mi orgullo no me hace caer.
―Lamento todo esto― Dice sin mirarme.
―Puedes mirarme cuando me hables ― Digo con rudeza ― Jamás te ha gustado que no te miren a la cara cuando alguien te habla y me pasa lo mismo― Hay sorpresa en su mirada ― No voy a mentirte que me duele en el alma lo que está pasando, muchas veces he llorado por tu ausencia y aún lo sigo haciendo― Cierro los ojos por un momento ― Se que jamás amararé a un hombre como te he amado a ti ― Abro los ojos y lo miro ― Quiero que me digas todo nuevamente, para sí procesar mejor las palabras y si realmente veo que no se puede hacer nada por nosotros... Te dejaré ir― Hago una pausa ― Pero también quiero que sepas que puedes que me hayas borrado de tu memoria, pero no hay persona que te conozca más que yo y si hay alguna oportunidad de recuperar lo nuestro, déjame decirte que voy a luchar hasta el fin―
―Tengo una nueva vida en Rusia, una mujer y un hijo en camino― Dice.
―¿Entonces para qué volviste?― Digo ― Pudiste informar que estás vivo y enviar a alguien para hacer los trámites de divorcio, no era necesario que regresaras ―
―Vine por... ― Se quedó en silencio ― ¡Yo quiero que me den la parte de mi dinero!― Se sobresaltó.
―¿Dinero?―
―Sí... El dinero que me corresponde por haber servido al ejército― Dice desviando su mirada ― Y el dinero que corresponde por mi familia ― Me mira ― Y el dinero que corresponde por la separación de bienes ― Abro los ojos ¿Acaso lo único que le importa es el dinero? Definitivamente, este hombre puede verse como mi esposo, pero no lo es.
―¿Es lo único que te importa?― Me sobresalto ―¡Solo por el puto dinero!― Ambos nos levantamos de nuestros asientos, abre su boca para hablar, pero una pequeña voz lo interrumpe.
―¿Papá?― Sus ojos se abren al ver a nuestro hijo en la entrada ― ¡Papá!― Grita mi hijo antes de lanzarse a los brazos de su padre. Por un momento, Ricardo se queda estático, su cuerpo luce rígido, pero de un momento a otro abraza a nuestro hijo. En ese momento su mirada cambia y vuelvo a ver al hombre de hace unos años.
―Ho... La― Mi hijo lo abraza con fuerza como si temiera que se fuera de nuevo y Ricardo hace lo mismo; ambos hombres lloran.
―¿Mami?― Samantha entra a la casa y detrás está mi madre, me observa y asiente cerrando la puerta para dejarnos a solas. Mi hija corre a mis brazos y se queda observando a su padre y hermano ―¿Papi?― Pregunta señalándolo y yo asiento. Mi hija se baja de mis brazos y se lanza en los brazos de Ricardo, que no duda tomarla entre ellos.
El rostro de Ricardo es de sorpresa y, a la vez de nervios, mis hijos se sientan cada uno en sus piernas y empiezan a hacerle preguntas. Se deja acariciar por nuestros hijos y poco a poco su rostro se relaja y empieza a sonreír con ellos.
―¿Qué edad tienen?― Me pregunta.
―Ricardo tiene 8 años y Samantha 3― Digo.
―¿Tenemos más hijos?― Niego con la cabeza.
―¿Por qué mi papi pregunta eso?― Pregunta mi hijo.
―Tu padre no recuerda, cariño, tuvo un accidente ―
―¿Nos has olvidado?― Susurra mi hijo con tristeza ― ¿Por eso no habías vuelto?― Observó cómo su rostro se contrajo y hay dolor en su mirada.
―Lo siento mucho― Dice Ricardo ―Yo...― Su voz se apaga.
―Niños, vayan a lavarse para cenar, dentro de poco vamos a comer ― Mis hijos asienten con tristeza.
―¿Nos contarás un cuento?― Pregunta mi hija y Ricardo asiente ―Te quiero, papi― Besa sus mejillas y mi hijo hace lo mismo.
Observó cómo Ricardo tiene la mirada perdida por donde se fueron sus hijos, me doy cuenta de que muy dentro de él sigue el hombre que me enamore.
―Tú también deberías hacer lo mismo ― Me levanto ― Mientras sale los trámites de divorcio, te voy a pedir que compartas con tus hijos, ellos no merecen tu rechazo― Camino hacia las escaleras ― Tus cosas aún siguen en mi habitación, toma un baño y cámbiate para la cena ―
―¿Aún tienes mi ropa?― Susurra levantándose.
― Por alguna razón nunca te he podido dejar ir― Sonrió con tristeza ― He albergado la esperanza de volverte a ver― Muerdo mis labios y me acerco ― Entre tanto sale el divorcio vas a ser un padre para ellos y vas a compartir con ellos, no me importa tu actual relación, no me importa que no nos recuerde, pero en este momento sigues siendo mi esposo y vas a ser un buen padre para nuestros hijos porque si me doy cuenta de que le haces daño― Lo señalo con el dedo ― Haré tu vida un infierno ― Me doy la vuelta ― Vas a quedarte en esta casa y vamos a compartir la habitación, no quiero que mis hijos se den cuenta de lo que sucede ― Me detengo ― Por el momento quiero que disfruten de ti y ya después te puedes largar con tu Rusa, pero no quiero que ellos sepan nada, vas a ser un buen padre como siempre lo has sido― Me doy la vuelta dejándolo estático en medio de la sala.
Voy a luchar por mi matrimonio. Si él no nos recuerda, haré que lo haga o le daré nuevos recuerdos porque sé que él haría lo mismo en mi situación. No voy a renunciar ahora que tengo una nueva oportunidad.
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