Capítulo 9
Elena
Pensé en esconderme tras los arbustos abultados. El aroma a maleza purificó mis pulmones mientras, en silencio, observaba a ese hombre bien fornido y de apariencia celestial. Mi vista se endulzó durante cortos minutos, en los cuales indagué y recordé: es él, por supuesto que lo recuerdo. ¿Se acordará él de mí?
Mis pensamientos fueron interrumpidos por los ladridos de Iron, el cachorro se lanzó a correr por todo el jardín como potro salvaje en plena pradera, llevándose en su osico una de mis sandalias. Rodeó al galán entre aullidos de felicidad y siguió su trote hasta la cocina. No tuve más opción que correr tras él, buscando huir de mencionado personaje vestido de traje. Corrí, pero no pude evitar mirarlo de reojo. Él también me miró, pude percibir su curiosa mirada seguirme hasta que desaparecí de su campo visual. Fue algo raro, exitante...
* * *
Me niego a seguir sus órdenes. En el contrato leí que tengo mi propia habitación, al menos hasta que la boda se lleve a cabo, y no pienso ceder ante lo que Hero Clark me exige. Su mirada altiva y prepotente me escudriña de pies a cabeza. Analiza mis gestos, me juzga con la mirada, respira a centímetros de mi rostro y fija sus orbes azules en las mías verdes. Una conexión comienza a soltar chispas y, con mis manos sobre mis caderas, ladeo la cabeza y saco pecho. Él mira mi busto y alza a la par sus cejas ante mi muestra de valentía, sin embargo, no pretende flaquear.
—Que hermosas tetas. —Muerde su labio inferior y con una rapidez casi imposible, me carga en uno de sus hombros. Mi cabeza cambia de estar bajo su barbilla, a colgar frente a su trasero.
—¡Bájame, animal! —grito pegándole puñetazos en su espalda. Mi acto no lo hace siquiera chistiar, como si en lugar de músculos tuviese puro acero.
—Indisciplinas bajo mi techo no, Jones —contesta, me pega una nalgada mientras sube los escalones que conducen a la segunda planta y yo pego un respingo en respuesta.
¡Este hombre está loco!
Mi cabello cae como cortina, impidiéndome ver nada más que no sea el culo bien formado de quién me trae a cuestas. No reprocho, Eve me enseñó a callar en el momento adecuado, y lo que menos quiero es formar un revuelo por mis estúpidos reclamos. «Dios Eve, cuánto te extraño hermana mía».
Escucho una manija crujir, y, seguidamente, soy colocada de regreso en el suelo. Me acomodo la melena como puedo y regreso mis brazos bajo mi pecho, cruzados y firmes como roca. Lo veo parado a mi lado con sus manos sobre sus caderas mientras recorre la habitación con la vista. Hago lo mismo y detallo un cuarto amplio color beige, con cortinas sedosas color pasión y sábanas perfectamente dobladas sobre una cama exageradamente grande y espaciosa. No cabe duda de que es una habitación decorada al estilo matrimonio, una definición con la que no estoy muy cómoda, o eso pensaba antes de caer en cuenta de quién es mi futuro esposo.
—¿Y, te gusta? —Su pregunta me hace voltear el rostro en su dirección, encontrándome con un semblante serio y curioso. Me reconforta que al menos él me tome en cuenta para las decoraciones de estas cuatro paredes.
—Es... es muy hermosa —respondo y asiente para volver la vista a los alrededores.
—¿Segura de que es lo suficientemente cómoda como para hacer a un bebé?
Me congelo por sus palabras y me da la espalda para dirigirse a la cama. Se sienta sobre ella y palpa el colchón con sus manos, me sonríe y entiendo que ha sido una expresión intencional, por lo que entorno los ojos y niego con la cabeza. «A parte de ardiente, también es chistoso, tremenda combinación». Pienso.
—Un hijo se puede hacer en cualquier parte, la cosa está en la calidad del semen del hombre —le explico y él escucha atento—, no me queda claro si eres de esos sementales.
Mis palabras le hacen soltar una risilla ignorante. Lame sus carnosos labios y da un par de palmadas a su lado, incitándome a compartir el colchón junto a él. Y aunque en el fondo sé que lo que dirá intensificará nuestro altercado verbal, me acerco lentamente y dejo caer mi trasero en el lugar señalado.
—La calidad de mi semen es algo que no puedo asegurarte —matiza sin dejar de mirarme, a solo un paso de cometer un acto que evoca mi mente—, pero la calidad del sexo conmigo, es irreprochable —resume bajando la mirada a mis labios. Trago en seco por dos cosas; la primera es porque su presencia tan cercana me pone de los nervios; y la segunda, porque tiene razón—. ¿O tengo que recordarte las frases que gemiste en mi oído aquella noche?
Mis ojos se abren en toda su amplitud y muevo la boca para reprochar con sabrá Dios qué argumento, porque la verdad, ahora mismo no tengo ninguno que contradiga lo que ha dicho.
—Deseo saber si sobria eres igual de buena en la cama, esos movimientos no se olvidan.
—¡Aquí están! —Hade entra con una amplia sonrisa y al vernos tan pegaditos, su gesto cambia a uno de vergüenza. ¡Y menos mal que llegó! Porque las palabras de su hijo estaban empezando a exitarme bastante—. ¿Interrumpo algo? —cuestiona y Hero se pone de pie.
—No mamá, de hecho le estaba mostrando a Elena nuestra futura habitación —le explica y Hade me mira con ilusión—, te agradecería que le comentaras sobre lo que hablamos anoche, yo debo resolver unos asuntos en el estudio, Hashley me está esperando allá.
—De acuerdo cariño ve tranquilo, Boris está abajo con Valeria y yo me encargo de Elena. ¿Vienes a cenar hoy?
—Sí, llegaré sobre las siete —le dice y besa su frente. Dirige su mirada a mí y me guiña un ojo como despedida, yo le sonrío con ironía y se marcha, dejándome con su agradable madre.
—¿Qué tal si bajamos para que conozcas a Valeria y de paso conversamos un rato? —propone con esa gracia suya que embriaga a cualquiera.
—Claro. —Le devuelvo la cálida sonrisa y sigo sus pasos escaleras abajo.
El jardín nos recibe fresco y soleado, declarando el horario pico del día. Tan cálido y silencioso, a excepción de la voz dulce de la peli riza que juega en la hierba con Valeria. Nos acercamos sutiles a ellas y Hade me presenta ante las dos con bonitas palabras.
—Mira Vale, ella es Elena, tu... —Pausa y, mientras tanto, noto a la mujer que la acompaña mirarme dubitativa, como si buscara algo en mí—... Quien jugará contigo todos los días ¿verdad Elena? —me pregunta y desvío la mirada de la joven a ella.
—Eh, sí —contesto dedicándole una mirada a la pequeña, una que ignora por completo.
«Esos rasgos de su personalidad parecen ser de...». Mis pensamientos se ven interrumpidos por la mano que me estrecha la del pelo rizado.
—Un gusto, soy Boris, diseñadora y estilista de la Compañía Televisiva del señor Hero Clark y amiga de la familia. —Sus palabras, claras y suaves, me llevan a saludarla del mismo modo.
—Un placer, Elena Jones...
«¿Ahora qué se supone que diga?».
—Futura esposa de Hero —agrega Hade, salvándome de decir algo que para mí sigue siendo incómodo.
—¡¿Tú eres...!? —Abre sus ojos y su boca a la par y luego sonríe con malicia, como si hubiese armado un rompecabezas. Yo, por mi lado, recurro a buscar alguna respuesta en Hade, quien me mira igual de confundida.
—¿Yo qué? —Frunzo el ceño, sin entender nada.
—La... La de los baños que... —Interrumpe sus palabras y es en ese justo instante, que, al notar que decide no hablar por la presencia de mi suegra, deduzco que no quiere dar detalles de esa vergonzosa noche.
Sí, aquella, en la que conocí al proveedor de mi desgracia, ese demonio vestido de millonario que ha comprado mi vientre y mi dedo anular. Esa bendita noche que me hizo sentir por primera vez la divinidad de un orgasmo porque a mis veinticinco años era una completa ignorante del placer sexual. Fue en ese pasillo donde mi torturante y dichoso destino comenzó a jugármela. Fue ahí, en la entrada de los baños, dónde la conocí a ella; dónde lo conocí a él; dónde empezó todo.
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