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Capítulo 8

Hero
—Lo sé mamá, solo lo olvidé. Es mucho lo que tengo en la cabeza, se me pasó la fecha, cuando Monroe me lo dijo pensé que algo había salido mal, que Claus se apresuró  en ir a buscarla, pero no, mierda era hoy —le explico y me llevo una mano a la frente, tumbado sobre la cama de mi apartamento—, pero lo que sí recuerdo es haberle dicho que debía traerla aquí, no a la mansión.

—Con lo que me acabas de decir, estoy segura de que también te equivocaste en eso, quizá le dijiste "mansión" y ahora no recuerdas —me contesta serena desde el otro lado de la línea.

—Te juro que sí le dije... —Freno mis palabras y suelto un suspiro—, eso es lo de menos, la verdad. Te llamé para decirte que ya está en casa, y que voy a necesitar que vengas antes, por favor, no quiero ni imaginar lo que pasará si Ana y ella se cruzan y comienzan a hacerse preguntas la una a la otra. Encima, se me pasó decirle a la asistente que me voy a casar.

—Hero, David te dijo que ese detalle es muy importante, si te casas tendrás más posibilidades de que te den la custodia de Valeria, y más con la información que me hiciste llegar de Elena, es justo la mujer perfecta para ser madre, y por tanto, cuidar de Vale.

—Eso quiero agregarlo el día del juicio, no podía decir nada hasta que tuviese a Elena aquí, sabes que no podía...

—Lo sé... ¿Has hablado con ella? —Su pregunta me hace entornar los ojos, en el fondo sé que debí haberla buscado cuando llegué a casa, en cambió huí como si su presencia fuese un estorbo en mi familia.

—No. Mañana pretendo hacerlo cuando vaya a visitar a Valeria —contesto, esperando que mis palabras fuesen suficientes.

—Mmm —farfulla, mas sé que tiene muchas cosas que preguntarme—, ¿por qué antes de firmar el contrato no pediste más información sobre Elena? No lo sé, fotos de ella quizá... ¿Estás seguro de haber hecho bien en establecer un contrato como ese con una mujer que jamás has visto?

—Mamá no me cuestiones más, por favor. David es amigo de su padre, conoce a toda su familia y me aseguró que Elena es...

Me quedo mudo unos segundos al recordar las palabras de mi abogado:

—Elena Jones es preciosa Hero, perfecta para tus planes pero... Tiene mucho más carácter que su padre y todas sus hermanas juntas, creeme. Tampoco me hace mucha gracia que sea ella quien firme, la vi crecer... Pero sé que Víctor lo necesita, y que Ele haría todo por proteger a sus hermanas. A demás, como mismo estipula el acápite cinco, es un año para concebir, luego de eso, si no es una niña, deberá quedarse aquí dos más, hasta que de a luz nuevamente, si no lo logran, ella estará en su derecho de no seguir con el contrato, y tú deberás resignarte a tu objetivo. A no ser que decidan alargar el plazo...

Sus palabras me dieron mucho de qué pensar, porque sentí que lo último que me dijo fue una especie de sugerencia, como si de alguna forma querré en el futuro alargar el tiempo... Quedarme con ella.

Sacudo mi cabeza y me froto el rostro alejando los locos pensamientos de mi mente. No podría, me prometí que no lo haría.

—Elena es lo que necesito para cobrar la herencia, sabes que lo necesitamos si queremos ver crecer nuestro imperio. No te preocupes más por ese tema, de ella solo quiero unos años de matrimonio arreglado y una bebé, luego de eso nos divorciaremos y llegaremos a un acuerdo para compartir la custodia de nuestra hija —acoto, decidido a dar por finalizada la conversación.

—Aún no entiendo qué tenía tu padre en la cabeza cuando escribió ese testamento, un hijo no es juego, imagínate que ella te de cinco y que todos sean varones ¿qué crees de eso? —musita y concuerdo con ella mentalmente—, en fin, hoy mismo salimos para allá en avión si es preciso, llegaremos de noche o mañana temprano, no pienso dejarte solo con toda esa locura allá en casa.

—Te lo agradezco. Dile a Hilary que le envío muchos besos y abrazos, que la espero en mi boda.

Mamá se echa a reír y yo también lo hago, ella puede notar mi ironía a miles de kilómetros.

—No tienes corazón Hero, ojalá Valeria o quizá Elena ponga un poco de orden en ese pedazo de carne con vida —bromea y sonrío abiertamente, sin embargo, su insinuación me causa estragos en el estómago.

—Ni un milagro de Dios podría con eso. Te dejo, voy a descansar toda la tarde si mis estúpidos empleados no me molestan.

Me lanza besos y luego de las típicas palabras de una madre que no supera el hecho de tener unos hijos mayorcitos, colgamos y me hago una bolita entre las sábanas.

* * *

La veo jugar en el césped que rodea la piscina. Trae puesto un juego de baño y sostiene en sus manos una pelota que se niega a soltarse de su agarre. La lanza por los aires y es mi madre quien corre a atraparla. Boris sonríe tras de mí y me permite ser yo quien llame su atención, se queda parada en la puerta trasera del comedor y yo me adelanto.

Me arrodillo sobre la fina hierba y abro mis brazos cuando, después de mencionar un: "ven aquí preciosa", se voltea a verme. Ladea su cabeza, y en el mismo instante desvía la mirada a otro sitio. La veo dudar, como si temiese acercarse. Me conoce hace un año, no he dejado de ir a verla y aún así me trata como un desconocido, y eso me punza el alma.

—¡Iron noooo!

Una voz chillona me hace mirar a la derecha, encontrándome con mi cachorro corriendo desenfrenado en dirección a la cocina, y, tras él, una peliroja lo persigue soltando sandeces al aire.

—¡Iron, quieto! ¡Quieto, o Clara no te dará galletas! ¡Devuélvemela! —grita desenfrenada y me mira de reojo a medida que corre tras mi perro con un pie descalzo.

Un escalofrío me recorre la espina dorsal al ver su rostro. Me quedo perplejo y numerosos recuerdos pasan fugaces por mi mente: su cabello rojizo natural, su voluptuosa figura, cada detalle lejano de su perfecto y curvilíneo cuerpo, sus labios... Desde mi posición no puedo observarla detenidamente, pero no me quedan dudas de que es la persona que no sale de mi cabeza desde hace más  de una semana.

—¡¿Hero!? —Boris me llama, parada tras de mí.

Mi mirada sigue a la joven hasta que desaparece tras las puertas de la cocina, aún no puedo salir del trance que su presencia me produjo.

—¿Hero, esa es Elena Jones? —insiste ahora interrumpiendo mi curiosa mirada, se planta enfrente mío y fija sus manos sobre mis hombros—, ¿es ella?

—Cre... creo que sí —contesto y sacudo la cabeza, me llevo los dedos a la sien y expulso aire por la nariz de forma brusca.

—Siento que la conozco de algún lugar... —pronuncia con la mirada puesta en cualquier parte—, felicidades, es hermosa.

—Ve con Valeria, tengo algo que hacer ahora —la interrumpo haciéndola a un lado. Protesta en burla y comienza a llamar a Vale con vocecilla fina.

A pasos rápidos me dirijo a la cocina en busca de la mujer que me dejó confundido hace unos segundos. La encuentro sentada en la mesa del comedor dándole de sus frutas a Iron. Al verme frunce los labios y se lleva un trozo de fresa a la boca. Mastica con rabia. No logro descifrar la intensidad del odio con el que me escanea y opto por tomar su misma postura. Me siento en la esquina de la mesa, dejándola inquieta bajo mi escudriñante mirada. Me doblo las mangas de mi camisa y ella no se pierde movimiento alguno, me reta, y me gusta.

Pedí una mujer que cumpliera con características físicas exactas, intenté que se pareciera a la pelirroja que me follé hace una semana en mi apartamento; pero ahora, me he quedado perplejo ante la realidad de que sea exactamente ella.

—¿Elena Jones? —escupo con frialdad y estira sus labios en una sonrisa.
—La misma. ¿Hero Clark? —contraataca y alzo las cejas.

—Creo que no hace falta una presentación.

Sus ojos se abren como platos al igual que su provocativa boca. Lame sus labios y suelta un corto suspiro. Por su reacción, me queda claro que sabe quién soy, al igual que yo sé quién es ella. Esa noche bebí mucho, pero recuerdo cada jodido detalle de lo que hicimos en mi apartamento.

—Por lo visto me recuerdas ¿no?

—Desgraciadamente sí —responde con una mueca de asco.

—Mmm... —Hago una pausa y me inclino para quedar más cerca de ella. Se muestra nerviosa, pero no retrocede, al contrario, se endereza sobre su silla y me recorre el rostro—. O sea, ¿que me voy a casar con una loquilla de esas que se la pasan emborrachándose y llevándose a cualquier desconocido a la cama?

Mis ojos bajan a su garganta, dónde percibo un nudo que le dificulta tragar saliva. Sé que le han dolido mis palabras, y no es menos de lo que pretendo que sienta. Una noche como aquella no cambiará las líneas de mi contrato.

—O sea, ¿que voy a casarme con un obsesivo que no supera a su ex y se tira a cualquiera para sentirse menos desgraciado? —refuta y los músculos de su mentón se contraen. Yo, por mi parte, endurezco mis facciones y cuento interiormente para no perder los estribos—. Oh, ya me olvidaba de la parte donde tienes que elaborar un absurdo contrato de compromiso. ¿Tan detestable eres que no puedes conseguir una esposa de forma tradicional? ¡Porque hombre, pagarle a una mujer para que lleve un anillo de matrimonio es decepcionante!

—No sabes nada, una palabra más y...

—¿Y qué? ¿Qué me harás? Creeme que con casarme contigo tengo suficiente castigo, no creo que exista algo que me perjudique más.

«¡¿Pero cuánta indisciplina en tan pequeño cuerpo?!». Pienso tras los bombardeos que me lanza segundo a segundo.

Su seguridad y la valentía con la que me habla, fuera de molestarme y causarme ganas de encerrarla en el sótano, me hace reír. Me provoca gracia y no hago más que levantarme de la mesa y extenderle una mano. Su mirada pasa de desafiante a confundida y disfruto que no sea ella quien gane esta batalla.

—Es suficiente, vamos.

Observa mi mano con temor, y la sensación de dominio que siento me devuelve las riendas de nuestro estrecho asunto.

—¿A dónde? —Arquea una ceja.

—A nuestra habitación —le contesto, y una sonrisa se forma en mis labios al verla dudar.

—En el contrato pone que tengo mi propia habitación —alega, cruzándose de brazos.

Doy un paso hacia ella y la agarro del codo. La obligo a levantarse y, a centímetros de su cuerpo, bajo la cabeza hasta llegar a su estatura y le susurro: —¿Y crees que dormir en habitaciones separadas hará que te embaraces? ¿Quién te crees, la virgen  María? Aquí se hace lo que yo diga pequeña, o subes conmigo, o te llevo sobre los hombros.

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