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Capítulo 7

Elena
Siempre me he considerado una mujer que no se doblega ante nadie y que pone sus objetivos al frente de sus obligaciones. Todo eso cambió desde que la fatídica noticia de las deudas de mi padre llegó a mis oídos por su boca ignorante.
En esta fecha habría entrado al Instituto de niños autistas de mi pueblo, estaría feliz rodeada de pequeños con dificultades especiales. Era ese mi sueño desde adolescente, uno que luché por conseguir y que ahora, gracias al descuido del héroe que idolatré cundo pequeña, tuve que tirar a la basura...

Ana levanta a la par sus cejas y me extiende una mano para saludarme. Hago lo mismo y sonreímos con serenidad.

—Elena, ella es Ana, la asistente del caso de Valeria. Estará aquí con nosotros hasta que la custodia se haga oficial —me explica la doña cuyo nombre desconozco y asiento fingiendo sorpresa, como si supiera de que carajos está hablando.

«¿Custodia? ¿Qué rayos?».

Veo en su mirada un atisbo de advertencia, como si me dijera telepáticamente que no se me ocurriera parecer desconcertada. No es que esté cómoda con todo esto, de hecho, tengo ganas de decir o hacer algo mal para estropear toda esta dramática situación, pero... ¿Qué ganaría con eso? Nada, obviamente nada, meterme en más problemas de los que estoy.

—Un placer, Ana —le digo y regreso la vista a mi... ¿suegra?

«Dios Ele, tu suegra parece tu hermana». Esta mujer, aunque ciertos rasgos de su rostro la delatan, posee una belleza y un físico de veintiañera.

—Bueno, bajé por un poco de agua —enuncia la madre de mi futuro esposo y se dirige al refrigerador. Yo, toda avergonzada por no saber qué rayos hacer o decir, tomo asiento y agarro un cuchillo de mesa para picar una rebanada de pastel. Espero que ambas se retiren y me dejen alimentarme sola.

—Yo venía a lo mismo —habla Ana y coge un vaso para que la otra le sirva un poco—. ¿Ha visto ya a su nieta? Cuando llegamos usted aún no había llegado y pues en la tarde me entretuve acomodando su habitación.

«¿Nieta? ¿Seré madrastra?».

—¡Oh, no, recién llegamos, hace menos de una hora! La verdad no veníamos hoy, sino mañana, pero a Haila se le presentó una cuestión de trabajo y mañana debe estar temprano en el estudio —le explica y toma un trago de agua apoyada de la isla de la cocina.

Mientras hablan me siento desubicada, no encajo aquí y la incomodidad me brota por los poros. Me entran ganas de subir con la torta completa a mi habitación, pero no quiero que piensen que soy una maleducada, y menos muerta de hambre, ante todo tengo principios y educación. Por lo que me dispongo a degustar el maravilloso sabor del chocolate en silencio, y de paso, sacar un poco de información.

—Entiendo —contesta Ana y posa el vaso sobre la encimera del comedor—. Tendrán mucho tiempo juntas antes del último juicio —alega con una sonrisa y la doña asiente de igual forma—. Bueno, tengan linda noche, descansen.

—Igual tú, gracias por todo —aduce en respuesta y la otra se voltea y se marcha.

Pretendiendo huir de quedarme a solas con esta mujer, me pongo de pie y hago un amago por retirarme. No sé de dónde salió el temor que siento ahora, pero demonios, tengo que irme.

—Eh, Elena, quería hablar contigo —interrumpe mi escapada tomándome del brazo, bajo la mirada a su agarre mientras que con mis manos sujeto el plato con la torta—. ¿Puedes quedarte unos minutos?

Asiento lentamente y trago el pedazo de pastel que había masticado. Vuelvo a sentarme con delicadeza y bebo un poco de jugo, la palabra comodidad no es la descripción de este momento.

—Soy Hade, la madre de Hero, viuda de Mássimo Clark. Perdón por esta incómoda escena, no tuve tiempo de verte antes y... No era apropiado desatar una locura ante la asistente social del caso de mi nieta —aborda gesticulando con elegancia. Me fijo en su fisionomía y definitivamente es una mujer muy hermosa. Su cabello es envidiable y ni hablar de su esbelta figura—. Ayer Hero me llamó diciéndome que ya estabas aquí, esa es la razón de nuestro regreso.

Me observa en espera de una respuesta de mi parte. No sé que desea oír, así que solo asiento y pronuncio un: —No hay problema, entiendo.

—Bien, lo que quería hablar contigo es... —Pausa y extiende sus manos como pidiéndome las mías. Entonces lo hago, no sé porqué, pero lo hago. Le entrego mis manos y las toma entre las suyas para mirarme compasiva—. No tengo idea de por qué decidiste firmar ese contrato con Hero, esos son asuntos de mi hijo en los que no quiero ni debo meterme. Pero quiero que sepas que fuera de todos tus problemas y el impulso que te haya obligado a aceptar, que supongo que sea económico, aquí tienes un apoyo. No pretendo ser la suegra víbora que hará de tu vida un infierno, no cariño. 

Sus palabras me desconciertan por completo y se me comprime el pecho al ver en ella a mi hermana Eve. La dulzura con la que me habla, la mirada sincera que me dedica y el suave roce de sus dedos sobre los nudillos de mis manos, me llevan a pensar en la persona a quien más amo. Sin buscarlo, sin desearlo, una lágrima se me escapa y me refugio en el líquido salado que bruta de mis lagrimales para sentirme mejor... O peor, no sé exactamente cuál será el resultado de llorar tanto.

—Shhh, tranquila hermosa —susurra ya acunándome contra su pecho.

No puedo parar de llorar. Sus brazos me envuelven y acaricia mi cabello con una confianza que ha crecido en cuestión de segundos. Me sorprendo por su afecto y me marchito con cada lágrima o gemido que escapa de mí.

—No tengo idea de cómo te sientes bella, pero puedo imaginar lo que es comprometerte con alguien a quien no conoces mediante un contrato que los ata durante tres años —musita sin dejar de acariciarme el cabello—. Pero si te sirve de consuelo, Hero es un buen hombre, a demás es muy apuesto...

La palabra "apuesto" me hace despegarme de ella y la miro a los ojos mientras limpio mis lágrimas.

—¿Qué, qué edad tiene?

Le hago la pregunta, aunque es lógico que no debe superarme en muchos años, no si tiene una madre tan hermosa y joven. Una chispa rara me recorre, porque aunque sí, mi situación es deprimente, no es lo mismo cumplir con un contrato que me ate a un anciano, que uno que me dé la posibilidad al menos, de estar con un hombre agradable a la vista ¿no? Soy pobre, pero sobre todo, soy mujer.

—Veintiocho.

«¡Lotería!». Pienso, mas, al segundo, despejo esa emoción de mi mente, porque no debería alegrarme de algo que hago en contra de mi voluntad, para empezar.

—Oh... Va... vaya —articulo y me sonríe, supongo que le agrade que haya dejado de llorar.

—Es tarde ya, mañana continuamos la charla, tengo muchas ganas de conocer a mi nuera y futura madre de mis nietas. —Me guiña un ojo y su humor es tan contagioso, que aunque la palabra "nietas" me causó nauseas, hago un esfuerzo y le devuelvo la sonrisa.

* * *

Es una niña rubia de unos cuatro años, hermosa y tranquila. Disfruto verla jugar con Hade desde el jardín mientras Iron lame mis pies. El tercer día dentro de la mansión de los Clark se me ha hecho más ameno. He decidido retomar mi alimentación desde que me comí toda la tarta de anoche, no sé si fue realmente hambre o ansiedad, la cosa es que la devoré como si de una frutilla se tratara. Hade está muy feliz desde que su nieta despertó, han pasado la mañana jugando y nadando en la piscina. Y aunque todavía me siento fuera de lugar, al menos la compañía de Iron me distrae lo suficiente para dejar de pensar en mi desgraciada vida de vez en cuando.

Me detengo unos segundos para indagar en acciones de la pequeña que me resultan extrañas, igual es muy pronto para sacar conclusiones, por ello tajo mis estúpidas percepciones y me dispongo a entretenerme con otras cosas. He escuchado a los criados parlotear entre ellos sobre los preparativos de la boda de Hero. Lo cual, me pone cada vez más nerviosa e impotente.

Han venido numerosos representantes de compañías de decoración para pedirle a Hade las orientaciones de los adornos de la boda, y, por una parte, me resulta ofensivo que preparen una celebración sin siquiera pedirme la mínima opinión al respecto.

A ver, que no es que este tema del maldito compromiso me agrade, pero joder, es mi boda ¿no?

«¿Mierda Ele en serio te molestas por no poder decorar tu propia boda? ¿Te recuerdo que no has tenido otra opción y que si fuera por ti jamás te hubieses casado?». Las indirectas de mi conciencia comienzan a ahogarme y expulso aire por mi nariz. Iron me observa juguetón y le apachurro las orejitas que tiene.

—Ojalá pudieras hablar para marearte con mis problemas —le digo y me saca la lengua—. ¿Y si comemos algo? —sugiero alzando y bajando mis cejas repetidas veces y su cola moviéndose es la afirmación que necesito para levantarme.
Sacudo la parte trasera de mi shorts y estoy a punto de salir de los arbustos que me cubren cuando se me corta la respiración al ver una figura masculina arrodillado sobre el césped en espera de Valeria.

—¡Ven aquí preciosa!

Esa voz... e... esa voz yo... yo la conozco.

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