Capítulo 47
Elena
Después de recibir la llamada del secuestrador hace unas horas, el eco de las palabras crueles siguen resonando en mi mente. Mi corazón late con miedo. La voz anónima me ha dado un plazo, un plazo que se agota con cada segundo que pasa. ¿Qué haré? El rostro de Evelina, a quien amo más que a nada en el mundo, me atormenta desde que escuché sus gritos. ¿Cómo podría estar tranquila estando ella en tal peligro?
«Todo esto es mi culpa, por casarme con un millonario...», pienso.
Tras secar mis lágrimas, bajo a la cena familiar. La tensión en la mesa se vuelve palpable. Ash está presente y sus ojos intentan emitir un juicio silencioso hacia mí. Hilary, por su parte, también me taladra con sus orbes azules, aunque ajena al tormento que me embarga en silencio. No quiero que nadie sepa de mi situación, y esto se convertirá en una pesada carga que no sé si podré soportar.
Hero nota la angustia en mi rostro, lo sé porque agarra una de mis manos bajo la mesa, proporcionándome un apoyo silencioso que ni siquiera sabe que necesito.
Después de una cena incómoda y sin apetito, regreso a mi habitación. Cierro la puerta detrás de mí y me dejo caer en la cama, exhausta. Las palabras de Ashley resuenan en mi cabeza: "Hero tiene una caja fuerte en su despacho". Mi mente insinúa que dentro de esa caja fuerte puede haber más que documentos importantes: dinero que podría salvar la vida de Evelina. Y es entonces que nuevamente, me encuentro debatiendo entre lo que siento por Hero y la importancia de salvar a mi hermana.
Abrir la caja fuerte de Hero sin su conocimiento es una violación de su privacidad, una traición a su confianza. Pero también no puedo permitirme el lujo de no hacerlo, no cuando la vida de Eve pende de un hilo.
Los minutos se estiran mientras contemplo el dilema, y yo, toda perdida en mil torbellinos, no hago más que respirar profundo y tomar la decisión más difícil. La resolución dura y fría me embarga.
—Tengo que hacerlo —susurro para mí misma, mientras me pongo de pie y me dirijo al despacho.
La casa está en silencio, Hero y su madre charlan en la sala mientras Hilary y su esposo beben un poco de vino en el patio trasero, junto a la piscina. El despacho está en penumbras, solo iluminada por la luz de la luna que se filtra a través de las cortinas. Cautelosamente, busco el lugar donde pueda estar oculta la caja fuerte. Hago a un lado los libros de su pequeña librería, no hay nada, así que recurro a las paredes forradas. Tampoco está.
Cada minuto que pasa se acentúa más en mi pecho, haciéndome sentir nerviosa. ¡Y demonios, esto está muy mal! Las manos me sudan, leves cosquilleos recorren mis pies y siento que se levanta el vello de mi piel. La sensación de peligro es horrible, pero más lo fue la llamada.
Finalmente, entre unos cuadros posicionados sobre un aparador, a la derecha de su escritorio, sobresale una manija que me apresuro en jalar, abriendo consigo una puertecita que deja a la vista una pequeña caja fuerte de lo que parece ser acero. Tras tomar una enorme bocanada de aire y expulsarla con dificultad, me animo a intentar descifrar el código clave para abrirla. Observo detenidamente los botones con las letras del alfabeto, son muchas las opciones y muy poco el tiempo. Definitivamente solo un milagro me haría salir de aquí con lo que he venido a buscar. Pruebo con la fecha de su nacimiento, esa que me preocupé por investigar hace algún tiempo, sin embargo no funciona y me golpeo la frente en frustración. Intento nuevamente, esta vez introduzco el nombre de Hade con el apellido de la familia. Tampoco funciona.
Camino de un lado a otro dentro del despacho, con la mente echa un lío y el corazón latiendo a mil por segundo. Podría llegar alguien en cualquier momento, y me aterra que se descubra lo que estoy haciendo, o peor, lo que realmente ocurre.
Regreso a probar suerte, ahora pienso más a fondo, una clave tiene que ser importante, una palabra o fecha significativa para Hero. No es su madre, tampoco el día en que llegó al mundo... ¿Qué más podría ser?
«¡Piensa Elena, piensa!».
Valeria.
¿Será el nombre de la pequeña?
Sacudo la cabeza y dirijo mi dedo índice al teclado. Selecciono las letras que componen el nombre de Valeria y cierro los ojos mientras intento darle una vuelta al cerrojo. Con un giro lento, la puerta se abre, revelando el interior de la caja fuerte. Me llevo las manos a la boca y ahogo cualquier expresión exagerada que pudiese salir de mí. Hay una serie de documentos financieros y, gracias a Dios, también una cantidad considerable de dinero en efectivo.
Tomo un aliento profundo, con la mente dividida entre el alivio de haber encontrado dinero y la culpa de haber violado la privacidad de Hero.
«¡No te dejes embriagar por esto Elena, a lo que viniste!». Me regaño mentalmente y, luego de agarrar todo el dinero que puedo y lanzarlo dentro del maletín, tomo también los documentos y cierro la caja fuerte cuidadosamente para retirarme de la habitación, asegurándome de que todo quede exactamente como lo he encontrado.
* * *
El maletín lleno de dinero se aferra a mi mano mientras avanzo sigilosamente por el lateral de la mansión. Cada paso es una lucha interna entre la urgencia de salvar a mi hermana y el miedo de ser descubierta. El viento fresco de la noche acaricia su rostro ansioso mientras corro hacia el portón de salida, ahora nada puede pararme.
Iron me ve y, emocionado, se lanza tras de mí, moviendo su cola con alegría. «¡Oh, ahora no, por favor!».
Lo detengo y lo acaricio con cariño, rogándole silencio con la mirada. Le pego un beso en el hocico antes de apartarlo y sigo mi camino, no sin antes regañarlo bajito y mandarlo al patio de atrás.
Apenas alcanzo el muro que rodea la propiedad cuando una voz me detiene en seco. «¡Mierda, Ashley!». Al notarla siento un nudo en el estómago, consciente de que su apariencia y la presencia del maletín me delatan. Me volteo a verla y Ashley, con una expresión entre curiosa y acusadora, comienza a interrogarme con preguntas rápidas y directas: —¿Qué estás haciendo aquí a esta hora?
—He venido a tomar aire —contesto con voz temblorosa.
—¿A dónde vas con ese maletín? —insiste, esta vez frunciendo el entrecejo mientras alterna la mirada entre el maletín y mi rostro.
—No es de tu incumbencia, métete en tus asuntos que de seguro son más malévolos que los míos —refuto y arquea una ceja, dando un par de pasos hacia mí para plantarse de brazos cruzados. La oscuridad es palpante, pero puedo ver cada rasgo de su rostro.
—¿Qué estás tramando, Elena?
La tensión en el aire es horrible, y empiezo a sentirme atrapada en una red de mentiras. No puedo soportarlo más. Las lágrimas brotan de mis ojos y mi cuerpo tiembla. Es demasiado como para poder controlarlo, me ha atrapado, y es cuestión de minutos para que corra a contarle a Hero. Sin embargo, Ashley, sorprendentemente, deja de interrogarme y se acerca a mí. Sin decir una palabra, me toma de los hombros y me abraza. El gesto es totalmente inesperado, y las lágrimas de fluyen con más intensidad.
—¿Qué mierdas haces? —sollozo y ella ríe.
—Lo necesitas, solo déjame... Tranquila, dime qué ocurre.
Ante mi sufrimiento, le cuento la verdad. No sé por qué rayos lo hago, se supone que esta es la arpía que le hizo tanto daño a mi esposo y a su hija, ni siquiera merece escuchar mis palabras por el hecho de que es puro veneno concentrado y quizá en lugar de lamentarlo, le divierta. Mas no me detengo y le cuento sobre el secuestro de Eve, la llamada del secuestrador, el maletín lleno de dinero, todo sale a la luz en un torrente de confesiones que no veo venir. Y Ashley, en lugar de juzgarme, reírse o alegrarse, me escucha.
Después de un momento de asombro por su parte, se aparta de mí y me ofrece algo que no me espero: su ayuda.
—¿Qué hacemos? O bueno, qué pretendes hacer.
La miro perpleja, sin comprender completamente la repentina generosidad.
—Mi hostilidad hacia Hero tiene un motivo más profundo: la disputa por su maldita herencia. No quiso compartirla conmigo, a pesar de que tuve ideas grandiosas que asegurarían todo ese dinero.
La miro dudosa, sin entender el motivo de esa confesión.
—Quiero decir, que mi problema es con él, no contigo...
—¡¿Qué dices?! Si desde que me conociste no has parado de atacarme —resalto y tuerce sus labios.
—Hacerte daño a ti es hacérselo a él, así que...
—Dios...
—En el fondo, no soy tan mala como aparento —dice restándole importancia con una sonrisa irónica—. Creí que Hero merecía un poco de incomodidad, pero esto es otra cosa. Nadie merece pasar por esto.
—¿Gracias? —cuestiono, sin saber qué más decir a la incómoda situación. Y que conste, sigue siendo imperdonable todo lo que le ha hecho a esta familia, y en especial a Valeria.
—Sí, un gracias está bien. ¿Ahora qué?
Sin más preámbulos, nos miramos con determinación. La oscuridad de la noche se convierte en nuestra aliada mientras avanzamos hacia lo desconocido, unidas por la urgencia de salvar a Evelina.
—Ahora hay que cruzar este portón y tomar el auto de Hero —respondo mientras agarro el maletín con fuerza y me dispongo a caminar.
—¿Tienes las llaves?
—Sí.
—Yo conduzco.
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