Capítulo 46
Elena
Sus quejidos aumentan segundo tras segundo. Sé que le estoy haciendo daño, y me gusta la sensación de dominio que me provoca. Hace tiempo deseaba descargar toda mi rabia interior, ¡al fin! encontré a la persona indicada que se encargará de soportar mi furia. Y bien merecido se lo tiene.
El silencio en la cocina se rompió desde el momento en que una silla rasgando contra el suelo pulido emitió un fuerte chasquido. La tensión entre la malnacida y yo finalmente alcanzó su punto de ruptura.
Con un grito de rabia, me lanzo nuevamente hacia Ashley, agarrándola por el cabello con un poderoso tirón que hace que se doble hacia atrás, con su rostro al alcance del mío. Necesito saciar mis ganas de acabar con ella, tenerla bien cerca para que escuche palabra por palabra lo que tengo que decirle.
Forcejea desesperadamente, pero mis manos mantienen un agarre férreo en su cabello, y cada intento de escape solo parece empeorar la situación.
Un grito de angustia escapa de los labios de la rubia, que resuena en toda la cocina: —¡Ayuda! ¡Alguien, por favor! —suplica mientras las lágrimas inundan sus ojos.
Mi respiración se vuelve entrecortada, y con los ojos llenos de ira y satisfacción, finalmente la golpeo en la cara. Cada golpe es un liberador grito de justicia, un acto que he deseado realizar desde que supe de su pasado en la familia Clark. La malicia de Ashley y la traición que infligió a Hero, me han llevado a este punto, y cada cachetada no vale ni la mitad del daño que ha causado.
El alivio me llena con cada golpe que conecto. A pesar de la violencia, siento que estoy tomando el control de la situación, finalmente la cerda está recibiendo una pequeña dosis de lo que merece. Me importa un comino si estoy haciendo algo visceral, ahora mismo lo único que me interesa es dejarle claras dos cosas.
—¡No voy a repetirlo, aléjate de esta familia y no busques más a Valeria!
—¡Eres idiota, no me sorprende que te hayas enamorado de él! —escandaliza con una expresión escueta—, abre esos ojos, yo sé que quieres saber.
—¡Calla! —suelto, harta de sus palabrerías.
—Si no me crees busca en su caja fuerte, ahí está todo —dice un poco más bajo, fijando sus redondos ojos cafés inundados de venas rojizas en los míos—, solo consigue la clave y tendrás lo que necesitas.
—¡Elena! —La voz de Hero se escucha cercana, y trás él unos cuantos correteos—. ¡Dios!
—¡No se acerquen! —grito, volteándome a la familia que me observa como si la loca fuese yo. Hero no se detiene, y en la puerta se queda Hade y sus dos hijas junto a Clara—. ¡No, déjame! —Me inquieto al sentir las manos de Hero interferir entre nosotras.
Ashley le suplica que la safe de mi agarre y él intenta suavizarme. Se coloca entre las dos y toma mis manos con suavidad para entre palabras dulces ablandarme.
—Por favor —me pide en un susurro. Todavía no soy capaz de controlar mi respiración—. Déjala, no vale la pena.
—¡Ay cariño, suéltala! No voy a soportar otra desgracia —lloriquea Hade y dirijo la mirada a ella.
Quizá tengan razón, ¿qué estoy haciendo? ¿qué resolveré con todo esto? ¡Que piensen que soy una desquiciada, por supuesto! Ya me desahogué lo suficiente, y sería hipócrita si dijera que no me siento mejor. Porque Dios santo, podría dar brincos de lo bien que la batalla me ha puesto.
—Por mí pueden matarse —rechista Hilary, sonriendo de forma diabólica tras su madre.
—¿Quieres una dosis tú también? —le pregunto y alza a la par sus cejas. Hero se sorprende y fija con más fuerza su mano sobre la mía, esa que sigue agarrando el cabello de su ex.
—¿Hermanito, no podías haber buscado una mujer menos vulgar que esas dos?
—¡Hilary cállate de una vez! ¡Salgan todos de aquí! ¡Elena, suéltala ya!
La cocina empieza a vaciarse y es entonces que caigo en cuenta de que es el momento de terminar con esta payasada. Se acabó el show, señores.
Al soltarla toma un profundo suspiro, recuperando el aire que perdió hace unos minutos. Se lleva las manos a la cabeza y lamenta en silencio haber perdido unos cuantos mechones. Me maldice, y yo le dedico una mueca en burla antes de que Hero retome sus órdenes.
—Ashley vete a la habitación y arréglate, no quiero que Valeria te vea así.
—Controla a tu mujercita —dice y se aleja, no sin antes asesinarme con la mirada.
Me dejo caer sobre una de las sillas del desayunador y me bebo el último trago de café que tenía mi taza. Hero me escudriña con la mirada y toma asiento a mi lado para mirarme demandante. Sé que va a regañarme, y lo merezco, no debí comportarme así en su casa, aunque cabe acotar, que lo disfruté mucho y no me disculparé por el alboroto.
—¿Qué a pasado? —Su pregunta no me sorprende, así que me encojo de hombros y dirijo la mirada a su rostro.
—Lo que tenía que pasar hace mucho tiempo... Solo quería que os dejara en paz.
—Ele. —Toma una bocanada de aire—. No estuvo bien, por mucho que lo mereciera. Valeria está aquí, ¿y si ella hubiese visto eso?
Mierda.
—Lo siento —murmuro. Y de veras que lo lamento. No pasó por mi cabeza ese importante detalle. ¡Idiota que soy!
—Sé que lo sientes, y espero que no vuelva a pasar.
—No creo que le quede cabello para un segundo asalto —digo y se le escapa una sonrisa.
—Me pregunto que me harías si cometo algún error —pronuncia por lo bajo.
—Inténtalo —le reto y lame su labio inferior.
—Eres mala —ronronea, acercándose a mi boca despacio—, cada día me pones más loco.
—Deja de seducirme, sigo en shock por lo que me has contado hace un rato.
Al decirlo su rostro se suaviza y acaricia mi mejilla.
—No sobrepienses, por favor, confía en mí —suplica contra mis labios y deja un casto beso sobre ellos—. Tengo buenas noticias.
—Ilumíname.
—He mandado información a un investigador privado, va a sacar todo lo necesario sobre Ana y Ashley. Suponemos que pretenden hacer algo en el juicio, pero no lo lograrán, eso lo aseguro.
* * *
Luego de pedirle disculpas a Hade, fui a por sus dos hijas. Hashley no hizo más que darme la razón, no aceptó un "lo siento" de mi parte, pues dice que Ash lo tuvo merecidísimo. De su hermana no puedo decir lo mismo, simplemente asintió con la cabeza y me dejó hablando sola. No tuve otra opción, la verdad no tenía la mínima gana de disculparme.
Pasé lo que quedaba de noche dibujando con Valeria en su habitación, me he prometido pasar el mayor tiempo posible con ella antes del juicio, y luego también, por supuesto. He conseguido que converse conmigo, aunque sigue igual de retraída. Me di cuenta de que es muy inteligente y creativa, a demás, canta muy bonito. El tiempo que pasamos juntas me hizo pensar en mi situación. Yo como madre sería una maravilla, lo presiento. Me hace mucha ilusión imaginarme con una pequeña en brazos, arrullándola y protegiéndola del mundo. ¿Qué tan grande es ese amor? ¿Hará que me vuelva celosa y posesiva? ¿Querré separarme de ella?
«Hero quiere que lo hagais juntos, lo vuestro es diferente». Me digo, recordando sus palabras.
Tomo un baño refrescante y minutos después me visto para la cena, imagino que no será un momento muy agradable teniendo a dos mujeres que me odian en la misma mesa, pero bueno, no es que existan más opciones.
¡Vzzzzz, vzzzzz, vzzzzz!
Las vibraciones de mi teléfono resuenan desde la mesita de noche y me apresuro en tomarlo. Es un número desconocido, así que cuelgo y retomo lo que estaba haciendo. Aplico un poco de polvo sobre mis mejillas y luego agarro un bálsamo labial con aroma de frutillas. Me observo con el vestido ajustado que llevo puesto y me imagino con un vientre hinchado y duro. ¿Cómo sería mi cuerpo estando embarazada? Todo un chiste.
¡Vzzzzz, vzzzzz, vzzzzz!
Entorno los ojos.
¡No voy a contestar! Que lata la gente que no tiene nada que hacer.
¡Vzzzzz, vzzzzz, vzzzzz!
¡Joder con la jodida insistencia!
Finamente lo cojo y suelto: —¡¿Qué?! ¿Aburrido en casa?
Se escucha una respiración pesada desde el otro lado, causándome escalofríos en el pecho. ¿Y esto qué?
—¡Basta de bromas! ¿Qué quieres? —insisto dirigiéndome a la puerta para irme rumbo al comedor. Muero de hambre.
—Buenas noches, Elena Jones, o debería decir: señorita Clark. —La voz es totalmente desconocida y gruesa, como si estuviese hablando con una máscara de por medio.
—¿Quién eres? No estoy para juegos, voy a colgar si no contestas...
—Tranquila, ella te explicará mejor...
—¿Eh? ¿Ella quién? ¡Hola! —exclamo al percibir silencio del otro lado. Por unos segundos la bocina de mi teléfono emite unas interferencias y lo aparto de mi oído para revisar la pantalla. Sigue ahí, no ha colgado.
¿Qué clase de juego es este?
—¡Ele!
—E... ¿Eve? —Su nombre sale en un susurro, al tiempo que mis manos comienzan a temblar ligeramente.
—¡Has lo que te piden, por favor! Mis... Mis pequeñas, no las puedo dejar —gime entre lágrimas y siento como se me destroza el corazón.
—¡¿Mierda Eve qué está pasando?! ¡Dime! ¡¿Qué tengo que hacer?! —Suelto el llanto y cierro nuevamente la puerta para caminar de un lado a otro por la habitación.
—Ellos me tienen, van a matarme si no haces lo que te piden —balbucea y suelta un grito ahogado.
—¡Evelina! —suelto— ¡¿Qué le están haciendo malditos?! ¡Qué quieren de mí!
—¡Ja, ja, ja, ja! Harías lo que hiciera falta para salvar a tu hermana, ¿verdad? —Nuevamente esa asquerosa voz se adueña de la llamada.
—¡Habla de una puta vez! —espeto con la voz temblorosa.
—Cinco millones, para las tres de esta madrugada, callejón de la calle 237, esquina #2 de la Plaza Queen. Llévalo todo en un maletín gris de tela impermeable, efectivo, por supuesto. Nada de policías, nada de marido faldero. Tú sola. De lo contrario...
—¡Ahhhhhhhhhh! —Eve vuelve a gritar, esta vez de una forma desgarradora que me hace llevarme una mano a la boca. Siento como se forma un nudo enorme en mi garganta y mis piernas comienzan a perder las fuerzas para mantenerme en pie. Caigo sentada sobre el suelo y mis ojos despliegan borbotones de lágrimas cargadas de dolor.
—¡No le hagan daño! Lo haré.
—Claro que sí, de lo contrario, mañana a primera hora recibirás un paquete que no te agradará... ¿Qué te parece, un dedo, o sus orejas, o alguno de esos dos hermosos ojos que tiene?
—¡Noooo! Por favor... No le hagáis daño... Tendrán los cinco millones a la hora acordada.
Ni siquiera me da tiempo a despedirme de ella. Cuelga el teléfono y me deja derrumbada. Me echo a llorar sin filtros y me hago una bolita contra la puerta mientras saco toda la tristeza en forma de lágrimas.
Me sumo en una oscuridad profunda, rota por la débil luz de la luna que se filtra a través de las cortinas entreabiertas. Han pasado quince minutos y sigo sentada en el suelo, rodeada de fotografías de mi hermana que yacen esparcidas por todas partes, este álbum siempre lo llevo entre mis cosas. El silencio en la habitación es sobrecogedor, invadido únicamente por los sollozos que sacuden mi cuerpo.
Las lágrimas corren por mis mejillas sin restricciones, formando charcos en el suelo de madera que reflejan mi dolor. Los recuerdos de Evelina, momentos de risas compartidas y de apoyo mutuo, se arremolinan en mi mente, atormentándome.
¿Mick sabrá de esto? ¡Dios mío! Seguramente nadie lo sabe, de lo contrario me habrían llamado...
Aferro el teléfono en una de mis manos, esa llamada sigue fresca en mi mente. El secuestrador, con una voz fría y despiadada, ha exigido cinco millones de dólares a cambio de la vida de mi Eve. Cada palabra me ha golpeado como un martillazo en el corazón, la sensación de impotencia es abrumadora. Me pregunto cómo podría reunir tal suma, si sería capaz de salvarla. El pensamiento de perderla, de no volver a escuchar su risa o recibir sus consejos amorosos, me tienen al borde de la locura. Pero tampoco puedo permitirme el lujo de ceder ante el miedo. Por nada en el mundo la dejaré morir.
¿Debería llamar a Mick? ¿O a Emily?
¡No! ¡¿De dónde sacarían semejante cantidad de dinero?! Llamarlos sería empeorar las cosas. Enloquecerán, llamarán a la policía y la perderemos.
Entre sollozos, comienzo a pensar en las posibilidades, en lo que sería capaz de hacer para sacar a mi hermana de esa pesadilla. Estoy dispuesta a cualquier cosa, incluso a enfrentarme al secuestrador si eso significa salvar a la persona a la que más quiero en el mundo. El dolor que experimento a cada segundo es abrumador, pero mi determinación también crece con cada lágrima derramada.
Una luz de esperanza comienza a brillar mientras considero los pasos que debo tomar para reunir el dinero y traerla de vuelta...
«La caja fuerte de su despacho, esa que mencionó Ashley». Pienso y limpio mis lágrimas.
No podría hacerlo.
Él no lo merece.
«Es la única alternativa». Me grita mi mente.
¡Dios, por qué es tan difícil!
—¡Ayúdame, por favor, necesito que me guíes, sácame de esta impotencia que me consume! —Me encuentro pidiéndole clemencia a las alturas, deseando que me ilumine para encontrar el camino correcto.
No quiero hacerlo, jamás pensé cometer algo así... Pero la vida de Evelina vale más que los millones de Hero.
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