Capítulo 45
Elena
A estas alturas ya me estoy preparando para cualquier cosa que me desagrade. Desde que llegué es una cosa tras otra, más secretos, más mentiras, más, más, más, más. ¿Por qué no decirme de una vez? Estoy hartándome de recibir solo migajas de quién dice que me ama, y ahora ¿quién me asegura que no me mentirá? Esperar, aceptar y ayudarle. Es lo único que puedo hacer.
Sus últimas palabras han calado en mi mente, haciéndome perderme por unos segundos en los que pienso de igual forma que Amelia... Él no podría hacerlo, no tiene el derecho de quitarme a mi hija luego de que nazca.
—Fueron especulaciones suyas, yo jamás le haría algo así —aclara y yo tuerzo los labios mientras pienso.
—¿Entonces, qué pasó luego? ¿Dónde está ella? ¿Y la bebé, por qué nunca la he visto?
Ok ahora que medito suena peor. Llevo dos meses acá y nunca antes escuché nada de Amelia ni de su pequeña. Hero me dice que la quisieron mucho pero... ¿hasta donde llega la hipocresía? O sea, jamás la mencionan, no hay nada suyo en esta casa, y se empeñan en "apreciarla", así, a secas. Muy raro todo. Demasiado diría yo.
—No nació.
—¡¿Qué?! —exclamo sin digerirlo del todo. Fuertísimo el asunto—. ¿Qué le pasó?
—Amelia se puso como loca en el séptimo mes, no quería salir de la habitación y se negaba a verme. A penas comía, y no permitió que nadie de mi familia la acompañara al doctor las veces que le correspondía consulta.
—Tengo los vellos de punta... —balbuceo y vuelve a tomar mis manos. Está intentando suavizar la situación y eso solo me demuestra que lo que viene es aún peor.
—Intentó suicidarse. Por suerte mi madre estaba en casa y abrió la puerta de su cuarto justo cuando las convulsiones comenzaron. Llegamos al hospital a tiempo para ella... Pero la bebé no lo consiguió.
Llevo mis manos a mi boca, separándolas de forma brusca de su toque. ¡¿Ahora me viene con todo esto junto?! Sin poder evitarlo mis ojos se cristalizan, es casi imposible no sentir nada con una historia así. Por un momento no me lamento tanto por ella, mas bien me traslado a su piel y soy yo quien sufre todo aquello. Es horrible, fue horrible...
—¿Po... por qué lo hizo? —cuestiono. Él me mira triste, como si de verdad le afectara contarme.
—No quería que le quitara a nuestra hija, quizá pensar tanto en ello la desequilibró... Elena, te juro que no lo iba a hacer, en mis planes jamás existió la posibilidad de romper las reglas del contrato...
—Tampoco podría haber amor entre nosotros y aquí estamos...
—Es diferente —murmura, deslizando sus pulgares por mis mejillas para secar las lágrimas rebeldes que se me escaparon—, eso no estaba por escrito.
—¿Crees que me pase a mí? —suelto sin darle vueltas y sus ojos se abren exageradamente. Niega con la cabeza y me atrae a su pecho desnudo, donde me acuna unos minutos mientras besa mi cabeza.
—No pasará porque jamás te irás de mi lado, criaremos a esa pequeña y a todos los que vengan luego juntos. Aunque para eso tengamos que casarnos de verdad...
—¡Hero!
A penas tengo tiempo de indagar en su respuesta, la voz de su madre interrumpe tras la puerta con un par de toques y me separo inmediatamente de su cuerpo. Me recompongo lo más rápido que puedo y Hero no deja de mirarme con intensidad y melancolía desde la cama. Recojo su ropa de los rincones y se la lanzo encima para que se vista y atienda a su madre.
—¡Un momento! —contesta él y se levanta para tomarme del brazo antes de que pueda abrir la puerta—. Hablaremos más tarde, necesito una respuesta a lo que acabo de decirte, por favor.
—De acuerdo —respondo, me descargo de su agarre y le abro a Hade.
—Oh, perdonen si interrumpí algo...
—No te preocupes —dice Hero tras de mí.
—¿Te pasa algo? —me pregunta Hade y niego rotundamente.
—Nada que no pueda controlar —digo y ella me sonríe suavemente—, los dejo solos, voy a tomar un poco de agua.
—Está bien cariño.
Me salgo de la habitación sin volver a mirarle la cara a Hero y bajo las escaleras a toda prisa. Mi mente es todo un fiasco de emociones, pensamientos, rabia, tristeza... Hay de todo. Llego a la cocina y le pido a Clara que me sirva un poco de agua con limón para aliviar la ansiedad que llevo encima y ella no tarda ni dos minutos en poner el vaso frente a mí. Bebo lentamente el líquido, sintiendo el ácido zumo penetrar mi paladar. Poco a poco el efecto se hace presente y suspiro más relajada mientras masajeo mis sentidos con mis pulgares.
«No te machaques».
«No lo hagas».
«Pararás igual que ella».
No voy a pensar en eso, dejaré de lado la posibilidad de que eso ocurra... Hero no me quitará a mi hija y todo se cumplirá al margen.
Ahora, ¿qué quiso decir con eso de que...? ¿Me pidió matrimonio real? ¡Dios mío!
—¡Aaaaaaaaaah! —suelto un grito ahogado, haciendo que Clara pegue un brinco y se voltee a mirarme asustada.
—¡Jesús! ¿Señorita Elena, está usted bien? —cuestiona con una mano sobre su pecho.
—Necesito gritar Clara, ojalá pudiese romper cristales con mi voz, quizá así se me pasaría lo que siento.
—¿Desea un tilo?
—No, gracias. Lo que necesito es que la tierra me trague, quizá así todo acabará rápido.
—Si eso pasa Hero se muere... Y no lo digo por ti, sino porque perdería lo único que le importa, su herencia.
Volteo y me encuentro con la prima más cercana de las pirañas: Ashley y su ridícula presencia molestando. Entorno los ojos en su cara y en lugar de alejarla con eso, toma asiento en el desayunador a mi lado.
—¿Qué quieres? —suelto y alza sus cejas a la par. Lleva los labios de un rojo intenso y un vestido ajustado que combinan con sus altos tacones negros. Es muy hermosa, no puedo negarlo, pero lo que lleva por dentro opaca todo lo demás.
—No soy la mala de esta historia, y creo que deberíamos hablar un rato tú y yo —propone y dejo salir una risa irónica.
—No me interesa lo que sea que quieras decirme —le aclaro, con la ligera curiosidad atravesando mis sentidos. Y es que mentiría si dijera que cualquier información extra me vendría mal.
—¿Segura? Mmm... Puedo ver que estás interesada, algo me dice que te ha contado muy poco para lo que mereces saber.
—Supones bastante mal. Hero me lo ha contado todo, así que no te molestes.
La atmósfera en la cosina se ha vuelto densa esta noche. No se siente alma alguna en toda la casa más que nosotras. Ashley me observa fijamente, sentada a mi lado, deseosa por provocarme; y yo la enfrento con la mirada segura, incapaz de dejarme envolver por ella.
—¿Café? —pregunta Clara, y asentimos a la vez. La señora nos sirve a cada una una taza y coloca entre ambas el azucarero con dos cucharillas.
Mis manos temblando ligeramente sobre la taza de café humeante. No le temo a la rubia con ojos de demonio que me escanea con maldad, sino a lo que sea que quiere intentar decirme.
«Hero te lo ha dicho todo, no hay nada más que hablar». Me digo, tratando de convencerme pero... ¿Por qué no puedo? ¿Por qué siento una cosquillita en mi conciencia que me alerta de que hay algo más en todo esto?
Juego nerviosamente con el borde de mi servilleta, con los ojos fijos en el patrón de madera del suelo pulido. Cada segundo que pasa parece una eternidad, y mi corazón late con fuerza en mi pecho. Estoy llena de curiosidad y ansias, con ganas de gritarle que no lo posponga más y abra la boca. Pero a la vez, me hago la sueca y finjo no querer saber nada.
Ashley, por su parte, mantiene un aire de calma aparente. Su cabello rubio y su mirada penetrante crean un contraste con la tensión en la cocina. Definitivamente la típica escena que no aguarda nada bueno. ¡Y vamos, que es palpable!
Toma una pausa larga y deliberada, jugando con su cuchara en la taza de café antes de finalmente hablar: —¿Estás segura de que no quieres saberlo, Elena? —Su voz es tranquila pero con un toque de seriedad.
—Ve al grano de una vez, yo decidiré si lo que tienes que decir me importa o no —expongo.
—Muy bien, pero prepárate, Elena. Esto cambiará todo. Hero, tu esposo, no es quien crees que es. Hay algo que debes saber sobre su familia, algo que nunca te dirá por mucho texto que te cuente.
Aprieto los puños debajo de la mesa y asiento, con un nudo en la garganta. Sé que no habrá vuelta atrás si lo que me dice es cierto.
—Imagino que mi historia dentro de esta familia sí la sepas de pies a cabeza ¿verdad?
—Puede ser...
—Voy a suponer que sí. Y te diré que... Quizá todo lo que te haya contado sea verdadero, porque no voy a mentirte, querida, no fui una santa —dice y bebe un sorbo de café—. Sí lo traicioné, sí fui una perra... —Se ríe y yo asqueo en su cara. Me parece poco atractivo que se burle de las cosas malas que ha hecho como si no tuviesen importancia—. Pero él tampoco fue el mejor esposo. Al menos lo era antes de que Mássimo falleciera. Luego de eso cambió por completo. Si me volví ambiciosa fue gracias a él, que jamás dejó de recordarme lo importante que era cobrar su herencia.
—Te agradecería que no fueses tan detallista —intervengo, ansiosa.
—¡Oh, vale, vale! De verdad que tienes ganas de saber... Mira, no voy a contártelo yo porque si caiste en las redes de Hero y te enamoraste de él, no vas a creerme.
—¡¿Vas a decirme de una puta vez o no?! No estoy para tu pérdida de tiempo, Ashley —exclamo, intentando bajar la voz para que Clara no se lleve una mala impresión.
Ya me está hartando de tanto rodeo.
—Mira bonita, yo fui una víctima igual que todas ustedes. Hero está ciego por el testamento de su padre y cuando tenga lo que quiera te desaparecerá de su vida y se quedará con su hija, así como intentó hacer con Amaia.
—¡Amaia enloqueció! —suelto, sin medir el volumen de mi voz.
—¡Ja, ja, ja, ja! De verdad que se te manipula rápido. ¿No que eres psicóloga? Pues se te da bien mal.
—¡¿Qué dices?!
—Amaia no enloqueció, se dió cuenta de los planes de Hero y se quitó la vida.
—¡No, ella no murió, su hija sí pero ella... ella sobrevivió! —escandalizo, al borde de la desesperación.
—¡No seas idiota, Elena! Hero le hizo tanto daño, que terminó muerta. Y así pasará contigo si no tomas el control de tu vida ahora.
«No, eso no es cierto. Hero y yo nos queremos, lo nuestro es diferente, lo siento en mi corazón... A demás, Amaia no murió, estaba mal, necesitaba ayuda e intentó suicidarse pero... Hero no le hizo daño alguno, él me prometió...». Mi mente no para de lanzar posibilidades y en consecuencia mi cabeza quiere explotar. Me duele, y mi estómago se retuerce en sensaciones extrañas.
No puede ser. Eso no pudo haber sido tan horrible...
—Cuando tu vientre comience a hincharse, y empieces a amar lo que llevas dentro, vas a plantearte muchas cosas. Vas a desear darle una familia normal a tu pequeña, vas a quererla para ti, vas a temer perderla, no confiarás más que en ti misma... ¿Cuanto llevas aquí, dos meses? ¿Crees que en tan poco tiempo Hero te quiere como dice? Porque, déjame adivinar, te ha dicho que te ama y que se casará contigo, ¿verdad?
Mi pecho comienza a dolerme, y me inclino hacia adelante para sostenerlo como si de esa forma aliviara todo lo que siento.
No voy a llorar.
Me pongo fuerte, impidiendo que las lágrimas salgan despavoridas por mi rostro mientras proceso las palabras de Ashley. No debería pensar, no tengo que creerle...
Hero no es así, él... él me ama.
—Mientes —escupo—, ¡Mientes! —grito y la agarro del cuello con una de mis manos—. ¡Eres una maldita envidiosa, mala madre, cerda...! ¡No pienso creer absolutamente nada de lo que has dicho! ¡¿Me oyes?!
—¡Aghh! ¡Suel... suéltame! —gimotea mientras intenta llegar a mi rostro para golpearme.
—¡Cállate! ¡Cuando termine contigo vas a largarte de aquí y dejarás a esta familia en paz, no volverás a buscar a Valeria!
—¡De... jame, jod... der! —balbucea. Su rostro comienza a enrojecerse y forzajea intentando soltarse.
—¡Di que desaparecerás de nuestras vidas! ¡Dilo!
—¡No...!
—¡¿No?! —Con todas mis fuerzas hago que su cara impacte contra la meseta de mármol, sin dejar de sujetar su cuello—. ¡Vas a irte de aquí!
—¡Aaaaghh! ¡Ayu... daaaa! —suplica, incrementando la furia que recorre mis venas.
—¡Dios bendito! —grita Clara y sale corriendo de la cocina.
Estoy cansada de tantas mentiras. Es un juego tras otro. No puedo más. Mi padre jamás debió apostar nuestras vidas, y yo jamás debí conocer a la familia Clark. Todo es su culpa.
¡Maldito seas papá, maldito!
A estas alturas me importa una mierda que venga toda la familia y me saque de aquí. No pienso soltarla hasta que su piel se torne morada y saque toda la rabia que llevo dentro.
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