Capítulo 44
Hero
—Quiero que me escuches, tengo algo que decirte y... ¿confías en mi palabra?
—Sabes que sí, pero, te debo yo explicaciones antes, te lo prometí —asevero mientras acaricio su cabello.
—No, déjame a mí primero, es importante —dice, colocándose sobre mi pecho. Lame sus labios, suspira profundamente y se acomoda lo suficiente para sentirse a gusto.
—De acuerdo.
—Esta mañana he salido a dar un paseo...
—Bien, ¿qué ha pasado? —cuestiono y fija sus ojos en los míos, como buscando la forma de decirme.
—Me encontré con Ana y Valeria en un parque cercano a la Plaza, y escuché una conversación de ella con...
—¿De Ana?
—Sí. Estaba hablando con Ashley —responde y frunzo el entrecejo. No me sorprende, Ash es la madre de Valeria, no es novedad que hable de vez en cuando con ella.
—Imagino que sobre temas de Valeria —digo y niega con la cabeza.
«¿No?».
—Escuché algo sobre doce mil dólares que Ashley debía pagarle a Ana —susurra y la incógnita se planta en mi mente—, no dijo el motivo, pero antes de colgar Ana le discutía por haber venido a la mansión antes del juicio y... No lo sé, creo que entre ellas hay algo que no me gusta Hero, Ana se expresó muy feo mientras exigía dinero.
—Maldita.
Mis sentidos se nublan y me llevo una mano a la sien. La asistente social se ha comportado muy profesional desde que tomó el caso, y me resulta increíble lo que Elena me está contando. Le creo a ella, no ganaría nada con mentirme, ¿verdad?... «¡¿Qué hago yo dudando de eso?! ¡Por supuesto que Elena dice la verdad!».
—¿Qué vas a hacer? —me pregunta y deja un suave beso en mi barbilla.
La verdad, no tengo idea de qué hacer con esta información.
—No lo sé, te agradezco mucho que me contaras, pero no es suficiente para acusarlas de algo...
—Lo sé, por eso dudé tanto en abrir la boca. —Entorna los ojos y se levanta de encima mío. Extiende uno de su brazos y alcanza un ganchillo de la mesita para recogerse el cabello—. Pero creo que deberías abrir un poco los ojos.
—Tengo que dejar de pensar tanto en la jodida herencia y enfocarme en Valeria, al menos hasta que todo esto se resuelva.
—¿Ya te he dicho que le dedicas muy poco tiempo? —suelta y me quedo pensativo. Cuánta razón tiene...
—Lo sé Ele... Tengo muchas preocupaciones y...
—¿Y todo eso importa más que tu hija? No lo creo.
—Tienes razón —admito—, ¿crees que debamos hacer un par de viajes antes del juicio? Para pasar tiempo con ella.
Se queda pensando unos minutos, donde se viste con lentitud. Luego regresa a la cama conmigo y se sienta en el borde.
—Me parece genial, pero... ¿Qué harás con su madre? Dijiste que se quedaría hasta el juicio.
«Mierda».
Ashley es un grano en el culo que me será difícil eliminar. Sus amenazas han sido muy claras, y llevarnos a Valeria sin ella sería cavar mi propia tumba, o más bien, la mía y la de mi familia.
—Ya pensaremos en algo —logro decir—. Ahora creo que te debo unas cuantas aclaraciones.
Su rostro se ilumina y asiente. Adopta la posición de buda y me observa fijamente a esperas de lo que tengo que decirle. Me levanto y recuesto mi espalda del cabezal de la cama, tomo un largo suspiro y agarro una de sus manos para acariciarla mientras decido comenzar a hablar.
Esto va a ser difícil.
—¿Cuánto te ha dicho Hade?
—Bueno... Puede que se le hayan escapado unas cuantas cosillas, adoro a tu madre —dice riendo y niego con la cabeza—, retómalo donde Amaia llegó a tu vida.
«Dios mamá, voy a matarte», pienso y suelto una bocanada de aire.
Nunca hablamos de ella. Amaia quedó en las páginas más lindas pero negativas de nuestra familia. Durante un año hemos intentado no pensarla. Ella se fue, y con ella el secreto que tanto nos esforzamos por guardar.
—La conocí en un restaurante de Florida en uno de mis viajes de negocios. Recuerdo cuán delgada era, su rostro parecía el de una jovencita de veinte años, pero detrás de esa carita se escondía una mujer madura de veintiséis. Estaba cansado de que tantas mujeres se rindieran luego de la semana de prueba...
—¡Detente ahí! Hade me habló de eso, y no recuerdo haber pasado por prueba alguna —me interrumpe exaltada y, sin quererlo, una sonrisa se me escapa. Pensé que nunca tendríamos esta conversación, así que es imposible que tenga alguna excusa pensada.
—Contigo fue diferente. —Es mi respuesta.
—¿Por qué? —insiste, haciéndome levantar las cejas.
—Porque tú no tenías opciones.
—¿Cómo que no? Sí las tenía. Yo necesitaba ayudar a mi padre, es cierto, y tú eras mi única vía, pero fuera de eso, debí haber pasado por la semana de prueba como todas porque... ¿Y si en esos días decidía morir a vivir contigo?
—¡No digas eso! —escupo, jalándola del brazo para que caiga sobre mí. Beso sus labios y susurro: —Pasó lo contrario, ¿no es así? —Ella asiente lentamente—. Me atrevo a asegurar que te sientes bien conmigo.
—Y no te equivocas, pero tambien extraño mi vida, ¿no lo has pensado?
—Por supuesto que sí lo he hecho, creeme. Pero necesitamos no desviarnos del tema que interesa y lo sabes mejor que yo.
—Por supuesto —musita, con una expresión triste. Odio que se ponga así.
—Desde que nos conocimos en aquel bar no he dejado de pensar en la pelirroja que me hizo correrme con la boca —suelto y se lleva una mano al pecho—, sí, nunca me había pasado eso.
—¡¿En serio?! —cuestiona y asiento, mordiendo mi labio inferior mientras recuerdo el mejor sexo oral de mi vida—. Me siento muy halagada, señor Clark...
—No me digas señor, porque esta vez si no voy a considerar ese culito y lo haré mío de una vez por todas —le advierto y niega con la cabeza aguantando la risa—. No podía permitir que algo no te gustara y luego te fueras, así que para ti no hubo semana alguna.
—Que canalla.
—¿Y te quejas? —Arqueo una ceja.
—Para nada, reconozco que tampoco había olvidado al dios de los orgasmos —dice y regresa a mi pecho para deslizar su lengua hasta llegar a mi nuca—, un dios delicioso e incansable en la cama, justo como había deseado siempre...
—¿Sí? —balbuceo, sintiendo como mi erección se vuelve cada vez más dura.
—Umju... me encantas —susurra en mi oído y muerde el lóbulo de mi oreja—, y termina de contarme ya antes de que vuelva a perder la dignidad contigo.
—Correcto —menciono y la separo de mí para volver a retomar seriedad en el asunto—. Y por cierto, antes de continuar con Amaia... —pronunciar su nombre me ahueca el pecho, pero intento evadir el dolor de su recuerdo—, debo confesarte que... Después de la noche que tuvimos, le pedí a David que buscara a una mujer con tus características físicas. La verdad, a veces tuve la fe de que en esa búsqueda te encontrara, pero también lo creía imposible.
—Tú y tú padres son idénticos por esa parte, lo calculan todo —dice ella, con una ladeada sonrisa que se contagia a mi rostro.
—En eso igual tienes razón —me río—, y aquí estás. Vaya puntería la de David.
—Sí... ¿Puedes continuar de una vez? La incertidumbre está acabando conmigo.
«Si supieras lo difícil que es para mí contarte».
—Claro —puntualizo, tragando saliva con dificultad—, Amaia me pareció muy atractiva, entre otras cosas. Su trato con los clientes atrajo mi atención, y no dudé en investigar la un poco días después. No tenía padres, ni siquiera familiares que demás personas conocieran. Trabajaba en ese restaurante desde hacía ocho años y era soltera. Tampoco es que pudiese encontar más detalles, su hoja de vida fue bastante estrecha. Lo más importante que pude recopilar, era que tenía una meta a largo plazo: su propio restaurante. Eso para una mesera que se vale de un solo salario es muy difícil. Así que ahí es donde entró mi abogado, David. Le propuso lo mismo que le he propuesto a todas las mujeres que creo aptas para mi contrato, no sin antes hacerle unas cuantas preguntas respecto a su expediente médico.
—Sí, tuve que hacerme muchos exámenes de sangre y asistí a varias citas con mi ginecóloga antes de firmar, David fue muy claro con eso.
—Es importantísimo —aclaro—. Para abreviar, todo resultó perfecto. Incluso la semana de prueba aquí fue espectacular. Amaia se acostumbró rápidamente a su nueva vida y no dudó en firmar. Claro, sus intereses no iban más allá que cumplir su sueño de tener su propio restaurante, y de paso, darse los lujos que nunca antes había tenido. Para mí eso bastó, y la boda no se hizo esperar.
—¿La quisiste? —suelta de pronto y percibo algo extraño en su mirada—, ¿de... la misma forma que dices quererme a mí?
No sé por qué, pero su pregunta me llega al alma. Ni siquiera puedo evitar sonreírle, mientras ella me observa seria y penetrante.
—La aprecié muchísimo —contesto—, pero jamás la amé, y de haberlo hecho, dudo que fuese igual de intenso como contigo —confieso y su rostro adopta una expresión nerviosa. Así que no pierdo tiempo y la beso unos segundos—. No me distraigas más, quizá cuando termine no me mires como lo estás haciendo ahora.
—No me asustes.
—No lo hago, solo quiero que estés preparada para lo que no quería contarte antes.
Asiente lentamente.
—A los tres meses de estar aquí, Amaia quedó embarazada. Desde la primer semana de la noticia ya queríamos saber el sexo, pero tenía muy poco tiempo así que obviamente esperamos. Con diecisiete semanas nos dieron la mejor noticia de aquel momento, era una niña.
—Te emocionaste mucho, verdad...
—Sí. Todos en la familia, incluso Hilary, que siempre ha sido la inconforme. Cuidamos mucho ese embarazo. Amaia estaba encantada con su bebé y con mi familia, a demás, ella se mantuvo firme en sus intereses, gracias a Dios, entre nosotros jamás hubieron sentimientos confundidos.
—¿Gracias a Dios? —replica Elena, con un dejo de molestia.
—Me refiero a que si ella hubiese estado interesada sentimentalmente en mí, yo no hubiese podido corresponderle. Ella fue maravillosa, una mujer excepcional, pero no me hizo sentir más allá que admiración.
—Entiendo. ¿Y Ashley, dónde estuvo todo ese tiempo? Quiero decir, desde que dejó a Valeria en tu apartamento... Me dijo Hade que la mantuviste lejos con dinero pero hace poco volvió a aparecer, ¿no lo hizo en aquella época?
—Desgraciadamente sí. En más de una ocasión se presentó en casa haciendo unos de sus dramas para fingir que extrañaba a su hija. Que para nada era cierto, solo intentaba conseguir más dinero.
—¿Por qué nunca le hablaron a la policía? Una familia tan poderosa como ustedes han de tener muchos contactos, ¿tan difícil es denunciarla?
—¿Crees que Ashley me tiene en sus manos por amor al arte? —le pregunto y su suemblante se ilumina, demostrándome que ha entendido—. La muy hija de su madre tiene todo para hundirme y quitarme a Valeria. Incluso mi empresa está en juego.
—¿Te refieres a que tu empresa hace cosas ilegales?
—Bueno... Espero que no estés pensando en tráfico de órganos ni mucho menos.
—No es necesario que me digas —se apresura en decir y me río.
—Son tonterías, pero de igual forma pone en riesgo muchas cosas por las que tanto he luchado. A demás, Valeria también está en medio.
—Por supuesto... ¿Entonces, Amaia...?
—Ella comenzó a cambiar, mientras más crecía su vientre menos le agradaba la idea del contrato. Siempre os dejé claro que la custodia de la bebé será compartida luego del divorcio. Lo tenía muy claro, confiaba en mí, pero de la noche a la mañana su mente se oscureció.
—¿Tenía miedo de qué?
—De que luego le quitara a nuestra hija.
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