Capítulo 40
Elena
Lanzo el bolso sobre el sofá de la sala y camino de un lado a otro con las manos sobre mis caderas. Me llevo los dedos a mis labios y muerdo mis uñas nerviosa. He quedado totalmente impactada y en este momento debo pensar bien cómo hacer las cosas sin perjudicarme ni a mí ni a Hero. Sé que debo hablar con él, tengo que contarle de los planes de Ashley y Ana cuanto antes. ¿Tengo pruebas? No. Él va a creerme ¿cierto? ¿por qué no lo haría? Si me quiere realmente no me dejará en ridículo¿verdad?
Ahora lo más importante es sentarme a recordar palabra por palabra lo que escuché en el parque. Si quiero avisarle a la familia debo estar bien clara de todo, aunque me tomen como loca por incriminar a la meticulosa asistente social.
Mi celular resuena desde alguna parte de mi bolso y me apresuro en buscarlo. El nombre de mi esposo aparece en la pantalla y, desesperada, contesto.
—¡Hero, que bueno que me has llamado...!
—Recoge algunas cosas en una maleta y trata de estar lista en diez minutos, Claus irá a recogerte —me interrumpe con voz gruesa y la expresión de mi rostro se tuerce.
—¡¿Qué?! ¿Por qué? —espeto al instante con una mano sobre mi pecho.
—Nos regresamos a la mansión —dice y suspira—, sé que no quieres estar cerca de mi hermana, pero no hay de otra, acostúmbrate unos días. Eh... La madre de Valeria está aquí, luego hablamos.
—¡¿Cómo?! ¡De eso quería hablarte! Escucha, creo que Ashley quiere...
—Diez minutos Elena, no pierdas más tiempo, después tendremos una conversación. Tengo que colgar.
—¡Es que escuché...!
Y cuelga, haciéndome lanzar el celular contra uno de los lujosos muebles grises. Me agarro el cabello frustrada y, maldiciendo en voz alta, corro a la habitación y preparo mi maleta a regañadientes.
«Será fácil Ele, le contarás en cuanto llegues y acabará todo». Me tranquilizo y tomo un profundo suspiro antes de subir al auto con el chófer de la mansión.
Me hundo en el asiento trasero del lujoso automóvil, con la mirada perdida en el paisaje que se desliza frente a mis ojos. El día soleado y apacible contrasta violentamente con el torbellino de emociones que me embargan. Mis manos tiemblan levemente mientras aferraba con fuerza el teléfono que contiene la llamada telefónica que sacudió mi mundo.
La voz de la asistente social, fría y calculadora, transmitió un escalofrío a través de mi columna vertebral. Mencionó algo que va más allá de mi comprensión, algo maquinado y macabro destinado a socavar las bases de la familia de Hero. Mi corazón late con furia en mi pecho, y la angustia me aprieta la garganta, dificultando la capacidad de respirar.
Mientras Claus avanza por las sinuosas carreteras que conducen a la majestuosa mansión de la familia de mi esposo, los pensamientos turbios y confusos se me agolpan. De pronto no puedo apartar la vista del teléfono, como si el simple acto de sostenerlo me conectara con una realidad que deseo negar. ¿Cómo podría contarle a Hero lo que he escuchado? ¿Cómo podría hacer que él crea en las siniestras intenciones que se esconden detrás de esa llamada?
Sé que necesito mantener la calma y la compostura para abordar este delicado asunto con él. Sin embargo, la incertidumbre y la desesperación se apoderan de mi mente, formando una tormenta de pensamientos que me atormentan sin piedad.
El tiempo parece haberse detenido, y el trayecto a la mansión se extiende infinitamente. Cada segundo que pasa es un segundo de agonía, un segundo en el que debo sopesar las palabras precisas, las pruebas que necesito presentar y la manera en que puedo enfrentar las acusaciones que posiblemente lancen las dos contra mí al momento de victimizarse.
Finalmente, el auto se detiene frente a la imponente mansión. Siento que mi corazón late aún más rápido cuando miro hacia la entrada principal. La brisa cálida del exterior acaricia mi rostro, pero a penas puedo sentir su caricia; me ecuentro completamente absorta en el mar de emociones que quieren ahogarme. Tengo un difícil camino por delante, uno que implica enfrentar a mi esposo con la verdad.
Atravieso las puertas con una mezcla de seguridad con indecisión. Quiero decirle, pero temo no tener los recursos para probarlo. Al fin y al cabo, a penas llevo tiempo con la familia, sería mi palabra contra la de una mujer supuestamente profesional en la que confían.
Llegar al salón principal me hace tragar con dificultad. Mis dos cuñadas susurran entre ellas; Hade peina a Valeria y el esposo de Hilary lee un libro, todos sentados sobre el enorme sofá. Desvío la vista a un lado y veo a Ana cruzada de piernas con esa mirada de inocencia que le queda tan bien. Todos dejan de lado sus cosas para mirarme fijamente, lo que me hace tragar saliva con molestia.
—Hola —enuncio con un asentimiento de cabeza.
—¡Clara! —exclama Hade y la cocinera no tarda en llegar—, ¿puedes terminar de peinar a Vale y luego darle su merienda?
—Por supuesto señora, vamos pequeña ven —contesta tomando la mano de la niña, quien la acepta con recelo y se marcha junto a ella.
—Ele, querida, ¿tienes un minuto? —me habla ahora a mí, dirigiéndose a mi encuentro, y no puedo evitar mirar a Hash tras ella, con esa expresión confusa que no le había visto antes. Me sonríe y vuelve a susurrar por lo bajo con su hermana, la cual se limita a torcer un gesto e ignorar mi llegada.
—Claro —respondo parada en el mismo lugar.
—Elena, que gusto volver a verte —resalta Ana y cruzamos miradas, finjo una risilla y me dejo llevar por Hade rumbo a las escaleras.
—Monroe, sube su maleta a la habitación de Hero —le indica mi suegra al mayordomo y de inmediato cumple su orden, siendo guiado por nuestros pasos.
Nos alejamos del salón y, una vez llegado al cuarto, Monroe se retira y nos deja a solas.
Aunque vista tan elegante y preciosa como siempre, algo en su comportamiento le resta brillo. Hade toma asiento sobre el borde de la cama y me invita a hacer lo mismo. Toma sus manos entre las mías y las acaricia con dulzura. No sé por qué, pero me da la ligera impresión de que lo que sea que me dirá no es nada agradable. Sus ojos claros parecen temerosos, y por encima de su blusa de encaje puedo ver el movimiento irregular de su pecho al respirar.
—Creo que es el momento de contarte algunas cosas Elena —habla firmé, dejando rastros de preocupación en la frase—, comprendo que mi hijo no te haya contado antes porque solo estabas aquí por el contrato, nuestros problemas no deberían por qué salir a la luz y tú no tendrías por qué saberlos. Pero he hablado con Hero hace un rato, ya sé que lo vuestro va enserio y...
—¿Él... él dijo eso? —Se escapa de mis labios y ella asiente.
«¿Ha dicho lo que creo que ha dicho?». Pienso y mi corazón se dispara. Le ha contado a su madre que me quiere, y ahora me siento culpable por no haberle correspondido.
—Desde que llegaste supe que eso pasaría, y esperaba el momento oportuno para sugerirle a Hero que te contará sobre algunas cosas.
—Puede contarme usted, la verdad, yo también tengo algo que decirle —confieso, con la esperanza de que me crea.
—Por supuesto que te contaré, Hero no puede seguir ocultando algo que nos involucra a todos —dice y fija sus ojos en los míos—, eres una mujer inteligente y confío en que entenderás cada palabra como la adulta que eres. Necesito que me permitas terminar y que luego lo pienses bien antes de tomar cualquier decisión. Y lo más importante, te aseguro que si mi hijo no te ha confiado esto, ha sido para protegerte a tí y a nosotros. No quiero que huyas, aunque estás en tu derecho de hacerlo, solo intenta comprendernos y luego tomas tu decisión.
Sus palabras logran calarse en lo más profundo de mi ser, así que no dudo en aceptar sus palabras y prepararme psicológicamente en espera de que suelte aquello que tanto esconde su familia.
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