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Capítulo 38

Elena
He ignorado las llamadas de Abril todo el día, no quiero hablar con ella, ni siquiera con Brit, que es menos persuasiva. Mis dos amigas siguen engañadas con mi matrimonio, bueno, en parte. Creen que me he casado para asegurar mi futuro, y según dicen, me envidian desde que vieron las fotos de nuestra boda en internet. Se quedaron perplejas al ver quién es mi marido, y por largos días me estuvieron preguntando cómo era posible que no sintiera nada fuera de lo material por un hombre así. Ahora estoy cansada de fingir que todo es color de rosa. Y por ello he decidido desaparecer un tiempo de mis redes sociales.

Intento cerrar los ojos mientras apoyo mi cabeza en el cristal de la ventana, y cuando por fin me siento cómoda, recuerdo las palabras de Hero al declarar que ¿me ama? Aún me cuesta aceptarlo, porque no pensé que una roca como él pudiese sentir algo real por mí en tan poco tiempo. En mis labios se forma una sonrisa, me alegra pensar que es algo mutuo, pero me aterra tener que confesarle mis sentimientos. Sé que llevar esto a otro nivel será un problema para nuestro trato, y aunque la idea de romper los dichosos papeles me invade, de sobra entiendo que las reglas incluyen la no anulación hasta cumplido el propósito.

Deslizo una de mis manos por mi vientre, espero que el analgésico haga efecto pronto, los dolores no cesan y algo me dice que este mes me ha tocado el período sensible. Pasé varias noches pidiéndole a Dios que pasara, le supliqué un embarazo que al parecer, no es hora de que llegue. Quería salir pronto de esto, tener una bebé y darle por terminado al contrato. Pero ahora que sé que le importo a Hero, no sé si quiera irme.

«¿Eso está mal?» Me pregunto ante la idea de quedarme por más tiempo. «¿Realmente quiero que esto acabe pronto?».

Ahora mismo soy un mar de confusiones, y tengo miedo de que toda esta situación sea la que me mantiene descolocada.

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  ᗰI ᗴՏᑭOՏO ᗴՏ ᑌᑎ ᗰIᒪᒪOᑎᗩᖇIO
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Tomo las llaves que Hero me ha regalado y cierro la puerta del apartamento, dispuesta a tomar un poco de aire ahora que me ha dejado sola. Camino hasta el elevador, no hay nadie dentro, tecleo el primer piso y espero con calma unos segundos. Una vez abajo me pongo mis gafas y me acomodo mi bolso alrededor del hombro. Salgo a las calles y divago por la acera que transita frente a numerosas cafeterías y puestos de comida rápida. El aire aquí es más fresco que en mi pueblo, y aunque el sol está en su punto medio, se siente un ligero ambiente húmedo.

Veo a la distancia, del otro lado de la carretera, un pequeño parque infantil muy colorido con algunos niños acompañados de sus padres. Sin darme cuenta ya me encuentro cruzando el portón de la entrada, y luego haciendo fila para comprar un helado cremoso de chocolate almendrado con pistachos. Tomo asiento en una banca bajo la sombra de un enorme árbol y saboreo el delicioso y frío aperitivo mientras contemplo a los pequeños y pequeñas divertirse en los columpios y demás atracciones.

—¿Elena?

Levanto la vista a mi derecha y extiendo mi mano sorprendida para estrecharla con Ana, quien trae consigo a Valeria.

Hace ya muchos días que no las veo, y no sé si la lejanía sea un punto a favor para Hero frente a la asistente social, menos con el juicio pizándole los talones. «¿Qué va a pensar Ana de la familia Clark? Un matrimonio alejado de la pequeña que desean adoptar no es un escenario propio, y Hero debió pensar en eso».

—Oh, hola —respondo con una sonrisa.

—¿Recreándote? —cuestiona divertida, arrugando el entrecejo.

—Algo así —contesto y me inclino un poco para hacer contacto visual con Valeria—. Hola Vale, que hermoso vestido.

La niña rubia se ríe sin despegar la mirada del suelo y se contonea de un lado al otro, comenzando a repetir varias veces la palabra "fresa".

—¿Quieres helado de fresa hermosa? Vamos —le habla con dulzura y vuelve a mí—, ahora regresamos a hacerte compañía, digo, si no es molestia, quisiera tener una plática con usted.

—¡Eh, no, por supuesto que no es inconveniente! Aquí las espero —me apresuro en decir y asiente para luego retirarse rumbo al heladero.

Expulso un poco de aire por la boca y me estrujo la cara. No me las esperaba aquí, y tampoco sé qué hacer ahora. Ana suele hacerme muchas preguntas cada que quedamos a solas, la mayoría de las veces Hero o Hade ha venido a mi rescate, pero aquí sería imposible escapar de sus cuestionantes.

A su regreso me siento todavía más nerviosa, y la sensación de miedo aumenta cuando le permite a la niña ir a los columpios más cercanos para dejarnos a solas.

—Y bien, espero que hayan pasado una increíble luna de miel —dice acomodándose en la banca para tenerme un poco de frente.

—Decidimos posponerlo hasta después del juicio —contesto, mintiéndole. La verdad, no sé que pasó con la dichosa luna de miel, creo que a Hero no le apeteció burlar más nuestro falso matrimonio.

—Oh, me parece muy bien —pronuncia lentamente—, es que como a penas los he visto en la mansión...

—¡Ah, eso! —exclamo, recordando la razón por la que tomamos distancia temporal: Hilary y su veneno—. Es que estábamos... Hero quiere comprar una casa para vivir con su hija... Y conmigo, por supuesto.

«Dios, dime que no metí la pata».

—¿Una casa? Oh, vaya, pensé que vivirían en la mansión. —Frunce el ceño y luego hace un gesto de comprensión—. Bueno, cualquier cosa es mejor que ese apartamento de soltero en el que están ahora.

—Tienes razón. —Le guiño un ojo y suelto la risa más fingida del universo.

¡Bip! ¡Biiip! ¡Biiiiiip!

Suena su celular y rebusca con desespero en su cartera. Yo le sonrió y desvío la mirada a otro sitio para darle privacidad.

—Uy, perdona ese tono, parece una alarma —se excusa riendo y le resto importancia con un gesto de mano.

Al ver la pantalla su rostro cambia y la veo ponerse nerviosa e inquieta. Divaga entre cogerlo o no, hasta que decide colgar. Pero prontamente vuelve a repetirse el sonido molesto de su teléfono.

—¿Me disculpas un segundo? Es... Es mi ex marido, a veces se pone pesado —me explica, mira involuntariamente a la derecha y luego retiene el celular contra su pecho.

—Sí, por supuesto, ve. Yo cuido de Valeria.

—Gracias, no tardo.

Se aleja tras un árbol que se encuentra no muy lejos de la banca y le escucho pelear en cuanto coge la llamada. Intento desviar mi atención a Valeria, pero no puedo evitar tener curiosidad de lo que sea que ocurre tras ese árbol. Ana tarda más de lo esperado, y mis piernas se mueven constantemente como si tuviesen un calambre que no se quitará hasta que escuche algo.

«¡Quieta Elena, quieta!».

No debo ir.
No debo intentar escuchar.
Eso no es de mi incumbencia.

«¿Y si lo es? ¿Y si tiene algo que ver con el juicio?». Me pregunto, dudando de que realmente sea su marido quien discute con ella.

Me ha mentido. Esa mirada a la derecha; esos labios relamidos; el temblor de sus manos... «¿Qué ocultas, Ana?».

Sin darme cuenta ya he caminado unos cuantos metros, lo suficientemente cerca como para oír un par de frases que me dejan clavada al suelo.

—¡Aún no lo sé! ¿Qué...? ¡No no no no no...! ¡Dijiste que serían doce mil! ¡¿Cómo qué ocho mil, zorra!?

«¡Vaya vaya, con que la asistente social es toda una grosera al teléfono!».

—¿Que estás dónde? ¡Te van a comer viva, Ashley, el plan era que te mantuvieras lejos hasta el juicio...! ¡No, cállate tú...! 

Mi corazón se acelera a un ritmo impresionante. Ahora mis neuronas no logran concentrarse y en lo único que pienso es en llamar a Hero para contarle todo lo que he escuchado.
Me giro de vuelta, no pretendo que me note. A pasos lentos y silenciosos me alejo del lugar y voy hasta el columpio junto a Valeria. Verla tan perdida me destroza el alma. Doblo mis rodillas y quedo frente a ella, admirando su preciosa carita de ángel. Esta pequeña no debería estar entre tanto caos, y ahora más que nunca deseo que firmen esa custodia para ayudarla a ser feliz.

—Hermosa, voy a ayudar a tu padre a tenerte ¿sí? Eres muy especial como para vivir entre tantos conflictos —le susurro y por primera vez me mira directamente a los ojos, dejándome entrar por una pequeña ventana que oculta más de lo que su boca puede contar.

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