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Capítulo 37

Hero
—No hablas en serio —asegura, con su mirada apagada—; lo dices para asustarme ¿eh? ¡¿Otro trato?! ¡Estoy harta de tus juegos de poder! ¿Qué te crees, eh? ¿Que por tener dinero puedes hacer lo que se te venga en gana conmigo? Pues no. —Me enfrenta, golpeando mi pecho con su dedo índice mientras suelta aire bruscamente por la nariz.

—¡No soy yo quien está contra la espada y la pared con un padre hasta el cuello de deudas!

Sus labios se abren para contestar y un cristal de lágrimas cubre sus ojos.

—A veces eres una mierda —masculla—, debí haber escogido la muerte antes que casarme contigo, maldito...

Mi corazón se hace trozos cuando pronuncia esas terribles palabras. Trago en seco y me recrimino sentirme tan mal por ella. No puedo ser capaz de seguir con esta farza mientras le hago daño, se supone que ambos estemos aquí porque nos necesitamos el uno al otro para resolver nuestros problemas, y, en cambio, cada día mi corazón reclama más el suyo. Max me advirtió que esto pasaría, y yo, como el cobarde que soy, no hice más que ignorarlo.

Estoy totalmente acorralado, y todo porque no sé que hacer con todo lo que siento. Supuse que sería fácil, lo pinté de un modo tan simple que jamás pasó por mi cabeza que las cosas se voltearan de este modo. Esto no debería estar pasando. Elena compartiría su cuerpo y vientre conmigo, y yo le daría paz a su familia a cambio; ese era el plan ¿no?

Me involucré en su vida más de lo que me correspondía. Poco a poco comencé a sentirla parte de mis pensamientos y ahora... ahora no puedo sacarla de ahí. Es confuso porque por mucho que finja no sentir nada, en el fondo estoy cada vez más atado a su presencia. ¿Qué pasará cuando el contrato llegue a su fin? ¿Podré dejarla ir?

Sus ojos están empapados en lágrimas mientras espera que la destruya más por dentro, pero ya me cansé de hacerlo. Me harté de mantenerla al límite de mis sentimientos. Si algo va a pasar entre nosotros, que pase; creo estar preparado para las consecuencias.

—Tienes razón —contesto, dando un paso hacia ella, acortando la pequeña distancia que nos separa—, no a veces, siempre soy una mierda —aseguro llevando mis manos a su rostro. Hace un amago de apartarme pero la detengo y deslizo mis pulgares por sus mejillas.

—Y un cobarde también —susurra y asiento.

—Sí, soy un cobarde por elegirte a ti teniendo otras opciones; soy un cobarde por tratarte así desde que llegaste; un cobarde por fingir que no me importas; cobarde por hacerte creer que solo me interesa el contrato; eso soy, un cobarde por empezar a amarte y no saber cómo detenerme.

Un brillo recorre sus ojos y abre la boca para refutar, mas no se lo permito y junto mis labios con los suyos. No pone resistencia, su boca sabe perfectamente qué hacer para doblegarme y no duda en torturar cada célula de mi ser. Siento el sabor salado de sus lágrimas mezclado entre sus carnosos labios, el aroma de su perfume me embriaga y comienzo a experimentar estragos en el estómago. Lleva sus manos a mi pecho y me aferra a ella. Su lengua provoca la mía y nos besamos como si no hubiera próxima vez. Intento, pero se me hace difícil saciarme de ella, como si la necesitara en cuerpo y alma en este instante.

Mis manos se cuelan bajo su camisón y disfruto recorrer su piel con delicadeza. Quisiera hacerla mía otra vez y olvidar que me ha pedido ver a un médico; explorar cada curva y saborear cada rincón de su fisonomía.

—Olvida lo que me pediste —le suplico contra sus labios—, no me pidas eso, por favor, te deseo cada maldito segundo Elena —insisto sin dejar de besarla en medio del pasillo—, no soportaría estar en la misma cama que tú sin tocarte, eres mi perdición pequeña.

—Es que... —musita, intentando recuperar el aliento—, me ha llegado el período.

Eso hace que nuestros labios por fin se separen. Por un momento mi pecho se comprime y, para calmarme, junto mi frente con la suya mientras mis ojos se cierran. Tuve la esperanza de que en el mes y medio que lleva aquí pudiésemos haber quedado embarazados. Deseé que me dijera que aún su periodo no llegaba, pero ahora la ilusión se ha deshecho.

—Eso quiere decir que... no ha funcionado todavía —farfullo, recorriendo sus brazos con mis manos.

—Tenemos tiempo —musita y mis ojos se abren para encontrarse con un par de esmeraldas relucientes—, la próxima semana lo intentaremos, y así cada mes hasta que por fin pueda darte la llave de tu herencia.

Y diciendo esto se separa de mi cuerpo y con una última mirada triste se aleja, dejándome totalmente solo frente a la puerta.

—Elena —le llamo, mas no se voltea y sigue su camino a la habitación. Tengo ganas de perseguirla, pero no creo que quiera que la moleste más de lo que lo he hecho. Así que rendido, abro la puerta y me marcho, sin dejar de pensar en aquellas palabras suyas: "debí haber escogido la muerte antes que casarme contigo"...

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  ᗰI ᗴՏᑭOՏO ᗴՏ ᑌᑎ ᗰIᒪᒪOᑎᗩᖇIO
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—¡¿Qué le dijiste qué?! —exclama sorprendido, me extiende una copa y toma asiento nuevamente a mi lado.

Hoy su apartamento está solo, de hecho lo está desde ayer, Gina le ha dejado, no le ha creído nada de lo que supuestamente pasó anoche y decidió cancelar el compromiso. Pero Max está seguro de que volverá.

—Ni yo mismo sabía que había llegado a tanto —digo sopesado—, simplemente lo solté, supongo que lo que dijo me afectó tanto que terminé confesándome.

—Ok ok, ya entendí esa parte, lo que realmente preocupa es todo ese rollo del contrato, ¿no afectará, cierto? Ya sabes, en caso de que ustedes decidan tener una relación formal imagino que romperán esos papeles, no tendrían sentido —señala con una mueca de obviedad y bebo un trago de vino.

—Supongo... Solo que ella no dijo nada.

—¿De qué?

—Cuando le dije lo que sentía... Creo que iba a contestar, pero me aterrorizó pensar que no soy correspondido y...

—La besaste para que no hablara, cliché. —Repone y entorna los ojos—. No sé en qué momento te volviste tan flojo Hero, y no sé si eso sea bueno para tí, al menos ahora que necesitas cumplir con el testamento de Mássimo.

—Lo sé... Y siendo sincero, a veces pienso que...

Me quedo pensativo, dándole vueltas a aquello que hace días no sale de mi mente. Quizá no necesite tanto esa herencia; quizá esa no era realmente la voluntad de mi padre; quizá yo solo pueda sacar a flote la Compañía sin necesitar su dinero; quizá...

—¡Hero, Hero! ¡Ey!

—Olvídalo. ¿Sabes qué es lo que de verdad me importa ahora?

—¡No, no, no, no! Conozco esa mirada y te diré lo de siempre: te saldrá mal —asegura con su dedo índice en alto, separando su espalda del brazo del sofá.

—Ella podría sentir lo mismo por mí, ¿por qué no lo haría?

—Es una pregunta absurda, eres irresistible hermano.

—Exacto, soy irresistible.

—Pero sigo insistiendo en que eso que estás pensando acabará mal.

—Y yo te aseguro que no pasará nada que arruine mis planes ni los de mi familia. La semana próxima es el juicio final, preséntate a Elena como mi esposa ante el juez y ese será el pase definitivo para la custodia de mi hija. Si todo sale bien quiero proponerle una tregua a Elena.

—¿Una tregua? Estás desesperado. —Hace una mueca de espanto.

—Lo estoy, pero creo que es lo mejor para ambos. Así que tengo una semana para darle con todo y hacer que lo que sea que siento por ella sea mutuo.

—¿Por qué hablas como si no supieras lo que sientes? Es amor, tú mismo lo dijiste.

—Shhh, basta ya de recordármelo.

Max finge cerrar su boca con una cremallera y nos echamos a reír mientras terminamos de beber a gusto. Estoy a punto de marcharme cuando mi celular suena, es mi madre, por lo que le contesto al instante.

—¿Sí?

—Cariño, eh... Necesito que vengas a la mansión, y si es posible tráete a David —habla nerviosa y mi ceño se frunce.

—¿A David? ¿Para qué? ¿Qué ocurre?

—Es mejor que lo veas tú mismo, emm... Ana ha salido a dar un paseo con Valeria, no quiero que presencien nada de... Te necesito aquí urgentemente Hero —pronuncia con voz temblorosa y la preocupación me invade. Me levanto de prisa y le digo a Max que debo marcharme.

—Ya voy saliendo para allá mamá, tranquilízate ¿sí?

—De acuerdo cielo, ven pronto.

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