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Capítulo 35

Elena
Me visto con algo de lo más formal que encuentro en el armario. Unos jeans azules, un suéter negro de cuello alto y una chamarra oscura encima. Agarro una bufanda y me la enredo en el cuello, combinándola con un gorro sobre mi cabello suelto. Por último calzo unas botas altas y agarro mi bolso. Salgo al exterior de la habitación y regreso a la sala, donde me espera Gina con notable desesperación.

—¿Dónde crees que estén? —le pregunto al tiempo que busco en mi cartera las llaves.

—Podría ser en cualquiera bar cercano al estudio de grabación, a demás, nos sobra noche para encontrarlos. —Se encoge de hombros y me sigue los pasos hasta la puerta par marcharnos.

—Dios, en serio vamos a hacerlo...

—Yo lo he hecho varias veces, cuando te acostumbras se vuelve tan común como beber agua, vamos, abre esa puerta ya.

Finalmente salimos al pasillo y nos ponemos en marcha rumbo al elevador caminando cual mujeres empoderadas, y yo, con el corazón acelerado, me siento considerablemente ridícula, pero ahí voy. Esperamos unos segundos a que emita luz roja para tomarlo hasta que suena el "tilín" y las puertas se abren de par en par.

—Una bofetada a ambos, no se merecen menos —suelta Gina ante las personas que se encuentran dentro.

Yo me quedo estática, sin saber qué hacer o decir, observando a Hero junto a una rubia que está más buena que una cena navideña.

—¡Vamos! ¡O le das tú o le doy yo, por adúltero! —exclama, insistiendo en las bofetadas—. ¡Elena, reacciona!

Ambos salen del elevador tambaleándose, se paran frente a nosotras y la rubia retira el brazo de él de encima suyo para hablar.

—¡Oh, que pesado se pone! —dice y se acomoda su cabello.

Y yo sigo más tieza que una estatua.

«¿Pero qué te pasa Ele? ¡Actúa!». Mi mente me exige pero no hago caso. Se ha formado un nudo en mi garganta y me niego a que me salga la voz temblorosa. «¿Por qué me siento así?».

—¡Es aquí! Ya vete, yo sé ir solito... —balbucea él y alza la vista hasta encontrarse conmigo, su ceño se frunce y ladea sus labios en una sonrisa—. ¡Waaaoo! ¿Saliste de un cuento de hadas? princesa... Pero mi mujer es más hermosa que tú, ja.

—¿Eh? —pronuncio y la rubia entorna los ojos.

—Yo es que no puedo contigo Elena, agárralo y llévalo adentro, te debe explicaciones. Y esa rubia... —habla Gina y sacudo mi cabeza, ya va siendo hora de que tome las riendas de esto.

«Tu esposo ha llegado con otra, más ebrio que nunca. Debes hacer algo».

—¡Ey que yo solo le he traído! Y ya me marcho, con permiso. —Se da la vuelta para irse y la tomo del brazo.

—Espera —digo y se voltea, mirando con incredulidad—, ¿quién eres tú? —le pregunto con tranquilidad. No pretendo formar un escándalo en pleno pasillo.

—Ella es una muy buena señorita... me trajo para que no me secuestraran en el camino —balbucea Hero recostado a la pared mientras sujeta su saco con una de sus manos. Lleva la camisa desabotonada casi por completo y el cabello hecho un desastre.

—¡Y tú cállate, que en cuanto termine con ella te llevaré dentro! —le grito y arquea una ceja, ampliando unos ojos azules rodeadas de venas rojizas.

—¡Usted no me llevará a ningún sitio! Miren esto, todassss —palabrea a tropezones y nos muestra su dedo anular, dónde reluce el anillo de matrimonio—, casadísimo. Me voy a mi casa, que mi esposa me espera y tengo decirle que la quiero antes de que se me pasen los traguitos que llevo encima —suelta y mi boca se abre. Por un momento me sorprendo sonriendo, con el corazón acelerado y el estómago siendo invadido por mariposas—. No encuentro mis llaves, la que me ayude se lleva quinientos dólares.

—Hero dame un segundo y te abro —consigo hablar y regreso a la mujer del vestido escotado—. ¿En serio solo lo has traído?

—Por supuesto, ahora suéltame, que vivo del otro lado de la ciudad y debo llamar un Uber —aclara y la suelto—, ah, eres la tal Elena de la que no ha parado de hablar toda la noche... Este hombre haría lo que no te imaginas por ti, no seas estúpida ¿sí?

Se marcha y me deja descolocada, parada en el mismo lugar.

—¡¿Dónde está Max?! —cuestiona Gina y me giro para encontrarla agarrando a Hero por su camisa—. ¡No lo voy a repetir!

—¡Ey, tranquila! —intento intervenir, corriendo a ambos para safarla del agarre—. Prueba llamándolo desde el teléfono de él.

Hero entrecierra los ojos sin fuerzas y se tambalea de un lado a otro. Agarro uno de sus brazos y lo pongo sobre mis hombros para ayudarle a sostenerse.

—Que no me toques, zorra —musita señalándome con su dedo índice. El olor a alcohol me hace girar el rostro y bufo.

—Soy Elena, voy a llevarte a casa —le digo y no me contesta, solo emite un: —Mjmmm.

Gina toma su celular de uno de sus bolsillos y marca el número de su prometido mientras caminamos de vuelta al apartamento. Una vez adentro llevo a Hero a nuestra habitación y le quito la ropa hasta dejarlo en boxer. Regreso a la sala con Gina y me extiende el celular.

—Está con su hermano —susurra y suelta un suspiro—, iré hasta allá. Pero que no piense que me he tragado eso de que se sintió mal y se marchó temprano. No cogía mis llamadas y no pudo siquiera mensajearme.

—Sea lo que sea resuélvanlo mañana, ahora es muy tarde —le sugiero y asiente.

—Gracias por soportarme hoy, Max me saca de mis casillas, lo siento —se disculpa y tomo sus manos.

—No te preocupes, somos mujeres. —l
Le sonrío y me devuelve la sonrisa.

Para cuando Gina se marcha, me encuentro en la cocina sentada en el desayunador bebiendo un poco de vino mientras le doy vueltas a lo que dijo un Hero ebrio y débil. Me pregunto si lo que ha dicho es verdad, o si el alcohol lo incita a decir locuras. Aunque, pensándolo bien, sus señales han estado claras: se ha negado a irse a casa con otra mujer que no fuera yo; ha declarado que me quiere; y por si fuera poco, la rubia me llenó de esperanzas. ¿Será que mañana habrá olvidado todo lo que dijo hace un momento? ¿Se atreverá a decirme que siente algo por mí? Y si lo hace, ¿qué contesto? ¿Qué tan mal está que halla roto las leyes del contrato enamorándome de él?

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