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Capítulo 33

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Ocho treinta am y es casi el momento de lanzar Figurine Crocanti. Estoy un poco ansioso, no tanto por el lanzamiento como por el éxito que tenga, el cual espero sea igual de bueno como los anteriores. A seguido presentamos comerciales de este tipo, pero presiento que este logrará más demanda exterior. El estudio se ha vuelto un caos e intento mantener el orden de mis ideas, pero para eso necesito que los productores hagan su trabajo y me dejen a mi en una esquina mirando, definitivamente esto no es lo mío. Estoy descuidando mi empresa por llevar las riendas del negocio familiar, pero si un día debo dejar caer la compañía televisiva para salvar mis negocios lo haré...

—Solo respira, esto no puede quebrar —habla con suavidad mi hermana menor cuando palmea mis hombros.

Yo, que llevo más de una hora parado de brazos cruzados mientras los demás hacen su trabajo, asiento con la cabeza ignorando lo que pensé hace unos segundos de abandonar los comerciales si hiciera falta.

—¿Sabes qué? Creo que será un éxito, solo mira esos cachorros como disfrutan grabar para recibir su premio —expone señalando con la cabeza el sitio de la grabación.

—Y yo creo que esto puede seguir sin mi, bien puedes tú con los comerciales, no tengo por qué seguir al frente...

—Si papá te dejó a cargo fue por algo, a demás, dirigir no es lo mío, a mí me dejas con mi puesto.

—Tanto que me odiaba y mira como me ha dejado su más grande tesoro —bufo y Haila arruga la frente.

—¿Esto? ¿Su tesoro? Sabes que su mayor joya siempre has sido tú, y si competía contigo era para que fueses más fuerte, incluso mejor que él —replica y suelto una carcajada.

—¿Te estás escuchando Haila? Si así fuera, nada tiene que ver con las estupideces del testamento. Un buen padre no le exige a su hijo cosas tan absurdas para cobrar una maldita herencia.

—Quizá sus intenciones eran otras, unas que no entendemos —musita con la mirada al piso.

—Creo que estás pasando mucho tiempo con Hilary... De hecho, ¿cuándo piensa marcharse? ¿o pretende seguir siendo un grano en mi culo hasta que mi hija nazca?

—No hables así de ella, es nuestra hermana aunque se esté comportando como una loca ahora, cinco años no han sido suficientes para superar la muerte de papá, y yo espero que recapacite y entienda que haces todo esto porque él lo quiso así.

Ante todo lo dicho por Haila, tomo una bocanada de aire y adentro mis manos en los bolsillos de mis pantalones para despedirme de ella.

—Tú que la ves a diario, dile que yo sigo al pendiente de ella, y que cuando todo esto se resuelva espero que arreglemos los malos entendidos.

Abre la boca para hablar, pero no sale nada de ella al ver como me volteo. Antes de cruzar las puertas de la salida me tropiezo con Boris, y seguidamente con Darci, quien me reclama por marcharme en pleno lanzamiento. Sin embargo, hago caso omiso a sus reclamos y les encomiendo el control de todo el proceso.

Saco mi teléfono y marco de inmediato a Max. Él se ha quedado dentro haciendo su trabajo, y aunque sé que es importante, no deseo despejar solo. Así que le llamo y lo invito a tomarse un trago conmigo en el primer bar que nos cruzemos. Hablarle a Max de alcohol es como decirle a un pobre que se ha sacado la lotería, por lo que no tarda en aceptar y juntos nos largamos a beber. Sí, en plena mañana, pésimo horario, fatal idea.

* * *

—Mira esto, rubia —balbuceo mostrándole mi dedo anular con el anillo de matrimonio. Ella agranda los ojos y sonríe—, ¿lo ves? Casadísimo, y voy a ser papá, muy... pronto. —Le guiño un ojo.

—Es un anillo hermoso, es muy afortunada tu esposa entonces porque eres guapísimo —susurra y alza una mano para tocarme el rostro.

—¡No me toques! Loca... —pronuncio, apartando su mano de una palmada—. Uy perdón.

—¡Vaya, sí que la respetas! —Se ríe—. ¡Ya te digo que vales la pena hombre! Y tranquilo, que solo te molestaba —guiña uno de sus ojos y se apoya de la barra para tomar un trago de su cóctel—. Yo quise casarme, pensé que era el amor de mi vida, pero resulta que me engañaba desde hace más de tres años con mi prima.

—A las primas hay que tenerlas de lejos —comento y bebo de mi wiski—, y a las ex también... ¡Oh, Ashley, eres una maldita!

—¿Ashley?

—Mi ex, una perra, hermosa pero hija del mismo demonio.

—Vaya... Entonces, a la mierda las primas y las ex. —Extiende su copa y brindamos para luego tomar un casto trago.

—¿Y qué hace un hombre felizmente casado en un bar mientras la amada queda en casa? —cuestiona y pienso en Elena. Quizá se esté preguntando dónde he estado todo el día... O quizá no. Posiblemente no halla notado mi ausencia o hasta le reconforte que no estuve en casa.

—¿Crees que me extrañe, rubia? —le pregunto y asiente, encogida de hombros.

—Por supuesto, es tu esposa.

Sus palabras suenan obvias, mas en el fondo dudo que así sea. Elena no tiene porqué echarme de menos, ni tampoco podría reclamar mi ausencia. Al fin y al cabo nuestro matrimonio es falso ¿no? Pero claro, la rubia de vestido escotado y piernas perfectas no lo sabe.

—En otros tiempos te llevaría a mi apartamento —le digo y alza sus cejas castañas—, solías ser mi tipo.

—¿Solía? ¿Y ahora cuál es tu tipo? —cuestiona con picardía.

—Me gusta su cabello rojizo natural, ¿sabes? de ese color que llevan las mujeres en Turquía que las hace parecer a todas hermanas.

—Sí ya sé.

—Así. Y sus labios redondos y moldeados, con esos dientes en línea perfecta. Si llegas a ver el color de sus ojos hasta tú te enamoras, ¿te gustan las mujeres también?

—¿Eh? No ja, ja. O sea, he sido muy curiosa, pero las mujeres no son lo mío. Yo soy más de hombres guapos y elegantes, así como tú.

—Lo sé, yo soy el tipo de todas. —Bebo otro trago y le hago una seña al joven tras la barra para que me sirva otra ronda.

—Eres un narcisista.

—No creo, es mi autoestima que está donde debe estar, en el puto cielo.

—Si ebrio eres tan convincente me imagino sobrio —dice negando con la cabeza mientras sus labios dibujan una sonrisa.

—Mi esposa tiene pecas, debajo de sus ojos, y recorren la parte alta de su nariz, solo que ella las disfraza con polvo —recuento y la rubia me escucha atenta—, dice que se graduó de psicóloga infantil, pero con el cuerpazo que tiene debió haber sido modelo, estoy segurísimo. Obviamente si estuviese soltera, conmigo de esposo solo puede posarle a quien te habla.

—La quieres mucho.

—Eso creo, y te cuento un secreto rubita, ven acá... —La acerco a mí y susurro: —No pensé que la fuese a querer, pero a estas alturas estoy muy jodido, porque ese no era el trato ¿entiendes? Nada de amor, solo sexo y bebé ¡no más que eso! ¿ahora qué hago? ayúdame.

Ella se aparta lentamente de mí, con su ceño fruncido y una mueca en sus labios encendidos.

—Claro que te ayudo, ni un trago más —enuncia y me arrebata mi wisky para luego buscar a alguien con la vista—, ¿dónde está tu amigo?

—Ah, ese se ha ido a darle explicaciones a su esposa por teléfono.

—¡¿Pero y ustedes de qué van?! ,¡Ambos casados y en bares!, están en problemas mi amigo. Vamos, levántate que te pediré un Uber y te acompaño, así no puedes conducir.

 

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