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Capítulo 32

Elena
Me renuevo inquieta sobre la silla, sin atreverme a levantar la vista. Hero reposa sentado sobre la cama, con la espalda recostada al cabezal, mientras degusta la comida que le ha traído la enfermera. Mientras mastica puedo sentir sus taladrantes luciérnagas azules posadas sobre mí. No ha dejado de hacerlo desde ayer, prácticamente de que su hermana mayor abandonó el hospital.

Hade regresó anoche, minutos después, y me pidió que regresara al apartamento a descansar para ella quedarse al cuidado de su hijo, puesto que a la mansión no podría ir, al menos no sin Hero, teniendo en cuenta de que Hilary se estará quedando allá por unos días. Me negué, no pretendo estar sola en ese refinado depa de última generación, un lugar tan grande para alguien como yo. Al menos con Hero no lo sentí así, pero sola ya es otro tema...

Finalmente Hade decidió irse con Boris para evitar que Valeria notara la ausencia de su padre y su abuela. Así que me he quedado sola con mi amargado esposo, recibiendo cada cinco minutos llamadas de Hash y su prometido para saber de su salud.

—¿Almorzaste? —me pregunta, rompiendo el silencio.

—Comí algo en la cafetería —contesto con sutileza, todavía sin levantar la mirada de mis pies.

—Eso no es comida —replica—, ¿por qué no fuiste a nuestro apartamento a cenar?

—¿Nuestro? —chisteo, con una risa irónica.

—Elena, no empieces...

—No lo hago.

—Entonces mírame —me ordena e involuntariamente le acato—, debiste haberte ido, debes alimentarte bien.

—No podía dejarte solo, y sobre la comida, no es que vaya a morir por no almorzar bien un día. —Entorno los ojos y él deja la bandeja vacía a un lado de la cama para mirarme en reprimenda.

—¿No podías, o no querías? Pensé que yo no te importaba en lo absoluto, es decir, eso fue lo que insinuaste anoche —me ataca con voz suave, el sarcasmo brota de sus labios en cada palabra que pronuncia, y yo no hago más que arquear una ceja en respuesta—, y recuerda que tu vida de psicóloga, aquella en la que comías lo que se te antojaba y cuando se te antojaba, ha pasado de página. No sabemos si te he embarazado, por lo tanto, debes comer y alimentarte bien siempre.

—¡Extremista! Si ese fuera el caso, sería muy poco tiempo como para tomar esas medidas de alimentación, por favor Hero, infórmate —espeto contrariada.

No responde, se deja caer contra la cabecera de la camilla y se cruza de brazos cual niño pequeño molesto.

—Llama a la enfermera para que se lleve esto —exige refiriéndose a la bandeja y asiento. Me levanto y voy en busca de la uniformada.

  * * *

Dejo caer mi bolso sobre la mesita del centro del salón y me dispongo a ayudar a Hero a desplomarse sobre el sofá. Una vez tumbado levanto sus piernas y tomo asiento yo, colocándolas entonces sobre mis muslos. Él suelta un suspiro y comienza a desabotonarse la camisa para sentirse más cómodo.

—¿Te sientes mejor ahora? —le pregunto dirigiendo la mirada a su rostro.

—Definitivamente —contesta y resopla con la nariz.

Paso una de mis manos por sus piernas, sintiendo la gruesa tela de sus pantalones de mezclilla oscuros, y así me quedo durante unos largos minutos, apasiguando todo el estrés de Hero acumulado en el hospital. Admito que hasta yo extrañaba estar aquí, lejos de todo y todos, como solía estar en mi pueblo. Si hay algo que extraño de mi casa es la tranquilidad en cada rincón. Incluso en el patio trasero era una divinidad estar, únicamente acompañada del trinar de los pájaros y el resonar de las hojas siendo golpeadas por el viento. No es como aquí, que de asomarse al balcón el sonido de los autos me aturde.

—Ele —pronuncia, haciéndome salir de la ensoñación.

—¿Mh? —balbuceo, volviendo la vista a él. Sus ojos brillan mucho, y sus mejillas se han tomado rojisas—, ¿te sientes mal? —me apresuro en cuestionarle y asiente levemente. A lo que me inclino sobre su cuerpo para tomar la temperatura de su frente.

Llevo el dorso de una mis manos a su cuello, y luego hago lo mismo con sus mejillas, cercionándome de que al menos fiebre no es. Frunzo el entrecejo y ladeo la cabeza, a esperas de que me diga qué le ocurre.

—No tienes fiebre, ¿tu estómago otra vez? ¿quieres ir al baño?

—Me has tocado mal, sí estoy caliente, Elena —replica con voz suave, tanto que resulta ronca y estimulante.

—No, no lo estás, ¿traigo un termómetro? —sugiero ante su insistencia y niega.

—Acércate un poco más y siente, ven —toma mi brazo y me ayuda a tumbarme un poco más sobre él, quedando a centímetros de sus labios.

—¿Qué haces? —La pregunta me sale sola, a sospechas de lo que sea que trama.

—Siente —susurra y entonces un bulto duro se sitúa en mi vientre. Mis ojos se abren de forma involuntaria y sonrío ante su atrevimiento—. Lo ves, estoy súper caliente.

—Eres un canalla, esposo mío —jaraneo, juntando mis labios con los suyos, pero sin permitirle que los posea.

—Vamos a hacerlo en el baño, ¿mhh, qué dices? —murmura y desliza su lengua por mi boca con suavidad. Sus manos sostienen ambos lados de mi rostro y con sus pulgares traza caminos ardientes por mis mejillas.

—Me lo estoy pensando...

—Muy bien, piénsalo... Mientras tanto voy a tocarte aquí...

Una de sus manos deja mi rostro para desabotonar los primeros botones de la camisa blanca que llevo puesta, la cuela bajo el sujetador y acaricia con delicadeza. Muerdo mi labio inferior y mis ojos amenazan con cerrarse, mas no lo hago, no quiero perderme ninguna reacción de su cara.

—Y aquí también... —dice, retirando su mano y llevándola al interior de mi falda, haciendo contacto en mi centro de placer—. Quiero ver tu cuerpo revestido de agua —susurra en mi oído con una sensualidad que me desarma—, y lamer cada gota de tu piel —prosigue y muerde el lóbulo de mi oreja—, quiero pegarte a la pared y hacerte mía otra vez Elena...

—Has lo que quieras conmigo, pero hazlo ya.

Mis palabras son suficientes para que, sin previo aviso, nos encontremos subiendo las escaleras sin dejar de besarnos, dejando en los escalones nuestra ropa tirada, hasta llegar completamente desnudos a nuestra habitación. No nos molestamos en prender la luz y seguimos besándonos como si no hubiera un mañana, disfrutando de nuestros labios con una pasión incansable. El objetivo es el baño, pero Hero me carga sobre sus caderas y lanza todo lo que hay sobre la mesita de la cómoda al suelo. Me deja encima de ella y mi espalda choca con el espejo. Se aparta de mi boca y sujeta mis piernas, las abre y se arrodilla en el suelo, clocándolas sobre sus hombros para luego, y sin censura, regalarme numerosas sensaciones que no dudo en expresar mediante gemidos y balbuceos incoherentes.

Regresa a mí, dejándome completamente empapada y necesitando de él. Su boca se encarga de poseer la mía con fiereza y un par de mordidas me roban algunos quejidos.

—Voy a hacer que te arrepientas de lo que dijiste pequeña mía —alega contra mis labios, mientras sitúa su dureza en mi entrada—, te voy a poseer tantas veces, y te lo haré tan bien, que no querrás irte de aquí.

Ni siquiera me detengo en pensar en las burradas que ha dicho, porque ahora solo me interesa que me penetre como solo él sabe hacerlo. Lo acerco nuevamente a mi boca para callarlo, y le exijo desesperada: —Fóllame ya y cállate de una vez.

La embestida llega tan rápido que a penas tengo tiempo de reaccionar cuando su boca acoge mi grito. Aferro mis brazos a su cuello y dejo caer mi cabeza hacia atrás para que recorra mi piel con sus besos. No tardamos mucho en sudar como maniáticos mientras lo hacemos sin control. Le pido más, mis gritos le exigen profundidad y sus gemidos me llenan de exitación, porque jamás había escuchado a un hombre hacerlo, y menos del modo en que él lo hace.

—Bajo el agua —pronuncia entre jadeos y vuelve a cargarme en su cintura para llevarme rumbo a la ducha.

El agua sale tan caliente como nuestros cuerpos, y en cuestión de segundos Hero me tiene contra la pared, terminando lo que empezamos en la sala y dejándome totalmente exhausta y satisfecha. Tumbados en la cama, abrazados bajo la calidez de las sábanas, no paro de pensar en todo lo que acaba de suceder. Sus labios lujuriosos han tatuado los míos con su sabor, haciéndome imposible librarme de ellos. Y sus manos... sus manos han marcado cada centímetro de mi piel. No puedo conciliar el sueño, ni siquiera soy capaz de cerrar los ojos y apartarme de todo lo que ha hecho conmigo.

Involuntariamente me llevo una mano a mi vientre y me pregunto: ¿ya estaré embarazada? ¿qué pasará conmigo cuando todo esto ocurra?
Y es que, aunque Hade me ha explicado cada cosa del contrato, y con ello lo que sucederá una vez que las clausulas se cumplan, no paro de pensar en otras posibilidades que todo este teatro puede traer consigo. Como las cosas que estoy sintiendo por mi falso esposo y que recién ahora me doy cuenta...

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