Capítulo 30
Hero
He visto piernas hermosas, aunque las suyas me parecen incomparables. Tan torneadas y firmes. Elena camina luciendo un par de tacones no muy altos y unos leggins beige con una blusa blanca de mangas cortas. Lleva el cabello suelto y los labios color rosa. Me gusta como se ve, natural, preciosa...
Ana y Valeria bajan las escaleras despacio, la pequeña con un overol de mezclilla color azul y un par de coletas, y su tutora con un vestido rojo con lunares blancos.
—¿Listas? —cuestiono y todas asienten. Intento no mirar de reojo a Elena, pero me resulta absurdamente imposible, lo hago, y vaya que lo hago... Por más tiempo del que mi orgullo quisiera.
Ella muerde su labio inferior escondiendo una sonrisa y pronuncia: —Aún falta Haila y su novio.
—Sí —contesto aprovechando el momento para girar el rostro al piso.
—¿A dónde iremos? —cuestiona Ana tomando de la mano a Vale.
—A The Most Food —se adelanta Elena y dejo que tome la palabra para darme la vuelta en dirección a la puerta.
Saco mi celular y le marco a Max para confirmar su presencia y la de su esposa en la cena.
—Ya salimos, envíame la ubicación —responde sin siquiera saludar.
—The Most Food, ¿lo conoces? —le pregunto y escucho un bufido de su parte.
—¿Qué rayos es eso? ¿Un nuevo restaurante? —habla incrédulo.
—Es un Mac' Donald's.
—¡Ja, ja, ja, ja, ja! —Se ríe—. ¡Qué chistoso! Vamos dime, ¿dónde iremos? —insiste y le vuelvo a repetir el nombre del sitio.
—... Ya te dije.
—¿¡Me estás diciendo que cenaremos en un local de comida rápida!? ¡Hero Clark cenará en un lugar de esos! ¡Noooooo!
—¿Qué tiene? —Escucho a Gina hablar a su lado—. A mí me gustan las papas fritas y la soda, si no quieres ir pues te quedas, yo sí voy ¿¡me oíste Hero!?
—Ya la escuchaste —le digo a Max, interrumpiendo su lucha contra su esposa—. Los esperamos.
Y diciendo esto, ignorando los reclamos de Max, cuelgo la llamada. Ya Haila y Rodrigo se han incorporado con nosotros y es el momento de subir al auto para dirigirnos al lugar planeado. Hilary ha sido la única inconforme cuando se enteró del lugar que visitaremos esta noche, según ella no es comida saludable para la pequeña.
Mi cuñado la convenció ayer de ir a visitar a sus padres durante todo el día de hoy y mañana, así que nos líbranos de una guerra que definitivamente no quiero continuar. No sé cómo la mantendré a raya con mis planes, los cuales no le incumben y aún así se empeña en entrometerse, esta no es la Hilary comprensiva que siempre fue.
El lugar no es muy lejos, por lo que en unos diez minutos nos hallamos en frente suyo. Con mis manos dentro de los bolsillos de mis pantalones observo el local excesivamente luminoso desde afuera. No encuentro el motivo de tantas lucesitas y adornos siendo un día común y corriente. A mi lado se coloca Elena, observando lo mismo que yo con una sonrisa, una que roba toda mi atención.
—Apuesto a que pedirás dos raciones de McNuggets y unos tres meals —dice sin despegar la mirada del local. Yo frunzo el entrecejo y me agacho un poco para alcanzar su oído y susurrarle:
—Acepto la apuesta —le susurro y agrego: —detesto las grasas.
—Eso ya lo veremos Clark.
Haber mencionado mi apellido en lugar de mi nombre me hace arquear una ceja.
—¿Entramos o qué? —La vos de Max me hace voltearme—. Procura que no me arrepienta.
—Cállate —le exige Gina entre dientes y se dirige a nosotros—. Buenas noches.
Su sonrisa nos contagia a todos y luego de saludarnos decidimos abrir paso al dichoso Mac' Donald's. Si afuera es escandaloso más lo es adentro. Todos los asientos están forrados de vinil rojo y las mesas tienen manteles del mismo color. Las paredes, las esquinas y la barra están decorados con lucesitas y cintas brillantes, ya parece una celebración navideña. «Ay no puede ser». Las meseras llevan patines puestos, y vaya que odio eso. Ruedo los ojos porque no merece otra expresión, la verdad no me resulta atractivo que chicas en falda y delantal se anden paseando en patines en lugares tan estrechos como este, y menos si llevan bandejas ocupadas con refrescos u otras bebidas.
—Esto va en contra de la seguridad —murmuro.
—¡Mira que bonitas Vale! —exclama Ana intentado animar a la pequeña y lo consigue, bueno, más bien las chicas rodantes lo hacen. Valeria sonríe y pega brincos en el lugar. Sale a correr y frena frente a una mesa, toma asiento y es nuestra señal de que ese es el sitio perfecto para sentarnos todos.
—Nosotros estaremos por aquí —enuncia Rodrigo llevándose a Haila con él, la verdad no cabemos todos aquí.
Max, Gina y Valeria se sientan en el banco de enfrente. Ana se asegura de quedar alineada con Vale y yo me propongo sentarme junto a Elena. Me da gusto que los demás clientes a penas nos miren, como si nuestro aspecto —el cual no encaja aquí para nada— no fuese importante. Al menos este sitio no me hace sentir más que nadie.
Tomamos la carta menú y debatimos en voz baja las ofertas que aparecen en línea continua. Todos ya tienen su pedido y yo sigo dándole vueltas a la carta. Definitivamente no voy a pedir nos McNuggets, no perderé la apuesta.
Así que intento escoger al azar cualquier cosa que no tenga ese nombre. Cuando tengo mi pedido listo ya todos los demás han pedido el suyo, incluyendo a Valeria.
—Quiero una Hamburguesa Grand Tasty y un Banana Smoothie —ordeno a la chica que anota el pedido y escucho a Elena ahogar una risa.
La rubia se retira sobre sus patines y aprovecho que Max está entretenido con Gina y Ana hablándole a Vale para preguntarle a mi esposa el motivo de sus risas.
—¿Qué? —cuestiono, colocando una de mis manos sobre su muslo derecho.
Ella me mira y lame sus labios para contestar: —¿Banana smoothie? ¿en serio?
—¿Qué tiene? —pregunto interesado y ladea su rostro quedando cara a cara.
—No combina para nada con una hamburguesa, y menos con la que pediste, vomitarás.
Sus palabras me hacen asquear mentalmente y miro a los lados discretamente, «¿qué rayos he pedido?».
—¿En serio?
—Te lo juro. Deberías cambiar el pedido. —Junta sus dientes en una mueca y me parece sincera. Sin embargo, algo cruza mi mente y me hace dudar, así que niego rotundamente.
—Ya sé lo que estás haciendo —asevero y frunce su entrecejo—, quieres envolverme para que pida los McNuggets y luego envolverme nuevamente para repetir y así ganar la apuesta, no eres tan lista como pensé...
—¿Eh? —pronuncia fingiendo extrañeza y me río.
—Muy ingeniosa, pero no voy a caer. Ahora soy yo quien te apuesta que no, no vomitaré.
—¿De qué hablas?
—¡Ey! Estamos acá —interviene Max y volteamos a verle—. ¿Ya decidieron a dónde irán a pasar la luna de miel?
Max inicia una conversación que estaba evitando. No quiero celebrar luna de miel alguna, pero la prensa no para de lanzar indirectas en cuanto a la tan esperada luna de miel del hijo varón del difunto Mássimo Clark. Pensé que en unos días luego de la boda todo este tema se resolvería, pero el parloteo no cesa y los días se me hacen cortos...
—... Entonces fingimos que iríamos a por un ponche y nunca jamás volvimos —relata mi amigo y todas se echan a reír, Max aprovecha las cenas para contar las anécdotas que vivimos durante la universidad, incluso antes de eso—. ¡Era una odisea! Él me tiene que agradecer por haberlo sacado de esas reuniones, yo siempre fui más sueltecito.
—Se nota —dice Gina y Elena le sigue las risas. Yo no hago más que estirar mis labios como si estuviese riendo también.
Finalmente la rubia trae de a poco cada uno de los pedidos y una vez todos sobre la mesa nos dedicamos a comer y beber mientras Max continúa hablando sin parar. Me alegra que Valeria se haya mantenido serena, no ha llorado ni una vez y prueba sus papas con emoción.
Observo la enorme hamburguesa que han dejado frente a mí y tomo la servilleta para cogerla entre mis manos, ni loco me ensucio de mayonesa. Abro la boca de todas las formas posibles y no hay manera de que pueda darle el primer bocado sin ensuciarme todo. Aprovecho que todos están inmersos en sus platos y pego una mordida que a penas alcanza a cortar el queso. Mastico buscando el famoso sabor y choco con la realidad. «¡Está divino!». Pienso y doy otro bocado. Pruebo la bebida y quedo igual de alucinado, pero no digo nada, no admitiré que la comida sobrecargada de grasa es buena.
—Otra hamburguesa y eso que pidió ella —le digo a la rubia nuevamente, señalando el refresco que ha pedido Elena.
—Enseguida señor.
Max y Ana me observan estupefactos e ignoro la intención de sus miradas. Gina ha pedido su cuarta ración de papas fritas y Elena saborea su segundo refresco, todavía le quedan papas fritas en su plato y un pedazo de sandwich.
* * *
Miro mis dedos y están cubiertos de mayonesa, no me quedan servilletas y a los demás tampoco. Ana limpia los labios de Valeria y Max se toma fotos con Gina. Elena me mira desde su sitio, al notar que busco otra servilleta se ríe de lado y toma una de mis manos. Agarra mi dedo índice y lo lame, luego el pulgar. Toma mi otra mano y hace lo mismo. No le tomó ni un minuto hacerlo y ya siento mi miembro hinchado. Trago con dificultad y me levanto de la mesa, no sin antes colocarme el saco enfrente para cubrirme.
—Cielo, ¿me llevas al baño? No tengo idea de dónde está —le pido a Elena y me mira entrecerrando los ojos.
—Sí claro... —farfulla Max y Gina le golpea en la costilla con su codo haciéndolo callar.
—Sí cariño, vamos.
Me volteo de inmediato para que Ana no note la mentira en mi cara. Elena entrecruza su brazo con el mío y me lleva con ella al baño de hombres. Una vez ahí me espera afuera y yo entro. Es pequeño, solo hay dos baters y para mi suerte tienen puerta. Me aseguro de que no haya ninguno ocupado y una vez confirmado salgo, tomo a Elena del brazo y la adentro conmigo. Cierro la puerta por dentro y regreso a ella.
—¿Qué haces? —cuestiona de espaldas al lavamanos y la tomo de la cintura para apegarla a mi cuerpo—. ¿Lo vamos a hacer aquí?
—¿Tú qué crees? —contesto y poseo sus labios. Comenzamos a besarnos desenfrenadamente, la cargo sobre mis caderas y la coloco sobre el lavabo. Siento como intenta apartarme de ella, así que tomo una pequeña distancia para permitirle hablar.
—¡Estás loco! ¡Estamos en un baño público, nos pueden agarrar, qué pena!
—Lo que sí es una pena es desperdiciar esta porquería de baño y no follarte aquí mismo.
Vuelvo a sus labios y se entrega totalmente a mí. Sus manos me recorren el pecho y desabotona con rapidez todos los botones de mi camisa, busca mi piel con desesperación y yo me encuentro igual, levanto su blusa y dejo libre sus pechos, cubiertos únicamente por su sujetador. Los hago a un lado y me dedico a darles cariño entre lamidas y chupetones que la hacen gemir bajo. Sus manos se aferran a mi cabello y me susurra que no me detenga.
Estamos ardientes los dos, nuestros besos se vuelven cada vez más húmedos y deseo poseerla de inmediato, subo a sus labios y deslizo mis manos en busca de tocar su punto más placentero, adentrando una de mis manos en el interior de sus leggins...
Un fuerte dolor se instala en mi estómago y me hace despegarme de su boca. Siento como algo dentro de mí se retuerce y se me escapa un quejido.
—¡Mierda...!
—¡¿Hero?! —exclama Elena incorporándose en el suelo—. ¿Qué tienes? ¿Qué te pasa? ¡Háblame!
—Mi esto... —Todo comienza a darme vueltas y de un impulso la aparto y me coloco frente al lavamanos para comenzar a expulsar lo que ingerí hace unos minutos.
—¡Dios, te lo dije! —es lo último que escucho antes de que mis oídos comiencen a pitar incesantemente—, me parece que alguien ha perdido una apuesta.
Abro el grifo para lavarme la cara y los dolores de mi estómago se calman, mas no desaparecen.
—Tú también has perdido una apuesta, no pedí McNuggets. Me debes al... —Y diciendo esto vuelvo a las mismas de hace un momento.
—Necesitas ir a un hospital Hero.
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