Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 25

Elena
Me toma de la mano y a largas sancadas me hace cruzar por el medio del salón. Nos encontramos con Boris, un par de compañeros del programa y algunos de los trabajadores de la empresa de Hero. Todo ha ocurrido tan rápido que recién estoy notando a gente que en la ceremonia juraría no haber visto. De entre los invitados, sé que Hero está molesto por la ausencia de alguien: su hermana Hilary. Según tengo entendido es su hermana mayor, y no está muy de acuerdo con la boda o algo así. Cuánto me gustaría entender las manías de esta familia...

Hade nos sonríe al despedirnos, todos saben de nuestros planes y se hacen a un lado para dejarnos pasar. Aprovecho para besar a mis hermanas y mis cuñados de prisa, no soportaría la idea de irme sin verlas antes. A las gemelas me las como a besos y apapachos, olvidé decirles lo guapas que lucen con esos preciosos vestidos de gala.

Mi corazón no realentiza el ritmo, para nada, aseguraría que cada vez late más rápido. Estoy nerviosa, ansiosa, aghs, tengo muchas cosas por dentro... Cosas que solo Hero Clark me produce. ¿Debería detener lo que está a punto de pasar? No podría, firmé un contrato. ¡¿Cómo frenar algo que muero por hacer!? Sería demasiado absurdo rechazar ahora algo que inevitablemente pasará, tanto por lo que el contrato exige como por las ganas que le tengo a este hombre.

—¿Lista? —me pregunta abriendo la puerta del copiloto.

Suelto un profundo suspiro, sonrío y contesto: —Y caliente, vámonos de una vez.

Con una sonrisa de suficiencia de su parte, rodea el auto y sube. Los invitados salen a las afueras para despedirnos con abucheos y aplausos. Casi parece una boda real, de esas cargadas de amor y fotografías. No puedo evitar reír cada que ese pensamiento me viene a la mente: Me casé. Yo, Elena Jones, acabo de casarme con un hombre que no amo.

«Pero bien que me gusta». Mi mente aclara y muerdo mi labio inferior de forma involuntaria.

—No vuelvas a hacer eso si no quieres que te folle antes de encender el auto —pronuncia, su voz suena ronca, como si la exitación le obligara a hablar como un jodido seductor.

—Si no estuviesemos rodeados de gente, te diría que lo hicieras —respondo y dirijo la mirada al frente—, deberíamos apresurarnos entonces.

No faltó decir nada más para que pusiera en marcha el auto y en pocos minutos estuviesemos entrando por el sendero de la mansión.

  ***

Todo está oscuro, ni siquiera los criados hacen presencia. Hero me toma de la cintura en cuanto llegamos a la sala principal y me estrecha contra su cuerpo. En un pestañeo ya tengo mi boca dentro de la suya. La humedad de sus labios y la agilidad de su lengua me hacen perderme en las nubes, como siempre que me besa. Sus manos recorren mi cuerpo, descendiendo a mi trasero y ascendiendo a mis pechos, sin dejar de apretar con lujuria mi piel.

—Aún estoy furioso —susurra contra mis labios y vuelve a besarme. Nuestras respiraciones se vuelven una, tan agitadas y sedientas—. Todo de violeta, tu maldito discurso—. Refunfuña, pero regresa nuevamente a mi boca—. Mereces un buen castigo por eso.

No soy capaz de contestarle, joder, quiero que haga lo que se le venga en gana conmigo. «¿A dónde fue a parar toda mi furia contra el único hijo de Mássimo Clark? Pues entre mis piernas, de seguro que ahí está toda mi rabia, y vaya desesperación la mía».

—¿Qué haré contigo mmm? —cuestiona para sí mismo y muerde mi labio inferior. Dos segundos después me voltea y presiona su erección contra mi trasero—. ¿Sientes eso?

—Sí —pronuncio en un gemido.

Claro que lo siento, con ese grosor podría sentirlo así sea con tres colchones de por medio. La princesa y el guizante se quedan cortos con esto.

—Es tuyo, si así lo quieres —musita en mi oído, causándome profundos escalofríos. Mi piel se estremece y ni hablar de las sensaciones ardientes que recorren las partes más sensibles de mi cuerpo.

—Sí —contesto.

—¿Y tú? —Lleva su lengua a mi cuello y dibuja círculos que cierra con chupetones.

—¿Yo qué? —correspondo a sus palabras, dejando caer la cabeza hacia atrás.

Una de sus manos se cuela bajo el borde de mi vestido y sube hasta hacer contacto con mi intimidad, agarra fuerte y me hace soltar un quejido.

—¿Es mío?

Su pregunta me hierve la sangre, así que divago en una respuesta que lo deje al límite.

—Según tu tonto contrato, sí —susurro y ladeo mi cabeza para hacer contacto con su rostro, recorro su labio inferior con mi lengua y finalizo: —Pero en realidad, no.

—Eso ya lo veremos. —Es su respuesta antes de tomarme la barbilla y besame.

Subimos las escaleras a tropezones, dejando prendas de nuestra ropa escalón tras escalón, como si fuese la primera vez que nuestros cuerpos se prepararan para eclipsarse. Llegamos a la habitación que me mostró hace un par de semanas y solo tengo puesto el juego de lencería que escogió para mí el día que fuimos a la tienda de lencería. A él le faltan los zapatos y el chaleco, por lo que me apresuro en terminar de desvestirlo con desesperación. Y es que por Dios, muero por contemplarlo sin ropa.

En este momento no somos una pareja de recién casados, ni dos adultos que firmaron un contrato a conveniencia y deben acostarse por seguir unos estúpidos parámetros. No, nada de eso, ahora mismo somos un par de desquiciados hambrientos de sexo y placer. No hay espacio para pensar en quienes somos o qué hacemos, simplemente nos dejamos llevar por nuestros deseos de llegar hasta donde nuestros cuerpos lo permitan.

Camisa fuera, pantalones fuera y boxer a punto de volar por los aires también. Su piel se siente suave, sus músculos se contraen cada que me carga en brazos y yo me derrito con cada movimiento atrevido que me dedica sin siquiera estar totalmente desnudos. Me ayuda a quitarme los ganchillos de mi cabello y una vez suelto me sujeta el rostro entre sus manos y dice: —Me encanta ese color.

Le sonrío y lo beso. Siento como retira poco a poco el sostén de encaje y luego las bragas a juego, dejándome totalmente desnuda frente a sus ojos. Me lleva hasta el borde de la cama y vuelve a recorrerme con la mirada, detallando cada centímetro de mi piel.

—Túmbate —ordena mientras se arrodilla frente a la cama, sujetando mis piernas y lo acato, dejándome caer de espaldas sobre las sábanas—. Dios es...

Interrumpe sus palabras y desliza su lengua por toda mi intimidad. Coloca mis piernas sobre sus hombros y estira sus manos para agarrarme los senos y jugar con ellos. Dedica largos minutos a regalarme placer con su boca, acariciando con suavidad mis puntos más sensitivos. No pierde oportunidad de pedirme que me suelte, que gima sin importar que pueda escucharnos alguien. De vez en cuando se detiene y me pregunta si me está gustando, o si deseo cambiar de posición, y es que joder, no sé cómo rayos decirle que lo hace estupendamente bien y que si saca su boca de ahí podría matarlo.

Cuando mis piernas no pueden más, y las ondas de sensaciones me tienen en el punto más alto, le agarro el cabello y lo obligo a levantarse para ser yo ahora quien esté al mando. Teniéndolo recostado, y con la erección más exitante que he visto, me dedico a hacer lo mismo que hizo conmigo. Me tomo mi tiempo para regalarle placer, acaricio todos los sitios posibles al alcance de mi boca y juego con su miembro a mi antojo, sintiéndome una diosa cada vez que gime o pronuncia mi nombre con rabia, como si me exigiera no parar.

—Te quiero encima ahora —me pide y no espero ni un segundo más para sentarme a horcajadas encima suyo. Estoy tan húmeda que no hace falta hacerlo con cuidado para hallarme hundida completamente sobre su dureza.

Comienzo a moverme con soltura, él lleva una de sus manos a mi cuello y la otra a uno de mis senos. Las estocadas se vuelve cada vez más frenéticas y el momento nos sofoca gustoso, haciendo que nos besemos  cada dos segundos y que busquemos complacernos el uno al otro como nunca antes.

En un rápido giro me tumba y queda sobre mí cuerpo. Besa mi cuello y detiene sus movimientos, sale despacio de mí y susurra: —Mierda no quiero correrme ahora.

Mis brazos envuelven su cuello y lo acerco a mi boca, lo beso despacio, demostrándole que estoy dispuesta a dedicar otros minutos de caricias para retomar el sexo cuando desee hacerlo. Lame el lóbulo de mi oreja y me deja descolocada con su confesión: —Max tenía razón, después de esto no pienso dejar que te vayas de aquí.




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro