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Capítulo 24

Elena
El atardecer nos sorprende en las afueras del salón de celebraciones, en la parte tracera del club que Hero contrató para cerrar la ceremonia. Yo continúo con mi vestido pomposo mientras soy guiada a una habitación por Haila y Evelina. Colocan sobre la cama un vestido blanco de encaje, a primera vista se nota que es justamente mi talla. Ambas me observan emocionadas, deseando que me coloque la hermosa prenda que Hero me ha ordenado usar.

—¿Qué esperas? —me apresura mi cuñada, sentada sobre el colchón mirándome expectante.

—Tómate el tiempo que necesites —resalta Eve con su radiante sonrisa, esa que me tranquiliza a niveles enormes.

Expulso aire por mi boca con brusquedad y me inclino, agarro el vestido y lo observo. Seguro me queda estupendo.

El día ha transcurrido tan rápido que a penas he tenido tiempo de sentirme desgraciada, al contrario, toda esta gente ha logrado hacerme olvidar lo que en realidad hago aquí, y lo agradezco. Hero ha estado distante desde el brindis, lo último que lo ví hacer fue hablar con Ana, luego de eso su luna se puso de cabeza. Y así lo prefiero, no sé cómo me hubiese comportado con su escudriñante mirada todo el tiempo encima mío.

Me apena desvestirme en frente de mi hermana y Haila, no quiero que vean la atrevida lencería que traigo debajo de estas pobladas telas. Así que sin rodeos me volteo y camino hasta una puertecita que según Haila conduce a un baño. A penas puedo moverme aquí dentro, el espacio reducido y mi enorme vestimenta no concuerdan para nada. Pero aún así, y con dificultad, logro cambiarme y salir a lucirme minutos después. El vestido me queda ajustado al cuerpo, y me llega hasta dos centímetros sobre mis rodillas. Es completamente de encaje y posee unas mangas transparentes y colmadas de brillos, hasta mis muñecas. Todo el escote está bordado y adornado de piedras pequeñas. Es maravilloso en todo el sentido de la palabra.

—¡Estás...! —exclaman ambas a la vez.

—¡Fabulosa! —se adelanta Haila.

—¡Hermosísima! —culmina Eve.

—Gracias —contesto agradecida, es increíble que me sienta tan alegre en una boda donde soy una falsa protagonista.

Quizá la diversión que toda esta farsa me provoca es lo que me mantiene siempre altiva, eso y las ganas de que todo acabe. Lo que más me interesa es la vida de mis hermanas, y verlas aquí, apoyándome, es maravilloso. No quiero que me vean triste, debo demostrarles que puedo salvarlas sin perjudicarme en el proceso. Y para lograrlo mi actitud no puede cambiar, en mis planes no caben las lágrimas, mucho menos si mis hermanas están cerca. Así que ¡ánimo Ele, que tú no estás tan mal! Y es que sí, no estoy tan mal...

—Ahora salgamos y demostremos a todo mundo que esta boda es común, vamos —alenta Haila y me echo a reír.

—Lo es, esta es la boda más normal del planeta —digo con sarcasmo y Eve niega con la cabeza para luego empujarme en dirección a la puerta.

—Bueno, de una, a bailar y disfrutar, hay periodistas a los que convencer —enuncia y Hash la sigue con asentimientos.

Cruzamos los delgados pasillos y finalmente llegamos al salón de baile. La noche está a punto de caer y las luces se encargan de ponerle luminosidad a la pista. Nuevamente los invitados me reciben con abucheos lindos, silvidos y aplausos. Los pequeños corretean por los bordes del salón y varias parejas se contonean al ritmo de la música suave que se filtra por los altavoces. Hash corre a los brazos de Rodrigo, su prometido, y Eve hace lo mismo con Mick ahora que las gemelas están jugando con la hija de Max.

Desde un extremo veo a Ana, cruzada de brazos observándolo todo, con una cara de culo preocupante.

Hade bebe vino con sus amigas sentadas en una de las decoradas mesas. De vez en cuando me sonríe y me hace amagos para que vaya con ellas, pero la verdad no me urge, me siento más segura desde la barra de tragos dónde estoy recostada.

—Vamos a bailar. —Su voz me hiela el cuerpo. Me giro a su encuentro y trago en seco ante la figura jodidamente sexy que me taladra el rostro con la mirada.

Hero, mi esposo «mierda que raro suena», también ha cambiado su traje por algo más cómodo. Se trata de una camisa blanca remangada con un chaleco negro por encima y unos tirantes que se unen al borde superior de sus pantalones oscuros. Está demasiado guapo como para no comérmelo con la vista, culpemos al alcohol que me obliga a vacilarlo con descaro. «¡Qué alcohol ni que nada, a penas he bebido!», me recrimino y se me escapa una sonrisa.

—¿Eso es un sí? —cuestiona, y aunque noto que está desesperado por algo, también persibo que está triste, no por gusto estudié psicología.

—¿Me estabas preguntando? —contraataco y baja la mirada. Sus manos están dentro de los bolsillos de sus pantalones, y mantiene una pose despreocupada que me causa estragos en el estómago «Dios santo que guapo es».

Por suerte, o por desgracia, soy de esas personas que piensan una cosa y hacen todo lo contrario, a juzgar por mis actitudes con el don millones este, cualquiera diría que lo odio, cuando en realidad...

—Te estaba invitando —aclara, levantando su mirada azulada—, necesito... necesito bailar.

—La verdad no tengo ganas de...

—... Contigo, necesito bailar contigo Elena, no me lo hagas más difícil ¿sí?

No hizo falta que dijera más para tomarlo de la mano y guiarlo hasta la pista de baile. Por Dios no voy a indagar en su actitud, mucho menos en la mía, tan fácil y ligera, como si sus palabras tuviesen pleno poder sobre mis actos.

Sus manos, gruesas pero delicadas, se aferran a mi cintura. Un calor me abraza y tomo oxígeno intentado mantener mis nervios en la línea correcta. Llevo mis brazos a su cuello y lo rodeo, quedando con mi rostro a centímetros del suyo. Cierra sus ojos y acerca su frente a la mía, la apoya y expulsa aire por su nariz. La música ha cambiado a un tema suave y armonioso, el tema "Earned it You"de The Weekend ha iniciado y nuestros pasos también. Nos movemos de un lado a otro siguiendo el ritmo sensual de la música, Hero no despega su frente de la mía y yo permanezco a su merced, hasta que decida contarme lo que sea que le ocurre, porque sí, me dirá.

Me remuevo un poco y consigo que abra los ojos. «Pecados, puros pecados tengo en mente cuando me mira así». Su mirada es fuerte, fogosa, cargada de sentimientos y misterios que me quedan demasiado grandes.

«Necesito que me cuente, sé que puedo ayudarlo o calmarlo». Pienso y automáticamente me regaño por querer ayudar a un hombre que hace dos días me trató como paño de limpiar piso.

—Se la llevarán... Ahora sí es posible que la alejen de mí —habla sin apartar sus pupilas de las mías, y yo lo escucho atento mientras me murmura—. Debí hacerlo, tenía que haber investigado todo sobre ella, ¿cómo podría ser un buen padre si ni siquiera soy capaz de preocuparme por su salud? ¿me entiendes?

La verdad no entiendo nada.

—Quizá si me explicas mejor —le hago saber y asiente débilmente. Traga con dificultad y me apega más a su cuerpo, cómo buscando confidencialidad en nuestra cercanía. Su boca ha viajado a mi oído y comienza a explicarme:

—Valeria es autista, no es una niña normal y no pude darme cuenta. Ana le contará al juez y perderé su custodia.

Su voz se quiebra y lo abrazo con fuerza. Hunde su cabeza en mi cuello y me apoyo de eso para pensar un poco antes de opinar al respecto. No tengo claro todo ese tema de la adopción de Valeria, mucho menos cómo es que llegó a la vida de Hero. Pero aún así, siento que entre ambos hay una conección increíble, y la verdad, si hay una persona indicada para ayudarle, esa soy yo.

Una idea se instala en mi mente, y aunque me compromete a ayudar al hombre que prácticamente ha comprado mi vientre, decido aventurarme.

Me separo de su cuerpo, lo tomo por los hombros y le digo: —Vamos a tenerla de vuelta.

Su ceño se frunce y ladea sus labios en una triste sonrisa.

—Gracias por intentar animarme, pero con esto es casi imposible —agacha la cabeza y vuelve a tomarme de la cintura para bailar.

—Soy psicopedagoga infantil Hero, traté con muchos niños autistas. —Mis palabras iluminan su rostro y parece caer en cuenta de mis insinuaciones.

—¿Te arriesgarías a hacer lo que estoy pensando? —cuestiona y apuesto a que ha leído mi mente.

—Por supuesto.

—Serían juicios extensos y mucho papeleo Elena...

—Dije que lo haré, lo demás no tiene importan...

No termino la frase porque su boca se estampa contra la mía. Me besa fugazmente y pronuncia "gracias" repetidas veces contra mis labios. Los aplausos de los invitados no se hacen esperar y mis ganas de comerle la boca tampoco. Así que sin más lo agarro de la camisa y recibo gustosa su boca. Nos besamos con ansias, como si ambos estuviesemos esperando por esto desde hace mucho tiempo. Poco me importa si necesito oxígeno, no pretendo separarme de él, y veo las mismas intenciones de su parte.

Han pasado sabrá dios cuántos minutos desde que nuestros labios hicieron contacto. A penas los siento, solo sé que estoy demasiado caliente como para que lo demás me importe. Finalmente Hero decide soltarme y roza su nariz contra la mía, sus manos acarician mis mejillas y susurra despacio: —Acabemos con esta payasada de fiesta y vayamos a nuestra habitación.

Sus palabras son como dinamita que recorre mis venas, esperando colapsar de placer en un tiempo no lejano, o sea, mientras más rápido mejor, porque creo que no aguanto un segundo más.

—¡Se acabó la diversión señores! —escandalizo y Hero abre los ojos sorprendido por mi descaro, mas no interviene y me permite ridiculizarme más, como dije anteriormente, ya no me interesa nada.





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