Capítulo 22
Elena
Su piel blanca resalta con el oscuro de su traje. En las mangas relucen un par de mancuernas y en el bolsillo que reposa sobre la parte izquierda de su pecho se halla un pequeño ramillete de florecillas blancas. La baba se me cae cuando vislumbro un chaleco negro por encima de la camisa blanca que trae bajo el esmoquin.
—¿Qué... qué te pasó? —le susurro y ladea su cabeza para contestarme sin dejar de mirar al frente.
—Ahora no fastidies —musita sacándome una mueca en respuesta—, deja de mirarme y dedícate a lo que interesa.
—Vete a la mier... —escupo y el cura detiene sus palabras para mirarme con los ojos más abiertos de lo normal.
Hero lame sus labios en evidente incomodidad y frustración y yo no hago más que bajar la cabeza y tragarme todas las barbaries que quiero decirle por imbécil.
—¿Puedo continuar?
—Sí padre, prosiga —le indica la roca que tengo al lado y así lo hace.
Escucho murmuros de los invitados y la chispa de furia de hace un minuto se ha quintuplicado. Comienzo a moverme inquieta, el anciano de la túnica blanca anuncia promesas y versículos que realmente, a mí, me valen nada, y por si fuera poco, la cara de culo de Hero complica más este teatro de ensueño.
Para las demás personas supongo que esto sea mágico, una boda perfecta con unos preciosos novios dispuestos a comprometerse de por vida. Esta gente no tiene idea de toda la mierda que hay tras un vestido de encaje y un traje de corte italiano carísimo. Ni siquiera se imaginan que no quiero estar aquí y que Hero tampoco. Que esto no va más allá de las hojas de un contrato y un testamento absurdo dejado por el antigüo alfa de los Clark. No sospechan de un amor falso, que quizá jamás exista, no se detienen a mirarme extrañados, siendo yo una pueblerina de clase media obligada a llevar un anillo de compromiso para salvar a mi familia de los errores de mi padre. No, no les importa nada más que presenciar la ceremonia de un millonario que no siente el peso de su bolsillo.
Y siendo así, una boda mediocre, repleta de farsantes y espectadores hambrientos de acción y locura, ¿por qué no hacerla más interesante de lo que ya es?
—“Yo, Hero Clark. —Comienza a recitar sus votos por orden del cura. «Ay por Dios que payasada». —Prometo amarte a ti, Elena Jones. Prometo apreciarte y honrarte a partir de hoy durante todos los días de nuestras vidas, tanto en los buenos como en los malos. Juro serte fiel siempre, y apoyarte cuando me necesites. Te entrego mi alma y mi corazón para toda la eternidad; —«Ay no puedo con tanto drama». —Tanto en los momentos de salud y felicidad como en los de tristeza y enfermedad. Como símbolo de todas estas promesas, te entrego este anillo para recordarnos siempre lo que significa nuestro amor.
Me extiende el anillo, el cual es entregado sobre un cojín pequeño que carga una pequeña que no tengo idea de quién es. Mientras le doy mi mano para que coloque la alianza me voy imaginando pronunciar los votos que hace tres días debí aprenderme. Un escalofrío me recorre la espina dorsal cuando sus dedos gruesos y helados toman mi mano y, con delicadeza, sin despegar sus ojos azules de los míos, desliza nuestra "unión", cerrando su pacto.
Trago en seco porque no soy capaz de sonreírle.
Es mi momento. Debo recitar mis votos y al contrario de como pensé que me iba a sentir (triste y nerviosa), me siento tranquila y dispuesta.
Carraspeo con la garganta y lamo mis labios para dar inicio a mis palabras, las cuales no van más allá del poema que resalta en la cara de mi casi esposo.
—Yo Elena Jones, una mujer de la zona más campestre de Chicago —digo y la mirada de Hero se clava en mi rostro. Expulsa aire con brusquedad por su nariz y entre dientes me pide que no lo haga. Al parecer se huele mis planes, qué lastima que no pueda interrumpirlos—. Prometo amarte a ti, Hero Clark, millonario que recién acabo de conocer...
Expresiones de los invitados llegan a mis oídos y aguanto la risa para no estropear mi discurso.
—Prometo apreciarte y honrarte a partir de hoy durante varios días de nuestras vidas, a ver, es que no me queda de otra, firmé un contrato ¿no?
—Elena... —masculla con la mirada encendida, taladrándome hasta los cesos.
—Tanto en los buenos como en los malos. Juro serte fiel siempre, eso sí lo aseguro porque me encerrarás en tu aburrida mansión, y te apoyaré cuando me necesites, lo cual espero que no ocurra. —Ruedo los ojos y los gemidos de los espectadores no se hacen esperar—. Te entrego mi alma y mi corazón por ahora; y te acompañaré tanto en los momentos de salud y felicidad como en los de tristeza y enfermedad. Como símbolo de todas estas promesas, te entrego este anillo para recordarnos siempre lo que significa esta farza.
Finalizo y abro la boca para expresar un último detalle: —¡Ah y…!
Unos labios gruesos y posesivos me obligan a callar. Fuertes brazos me aguardan en un abrazo asfixiante y una lengua juguetona se encarga de doblegarme. No escucho nada más que mi corazón latir desenfrenado, lujurioso... Hero está devorándome como si no hubiera un mañana. Mi respiración comienza a dificultarse. Mis piernas tiemblan como gelatina y en mis bragas se forma una humedad inquietante. Siento su perfume invadir mis pulmones, es realmente delicioso, no pretendo forzajear y dejo que me posea a su antojo hasta que la necesidad de oxígeno nos lo permita.
Mientras tanto, el silencio se ha apoderado de la iglesia. La tensión de la multitud es palpable incluso en el aire y comienzo a preocuparme.
—¡Es muy graciosa, siempre es así! —se apresura en exclamar Hade y las demás personas siguen sus risas, como si lo dicho por mí se tratara de una broma típica de mis actitudes
Hero se separa de mis labios y pega su frente contra la mía para susurrarme: —Colócalme el maldito anillo de una vez y basta ya de payasadas Elena.
Sus palabras frías y demandantes me sacan de la ensoñación. Maldigo por lo bajo, me castigo mentalmente por ser tan estúpida y hablar de más. Porque quien está jodida hasta el cuello soy yo, no él. Mis hermanas corren peligro, mi padre ha perdido todo y yo he asumido la carga sobre mis hombros. Hero ha buscado el método más fácil para cobrar unos cuantos millones, pero tiene su vida hecha y dos empresas que dirigir, no pierde más que yo con todo esto.
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