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Capítulo 20

Hero
Cruzo el portón, dejando atrás a Elena bajo el cuidado de Claus. Unos pasos me conducen a las puertas de la mansión, y, frente a ella, me  sorprende la silueta en carne viva de Ashley gritando como la maniática que es. Mis manos se convierten en puños y me dirijo con pasos decisivos en su dirección. Siento mi mentón contraerse a tal punto que duele, y un nudo se forma en mi estómago como cada jodida vez que la veo. La diferencia es que esas sensaciones antes podría llamarlas gustosas, hoy no son más que sentimientos amargos que juegan con mis nervios.

—¡Ashley, para ya! —le reclamo tras ella. Se voltea con rapidez  y baja dos escalones hasta quedar enfrente mío—. ¡¿Qué demonios haces aquí?!

¡¿Dónde está Valeria?! —exclama, destellando furia por sus ojos oscuros.

—¡Eso ya no es problema tuyo! ¡La abandonaste Ashley! ¡Ahora lárgate de aquí y déjala en paz! ¡Déjanos, a todos, en paz! —le exijo, punteándola con mi dedo índice en uno de sus hombros—. ¡Y deja de llamar a mi madre! Has perdido, vete.

—¡No! ¡Ella no es tu hija! ¡No tienes derecho a quedarte con ella! ¡No lo tienes!

—¡Ja! —escupo y niego con la cabeza. Persibo en los alrededores a los criados husmear desde los arbustos y a Hash observarnos desde la altura de su habitación. Espero que mamá se haya asegurado de llevarse a Ana y a Valeria a un sitio donde los gritos de este mujer no se escuchen—. ¡Eso díselo a un juez! —finalizo y agarro uno de sus brazos con fuerza—. He dicho que te largues, te daré la oportunidad de que te vayas por las buenas, no me hagas llamar a la policía como las veces anteriores —le advierto y con un par de manotazos dirigidos a mí logra safarse.

—¡Voy a volver, y lo sabes Hero! —enuncia, frunce sus labios y da un paso al frente. Su barbilla se alza y con la frente erguida me enfrenta—. Espero que la próxima vez tu noviecita esté cerca.

—No te atrevas... —digo entre dientes. Ha conseguido cabrearme a niveles extremos y la necesidad de dejar de verla se acrecienta.

—¿Crees que no lo haría? —pregunta analizando la furia con la que la miro—. ¿Eh? Dime, ¿lo crees? Ya te hice cosas peores ¿no? Contarle a tu queridita lo que le espera sería como caminar con tacones sobre una carretera, así de fácil —pronuncia cada palabra con tanta maldad que se me hace imposible haberla imaginado antes de la forma que es ahora.

—Eres un monstruo —musito, asqueándola desde lo más profundo de mi ser—, gracias al cielo que no me casé contigo, es una lástima que Valeria no sea hija mía biológicamente, eso sería lo único realmente bueno que hubiésemos tenido.

—¿Seguro? —Lleva una de sus manos a mi pecho y muerde su labio inferior. No sé porqué no me sorprende.

—Quita tus sucias manos de mi camisa, y vete ya. —Me separo de su cuerpo y la dejo atrás con cada escalón que subo para abrir la puerta.

—Estás a tiempo de hacerme callar —habla y me volteo—. En el próximo juicio yo estaré presente...

—Imposible —declaro y expulso aire con brusquedad por mi nariz.

—Y más te vale que lleguemos a un acuerdo con Valeria donde yo también forme parte.

Una sonrisa —que yo diría diabólica—, se forma en sus rojos labios. Muerdo el interior de mi mejilla en respuesta y giro el mango de la puerta luego de introducir la llave.

—O es eso, o tu próximo divorcio será en menos tiempo del que te imaginas.

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ᗰI ᗴՏᑭOՏO ᗴՏ ᑌᑎ ᗰIᒪᒪOᑎᗩᖇIO
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Max me tiene harto. Lleva toda la mañana insistiendo para que celebremos mi despedida de soltero esta noche y yo, la verdad, no estoy seguro de rechazar su propuesta. El regreso de la madre de Valeria y el enfrentamiento con Elena luego de intentar hacerme hablar con unas ridículas empanadas, no son cosas que me hayan ayudado mucho a despejar de la presión que la sobrecarga de trabajo me dejó. Le prometí a Max que me tomaría unas vacaciones para organizar el compromiso, y, más que nada, mi vida en general. Y tal parece que ahora se está encargando de que mi promesa se cumpla al pie de la letra.

Mi madre y Haila se han encargado completamente de las preparaciones de la boda según los gustos de Elena, lo cual me ha dejado un poco más tranquilo. Jeffrey me ha mantenido al tanto de las buenas nuevas de los lanzamientos y Max ha sido un grano en el trasero que no he podido sacarme de encima, pero bien que me ha ayudado a descargar toda mi frustración interior.

En dos semanas será el próximo juicio sobre la custodia de Valeria y desde ya estoy sintiendo los nervios. Ashley dejó claro que estará presente, y me perturba el hecho de que nunca antes se había interesado por esto, sencillamente la dejó en mi apartamento y desapareció con su nuevo novio seguramente a los suburbios dónde vive. Sea lo que sea que se trae entre manos, no me hace la mínima gracia que Valeria esté involucrada en todo esto. Si quiere dinero, se lo daré, lo que me pida con tal de librarme de ella. Pero a la pequeña no, por nada en el mundo permitiría que la llevara a su mierda de vida.

—¡Hey! ¡Eeeeeeee! —Max chasquea los dedos captando mi atención y sacudo la cabeza aturdido—. ¿Me estás escuchando? —Hace una pausa ante mi definitivo "no" y entorna los ojos—. ¡Oh Dios! ¿Donde estabas? ¿En las bragas de Elena o...?

—Que chistoso, ¿debería unirme a tu broma sin gracia? —digo arqueando una ceja y me dedica una mueca—. Estaba pensando...

—En lo único que deberías pensar es en la salida de esta noche. Si Gina te pregunta, no fuimos a ver strippers.

—¿Y no iremos?

—¡Por supuesto que sí! —exclama alzando y bajando las cejas y nos echamos a reír.

—Por supuesto que no.

«Estás frito Max». Pienso al escuchar la voz de Gina detrás nuestro. Nos giramos lentamente, despacio, bien conocemos a la fiera que puede llegar a ser cuando de celos se trata.

«¿Cómo se le ocurre decir algo así en su propia casa con su novia en "la cocina". ¿Hace cuánto estaría escuchándonos?».

—No... No amor, es que... Era broma, yo sabía que estabas ahí, ambos sabíamos, ¿verdad Hero? —Me codea en la costilla y aguanto la risa para unirme a su irónica mentira.

—Es cierto, lo sabíamos.

—¿Saben qué? Me encantaría acompañarlos a la despedida de soltero —anuncia y nos miramos el uno al otro descolocados.

Max intenta por todos los medios suplicarle a su esposa que ha sido un malentendido, y ella, para complicar las cosas, se ha ofrecido a escoger el sitio donde iremos, con la amenaza de que si no la llevamos con nosotros terminará con Max. Menuda parejita dramática...

  * * *

La estruendosa música se vuelve más intensa a medida que nos adentramos al club. Hay muchas personas desplazándose en diversas direcciones y el olor a alcohol recorre mis pulmones, exigiendo iniciar la primer ronda de la noche. Max y Gina me siguen tomados de la mano y atravesamos la pista en busca de un lugar despejado donde sentarnos.

Unos muebles rojos captan mi atención en un mini living al final del salón principal y vamos en su dirección. Finalmente nos sentamos y Max llama al mesero para hacer el pedido de tragos. Me decido por un whisky, mi amigo por un Jack Daniels, y Gina por un Vodka limón. Esperamos por nuestros pedidos y me recuesto del espaldar de mi asiento mientras recorro los alrededores con la vista.

—... Y le dije: ¿yo? ¡pero si yo no estaba ahí! ¡Jajajaja! ¿Entienden? ¿Cómo que yo? —se carcajea Max tras contarle uno de sus típicos relatos a su novia.

—¡Es estúpido! ¡Obvio no eras tú amor! Recuerdo que ese día habíamos ido a cenar en la casa de mis padres —comenta Gina prestando atención a cada una de sus palabras.

Yo mientras tanto, sigo perdido en la multitud, con la mente luchando por despejarse de mis problemas.

Una figura femenina se contonea al ritmo de la música y no puedo evitar compararla con la rabiosa que tengo en casa. Su cabello fuego se despliega al ritmo de sus movimientos y lamo mis labios al verla menear la cintura con sensualidad. Un hombre se le acerca y pienso que quizá pudiese haber sido yo, que aún puedo ser yo. Me imagino repasando sus curvas con mis manos, bailando bajo los refractores y desplazándonos entre el aroma dulce de las bebidas y el tabaco...

—¡Hero!

Giro el rostro y me encuentro con la mirada sorpresiva de mi hermana. Tras ella viene Boris y me recompongo en el sillón con el ceño fruncido.

—¿Haila? No te esperaba aquí... ¿No vino...?

—¡No! ¡Hemos venido solas! —me interrumpe y alzo las cejas comprendiendo.

—¿Quieren sentarse aquí con nosotros? —habla Max y ambas saludan a Gina y se voltean a él.

—¡Estamos de recorrido! ¡Ya nos vamos! ¿verdad Boris? —Haila presiona a la morena para que conteste y esta, con varios tragos encima, no hace más que asentir mientras baila con dificultad y se tambalea de un lado a otro.

La situación es graciosa, extraña pero graciosa. Y se vuelve aún más rara cuando Haila se coloca frente a mí, interrumpiendo el espectáculo de la figura que no pretendía perder de vista.

—¡¿Podrías hacerte a un lado?! —exclamo en voz alta para que pueda escucharme por encima de la música y hace una mueca, como si no me hubiese entendido del todo—. ¡Estás en medio! —le repito, pero me ignora y la noto tenzarse. Se pone nerviosa y no entiendo para nada su actitud.

El mesero regresa con los pedidos y agarro mi wisky. Intento correrme un poco para continuar observando a la mujer de hace un rato, pero Hash se mueve junto conmigo.

—¡Haila! ¡Haila!

—¡¿Eh?!

—¡¿Te pasa algo?! —le pregunto y niega repetidas veces. Me preocupa notarla tan nerviosa y me levanto hasta quedar frente a ella. Eso empeora la situación. Enloquece. Mira hacia atrás, luego a los lados, y nuevamente hacia atrás. Me intenta mover del sitio donde estoy parado y no hago más de sacudirla para que reaccione—. ¡Ey! ¡Eeeeeyyy! ¿Qué te pa...?

Mis palabras son interrumpidas por un latigazo en el centro de mi pecho cuando, al extender la mirada en línea recta tras de Haila, encuentro a Elena de frente. Es ella. Es la mujer que bailaba probocativamente con ese hombre que pronuncia palabras contra su cuello. La veo voltearse, y con ella una furia se instaura en mi mente. Lo acaricia con sus delicadas manos y... Lo besa.

No siento mis pies andar, solo sé que ya me encuentro encima del canalla que se atrevió a tocar terreno prohibido.

—¡Apártate de mi mujer!

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