Capítulo 19
Elena
Cuelgo la llamada y lanzo el celular sobre la cama. Saber de mis hermanas y mis sobrinas ilumina mi día. Eve me ha contado que las pequeñas tendrán una presentación en dos semanas en el teatro "Rocher" de Chicago, que están emocionadísimas y que desean mi presencia sin excusas. Me alegra muchísimo tener la seguridad de que todo está bien con ellas allá, y aunque mi orgullo a veces llega a ser excesivo, no me dejé llevar por mi rabia y pregunté por papá. «Él está bien Ele, si tú lo estás él también». Las palabras de Eve me regresan a la mente y me parece un poco irónico.
Unos toques en la puerta me sacan de mi ensoñación y me aproximo para abrirla. Me sorprenden los rostros de Haila y Hade, expectantes con unas sonrisas alentadoras.
—¿Sí? —cuestiono asomando la mitad de mi cuerpo.
—¿Podemos pasar? —pregunta Hade y de inmediato me hago a un lado, haciéndoles un ademán para que entren. «¡Que tonta!».
—¡Sí, sí, por supuesto, pasen! —las invito y ambas se adentran en mi habitación, la cual dejará de serlo a partir de mañana.
Hade, con su fabuloso atuendo entallado de corte italiano color rosa, se pasea de un lado a otro, punteando en el piso con sus tacones de tres centímetros. Su cara refleja una felicidad rebosante y al desviar la mirada a su hija, encuentro la misma expresión en su juvenil rostro.
—¡Es mañana hermosa! Ya todo está listo, sí, pero definitivamente nada puede salir mal —comienza a hablar Hade y Haila se sienta sobre la cama cruzando sus largas piernas cubiertas por unos pantalones desgastados. Yo las observo a ambas desde el centro del amplio cuarto—. Hero ya se ha ido a su despedida de soltero, Max le insistió y... En fin —me mira y da unos pasos hacia mí. Toma mis manos entre las suyas y me sonríe con los labios juntos—. Puede que esto no sea muy oficial ni sentimental, pero estamos haciendo todo lo posible por que lo parezca. Hash tiene una invitación que por favor, te suplico que aceptes.
Alterno la mirada entre ella y su hija, quien permanece sentada sin dejar de sonreír. No hemos pasado mucho tiempo juntas más que los desayunos, almuerzos y una que otra cena, sin embargo, las veces que hemos intercambiado palabras me he sentido bien.
—Ya puedes irte mamá, tú déjamela a mí —le dice y su madre asiente. Me regala un último apretón de manos y se marcha dejándonos solas—. Tenemos cosas que hablar, cuñadita.
No sé que contestar a eso. Suelto un suspiro con la mejor de mis expresiones y tomo asiento a su lado bastante curiosa.
—De ti ya sé algunas cosas, supongo que lo mismo que todo el mundo acá en casa —dice y me fijo en los movimientos de su mentón al hablar, se asemejan muchísimo a los de su hermano. Admiro su belleza unos segundos y concluyo que tanto ella como Hero son muy bien parecidos—. De mí no hay mucho que contar, soy la menor de los Clark, tengo un novio maravilloso y un empleo muy gentil en el negocio familiar.
—Oh, vaya —contesto porque realmente no sé que debería responder a la información que me ha dado.
—No soy la cuñada mala ¿sí me entiendes? —cuestiona con una mueca graciosa y asiento segura de que así es—. Por ello quiero que cuentes conmigo para todo lo que necesites mientras vivas con nosotros.
Sus palabras sinceras me reconfortan y no puedo evitar que mis ojos se cristalicen, porque cada vez que mencionan algo referente a mi objetivo aquí me viene a la mente que no lo hago por voluntad propia, más bien porque no tengo otra opción.
—Ey, no estés así. —Extiende su mano y acuna mi mejilla en la calidez de sus dedos—. Por eso estoy aquí, para evitar que todo esto te ahogue bonita.
Una sonrisa se dibuja en sus labios y en cuestión de segundos me encuentro en la profundidad de un abrazo inoportuno. Relajo mi cuerpo y dejo que sus brazos me reconforten, que calmen mi tristeza interior aunque sea por un instante.
—Gracias, de verdad —le agradezco y me aprieta más fuerte contra ella. Me toma de los hombros y separa su cuerpo del mío para mirarme fijamente.
—No sé cómo te sientes, intento ponerme en tu lugar y entiendo que es difícil. Salgamos.
Lo último que dice me hace fruncir el entrecejo y abro la boca para cuestionar, pero me interrumpe.
—Salgamos y disfrutemos tu noche de soltera así como lo está haciendo mi hermano —propone y mis ojos se abren en toda su amplitud.
Desde que llegué aquí solo he salido a la tienda de lencería y al apartamento de Hero, a ambos lugares bajo la custodia de mi futuro marido o su chofer. Lo que acaba de decir me desconcierta, pero más que eso no me hace dudar. Ni siquiera objeto a su propuesta y voy imaginándome en un club descargando mis penas con mi cuñada y un bulto de desconocidos. La idea me parece realmente buena.
—Bueno...
—Él tampoco quiso esto Elena, él también tiene mucha rabia por dentro creeme. Si ha salido es porque necesita despejar y liberar todo el estrés de estos últimos días. ¿Por qué no hacer lo mismo? Te lo mereces nena, mereces disfrutar antes de unirte a mi hermano, porque ambas sabemos que no es nada lindo para ti comprometerte así de pronto con alguien a quién a penas conoces.
—Estaba pensando lo mismo —admito y frunzo los labios—. No habrá problemas si salimos, ¿verdad? ¿O Hero ya sabe de esto?
—Que se entere mañana, o nunca, da igual —se encoge de hombros y se me escapa una risa ante su actitud—. Boris nos acompañará, ¿la recuerdas? es la amiga de Hero.
—Sí, la recuerdo. —Es la chica morena que guarda mucha simpatía con Valeria. Y a demás, hace poco descubrí que es la joven con la que me tropecé la noche que me acosté con... Dios, debo dejar de pensar en ese día, lo necesito.
—Prometió no decirle nada al gruñón esposo millonario con el que te casarás —jaranea y me uno a sus abucheos.
«Hsila, me agradas mucho». Pienso y asiento repetidas veces, demostrando todo mi acuerdo con su idea.
—¡Entonces alístate! Es las siete treinta, en veinte minutos nos largamos de aquí ¿vale?
Su mirada encendida y el brillo indescifrable de sus ojos son capaces de convencer a cualquiera de cometer hasta la más inimaginable locura. Así que, guiada por la mente perverza de mi cuñada, y mis ganas insaciables de respirar otros aires y alejarme de la realidad, decido encaminarme a otra noche de locura que pretenda hacerme sentir mejor... O peor.
* * *
—¡Para mí también! —le grito a Boris antes de que se encamine a la barra a por otra ronda de Gintonics, joder cuánto adoro su sabor.
Me muevo al compás de la música y Hash me sigue imitando mis movimientos. A veces bajo mi vestido para no mostrar más de lo necesario, pero otras simplemente lo paso por alto y me centro en disfrutar de la divinidad del Club.
El centro de la pista está algo oscuro, excepto por los refractores y luces de la disco que parpadean y se deslizan sobre el tumulto y los rincones del lugar.
Siento como algunos mechones de mi cabello se me pegan en la frente debido al sudor que la calor y el alcohol me provoca y me abanico a mí misma con mis manos.
Haila me agarra de las manos y ejecuta unos movimientos sensuales que captan la atención de varias personas, me incita a hacer lo mismo y, sin titubeos, repito su rutina. Meneo mi trasero contra el de ella y juntas bajamos hasta que nuestros vestidos nos impiden tocar el suelo. Bailando así me siento plena, libre...
Unas manos me agarran de la cintura y al alzar la mirada me encuentro con un rostro desconocido. «¡Maldita sea que bombonazo!». Es un hombre bien fornido, alto y de cabello rubio y ojos cafés.
Sin darme cuenta terminamos bailando como si estuviesemos teniendo sexo con ropa. Un fuego me recorre y cuando llega Boris le arrebato mu trago y me lo tomo de un sorbo.
—¡Wao! —exclama el galanazo que se robó mi atención.
—¡¿Qué?! ¿Nunca has visto a una mujer beber? —cuestiono a tropezones, mi voz está comenzando a fallar pero no me importa en lo absoluto.
—¡A muchas, pero ninguna tan ardiente como tú! —contesta y le sonrío, muerdo mi labio inferior y extiendo mis brazos alrededor de su cuello.
—¿¡Sí!?
—¡Tienes unos labios hermosos! —me grita al oído y regresa a mirarme fijamente. Sus ojos escanean los míos y bajan a mi boca. Lame sus labios, se acerca y su respiración se siente palpante sobre mi piel. No me opongo a lo que quiere hacer, y sin más, le permito que tome posesión de un beso descontrolado, pero que poco a poco comienzo a disfrutar.
—¡Hijo de puta!
Es la expresión que escucho tras ser apartada de los labios del rubio que acabo de tener el placer de conocer.
—¡Apártate de mi mujer!
«Mierda gigante».
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