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Capítulo 17

Elena
Con su cuerpo siendo arrastrado por la poca fuerza que tengo, lo logro meter en el baño. Su estado ha pasado de ebrio a ebrio al extremo. El alcohol ha decidido manifestarse justo ahora y eso me ha dado tiempo suficiente para pensar un poquito más y aclarar la estúpida idea que tenía en mente, que no era más que volver a perder la dignidad por culpa de este Dios del encanto.

No es que no quiera someterlo a una noche incluso mejor que la que tuvimos una vez, el caso es que soy mujer, pero ante todo, tengo cerebro, y es lo suficientemente inteligente como para no cometer el mismo error dos veces —almenos no uno como este, dónde pasaría de humillada a humillada y encima follada por un hombre que no quiere nada conmigo salvo una bebé—, así que, con la cabecita más despejada, y los ojos puestos en el cuerpazo de mi futuro esposo, me propongo una jugada que bien podría sumarme puntos. «¡Y vamos Elena, que se supone que deben esperar a la noche de bodas, ¿no?». Me río de mi perverso pensamiento y continúo despojándolo de sus sucias prendas, «¿dónde demonios se habrá metido?», indago y finalmente lo conduzco bajo la ducha.

Su boca está entreabierta y no hace más que balbucear incoherencias y lanzarme uno que otro manotazo en intentos pésimos de agarrarme los pechos.

—¡Quieto! —exclamo cansada de gritarle como si fuese un bebé y no el hombre enorme que es.

—Ven conmigo... Anda —me suplica y bajo la mirada a su boxer, el cual no me he atrevido a quitarle.

—Ya te dije que no, ahora coopera y voltéate, ¡das asco hombre! ¿¡dónde te metiste!? —le ataco a preguntas y se voltea para que yo pueda limpiarle la espalda con la esponja—, tienes lodo hasta en el cabello.

—Me he caído... Creo —responde y su cuerpo se tambalea.

Intento que vuelva a mantenerse en pie y doy un paso en falso, callendo bajo la ducha junto con él. Inmediatamente comienzo a humedecerme con la frialdad del agua y se me escapan unos cuantos gemidos de desagrado. Bajo la mirada a mi blusa blanca que se ha vuelto transparente y regreso la vista al frente, encontrándome con unas canicas azules encendidas, fijas en mis senos.

—No tienes idea de cuánto extrañaba esos gemidos tuyos... —pronuncia, sus palabras son pesadas pero lo suficientemente claras como para poder entenderlas.

No doy vía a que se aproveche de la situación y lo agarro por lo hombros, logro que se volteé y disimulo la situación mientras deslizo la esponja por su columna.

                                * * *

—Duermo... sin ropa... ve acostumbrándote —gimotea dejando caer su boxer mojado hasta el suelo.

Desvío la mirada a otro sitio y segundos después se lanza sobre la cama. Su tracero redondo y marcado de músculos sobresale a la vista y agarro una manta, se la pongo encima y apago la luz.

—Elena —su voz se hace presente y correspondo con un: ¿Mmm?—. Tenía más opciones, pero yo quería que fueras tú...

Lo que acaba de decir me desconcierta y camino hasta el borde de la cama, me dejo caer de rodillas sobre el suelo. Teniéndolo frente a frente, y opacados por la oscuridad, intento que me explique lo que ha dicho.

—¿De qué hablas? ¿Mmm? —le pregunto y no responde.

Lo toco varias veces en los hombros, le doy una pequeña sacudida, pero no reacciona. Seguramente está demasiado cansado, y encima bajo las reacciones de la bebida, como para aclararme la laguna mental que me ha dejado.

Las luces del exterior se filtran por los ventanales de cristal y ráfagas de viento se cuelan por los espacios de las persianas. Divago de un lado a otro dentro de la habitación y me interrogo a mí misma. Me debo acostar con él, pero la verdad, no tengo ni gota de sueño.

Lo miro un instante, sentada en un sillón junto la cama, pienso en mi familia, en las cosas que hizo mi padre que me llevaron aquí y en cada una de las situaciones que hemos enfrentado por su causa. Me froto el rostro y recuerdo que dejé mi blusa mojada en el baño. Voy en su búsqueda y regreso con ella. No tengo idea de dónde dejarla, así que la vuelvo a colocar en el baño, bajo el lavabo.

¡Vzzzz! ¡Vzzzz! ¡Vzzzz! ¡Vzzzz!

Unas bibraciones captan mi atención y rebusco sobre la cama en búsqueda de mi celular. Lo encuentro y al prender la pantalla noto que no ha sido el mio.

¡Vzzzz! ¡Vzzzz!

Los sonidos me llevan a los pantalones de Hero, reposando en una esquina de la habitación. Lo saco y efectivamente. Es una llamada de un número desconocido. Lo coloco sobre el sillón donde estaba sentada y lo observo a la distancia desde la cama. No sé si deba cogerlo o no. «Definitivamente no debes. No es tuyo, y tú no tienes autoridad sobre nada de él o su familia», me grita mi conciencia y decido ignorar las vibraciones y acostarme de una vez.

Finalmente los sonidos se detienen y respiro con un poco de paz, aunque la curiosidad no se ha ido del todo.

¡Piiiii!

El pitido proveniente del celular me devuelve el desvelo y quedo sentada sobre el colchón. Miro a mi lado, Hero está totalmente dormido, envuelto en las sábanas con su rostro todo precioso camino a las maravillas de los sueños. Me atrevo a inclinarme y verle más de cerca, no desperdicio oportunidad alguna de admirar su rostro «el rostro del hombre que ha comprado tu vientre y algunos años de tu vida», me recuerdo y frunzo los labios.

Vuelvo a mirar en dirección a su celular y... Eso es suficiente para llenar la gota de valentía que me faltaba para ir a mirar. Me levanto con cuidado de no despertar a Hero y de puntillas me acerco al aparato. Lo tomo entre mis manos y prendo la pantalla. Hay una notificación emergente, es un mensaje. Lo toco para abrirlo pero obviamente está bloqueado. Sin embargo, gran parte de este se refleja en la pantalla:

Número desconocido:
¿Sabes qué? No voy a dejar que una zorra se haga cargo de mi hija. O dejas el papeleo de la custodia o le cuento a tu noviecita lo que le hiciste a Am...

El mensaje se corta y maldigo en mi interior. Necesito la contraseña para terminar de leer el dichoso mensaje. Me tiemblan las manos y decido dejar el teléfono sobre el sillón y volver a la cama. Y si antes tenía mil preguntas, ahora tengo muchas más.

«¿Quién eres realmente Hero Clark?».

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