Capítulo 14
Hero
Cruzo la puerta del comedor con una sonrisa triunfante en la cara. Mi móvil suena y lo saco del bolsillo de mis pantalones sin prisa. El nombre del idiota de Max se refleja en la pantalla y deslizo para contestar sin detener mis pasos.
—Dime Max.
—Tu hermana me ha llamado, dice que la enviaste para que supervisara el lanzamiento de figurine croccanti.
"Figurine croccanti", traducido al español como "figuritas crujientes" es el nombre del producto, —en este caso: comida para perros—, que será promocionado y agregado a nuestra lista de marketing italiano. "Sano e ricco- tutti i cuccioli", la empresa de cereales para cahorros más exótica y comercializada de Italia, ha firmado un contrato con nuestra compañía comercial televisiva. Hace poco menos de un mes la propuesta de figurine croccanti se hizo cuestionante, pues los pros: compra y demanda abundante; y los contras: dinámica y explotación del tema hasta el cansancio, eran muy controversiales.
Finalmente decidimos lanzarlo, a fin de cuentas nuestro trabajo es potenciar la venta de los productos que se comercializan en los diversos mercados, sea cual sea su contenido, y siempre y cuando nos beneficie como empresa.
—De hecho, a quien debería de haberle avisado es a Petterson, que es el productor ejecutivo, no a ti.
—Soy su asistente, eso es casi pero casi lo mismo —alega entonando cada palabra, otrogándole importancia a su cargo. Entorno los ojos y ya parado frente a la puerta de la salida giro la manija y la abro.
—Necesito que dejes lo que te pedí en manos de... Max —freno las palabras al encontrarlo en los escalones de la entrada—. Estás aquí...
Cuelgo la llamada y suelto un profundo suspiro.
—¡Puntualidad es mi apellido! —exclama mostrándome unas cuatro bolsas que sostiene en sus manos. Sonríe y pasa por mi lado chocándome el hombro.
—Pensé que tardarías más —alego dando la media vuelta para seguirle los pasos hacia el interior de la casa.
—Perdona, hice todo corriendo, es que muero por conocer a tu...
Sus palabras son interrumpidas por la figura inconfundible de mi futura esposa, quien al parecer, con una mirada de vergüenza y un gesto sorpresivo, intentaba pasar desapercibida rumbo a las escaleras. Adentro mis manos en los bolsillos de mis pantalones y me balanceo de alante hacia atrás cuando Max alterna su mirada entre ella y yo. Su boca se abre con una expresión confusa y me guiña un ojo, cosa que me hace sonreír de lado.
—Elena, acércate un momento —la llamo y con una sonrisa tímida camina en nuestra dirección—. Quiero presentarte a Max, mi amigo de confianza. Max, ella es Elena.
—Es un delicioso placer conocerte Ele...
La dulzura con la que le habla y el exceso de atención con el que la mira me lleva a dar un paso y pizotearle el pie derecho. Un quejido sale de su boca logrando frenar sus palabras en el momento que pronunciaba su nombre.
—... Elena. Un gusto... Soy, Ma... Max. —Se recompone a tropezones mientras me fulmina con la mirada.
Elena ríe por lo bajo y contesta: —El placer es todo mío, Max —pronuncia con suavidad y lo observa por unos segundos, unos que determino demasiado extensos para mi gusto y comodidad. Me interpongo entre ambos y agarro a mi amigo por uno de sus brazos para arrebatarle las bolsas y entregárselas a Elena. Ella las toma confusa y le ordeno que las suba junto con las otra hacia su habitación. Murmura ofensas para mí y se despide con una mirada obscena.
—Si te atreves a mirarla de otra forma que no sea como tu cuñada te juro que te saco los ojos. Y ubícate, que estás comprometido con Gina —escupo dándole la delantera a mi amigo, dirigiendo mis pasos al despacho.
—¡¿Qué?! No puede ser. —Lo escucho burlarse entre carcajadas y balbuceos tras de mí. Yo me enfoco en disminuir la ira que el momento anterior me provocó y una vez en mi oficina me dejo caer sobre el sillón frente al escritorio—. Ey Hero, que si me pides que ignore lo buena que está e imagine que realmente será tu esposa lo haré, somos amigos ante todo y lo sabes —aclara mascando un chicle que sacó del bolsillo de su camisa blanca.
—Realmente será mi esposa, no hables como si no lo fuera a ser —aclaro punteando un lapicero sobre la superficie de la mesa.
—Sí pero ya sabes, es falso...
—Falsas tus pelotas —respondo y bufo. Recuesto mi columna al espaldar del sillón y me estrujo el rostro en consecuencia a la sobrecarga de trabajo que tengo encima.
—¡Apuesto a que...!
—Dejemos a Elena fuera de nuestras apuestas y amenazas —le indico y alza sus manos a la altura de su pecho en señal de acuerdo—. En cuanto a lo que quería hablar contigo...
—Soy todo oídos.
—Me caso en cinco días y la semana próxima mi empresa cierra el mes, te podrás imaginar la infinidad de trabajo acumulado que se supone que deba dirigir.
—¿Y Albert? ¿Le pediste ayuda con eso no? O sea, para algo lo nombraste subdirector —gesticula alzando a la par sus cejas.
—Por supuesto que lo dejé a cargo de todo. Y el programa lo atenderá Petterson, Jeffrey y tú.
—¡¿Me estás jodiendo?! ¡No Hero, se supone que yo estaré disfrutando contigo en la despedida de soltero y durante esos días de recién casados! ¿Y el switcher? ¿Por qué no se lo encomiendas a él eh? A fin de cuentas él es quien dirige al personal técnico, algo muy importante ¿no?
—Máx, bien sabes que David acaba de ser papá de trillizos, no pretendo asignarle más trabajo del que le corresponde.
—¿Y Ken? ¿Ah? —Sube y baja las cejas y niego nuevamente.
—Necesito a un dirigente, no a un diseñador audiovisual a cargo de los lanzamientos de los comerciales italianos.
—Hero, a ver, respira hermano, piensa bien. Cuando Mássimo estaba vivo a penas se pasaba por su propio negocio, ese que idolatraba. ¿Qué te hace pensar que dejarlo a cago del personal de siempre arruinará los lanzamientos? Me parece que estás siendo demasiado obsesivo —enuncia apoyando sus brazos sobre mi escritorio. Lame sus labios y me observa mientras pienso.
Lamento estar de acuerdo con sus palabras aunque no quiera admitirlo. Todo este papeleo y los cierres de mes de ambas empresas me tienen al borde y definitivamente necesito un respiro, de esos que me hagan olvidarme de todo aunque sea por un breve instante.
—Mira, has algo que te proporcione un poquito de paz, con tu edad ya pareces un viejo amargado, hasta arrugas tienes en la frente —bromea y río, es un imbécil—. Dejas a Petterson, Jeff y al floor Manager...
—¿Dylan?
—Sí Hero, que el papel de mandón le queda al dedillo. Los dejas a los tres hasta el tope de exigencias para que cubran las dos semanas que necesitas para organizar tus estragos y la boda con Elena. Recuerda, solo ellos tres, a mí me sacas de tus mugrosos planes que yo para tanto no sirvo ¿vale?
—De acuerdo —me rindo y dejo caer la cabeza hacia atrás, regocijándome en la idea de los días de paz que me esperan.
—Entonces... ¿Todo está hablado? —cuestiona con la mirada brillante.
Asiento en silencio y un silbido de su parte da por cerrado el dichoso tema de mi sobrecarga.
—Hero.
—¿Mmm? —lo interrogo con la mirada. Se rasca la nuca y aprieta los dientes antes de continuar.
—¿Por qué te incomoda que mire a tu futura mujer no oficial?
Expulso una cantidad brutesca de aire por mi nariz y me inclino hacia adelante para acomodar mis brazos sobre la mesa y acercar mi rostro al suyo. Y teniéndolo lo suficientemente cerca, atravieso su mirada con la mía, dejándole clara la veracidad del asunto. No entiendo sus preguntas, el Max que conozco jamás se atrevería a desafiarme de esta manera, y menos si se trata de mujeres. Pero pese a la inquietud desagradable que sus intensas preguntas me provocan, le miento.
—Me parece que sería raro para todos que te fijaras en la esposa de tu mejor amigo. Y que encima traiciones a Gina.
—Igualmente nadie tendría por qué enterarse. —Se encoge de hombros y un fuego me recorre las venas.
«¡¿Qué demonios le pasa?!».
—Es solo una cita, antes de que se casen.
Sus estúpidas palabras y el guiño que me dedica son suficientes para pegar un golpe con mi puño derecho sobre la mesa y soltarle: —¡Me la he follado hace un mes Max! ¡Así que no, no habrá nunca una cita ni para ti ni para ningún otro hombre! ¿Me entiendes o tengo que repetirlo de una forma menos agradable?
—Ahí te quería —dice y una sonrisa bochornosa sale de su boca.
Yo me encuentro alterado y sin una pizca de ganas de acompañarlo en su jueguito de poca gracia.
—¿Es ella verdad? La mujer que no salía de tu mente.
—Iba a decírtelo.
—Pues no hizo falta, Romeo —jaranea y tuerzo mi boca, retomando mi antigua posición—. Elena no me interesa. ¡Qué poco me conoces! Solo bromeaba... Yo amo a mi chica.
—Vete a joder a tu madre Max —espeto cerrando los ojos para tomarme un segundo de calma.
—Hablando de joder, tú estás bien jodido Herito, jodido y bien... Yo diría hasta el tope. ¡Vamos que al borde! ¡Y hasta más!
—¿De qué hablas? —me hago el sueco, como si no supiera de que me habla. Pero en el fondo está claro que entiendo a la perfección sus indirectas, desde el día uno lo supe...
Desde ese día que la vi corriendo tras mi cachorro en el patio me tropecé con un flash de un futuro que plasmé en un contrato.
Reencontrarme con Elena Jones no fue casualidad.
—¿Que de qué hablo? Ya me dirás cuando los días de procrear lleguen, porque si ahora estás así, no quiero imaginarme como sería si entre ustedes se arma otra cosa...
—¿Otra cosa? No te entiendo. —Arqueo una ceja, exigiendo una explicación que definitivamente no hace falta porque de sobra me la sé.
—Cariño, por ejemplo.
La solo mención de esa palabra me causa escalofríos. Siento cada vello de mi piel ponerse de punta y trago en seco cuando la realidad me enfrenta. Me tenso. «No puedo permitirlo». Repito una y otra vez en mi mente. «Nada ni nadie me asegura que esta vez será diferente. No tengo algo a qué aferrarme».
Elena es malditamente hermosa y desafiante, dos adjetivos que me mantienen en la cuerda floja, esperando el momento exacto para hacerme caer. Pero eso no pasará; Hero Clark no comete el mismo error dos veces.
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