Capítulo 11
Hero
El agua refresca todo el cansancio acumulado tras las mil vueltas que di hoy en la ciudad. Papeles, cámaras, modelos, un nuevo conductor y un asistente despedido, todo me da vueltas en la cabeza y estrujo mi cabello en busca de dispersar las punzadas que atraviesan mis sentidos. Salgo con los pies húmedos y los deslizo sobre la alfombra del baño, abro la puerta y observo mi ropa acomodada sobre la cama. Sonrío al aire cuando, de imprevisto, la conversación de esta mañana que tuve con Elena se detiene en mi poco sana mente. Digo "poco sana", porque no hubo un segundo de la charla en el que no pensara cosas indebidas con ella. Desde follármela contra el closet hasta ponerla de rodillas igual que aquella bendita noche, la misma que no me deja dormir tranquilo sin fantasearla antes.
Me froto la cara una vez vestido y bajo las escaleras a trote directo al comedor para la cena. Llego y una mesa rectangular repleta de comida me recibe. Mi madre está sentada al lado de Valeria en un lateral y al frente me espera un puesto libre al lado de mi futura esposa. Tomo asiento a su lado y su mirada acusadora no se hace esperar, y yo, por mi parte, le sonrío y agarro la fuente de ensalada para servirme.
—¿Ana no bajará?
—Está en el salón recibiendo una llamada, en unos minutos nos acompañará —aclara mamá y asiento.
—¿Haila no cenará con nosotros? —Continúo preguntando y termina de servirle jugo a Vale para prestarme atención.
—Rodrigo ha venido a buscarla, irán a cenar hoy —me explica sonriente, acomodando la servilleta en el cuello de la pequeña—. Quién sabe si hasta le pide matrimonio de una vez.
—Es muy pronto para eso —contesto y me llevo un bocado de lechuga a los labios.
—Y usted es el menos indicado para opinar, señor Clark —inquiere la belleza con vestido holgado y carácter de perros sentada a mi derecha—. ¿Por qué no te fuiste a otro sitio? Hay más sillas vacías —murmura esto último para que solo yo pueda oírlo y al mirar al frente me encuentro con mi madre riendo por lo bajo.
«¿Con qué complots conmigo eh?».
—En primer lugar esta es mi casa, mi comedor, mi mesa, y, por lógica, mis sillas. Puedo sentarme donde yo quiera —contesto sin despegar la mirada del plato. Degusto un trozo de carne y me apego a su hombro para susurrarle: —A demás, aquí puedo tocar esas preciosas piernas que tienes —farfullo, agarrando uno de sus muslos por debajo de la mesa.
Ladea todo su cuerpo en mi dirección y levanta su dedo índice para reclamar. Con un gesto la reto y da inicio una batalla de miradas imprudentes.
—Hero... —La voz de mi madre me recuerda que estamos frente a Valeria y bajo la guardia antes de que Ana baje y nos encuentre en lo que sea que es esto.
—Si quieres luego discutimos cualquiera que sea tu problema, ahora vamos a comer tranquilos ¿de acuerdo? —Mis palabras salen como advertencia y entorna los ojos para luego llevarse bruscamente un pedazo de filete a su boca.
—Disculpen la tardanza. —Se suma Ana, tomando asiento al otro lado de Valeria—. ¿Te gusta la cena?
La niña asiente repetidas veces con la mirada puesta en otro sitio y nuevamente una sensación extraña me encoge el pecho.
—¡Quiero un gato! —exclama de pronto y, sorpresivamente, mira a Elena—. ¡Gato!
—¡Sí preciosa, tu papá te regalará un gato? ¿Verdad que sí, Hero? —se dirige a mí y frunzo el entrecejo.
—¿Quieres un gato pequeña? —le cuestiona mi madre y la niña asiente.
—Esos animales dejan muchos pelos sueltos por doquier —digo y una patada en mi pierna me hace soltar un quejido—. ¡Ah!
—Le vas a comprar un gato a tu hija —plantea Elena y abro los ojos a la par.
—¿Quién te crees que eres para darme órdenes? —refuto y mamá suelta un: ¡Shhhhh!
—¡No te estoy ordenando, te digo que tu hija necesita un animalito de esos, y si quieres que se acerque más a ti comprale el dichoso gato!
Lo pienso un segundo y... Tiene razón, si Vale quiere un gato, pues lo tendrá.
—De acuerdo, está tarde te buscaré uno, el más hermoso de todos —le digo a mi pequeña y ella sonríe, se levanta de la mesa y en lugar de venir a mí, se dirige a Elena y la toma del brazo.
—Ven, el libro —le dice, dejandonos a todos sin entender.
—Vamos —le contesta Elena y se van juntas escaleras arriba.
—¿Acaba de ignorar el regalo que le haré? —pregunto para mí mismo, dejando la servilleta a un lado del plato—. ¡Ni siquiera terminaron de comer!
—Creo que perdiste a tu hija —se ríe mamá y yo, en respuesta, me levanto voy tras ellas para ver qué significa "el libro".
* * *
—¿Un comercial de comida para perros? ¿A caso sabes los millones de comerciales que hay sobre eso? Necesitamos innovar Darci, ofrecerle al espectador algo nuevo, darle una vista única y convencerlos de comprar los productos que promocionamos, sea cual sea.
—¡Por eso mismo Hero! No importa si es comida para perros o material de jardinería, nuestro trabajo es promocionarlo, por ahora la mejor oferta es la de Industrias caninas, el director ofrece una suma muy alta.
Paso mi mano libre a lo largo de toda mi cara y resoplo. La compañía qué heredé de papá me tiene hasta el límite del estrés, y es absurdo que, estando yo al mando de mi propia empresa de diseño, papá me haya dejado el negocio familiar también. Y si antes tenía poco tiempo libre con mi proyecto, menos tengo ahora con dos unidades que dirigir.
—Mira Darci, habla con Beker y hagan lo que consideren mejor, confío en ambos. Yo necesito descansar, en una semana me caso y lo que menos quiero es desajustes en mi compromiso.
—¿A Beker? ¡Pero si sabes que...!
No escucho nada más porque cuelgo en cuanto sus cacareos dan inicio. Con la mirada puesta en el techo y mi torso al desnudo, comienzo a imaginarme cosas que poco a poco, se van notando en mi boxer. Sacudo mi cabeza —esa que piensa—, me tallo la cara y quedo sentado en el borde de mi cama. La que hace poco más de un año se me hace grande...
Dirijo la mirada a la puerta y me quedo pasmado por unos segundos con ideas estúpidas. Suelto un suspiro profundo y estoy a punto de darme por vencido y acostarme cuando veo una sombra corretear por la luz que se filtra bajo la puerta. Frunzo el entrecejo y me levanto para ver de quién se trata. «Quizá sea Valeria que se ha fugado de su habitación». Pienso al recordar que Boris me dijo que un par de veces se ha escapado en la madrugada para picar algo en el refrigerador.
Abro la puerta silenciosamente y saco la cabeza al pasillo. Miro a la izquierda y pillo a la pelirroja dirigiéndose a las escaleras con sigilo. Se me escapa una sonrisa al verla. Enciendo la luz de mi habitación y pienso en ponerme un pantalón de pijama para salir tras ella. Pero luego, una idea que me descoloca me hace bajar las escaleras en boxer. Trae puesto un camisón que le llega hasta el borde de su trasero y lleva su cabello fuego suelto hasta su cintura.
Husmea en el refrigerador y hace ruiditos graciosos cuando encuentra un plato con rebanadas de pastel de chocolate y avellanas. Menea sus caderas en un baile que me hace morderme el labio y se voltea llevándose un bocado a su boca.
—¡Ay! —grita al sorprenderme recostado a la pared de la cocina, tras ella. Su respingo hace que el pastel se le pegue en el pecho y ahora tiene chocolate sobre sus perfectas tetas.
—Perdón —musito cruzado de brazos y mira con rabia su ropa manchada. Entorna los ojos y desvía sus ojos a mí, me recorre con picardía y se detiene en mi bóxer.
—No Dios... —murmura y camina hasta la mesa par dejar el plato sobre ella—. No pidas perdón por exhibirte de esa manera.
Escucho perfectamente cada una de sus palabras en voz baja, sin embargo, finjo no haberla oído y tomo asiento sobre la esquina de la mesa.
—¿Cómo? —cuestiono y se encoge de hombros.
—Nada, que por tu culpa mira lo que me ha pasado —contesta señalando su mancha color cacao— ¿quieres?
Me extiende un bocado de pastel y dudo en aceptar o no, porque con su acto parece querer darme de comer desde su mano, y definitivamente no permitiría que lo hiciera.
—No, gracias —respondo sin dejar de mirarla con curiosidad.
Su aspecto desaliñado y la despreocupación fingida que lleva en su semblante desde que llegó me desconcierta.
—Mmm —musita cuando lleva el bocado que me ofrecía a su boca—, ya que estamos solos, quisiera hacerte unas preguntas.
—Pensé que mi madre te había explicado todo —inquiero y niega con la cabeza desde su posición tan inferior a la mía.
—Lo hizo —acota y degusta otro bocado—, pero quiero escucharte a ti, futuro marido del cual no sé absolutamente nada. —Al decir estas palabras me dedica una sonrisa irónica y hace a un lado la torta para cruzar sus largas piernas y mirarme expectante.
—No entiendo tu punto —me hago el desentendido, pero no baja la guardia.
—Mi punto es, que quiero saber más sobre mi futuro marido.
Alzo a la par mis cejas y me levanto de la mesa, arrastro una silla frente a ella y me siento. Agarro la de ella por las patas delanteras y la atraigo hacia mí, dejándola a centímetros de mi rostro. Su respiración pasa de tranquila a nerviosa y lame sus labios. Sus ojos hacen contacto con los míos y por cortos segundos que siento eternos me pierdo en el verde hipnotizante de sus ojos.
—¿Qué quieres saber exactamente? —susurro y abre sus labios para después cerrarlos de golpe. La veo tragar saliva con dificultad y saber que soy yo quien la pone así me eleva el ego a las nubes—. No creo que te interese mucho saber cuál es mi color favorito o lo que hago todas las mañanas.
—No exactamente —dice con una mueca.
—¿Entonces? —insisto buscando su mirada, la cual evita como si le dañara.
—Solo no quiero casarme con...
—¿Con? Elena... —Hago una pausa y sujeto su barbilla con una de mis manos, obligándola a sostenerme la mirada—. Ya firmaste un contrato, tampoco es que estés en posición de exigir un marido a tu gusto, porque esto... —Señalo mi cuerpo con mi mano libre— es lo que hay.
—No me quejo...
—¿No? Yo tampoco lo hago, con ese cuerpo tuyo mentiría si dijera que estoy incómodo —susurro y muerde su labio inferior, bajando la mirada a mi pecho—, ¿quieres tocar? tampoco es que no lo hayas hecho antes.
—Quisiera aclararme un poco la memoria, estaba borracha ¿recuerdas? —contesta en voz baja y me sorprende que su actitud imponente de esta mañana no esté presente ahora. Lleva sus manos a mis hombros y las desliza lentamente hasta mi pecho, yo no me pierdo toqueteo alguno, digamos que el bulto en mi boxer no deja mucho que pensar—. Santo Dios, ¿yo probé eso? —refiere con la mirada puesta en mi erección.
—Sí, y podría volver a aclararte la memoria ahora mismo si quieres —murmuro llevando una de mis manos a su rostro. Esos labios me tienen al borde de la locura y necesito probarlos ya.
—Unjumm...
La atraigo a mi boca y poseo la suya ansioso. Son suaves pero a la vez gruesos. Tan hábiles... Capaces de ponérmela a punto de estallar, estoy seguro de que un simple roce de su mano en mi polla sería capaz de hacer que me corra. Sus manos viajan a mi cabello y tira de él con rabia al tiempo que succiona mi lengua y muerde la punta, haciéndome pegar un brinco.
—¡Fiera! —mascullo contra sus labios una vez que me suelta.
—¿Quieres tocarme? —pregunta, tomando mis manos y situándolas en sus tetas. No dudo en apretarlas bruscamente para luego buscar sus duros y erguidos pezones—. ¿Quieres saborearlos mh? —continúa y no hago más que asentir, incapaz de separarme del beso experto que me está dando, llevándome cada vez más al límite con sus insinuantes y asertivas palabras—. ¿Deseas lamerme por todas partes y follarme aquí mismo eh? ¿Eso quieres? —prosigue y, sin darme cuenta, levanta su culo de la silla y con sus dos manos se ayuda a quitarse la tanga, haciendo que caiga al suelo sin importancia.
—Demonios sí —admito e intento agarrarla por la cintura para atraerla a mí. Acto que no me permite.
De un empujón me deja totalmente descolocado y se levanta, dedicándome una sonrisa burlona y altanera que me hace fruncir el entrecejo. ¡No puede ser!
—¿Qué haces? —articulo y se acomoda su camisón. Por un momento me tiene divagando en cuál será su próxima tortura. Mas todo se va al carajo cuando se ríe de sabrá Dios qué.
—Acabo de recordar que en tu contrato dice claramente: Sexo a partir del día de la boda. Así que, lo siento muchísimo, no sabes lo caliente que estoy ahora —suelta encogiéndose de hombros y una rabia me inunda el cuerpo. ¡Ella no puede hacerme esto!—, pero tendremos que dejarlo así, esas son tus tontas reglas, una lástima.
Ni siquiera puedo contestarle. Primero porque aún no salgo de la excitación tan grande a la que me llevó, y segundo porque no hay nada que contradiga lo que ha dicho.
«¿¡Qué mierdas tenía yo en la cabeza cuando redacté esa estúpida regla?!».
Y cuando creo que va a irse, se da la vuelta dirigiéndose al lugar donde dejó caer su tanga. La muy maldita se sitúa frente a mí, de espaldas, y se inclina subiendo su camisón para recoger la prenda del suelo, mostrándome un culo respingón y perfecto totalmente desnudo junto con una rosada y linda vagina.
—¡Hija de...! —balbuceo y me levanto para sostener su cintura con mis manos. Llevo una a su cuello y la obligo a quedarse en esa posición por unos segundos.
—¡Suéltame! —exclama, sorprendida. Definitivamente no se lo esperaba.
—¡Shhhh, calladita, mira la hora que es! No te haré nada ahora, pero prepárate para la próxima semana, te haré pagar por esto... Gritarás tan fuerte que terminarás suplicándome por más, y te dejaré con ganas así como acabas de hacer conmigo ahora.
La suelto, no sin antes pegarle un par de azotes con mis manos en sus nalgas. Dejo que me lanze ofensas y amenazas, y con la erección aún más pronunciada, me largo a mi habitación en busca de un baño que me refresque lo suficiente y me baje la tensión que tengo en las pelotas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro