Capítulo 10
Elena
Sus pardos ojos poseedores de pestañas kilométricas me escanean el rostro, ocultando en el suyo una curiosidad palpante a la vista. Mientras tanto, intento disimular mi sorpresa prestando atención a las palabras de Hade, quien parlotea con dulzura trivialidades.
—¿Y si vamos al parque con Ana? —le pregunta Boris a la pequeña rubia que juega en el césped a nuestra derecha. Su silencio la lleva a arrodillarse para intentarlo nuevamente—. ¿Qué dices nena? ¿Vienes con tía Boris y Ana?
Valeria asiente con la mirada en el piso y deja sus juguetes para ponerse de pie y tomar la mano de la morena.
—Dale un beso a la abuela Hade.
—Diviértete —canturrea su abuela inclinándose para besar su mejilla.
Ambas se alejan en busca de Ana y nos dejan a solas. La sonrisa de Hade no se hace esperar entre tanta incomodidad. Me invita a la terraza que se encuentra del otro lado de la piscina y nos dirigimos al lugar. Alzo la vista y detallo las bigas altas que sujetan un techo de tejas. La sombra que produce abarca una sala confortable al aire libre, con cojines y una mesa cuadrada con frutas secas en pozuelos de loza. Tomamos asiento una al lado de la otra sobre el sofá rectangular tamaño mediano forrado de vinil beige. Hade, con su peculiar elegancia, acomoda su vestido de satín con cuidado de no arrugarlo. Yo me siento buscando comodidad para mi trasero y parte de mi columna.
—¿Puedo dirigirme a ti sin rodeos? —me pregunta clavándome su mirada.
—Así lo prefiero —le respondo sincera.
Ambas somos adultas y lo que menos quiero —con todo lo que me está pasando—, es realentizar cualquier tipo de información. Hade asiente y ladea un poco más su cuerpo.
—Supongo que leíste el contrato antes de firmarlo, pero de igual forma, Hero me pidió que te aclarara los motivos que lo llevaron a esto. —Pausa unos segundos y prosigue—. Mi difunto esposo, el padre de mis hijos, plasmó un testamento antes de morir. A mis dos hijas les dejó una herencia compartida de unos cuantos millones de dólares, y a Hero el poder de el negocio familiar.
—¿Qué clase de negocio? —La pregunta sale sola, y aunque al instante quiero disculparme por la indiscreción, lo pasa por alto.
—Tenemos una compañía televisiva de comerciales bautizado con nuestro apellido "Clark" —enuncia con orgullo—, ahora Hero es el dueño y director. El pobre tiene que dividirse entre su propia empresa y el negocio de la familia.
—Wow —pronuncio. Y no sé si me sorprende que sean una familia exitosa o que Hero tenga tantas responsabilidades a su edad.
—Como te iba diciendo, el testamento nombra a mi hijo como su sucesor. Sin embargo, Mássimo dejó la compañía en bajas. Estaba muy enfermo como para levantarla solo y nunca pidió ayuda porque fue bastante obstinado. —Entorna los ojos y luego sonríe negando con la cabeza—. Extraño mucho a ese cascarrabias.
Sus ojos se cristalizan y algo me impulsa a tomar una de sus manos entre las mías. Le dedico una mirada de apoyo y melancolía, ella sonríe.
—Gracias... —Limpia las lágrimas que se le escaparon—. Ahora no estamos hablando de mí, mejor prosigo.
—No se preocupe, si necesita hablar... Aquí estoy —le hago saber y asiente.
Puedo estar molesta con las acciones de mi padre e incómoda en una mansión repleta de desconocidos, pero soy humana, y Hade ha sido un Sol desde que la conocí. Merece mi atención y mi apoyo cuando lo requiera.
—Entonces, al parecer se dió cuenta de que la compañía podría desintegrarse en cualquier momento, y que quizá no estaría vivo para sacarla del hueco donde caería. Por otra parte estaba Hero, su único hijo varón, al que siempre trató como rival en lugar de hijo.
—¿Rival?
—Sí, te explico. —Suelta un suspiro—. A Mássimo le costó muchísimo lograr todo esto que ves aquí, desde la mansión hasta cada centavo de nuestra familia. Trabajó lo inimaginable Ele, se esforzó bastante y no fueron un par de años, fueron más de veinte años levantando su "Imperio Clark", como solía llamarnos.
—Imagino que estás muy orgullosa de él —comento y me sonríe con ilusión, como si lo estuviese recordando a través de mi mirada.
—No sabes cuánto. —Baja la vista a sus manos—. Pero también me decepcionaron muchas cosas, ya sabes, no todos los matrimonios son perfectos.
—Pero hay que quedarse con lo bueno ¿no?
Mis palabras la hacen levantar la mirada otra vez y gesticula un: "sí".
—Hero fue todo lo contrario. Estudió en la Universidad de Harvard y se graduó en Diseño Informacional y administración de empresas... Oh, y unas tres variantes más, con resultados brillantes. En diez años construyó su propia empresa de diseño de interiores y, posteriormente, pasó a ser partícipe de grandes proyectos de arquitectura. Se convirtió en el hijo que todo padre desearía, pero para Mássimo no fue así. Siempre declaró que debió haber tenido tres hijas, que Hero nació para competir contra él... Todo era un caos cuando se encontraban.
Lo contado por Hade me asombra muchísimo, sé de relaciones padre e hijo muy desagradables, pero esta historia es completamente absurda. El padre de Hero podría catalogarse como un ser ambicioso e ignorante. ¿No que los padres millonarios hacen lo imposible para que sus hijos sigan sus pasos? ¿Qué rayos pasó con esta familia?
—Y si lo depreciaba de esa forma ¿por qué le dejó el negocio familiar? Eso solo sería un punto más a favor de Hero.
—No todo es tan simple como parece querida. Haila cree que Mássimo hizo todo para que Hero fuese más fuerte —acota con voz misteriosa—, días cercanos a su muerte, el abogado de la familia le sugirió dejar el mando de la compañía a uno de sus herederos para no perderla. Hilary y Haila podrían quedarse al mando, pero ambas se negaron porque no se creen capaces de levantarla. A demás, ninguna de ellas es apta para ello, Haila es estilista y Hilary cirujana.
—¡Dios santo, son unos genios vuestros hijos! —exclamo asombrada, los tres son personas realizadas e inteligentes.
—Sí, estoy muy feliz por ellos.
—¡¿Quién no lo estaría?!
—Mássimo —suelta y frunce sus labios—. La idea de que Hero fuese su sucesor no le agradó mucho, pero sabía que no tenía otra opción. De igual forma no le dejó las cosas muy fáciles. En el testamento exigió unos parámetros estúpidos que Hero debe cumplir para acceder a su herencia y ganar el total control sobre la compañía.
—¿En serio? —escupo aturdida ante tanta avaricia y orgullo.
—Ojalá fuera mentira mi niña —responde con una mueca. Se queda muda por un par de minutos, en los que el momento se vuelve pesado, como si se planteara la idea de seguir con la historia—. ¿Te parece si retomamos la conversación más tarde? Quiero mostrarte algunas cosas de vuestra boda antes de que lleguen los decoradores.
—¡Oh, sí por supuesto! —contesto fingiendo alegría. La verdad, prefiero que termine de hablarme de su familia.
—¡Muy bien!
Nos ponemos de pie y sigo sus pasos aunque por dentro muero por saber más sobre la vida de este extraño y poderoso núcleo. Por otro lado, me interesa también el tema "boda", esa fiesta que me empeño en aborrecer porque lo haré de forma obligatoria prácticamente. Y aunque no estoy a favor de que se realice, no voy a permitir que las decoraciones sean de colores ajenos a mi gusto. Así que sin chistiar persigo a mi suegra a dónde sea que vaya.
* * *
Entre tanto pelear con la decoradora y exigir otros lazos y globos, la tarde se nos hizo corta. Hade quería todo rosa, la decoradora sugería el azul y yo, la más importante, impuse el violeta solo porque mi suegra me dijo que Hero odia ese color.
«¿Pues qué crees futuro maridito? Vas a casarte con todo a tu alrededor de violeta».
Ya quiero ver su cara de espanto.
Le pedí de favor a ambas que no le dijeran absolutamente nada de la decoración a Hero, y que de hacerlo me encargaría de armar un alboroto en plena boda. Hade se aterró cuando le dije de mis macabros planes, pero como buena y sabia mujer que es se limitó a calmarme con palabras lindas y promesas de que no abrirá la boca con tal de que me case con su hijo y acabe de una vez con toda esta farsa, pues sí, ella tampoco disfruta verme comprometida a un hombre que no amo, aunque se trate de su hijo.
Caigo exausta a la cama luego de un intenso baño de espuma y una cena cargadita. Abro mi portátil y le cuento a Abril lo que hice en el día, exceptuando la conversación que tuve con Hade. Ella me habla sobre mis hermanas y me envía fotos de mis sobrinas gemelas. Me saca muchas sonrisas, incluso lágrimas, pero nada logra derrumbarme porque me repito mil veces las palabras de Eve en aquella conversación que tuvimos:
—Eres fuerte, por eso siempre puedes con todo...
—Sí, pero tú también lo eres, incluso más que yo. ¿Sabes por qué?
—No...
—Porque cargas en tus hombros los problemas de toda la familia y siquiera te quejas; porque no dudaste en ofrecerte para salvarnos a mí y a Emy; porque te enfrentaste a papá y te casarás con un hombre que no conoces... Eres puro titanium Ele, y la vida te devolverá todo lo que has hecho por nosotras...
Esas palabras me llenan de fuerza. Eve siempre ha sido mi pilar, mi consejera... Cuando me habla recuerdo a mamá, esas dulces palabras son totalmente suyas, como si desde el cielo le susurrara al oído a Eve lo que debe decirme para tranquilizar mi dolor.
Unos toques en la puerta me hacen volver a la realidad, y me levanto para abrirla. Una pequeña rubia me recibe, se ve nerviosa, no habla, solo me mira los pies.
—¿Hola? ¿Valeria, quieres entrar?
Agacha la cabeza y se encoge de hombros, por lo que comprendo que sí quiere venir conmigo. La dejo en la puerta y voy por un libro que traje conmigo, es de técnicas logofoniatras. Está repleto de imágenes coloridas: figuras geométricas, medios de transportes, frutas, animales...
—Ven, tengo un regalo para ti —le digo y me siento sobre la cama, ella permanece parada en la puerta, así que con mucha calma espero a que decida subir conmigo.
—¿Regalo? —pregunta a pasos lentos, cuando llega al borde de la cama agarra una esquina de la sábana y juguetea delicadamente.
—¡Sí! Mira, es para jugar a adivinar cosas, podemos empezar con animales ¿quieres?
—¿Gatos? —cuestiona más emocionada, sin despegar la vista de la sábana.
—¡Sí, hay muchos gatos! —exclamo yo para motivarla—. ¿Sabes cómo hacen los gatos?
—¡Miauuu, miauuu, miauu! Mamá tenía un gatito pequeñito —me cuenta por lo bajo.
«¿Quién es su mamá? ¿Por qué no está aquí?».
—¡Muy bien! ¿Quieres ver los gatos que tengo en este libro? Hay de todos los colores.
—¡Gatos, conejos, tortugas! —grita y de un brinco sube a la cama junto a mí.
Pasamos varias horas así, viendo animales juntas mientras intento explorar su lenguaje. Valeria es una pequeña muy hermosa e inteligente, a pesar de no recibir la capacitación que necesita. Es muy pronto para sacar conclusiones, pero a mi pensar, su actitud no tiene otro nombre, Vale es autista.
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