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Capítulo III

El Señor Price hablaba con un muchacho en la puerta trasera, cuando Amelia y Allen regresaban de su paseo. El joven se notaba mayor que Amelia pero menor que Allen, su cabello era castaño oscuro y sus ojos azules. Amelia y su hermano se acercaron al lugar para ver de quien se trataba, el mayordomo les explicó que era el nuevo empleado.

–Mucho gusto, soy Allen Kingsley –El joven hizo un gesto de cordialidad con su cabeza que fue correspondido– y ella es mi hermana, Lady Amelia.

–Espero le sea de su agrado trabajar aquí y sea recibido como corresponde. –El rostro de Amelia mostró una pequeña sonrisa, pero nada que fuera demasiado expresivo.

–Mucho gusto. –Se quitó el sombrero que llevaba, él sonreía más expresivamente–. ¿Está bien, milady? –La había notado ausente.

–Claro que lo estoy, no tendría por qué encontrarme mal. Si me disculpa me retiro al interior, sea nuevamente bienvenido.

Elliot fue presentado a los demás trabajadores y a la familia como ordena el protocolo seguido en los hogares nobles, mostraba una apariencia cordial y sencilla. Se dirigía hacia su habitación que quedaba en el piso subterráneo junto a las de los demás empleados, cuando se disponía a bajar por las escaleras fue interrumpido por un "Hoffman", no sabía de dónde provenía, hasta que se percató que Amelia se encontraba al inicio del pasillo.

–¿Necesita algo, Lady Amelia? –El joven todavía no se encontraba con su traje de servicio, por lo que llevaba un abrigo largo y pantalones café, camisa blanca y un sombrero oscuro.

–No, el motivo de que esté aquí es otro. Creo que en la mañana me comporté de mala manera, mi intención no era contestar de una forma desagradable, le pido mis disculpas. –Amelia no acostumbraba a reconocer sus errores en frente de la gente, pero esta vez sintió que su modo de actuar lo merecía. No quería parecer una persona engreída ni llevarse mal con el servicio, al contrario, le gustaba poseer una relación amena con ellos. —Lo que pasa es que he estado algo nerviosa porque mi abuela falleció hace un tiempo y en mi familia insisten en que ya es hora que deje de vestir de luto pero para mí es un asunto personal, ¿no le parece?

–Totalmente. No tiene por qué retractarse milady, entiendo que cometí un error al preguntarle cómo se encontraba porque usted no tiene el deber de contestarme, yo soy sólo un sirviente, es que no estoy acostumbrado a estas formalidades, por lo que yo soy el que le debe una disculpa.

–¿Por qué, antes no trabajaba en esto? –agregó la muchacha, que quería conocer más de la vida de Elliot.

–No, nunca me he desempeñado en estas labores. Nací y me crie al norte de Somerset, las cosas para los pequeños agricultores y ganaderos están empeorando poco a poco debido a la maquinación de las granjas grandes. Por eso viene a trabajar aquí, para tener mejores oportunidades y calidad de vida, aunque usted no pueda entender que me ofrece este oficio pero es algo que me permite más comodidades y no pretendo desarrollarlo siempre.

–¿No le gustaría llegar a ser mayordomo? –Elliot se mostraba amable por lo que Amelia no dudaba en realizarle preguntas.

–La verdad no mucho. Si le soy sincero, yo quería ser abogado pero mis condiciones no me lo permitieron, espero poder lograrlo algún día. Por otro lado, creo que el trabajo de mayordomo es algo solitario y me gusta estar con mi familia.

–Papá considera que la abogacía es una profesión muy humilde. Yo también quería tener una pero mamá no lo aprueba, dice que es de hombre. A pesar de eso me considero una persona afortunada.

–A veces debemos hacer un gran esfuerzo para lograr lo que queremos, no se olvide milady que nuestro destino es escrito por nosotros mismos y siempre habrá gente que trate de robar nuestros sueños, pero es nuestro deber hacerlos realidad. Ahora si me disculpa, le pediría que se retire porque esto puede traer inconvenientes, que descanse.

Amelia lo quedó mirando hasta que él se perdió tras la puerta de su habitación, para ella hacer lo mismo. Nadie los había visto, por lo que ella no corría el riesgo de manchar su reputación y él no ponía en peligro su permanencia en Southley. Cuando Amelia estaba recostada en su cama, entró Eleanor con la mirada perdida, sus rozadas mejillas estaban llenas de lágrimas y sus dedos temblorosos traían una carta, la cual apretaban fuertemente. Su hermana no pensó en otra cosa que sentarla en su lecho, abrazándola y acariciándole la cabellera para que se calmara, no era necesario saber la causa, sólo le importaba que Eleanor se sintiera mejor.

–Amelia ocurrió algo horrible, es como si mi corazón se hubiera roto en mil pedazos y el cielo cayera sobre mí, me siento pésimo. –En ese instante rompió en llanto, Amelia no había recordado verla así antes.

–¿Qué ocurre que sea tan malo? –Pasaba su mano de forma delicada por los rubios cabellos de Eleanor, quien volvía lentamente a la tranquilidad.

–Tía Margaret estuvo de visita donde la Familia Marshall, andaba con prisa por lo que no concurrió a nuestra casa, el punto es que me escribió una carta comunicándome sus disculpas, además señala que Andrew la dejó muy sorprendida porque está comprometido con una muchacha que al parecer ama demasiado y se casará en un par de meses. ¡Dios mío! Estoy devastada, nunca me vi casada con otro muchacho que no fuera él.

Eleanor tenía cerca de 14 años cuando lo conoció en una cena en su hogar y desde aquel momento se imaginó que ambos se enlazarían en una hermosa y sencilla ceremonia para ser felices por siempre. Andrew era atractivo, educado, correcto y gentil, el hombre que la belleza del condado merecía, pero él tomó otra decisión, ya había resuelto su futuro en Londres pero dentro de un par de semanas estaría de vuelta en la cena que daría su familia. Eleanor dudaba que pudiera ser fuerte y verlo enamorado de una mujer que no era ella.

–¿Sabes quién es su prometida? –agregó Amelia, quien tampoco daba cabida a la noticia.

–Solo sé que se llama Mary Wells.

Eleanor fue consolada por su hermana y luego se retiró a su habitación, si bien Amelia le había comentado que si quería podía quedarse a dormir con ella, ésta no aceptó porque quería descansar sin compañía. Una vez que Amelia se encontraba sola, recordó las palabras de Elliot sobre lo de construir su propio destino, aunque no se sentía capaz, porque posiblemente la sociedad la juzgaría. Además le llamó la atención la forma de expresarse de Elliot, se notaba más abierto a la conversación, no como una vez escuchó decir al Señor Price: "Los trabajadores deben ser vistos pero no oídos".

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