Capítulo 11.
Naruto miró al suelo y sintió que sus ojos se llenaron de lágrimas, confundido, se las secó cerrando sus ojos y pasando su mano sobre estos. Estaba junto a Murasaki, y ésta acababa de decirle la noticia.
—¿En serio...? ¿Tienes cáncer, Murasaki? —preguntó, sin creerlo todavía.
Sasuke ya se lo había dicho, pero Naruto pasó de ello olímpicamente, incluso casi suelta una carcajada, creyendo que era broma, y se dijo a sí mismo que no creería nada hasta que la propia Murasaki se lo contara.
Y ahí estaba, sin querer creerlo aún.
—Nadie me cree. Es en serio, no jugaría con algo como esto.
Habían pasado tres días desde el incidente, a Naruto no lo habían dejado pasar a UCI, ya que sólo podían pasar familiares cercanos y la vez pasada habían mentido diciendo que Sasuke era hermanastro de Murasaki.
Estaban en el hospital, pero Murasaki ya estaba fuera de todo riesgo, al parecer sólo había sido una pequeña recaída. Estaban en sala común, lo cual era incómodo para Naruto, pues en la misma habitación habían como tres personas más en camilla junto a sus familiares y amigos, pero Murasaki parecía acostumbrada a pesar de que esa misma mañana la habían trasladado desde la UCI.
—No sé... —susurró Naruto— Me siento mal de repente, ¿sabes? Me duele el pecho verte así.
Murasaki sonrió y puso su mano sobre la de Naruto.
—Piénsalo, ya sabrás la respuesta de por qué te sientes así.
El celular de Naruto comenzó a vibrar, el rubio ni siquiera vio quién le llamaba y contestó.
—¿Aló?
—¿Dónde están? —preguntó Sasuke histérico.
El pelinegro sostenía el celular entre su cabeza y hombro mientras examinaba cuidadosamente una ficha que una enfermera le había dado, revisando los nombres de los pacientes internados.
—En el hospital, ¿dónde más?
—¡Tsk, eso ya lo sé, Dobe! Me refiero a qué sala, aquí me sale que Murasaki no está internada en ninguna parte.
—Ah, estamos en la sala común del 2° piso, la trasladaron hoy, ¿no te dijeron?
—¡No! —y cortó.
—¿Era Sasuke-kun? —preguntó Murasaki interesada.
—Ajá.
Hidan llegó al poco rato junto a Sasuke, ambos caminaban en silencio hacia Naruto y Murasaki. Ambos lucían sospechosos.
—¿Qué pasó? —les dijo Naruto, mirándolos con desconfianza.
—Traemos contrabando —le respondió Sasuke, sacando un paquete de gomitas en forma de oso de su bolsillo.
Murasaki tomó la golosina y la escondió bajo las sábanas.
—Más te vale que las enfermeras no pillen las golosinas —le advirtió Hidan, acercándose a su hermana—. Tengo que irme a trabajar así que te voy a dejar a cargo bajo estos dos. Mañana vendrán Sasori y Deidara, y pasado mañana lo más probable es que te den el alta, o eso me dijo el doctor.
Le dio un beso en la frente, despidiéndose de ella y con Naruto y Sasuke estrechó manos, éste último, en cuanto Hidan se fue, cerró las cortinas que habían alrededor de la camilla para darse más privacidad y que Murasaki comiera sus dulces en paz.
—La comida de aquí es muy mala —dijo ella, hechando bastantes golosinas en su boca—, comer esto es como encontrar agua fresca en el desierto.
Estuvieron todo el horario de visita con Murasaki, aprovechando el tiempo ya que mañana no podrían debido a la escuela. Recorrieron el hospital, llevando a Murasaki en silla de ruedas y con su tanque de oxígeno sobre las piernas, que al parecer no iba a abandonarla durante algún tiempo.
—No es necesario que vengan después de la jornada escolar, DeiDei es muy buena niñera —les dijo Murasaki cuando los chicos ya se estaban preparando para irse y ella ya estaba en su camilla.
—DeiDei —rió Naruto—, lo molestaré con eso. Maldito abuelo.
—Espero que pases buena noche —Sasuke ignoró por completo el tono maligno en la voz de Naruto.
—Gracias... —sonó como si Murasaki quisiera decir algo más, pero simplemente quedó con la boca abierta y la respiración atascada. Al final, juntó sus labios y negó con la cabeza— Gracias.
—Ya, eso fue raro —Naruto le despeinó con brusquedad y Sasuke le pegó en el brazo, mascullándole un "cuidado imbécil"—. Nos vemos el martes.
—Ojalá —respondió ella.
ღ
—Ahggg, esta mocosa me está volviendo loco.
—Deidara, estás en un hospital, ¿podrías controlarte? Hidan no nos confió a su hermana menor para que vengas y le quieras dar una paliza.
Murasaki seguía riendo a pesar de que Deidara tenía cara de querer ahorcarla con uno de los diversos cables que la propia chica tenía conectados al cuerpo. Pocos segundos después Murasaki se vio forzada a dejar de reír debido a la falta de aire.
Sasori suspiró por enésima vez y sacó su billetera.
—Anda a comprar café, en el primer piso hay un casino. Un americano para mí, y no sé que quieras comprarte tú, anda.
Con total confianza, Sasori le pasó su billetera a Deidara, quién no dijo nada más y con gusto agarró la billetera de su amigo.
Cuando Deidara hubo atravesado las cortinas, Sasori se paró de su asiento y fue a poner sus manos sobre el cabello de Murasaki, que estaba hecho un desastre gracias a Deidara. Sin soltar ni una sola palabra, comenzó a tratar de desenredar esos nudos que habían quedado.
—Tu pelo está feo y se cae mucho.
—Esas no son cosas que le agrade oir a una chica.
—Ni a una chica ni a un chico, pero es la verdad... Tu piel no se ve rara. No has vomitado, ¿verdad?
—No lo he hecho. Estoy bien, ya sabes, el doctor dice que probablemente mañana pueda ir a casa.
—No estás bien, no mientas —desenredó un nudo y acarició la mejilla de Murasaki con sus nudillos—. Pero tampoco estás mal, niña.
Las manos de Sasori eran huesudas y frías, por eso su tacto en algo regordete y suave como eran las mejillas de Murasaki se sintió raro.
—En realidad eres un osito de felpa, ¿no es así, Saso-chan? —preguntó ella, tomando las manos de Sasori entre las suyas.
—No es así.
Viendo que el cabello de Murasaki había quedado medio decente, se deshizo del agarre de la castaña y volvió a sentarse.
ღ
—Qué rico estar en casa de nuevo —Murasaki se estiró y aspiró el olor— ¡Kisame está en la cocina! —gritó dejando todo tirado y corriendo hacia la cocina con su tanque de oxígeno a la rastra.
Naruto la siguió, pues había olor a ramen y él amaba el ramen. Sasuke, en cambio, saltó un jadeo de cansancio y se puso a recoger las cosas que Murasaki había botado.
En efecto, Kisame, un chico alto de cabello azul y mirada peligrosa cocinaba tranquilamente mientras que Murasaki escalaba su espalda cual gato. Pues Kisame era demasiado alto, y la chica de ojos amatistas no era más que una pulguita al lado de él. Murasaki terminó arriba de los hombros de Kisame, agazapada y rozando el techo con su cabeza.
—¿Cómo supiste quién estaba en la cocina? —preguntó Naruto apoyándose contra el marco de la entrada.
—Porque siempre que Kisame está en la casa hay olor a pescado muerto.
Kisame dio un salto, haciendo que Murasaki chocara contra el techo y luego cayera de alto abajo, quedando estampada en el suelo.
Sasuke llegó junto a Hidan a la cocina. El pelinegro se asustó al ver a Murasaki, en el suelo, casi inconsciente debido a la caída, pero nadie más ahí le ponía atención, incluso Hidan la hizo a un lado con el pie para no pisarla mientras caminaba en la cocina. El Uchiha suspiró y tomó a Murasaki en brazos.
La llevó a la sala de estar y la acostó suavemente en el sofá. Los ojos de Murasaki daban vueltas, de seguro estaría así por un buen rato.
—¡Sasuke, la comida está lista! ¿Vienes? —gritó Naruto, asomando su cabeza a la sala de estar.
—¿Y Murasaki?
—¡Déjala, siempre se le pasa a los minutos después! —respondió Hidan asomándose detrás de Naruto.
—El hermano del año.
Sasuke se aseguró de que Murasaki siquiera bien conectada a su tanque de oxígeno antes de ir a comer.
ღ
—¡Murasaki quiere ramen con huevo!
—Deja de hablar en tercera persona.
La chica infló sus mejillas, se cruzó de brazos y miró para otro lado.
—Murasaki dejará de hablar en tercera persona si le dan ramen con huevo.
—¿Ves, Sasuke? Es mejor cuando está dormida —bufó Hidan caminando a la cocina—. Kisame ya no está para que la noquee de nuevo.
Murasaki estaba sentada en la mesa, con los cubiertos en sus manos y golpeándolos contra la mesa mientras cantaba-gritaba «Quiero comer, quiero comer», ciertamente era irritante y daban ganas de que Kisame de nuevo la estrellara contra el techo.
Hidan llegó a los pocos minutos después, con un tazón de ramen normal, con un huevo. Un huevo, literalmente, un huevo crudo, con cascarita y todo.
—Hi-chan, este huevo está vivo —dijo Murasaki sacando el huevo del tazón.
El huevo se movía como si de verdad estuviera vivo. El huevo se trizó y se partió en dos.
—¡Un pollito!
Murasaki abrió bien sus ojos y miró al ave.
—Es un patito —corrigió Sasuke.
—¿Qué tipo de huevos compras, Hidan? —preguntó Naruto.
—¡No los compro yo, lo hace Kakuzu! ¡Ah, maldito! ¡El siempre compra lo más barato!
—Es un patito feo —dijo Murasaki mirando con tristeza al pequeño patito.
Tenía los ojos desviados y la nariz mal formada.
—¡Ya sé, se llamará... Sasu... Naru... NARUSASU! Miren, tiene los ojos azulitos y las plumas negras —Naruto y Sasuke sonrieron con ternura—. Y para rematar es tan feo como la maldad.
Naruto y Sasuke agarraron la cabeza de Murasaki y la estrellaron contra la mesa.
—¡Duele! —chilló la castaña.
ღ
Murasaki terminó sin ramen con huevo y con unos cuantos moretones y chichones en la cabeza. Había invitado a Sasuke y a Naruto a su habitación, la cual era muy simple. Una cama de una plaza con sábanas blancas y las paredes grises con un escritorio de madera oscura al igual que la mesita de noche, un decorado simple pero lindo.
—¿Qué buscas tanto, Murasaki? —preguntó Naruto al ver cómo la chica se agachaba y buscaba algo debajo de su cama.
—Algo —respondió mientras seguía escarbando.
Sacó una cajita debajo de su cama, era blanca y decía con letras de una niña pequeña «Murasaki». Abrió la caja sintiendo las miradas de curiosidad de Naruto y Sasuke sobre ella. Sacó una hoja y la abrazó contra su pecho mientras cerraba los ojos.
—¿Qué es eso? —preguntó ahora Sasuke.
—Cuando me enteré de mi cáncer, quise hacer algo —comenzó, pasando sus ojos sobre la hoja y sonriendo ante los recuerdos—. Una lista de cosas que quiero hacer antes de morir.
«Bueno, al menos sí hay algo cliché en ella» pensó Sasuke sonriendo con amargura.
—Déjame leer el punto uno —dijo el pelinegro tomando la hoja y leyó en voz alta—. Quitarle el bastón a una abuelita.
«No, definitivamente no hay nada cliché en ella».
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