Capítulo 10.
—Hi-chan, ¿por qué mamá tiene esa cara? —preguntó la pequeña Murasaki abrazando a su hermano.
Estaban en la consulta médica, pues Murasaki había tenido nuevamente graves problemas para respirar, cosa que obviamente no era normal.
El doctor estaba hablando con los padres de la pequeña, ambos estaban con mala cara, mientras que el doctor movía sus manos en el aire haciendo gestos y explicando lo mejor que podía la delicada situación de la niña.
—N-No lo sé —mintió el hermano mayor tomando a Murasaki entre sus brazos.
Murasaki sólo tenía 9 años, no sabía lo que pasaba.
Hidan sabía que sus padres odiaban las imperfecciones, y que incluso la enfermedad de Murasaki la tomarían como una imperfección, y la inocente niña saldría perjudicada, Hidan tenía miedo.
—Nos vamos para la casa —gruñó Kawi, la madre de Murasaki y Hidan.
Una mujer alta y esbelta, de cabello blanco como la nieve y ojos celestes, hermosa, pero su mala cara y sus facciones apretadas y serias lo arruinaban todo.
Hidan caminó detrás de su madre, con Murasaki tomada de la mano.
—¿Y papá? —se atrevió a preguntar la castaña.
—No me hables, tú no eres mi hija.
—¡¿Cómo se atrevió a decir eso?! —gritó Sasuke, parándose de la silla de un salto.
—No me dejas contar la historia en paz, Sasuke-kun —se quejó Murasaki frunciendo el ceño, y prosiguió.
En cuanto llegaron a casa, Kawi y su esposo ignoraron completamente a Murasaki, como si ella no existiera. Los días pasaban, y cada vez la vida le era más cruel a la pequeña, el único ser humano al que parecía importarle era Hidan, quién le cocinaba y se ocupaba de ella. Hasta que un día llegó. Hidan, preocupado cada vez más por el mal estado físico de su hermanita, la llevó al doctor a escondidas de sus padres, y este dio el diagnóstico.
—Murasaki tiene cáncer maligno, éste está presente en los pulmones —explicó el doctor, tratando de utilizar las palabras más simples que pudiera emplear para dictarle el estado de Murasaki a un adolescente de 19 años—. Tiene tratamiento... pero no siempre funciona y... a veces... pues... el final no es lindo.
—Está bien —dijo Murasaki, que estaba escuchando todo desde una esquina, sentada con la cabeza entre sus piernas flexionadas—, de todas formas... —levantó su cabeza, abrió sus ojos, que estaban llenos de lágrimas— los finales lindos no son divertidos ni reales.
Pero su mentalidad poco a poco iba cambiando, ella iba comprendiendo, iba entendiendo que moriría, y se resignó a eso, como también se resignó a no existir frente a sus padres. Y llegó a la conclusión: «si el mundo es cruel contigo, sé cruel con él y con los que lo habitan».
—¿En serio... pensaste eso? —preguntó Sasuke mirando el suelo.
—...Sí —respondió apenada— pero Hi-chan me hizo darme cuenta de que lo que pensaba estaba mal, pero... no fue muy amigable cómo sucedió.
Kawi estaba harta de su hija y de sus arrebatos rebeldes, aunque pretendía que no se daba cuenta de lo que hacía, sí sabía en lo que andaba metida, y en las cantidades de veces que se encerraba en su habitación y Hidan intentaba sacarla de ahí. Un día, explotó.
—¡¡Mocosa!! —Kawi poco más y tira la puerta abajo.
Hidan, que estaba en su cuarto tratando de terminar una presentación para la universidad, escuchó el ruido y como un rayo llegó rápidamente a la habitación de Murasaki, dónde ésta estaba discutiendo fuertemente con su progenitora.
—¡No puedes llamarte «madre» después de todo lo que has hecho, víbora! —gritó la castaña sin temor.
Murasaki era bastante más baja que su madre, pero aún así se paraba derecha y sin miedo frente a ella.
—¡Y tú no puedes llamarte «ser humano» con lo que padeces, ojalá mueras luego y dejes de contaminar este mundo! ¡Eso no es de Dios, Dios no manda a sus hijos enfermos a la tierra! ¡Ojalá yo no fuera tu madre! —contraatacó la mujer mayor apretando su mandíbula.
—¡Siempre han sido así, tú con papá! —Vociferó, comenzando a llorar de la rabia— ¡Odian a las personas negras, homosexuales y a todo al cual no consideran «correcto», todo al que Dios no considera correcto! ¡Pero nadie es perfecto! ¿Crees que yo quise nacer así? ¡Pues te informo que no, maldita mujer, entiende, métetelo en tu pequeño cerebro que tienes!
Kawi estrelló su mano en forma de puño en la mejilla izquierda de Murasaki, votándola al suelo. Hidan se metió entremedio rápidamente
—¡No eres mi hija, está claro, mi hija no sería así, no sé cómo pude pensar que podrías serlo! ¡Te vas de la casa! ¡Hidan, quítate! ¡Dios no quiere a cosas como Murasaki rondando en este mundo! ¡Cosas enfermas que apoyan la homosexualidad y demás! ¡Maldita!
—¡Tú deberías de ser eliminada! —Se metió Hidan, parando a su hermana del suelo— ¡No tienes el derecho de llamar monstruo a nadie, el monstruo aquí eres tú!
—¡Hidan...! —Exclamó sorprendida la mujer, nunca se esperó eso de «su estrella», su favorito— ¡¿Cómo te atreves a defenderla?! ¡¿Es que a ti también te ha metido sus ideas raras en su cabeza?! ¿O es que te da pena?
—¡Nadie me ha metido ideas raras en la cabeza, lo que pasa, es que tú estás loca y no puedes aceptar a nadie que sea diferente! —gritó Hidan, antes de sacar a Murasaki de la habitación corriendo detrás de él—. ¿Dónde quedó el amor al prógimo?
—Ese mismo día escapamos de casa —susurró Murasaki, mientras Sasuke le miraba incrédulo, pensando que en cualquier momento saldrían las cámaras, y todo fuera una broma, la enfermedad de Murasaki, todo—. Hidan tuvo que dejar la universidad, por lo único que ambos seguimos vivos es gracias a los amigos de Hidan y algunos familiares que nos dieron dinero y estadía por algunos días... incluso, ahora estamos viviendo en una casa que los familiares de mi padre nos están arrendando por poco dinero. Pero yo... mi estado empeoró.
Los vómitos matutinos de Murasaki despertaban cada mañana a Hidan, las ojeras debajo de sus ojos se notaban cada vez más y su cara de cansancio era casi desagradable de ver. Murasaki tenía la piel blanca y había algunos bultos en su estómago, su espalda dolía al igual que sus piernas, sus músculos, sus huesos, sus articulaciones.
—Hi-chan no puedo más —lloriqueó Murasaki, le dolía cada célula de su cuerpo, y sus pulmones ardían horriblemente.
La castaña estaba acostada en el sofá de la casa, enfrente de la televisión que Hidan les había robado a sus padres, pues este los había chantajeado, si ellos no contaban nada acerca del hurto, él no diría nada acerca de la situación de Murasaki. Claro, a Kawi y a su esposo no les importaba nada más que la apariencia.
—Prometo que pagaré tu tratamiento para que te sientas mejor, pequeña. Ahora tengo que ir a trabajar, te dejaré con Sasori y Deidara, ¿bien?
Murasaki asintió y le dio un beso en la mejilla a su hermano mayor.
—Que te vaya bien.
—Un momento —interrumpió Sasuke—, ¿esos tipos que discutieron con Naruto el otro día...? Ese con cabello rojo y el otro con cabello de mujer, ¿ellos te cuidaban?
—Sí —asintió Murasaki—. Ellos eran muy buenos conmigo.
—Y... si en ese tiempo estabas tan mal, ¿cómo te recuperaste?
—Los chicos pagaron todo mi tratamiento —sonrió Murasaki—. Gracias a ellos me recuperé y pude llevar mi vida normalmente... por un tiempo... ahora me ves, aquí —levantó con lentitud ambos brazos, demostrando la cantidad de cables que tenía pegados al cuerpo.
—Entonces todo es verdad —murmuró Sasuke mirando sus manos.
—¿Qué? ¿Pensabas que era mentira?
—Eh... no, sí, tsk, ¡no sé! Se me hace imposible mirarte y asociarte con una enfermedad tan seria y mortal.
—¿Qué piensas de mí cuando me miras, Sasuke-kun?
Sasuke apretó sus labios y sonrojado miró hacia otro lado.
—No sé —masculló.
Tocaron suavemente la puerta de la habitación y entró una enfermera.
—Los horarios de visita han acabado —informó.
Sasuke se levantó de la silla entre aliviado y decepcionado. Aliviado porque no quería responderle a Murasaki y decepcionado porque quería pasar más tiempo con ella.
—Vendré mañana —murmuró Sasuke antes de salir de la habitación.
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